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El apogeo del Estado penal y la lucha antiterrorista

Fuentes: Rebelión

Vivimos en una época de miedo y paranoia. Ya no nos interesa el bienestar común, ya hemos desechado el Estado social y, en su lugar, hemos dado paso al Estado penal. Éste es un Estado punitivo que intenta garantizar la seguridad personal de cada individuo. El hecho de que esta garantía de seguridad individual suponga […]

Vivimos en una época de miedo y paranoia. Ya no nos interesa el bienestar común, ya hemos desechado el Estado social y, en su lugar, hemos dado paso al Estado penal. Éste es un Estado punitivo que intenta garantizar la seguridad personal de cada individuo. El hecho de que esta garantía de seguridad individual suponga en algunas ocasiones un recorte de derechos básicos es concebido como una mera lacra que hay que soportar para poder vivir en pleno confort. Sin embargo, ¿cuál es la amenaza de la que intenta protegernos el Estado penal? Nada más y nada menos que del terrorismo internacional que, en la actualidad, es entendido únicamente como «terrorismo islámico» [1] . Resulta curioso comprobar cómo el Estado penal, que ejecuta sus penas y castigos sobre personas concretas, sin embargo, se enfrenta a un «monstruo» global. Es cierto que, en ciertas ocasiones, los Estados penales se unen en su lucha antiterrorista y eso es precisamente lo que vamos a analizar a lo largo de estas páginas. Haremos referencia a las relaciones que se dan entre Estados para acabar con el terrorismo islámico o terrorismo yihadista (entendido siempre como «terrorismo árabe») y también haremos referencia a los intereses que se esconden tras las políticas antiterroristas. La expansión de la era del miedo no es casual y, en gran medida, responde a un deseo de control de la población y de obtener ganancias económicas.

Comenzaremos por describir algunos de los rasgos de la política antiterrorista de EEUU y de la UE, que dieron un brusco giro sobre todo a partir de los atentados del 11-S y el 11-M. En EEUU, buena parte de las tareas del Ministerio de Defensa ya habían sido privatizadas por Donald Rumsfeld antes de los atentados en el Wall Trae Center, pero esta política de privatización se aceleró a partir de dichos atentados. El miedo al terrorismo y la situación de shock en la que se encontraba la población estadounidense sirvieron para crear un nuevo producto fácilmente privatizable y comercializable: la seguridad. Esto se evidenció rápidamente en el crecimiento experimentado en los sectores del mercado encargados de la producción de sistemas de videovigilancia (cámaras, software, etc.). El segundo sector que ha sabido sacar provecho del miedo es, por supuesto, la industria armamentística. Esto ha sido posible gracias al desarrollo de un segundo pilar en la política antiterrorista estadounidense: las campañas militares en el exterior bautizadas con el épico nombre de «guerras contra el terrorismo», como por ejemplo en Iraq o en Afganistán. En este ámbito, la lucha que EEUU desarrolla contra el terrorismo ha llegado incluso a que se ofrezcan recompensas económicas a los propios ciudadanos del país que se ocupa para que colaboren en la persecución de los supuestos terroristas (KLEIN: 2007).

Por supuesto, una vez que las guerras contra el terrorismo dan sus frutos y se da caza al culpable, al terrorista, se le confina en cárceles como las de Guantánamo o Abu Ghraib. Cárceles descontextualizadas, desubicadas, verdaderos no lugares donde la ley y la justicia están ausentes todavía en mayor medida que en el Estado penal.

La política antiterrorista de la UE, por su parte, ha seguido derroteros diferentes. No se ha fomentado la acción militar sino que, en su lugar, se han creado organismos de coordinación y cooperación tanto judicial como policial entre los países miembros. Principalmente, existen dos organismos encargados de estas tareas de cooperación a nivel europeo: EUROJUST Y EUROPOL (European Law Eforcement Agency). Ángel Llorente lo explica del siguiente modo en su artículo » La cooperación judicial antiterrorista entre España y Marruecos» [2] :

El Consejo Europeo, reunido el 21 de septiembre de 2001 en sesión extraordinaria a raíz de los atentados del 11-S, aprobó un plan de acción contra el terrorismo basado en cinco puntos. El primero consistió en reforzar la cooperación policial y judicial entre los Estados miembros, aprobando la creación de la orden de detención europea así como en la adopción de una definición común del terrorismo, mientras que el último tenía por objeto coordinar la acción global de la UE en materia de lucha contra el terrorismo y la creación de la Unidad Europea de Cooperación Judicial, Eurojust, que se constituyó en febrero de 2002.

Asimismo, se han firmado acuerdos de cooperación con países ajenos a la UE, entre ellos, países enmarcados en el llamado «mundo árabe», como Marruecos. Estos acuerdos han tomado la forma de acuerdos bilaterales entre países concretos, en esta caso España-Marruecos. Ya existía, entre estos dos países cierta tradición de cooperación en materia policial y judicial. Ya se habían firmado algún acuerdo bilateral en 1997, pero no había tenido un desarrollo concreto. Sin embargo, los atentados del 11-M, pusieron de manifiesto la necesidad de reforzar dichos lazos judiciales. Pero, ¿por qué se eligió a Marruecos como principal apoyo en la lucha contra el terrorismo? Llorente da las siguientes razones:

Sin embargo, la importancia geopolítica, tanto de Marruecos como del conjunto de los países del Magreb, ha ido en aumento tras la globalización y le ha llevado a convertirse, no solo para España sino para Europa y EEUU, en uno de los países prioritarios para la cooperación estratégica en materia de seguridad: control de fronteras, emigración irregular, crimen organizado y terrorismo. La supresión de las fronteras interiores entre la mayor parte de los países europeos, adoptada en el Acuerdo de Schengen, hizo de Marruecos el vecino de Europa con el norte de África y eje esencial de la política europea de vecindad. Actualmente ya no es solo el vecino del sur de España, sino también la puerta que comunica África y el mundo árabe con Europa.

Pero, por supuesto, no podemos ser ingenuos y pensar que las relaciones entre la UE y Marruecos se llevan a cabo únicamente atendiendo a esta voluntad de colaborar desinteresadamente en defensa de la justicia universal. Así, en el mismo artículo, Ángel Llorente añade:

Por otro lado, las relaciones económicas son cada vez más importantes, siendo ya España el segundo inversor en Marruecos y Marruecos el principal exportador del Magreb a España.

Para acabar de citar a este autor, incluiremos la referencia que hace a las tareas concretas que incluyen estos acuerdos bilaterales:

La cooperación judicial no se limita a la información, sino que se amplía además a la investigación, desarticulación y represión del terrorismo y la delincuencia trasnacional .

El hecho de que hayamos hecho mención del artículo de Llorente no tiene nada que ver con la coincidencia ideológica. De hecho, no estoy especialmente de acuerdo con muchas de las cosas que en dicho artículo se dicen. No obstante, la visión que se da de las relaciones con Marruecos, concebido como bisagra que abre la puerta al Magreb, refleja bastante bien la propia ideología de la UE.

Además del explosivo desarrollo del ámbito de la seguridad, otro sector que ha crecido siguiendo los pasos del miedo al terrorismo es el de la información. La capacidad de movilización de cualquier grupo, entre ellos los grupos terroristas, se da cada vez más a través de internet. La propaganda terrorista se ha convertido en un campo de investigación para todas las potencias que se sienten «amenazadas». Así, proliferan por doquier los artículos de análisis de comunicados, etc. no obstante, debemos hacer una discriminación a la hora de catalogar el trabajo de análisis de la propaganda y los actos terroristas. Por un lado están los documentos que surgen como consecuencia de una investigación detallada, y por otro lado está la información cotidiana que llega a los ciudadanos del mundo a través de los mass media. Hablaremos ahora de las repercusiones de esta avalancha de información, ya que influye de manera evidente en las decisiones políticas de los Estados.

Los trabajos de investigación siempre tienen, por supuesto, un sesgo ideológico, sin embargo, dicho sesgo se evidencia menos que en el caso de las noticias diarias. Trabajos como el artículo de Manuel Torres Soriano titulado «La nueva estrategia propagandística de al-Qaeda en el Magreb Islámico» [3] , son escritos con una aparente neutralidad y dan cuenta de un fenómeno concreto. En este caso, el autor analiza la trayectoria propagandística del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), que, tras situarse en la órbita de al-Qaeda y cambiar su nombre por el de AQIM (al-Qaeda en el Magreb Islámico) experimentó un creciente desarrollo en su capacidad de comunicación, hasta entonces prácticamente nula. Este artículo, como podemos comprobar, informa y, a la vez, es fruto de una evidente información previa por parte del autor. ¿Podríamos decir que este artículo y otros de su misma índole son influyentes en el marco político? Puede que sí. Sin embargo, la influencia de estos trabajos se sitúa en una esfera diferente a la influencia que ejercen los mass media. Este artículo, por ejemplo, puede servir de documento de análisis para un gabinete de asesoramiento político, pero rara vez calará en las redes de la sociedad de a pie. Son los mass media los que sí calan.

Antes de centrarnos en el análisis de los mass media, debemos dar una explicación a la siguiente pregunta: ¿Por qué analizar el ámbito de la información en un trabajo que versa sobre las relaciones internacionales en el marco de la lucha contra el terrorismo internacional? Pues precisamente porque la información se ha convertido en arma de doble filo en las sociedades contemporáneas y tiene una gran repercusión en las decisiones políticas que se toman a nivel internacional. Los medios ya no informan, sino que manipulan. Y, además, a través de los medios de información se evidencia la capacidad de vigilancia que ejerce el Estado penal sobre la sociedad. En el siglo XXI, en el que el ideal político a seguir es la democracia, la manipulación de la sociedad a través de la «des-información» es la forma que tienen los gobiernos de hacer lo que les viene en gana. El marco de las relaciones internacionales en un ámbito en el que la sociedad civil no puede decidir porque está sometida al miedo al terrorismo, al Islam, a los árabes, y a miles de clichés más.

Pero, ¿cómo se consigue esta manipulación a través de los medios de información? Precisamente obviando la información. Ahora sólo se opina y se crean clichés. La verdad ha dejado de ser el discurso que más se aproxima a la realidad. Ahora, la verdad es el término medio entre todas las opiniones pronunciadas. La verdad es la neutralidad. Además, como bien afirma Rodrigo García en su reciente obra teatral Gólgota Picnic, cuando se demuestra que una información es falsa, no se accede de forma automática a la verdad. Ya no existe, como tal, el desvelamiento de la verdad. Detrás del primer velo, hay un segundo velo, y un tercero… Por otro lado, la creación de clichés contribuye a la confusión total de la ciudadanía. Se confunde terrorismo con Islam, musulmán con árabe. Todo ello se traduce políticamente en leyes represivas, xenófobas, de control de fronteras, de miedo al otro y, en última instancia, en guerras contra el enemigo común que es un monstruo mitológico inexistente y creado específicamente para controlar a la sociedad. Ese monstruo, casualmente reza a Alá, lleva turbante y habla en árabe.

¿Cuál es el límite? ¿Qué pueden llegar a hacer los Estados penales en su «justificada lucha contra el terror»? Empleando una pregunta que Alan Moore presenta en su comic Watchmen, «Who watches the watchmen?», ¿quién vigila a los vigilantes? ¿Quién se encarga de controlar las acciones de «los buenos»? ¿Quién se encarga de la ética de la política internacional? ¿Quién define la palabra «terrorismo»?

El desmantelamiento del Estado social ha sido un gran error. La globalización, el individualismo, y el miedo como máximas de una civilización mundial no llevan más que a un mundo polarizado en el que las relaciones internacionales son un mero juego de tronos [4] , un mero juego de alianzas con miras a alcanzar el poder y la hegemonía. El Estado social y el internacionalismo, sin embargo, llevarían a una verdadera cooperación, que es el objetivo al que deberían tender las relaciones internacionales. Así, el terrorismo dejaría de ser toda acción que atenta contra los intereses de Occidente, y se convertiría en todo acto que atenta contra la humanidad y la Tierra.

BIBLIOGRAFÍA Y PÁGINAS WEB CONSULTADAS

BAUMAN, Zygmunt (2007): Tiempos Líquidos. Tusquets Editores. Barcelona.

LLORENTE, Ángel (2010): «La cooperación judicial antiterrorista entre España y Marruecos». ARI 174/2010. Real Instituto Elcano.

KLEIN, Naomi (2007): La doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós. Barcelona.

ORTEGA, Félix (2006): Periodismo sin información. Tecnos. Madrid

TORRES SORIANO, Manuel (2010): «La nueva estrategia propagandística de al-Qaeda en el Magreb Islámico». ARI 87/2010. Real Instituto Elcano.

http://www.eurojust.europa.eu/adm_orgstruc.htm

http://www.eurojust.europa.eu/about.htm

http://www.europol.europa.eu/index.asp?page=introduction

http://www.europol.europa.eu/index.asp?page=orgchart

http://sociologiac.net/biblio/Wacquant_Entrevista.pdf



[1] Obsérvese, a modo de curiosidad, como una de las primeras sugerencias de búsqueda que aparecen en Góogle cuando aún no se ha terminado de escribir la palabra «terrorismo» es, precisamente, «terrorismo islámico».

[2] http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/terrorismo+internacional/ari174-2010

[3] http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/terrorismo+internacional/ari87-2010. Se ha elegido este artículo como ejemplo por ser un trabajo que, además, se centra en la los medios de comunicación empleados por grupos catalogados como «terroristas».

[4] Referencia indirecta al título de la primera parte de la saga de George R. R. Martin, Canción de Hielo y Fuego.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.