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Palabras pronunciadas en la Casa de América con motivo de la celebración del 50º aniversario de la Revolución Cubana

El arte de lo imposible

Fuentes: Rebelión

La celebración de un aniversario es, por definición, un homenaje al pasado. Pero los homenajes al pasado solo tienen sentido con los pies en el suelo del presente y la mirada puesta en el futuro. La tan cacareada memoria histórica, reducida a mera evocación o nostalgia, es un ejercicio estéril. La memoria no es nada […]

La celebración de un aniversario es, por definición, un homenaje al pasado. Pero los homenajes al pasado solo tienen sentido con los pies en el suelo del presente y la mirada puesta en el futuro. La tan cacareada memoria histórica, reducida a mera evocación o nostalgia, es un ejercicio estéril. La memoria no es nada sin las otras dos potencias de la mente: la inteligencia que comprende lo recordado y la voluntad que emprende a partir de lo comprendido.

Por eso la celebración del quincuagésimo aniversario de la Revolución Cubana es también, y sobre todo, la celebración de su futuro irrenunciable, de su infalible mañana.

La Revolución Cubana ha triunfado al menos tres veces. Su primera victoria fue, obviamente, el derrocamiento de Batista en 1959, uno de los grandes hitos de la historia del siglo XX. La segunda, la superación, a principios de los noventa, del denominado «período especial»; una segunda victoria que fue también la ratificación de la primera, pues solo un pueblo sólidamente cohesionado por la fraternidad revolucionaria podía afrontar las durísimas condiciones impuestas por el bloqueo estadounidense. Y la tercera victoria es la superación de ese bloqueo genocida, la ruptura, todavía incipiente pero ya irreversible, del cerco imperialista. Y esta tercera victoria de la Revolución Cubana a la que estamos asistiendo bien puede considerarse definitiva (es decir, inaugural), puesto que viene acompañada de ese «éxito reproductivo» que garantiza la continuidad de los organismos vivientes.

La generosa semilla revolucionaria que Cuba ha esparcido por toda Latinoamérica empieza a fructificar con fuerza en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras…, en un proceso lleno de riesgos y dificultades, pero imparable, como imparable es el propio proceso revolucionario en el interior de Cuba.

Se suele decir que la política es el arte de lo posible, y en el caso de la política burguesa no es una mala definición, puesto que se trata de una práctica mezquina que intenta convencernos de que el orden establecido es inevitable y de que todo cambio tiene que producirse necesariamente dentro de sus férreos límites. Pero la política revolucionaria es exactamente lo contrario: es el arte de lo imposible, es el arte de hacer posible aquello que los explotadores llaman quimérico y quieren impedir a toda costa: una sociedad justa y solidaria, un mundo libre, igualitario y fraterno.

Gracias, compañeras y compañeros de Cuba, por enseñarnos el arte de lo imposible.