Puede ser cerca o lejos, en nuestra calle o en algún estado de la República, hacia donde volteemos podemos observar manifestaciones del terrorismo de Estado: desigualdad social, inseguridad en las calles, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales. Sin embargo, también hacia donde miremos hay pequeños o grandes esfuerzos de organización popular, asambleas por calle, por colonia o […]
Puede ser cerca o lejos, en nuestra calle o en algún estado de la República, hacia donde volteemos podemos observar manifestaciones del terrorismo de Estado: desigualdad social, inseguridad en las calles, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales. Sin embargo, también hacia donde miremos hay pequeños o grandes esfuerzos de organización popular, asambleas por calle, por colonia o por barrio, denuncias en medios de comunicación independientes o en redes sociales, marchas, manifestaciones, plantones, periódicos, folletos, entre muchos otras formas de procesos organizativos.
En algunas ocasiones dichos procesos vienen acompañados por una importante pregunta: ¿cómo le hacemos para que todos estos gérmenes de conciencia de clase proletaria se eleven y desarrollen al punto de lograr la transformación radical de nuestras condiciones de vida? Muchas de las veces las organizaciones logran aglutinar a algún sector del pueblo oprimido en torno a demandas inmediatas, sin embargo, con el transcurrir del tiempo y en el mejor de los casos se logra la solución de alguna problemática, pero, en el peor, no hay victoria alguna en lo inmediato.
En el número 17 de FRAGUA escribíamos acerca de la necesidad de resolver la contradicción entre la lucha económica y la lucha política, contradicción por la cual cuando se logra un triunfo en alguna lucha economista trae como resultado el estancamiento y la inactividad política del sector que se organizó o, en los casos en que no se logró ningún triunfo «palpable» en lo inmediato, la gente comienza a albergar frustración que la desmoviliza. Hacíamos hincapié también en que esto es resultado de no comprender a cabalidad la unidad que existe entre esas dos formas de lucha. Es en la lucha económica en donde se desarrollan herramientas que sirven para elevar el nivel de conciencia de la clase proletaria, mediante las cuales los sectores que se organizan en torno a demandas inmediatas lleguen sentir la necesidad de desarrollar la lucha política, aquella que les permitirá transformar verdaderamente sus condiciones de vida.
A pesar de lo anterior, sería un error creer que la solución a este problema sólo pasa por comprender la teoría, no, la única manera de resolver esto es en la práctica, en el trabajo concreto con la gente. Llegado este punto, quisiéramos agregar algo: el desarrollo de las herramientas que permiten unir la lucha económica y la política tiene como columna vertebral el método de trabajo, esto es, con base en el estudio y el análisis marxista de la realidad se establecen objetivos, actividades para alcanzarlos, responsables, tiempos y mecanismos de evaluación. Llevar a cabo un trabajo metódico obliga a las organizaciones a comprometerse, a realizar un trabajo permanente, más allá de coyunturas o de deseos personales, así como el establecimiento de una agenda propia, dejar de estar a disposición de la agenda burguesa.
Muchas veces las organizaciones, al no contar con esta convicción y método, terminan montándose en las luchas del pueblo para tratar de poner su bandera al frente, no son capaces de plantear otra forma de involucrarse en las luchas del pueblo trabajador, no son capaces de organizar, de proponer, de convencer a los trabajadores con el ejemplo, en fin, son oportunistas en materia de organización. Estas formas oportunistas de trabajo sólo generan desconfianza entre la gente, pues sólo ven a esas organizaciones cada vez que hay coyunturas como las elecciones. Ante esta manera incorrecta de trabajo debemos contraponer nuestro método de trabajo, convicción, disciplina y compromiso permanente con las causas del pueblo, lo que nos permitirá ir desarrollando y uniendo las diferentes luchas del pueblo, con el fin de elevar el nivel de conciencia de clase proletaria.
Debemos estar conscientes de que el trabajo metódico y permanente sólo es posible con la colaboración de cada uno de nosotros, en la medida de nuestras capacidades, pero también nuestras capacidades irán creciendo en la medida en que nos involucremos en el trabajo concreto de organización, en el seno del pueblo trabajador al organizar, proponer, participar y promover la adopción de métodos correctos de trabajo y al mostrar en la acción que es necesario trascender los límites de la lucha sectorial y económica, que es necesario luchar por la construcción del socialismo. La lucha del pueblo será nuestra mejor escuela para la práctica transformadora.
NOTA: Este artículo fue publicado como parte de la sección ANÁLISIS del No. 18 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 25 de julio de 2016.
Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP).
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