En entrevista con Clarín.cl Julio Gálvez (1949), autor del libro Neruda y España (2003), habla de la relación del poeta chileno con la Generación del 27, del épico Winnipeg y de las efímeras navegaciones por Madrid y Barcelona durante la dictadura de Franco. El escritor Julio Gálvez también se refirió a temas contemporáneos, respaldando la […]
En entrevista con Clarín.cl Julio Gálvez (1949), autor del libro Neruda y España (2003), habla de la relación del poeta chileno con la Generación del 27, del épico Winnipeg y de las efímeras navegaciones por Madrid y Barcelona durante la dictadura de Franco. El escritor Julio Gálvez también se refirió a temas contemporáneos, respaldando la querella sobre el presunto asesinato de Neruda y reiterando sus críticas a la Fundación Neruda; por otra parte, enumeró sus libros inéditos: «Además de la biografía de Luis Enrique Délano y del libro del Winnipeg, tengo una especie de biografía que se llama: Conversaciones con José Balmes, y el último proyecto es la biografía de otro poeta entrañable, Juvencio Valle».
MC.- Julio, ¿por qué te interesó la relación poética y política de Neruda y España?
JG.- No creo en un solo «por qué», ni en la importancia de la gota que derrama el vaso, para rebalsarse, el vaso ya tiene que estar lleno. Por lo tanto, el interés de dicha relación, nace y crece por varios motivos. El primero, con seguridad, es mi afecto por la lectura en general, inculcado por mi padre desde muy niño, después por la poesía, en particular. Por dos de mis profesores, Virgilio Figueroa y Rafael Coronel, conocí la poesía de Neruda. Me gustó y cada vez que tenía oportunidad, leía su obra.
En 1973 llegué a España. Ahí todavía se vivía el franquismo y, cuando la llegada de sudamericanos comenzó a ser numerosa, las condiciones para lograr un permiso de trabajo o el permiso de residencia temporal, se hicieron duras y engorrosas. La cantidad de papeles, certificados y exámenes sanitarios que había que presentar en las oficinas policiales enardecían a cualquiera. Una vez que me tocaba renovar el permiso de residencia, frente al funcionario de turno y ya con los nervios galopando, le solté con mucho convencimiento que los españoles que llegaron a Chile en 1939 no tenían carnet de identidad ni trabajo, y que al otro día de su llegada, tenían estas carencias solucionadas. Lo dije con tal convencimiento que, al llegar a mi casa, pensé: ¿sería cierto todo eso? En ese tiempo me interesó conocer más sobre la epopeya del Winnipeg. Ya había leído los libros póstumos: «Confieso que he vivido» y «Para nacer he nacido», y cuanto artículo se publicaba sobre Neruda y, pensaba, que ese tema no se tocaba con la profundidad que, por su importancia, requería. Ese vapor, por decirlo de alguna manera, es el mayor nexo entre Neruda y España. De ahí, pienso, nació mi interés por investigar cuánto de ello se escribía. Ahora, una vez comenzada la indagación, los hechos y datos encontrados te llevan a un campo mucho más amplio que el sólo viaje del «Winnipeg». Entras en el tema político de la época, profundizas en la literatura de aquel tiempo, en la Generación del 27, y, por supuesto, debes intentar conocer la realidad chilena de aquellos años y a un sinnúmero de personajes, todos interesantes. El problema con que te encuentras es casi insalvable, ¿cómo le pones coto a toda esa historia?, ¿dónde pones los límites?, si todo está relacionado.
MC.- Entre la Casa de las flores y el Winnipeg, ¿qué épocas y épicas nerudianas destacarías?
JG.- La experiencia española de nuestro poeta fue la que cambió el rumbo de su vida, cambió su forma de ver el mundo. Y no lo digo yo, lo dice el mismo Neruda. Por lo tanto, el tiempo transcurrido desde su llegada a España hasta la campaña del Winnipeg, y aún más adelante, está lleno de hitos nerudianos, todos destacables, todos fructíferos y, desde el punto de vista de la creación, fue la época que cambió su poesía.
Quizá el primero de ellos, dentro de un orden cronológico, sea el ocurrido en junio de 1935, recién llegado a España, cuando participó como delegado chileno en el I Congreso de Intelectuales en Defensa de la Cultura, celebrado en París. En el segundo congreso del mismo organismo, celebrado, como se sabe, en España en Julio de 1937, Neruda fue uno de los organizadores y uno de sus vicepresidentes. Su metamorfosis se consolidaba de forma vertiginosa. Creo que estas participaciones en ambos congresos fueron el detonante del Neruda gremialista y organizador que conocimos después. Es evidente que el principal hecho que produjo esta transformación fue la Guerra Civil española, con las consecuencias que todos conocemos y que golpearon profundamente el corazón del poeta; primero el asesinato de Federico García Lorca, después la muerte de Antonio Machado, del encierro y fallecimiento de Miguel Hernández. Pero también debemos recordar otros hitos en su vida; en España nació su única hija, Malva Marina, también ahí se terminó su ya deteriorado matrimonio con María Antonia Hageenar y comenzó su unión con Delia del Carril.
Desde la óptica poética, en España escribió y se publicó por primera vez el poema «Explico algunas cosas», su «primer poema proletario», según sus propias palabras. Este poema dio inicio a su legendaria obra «España en el corazón», libro de míticas aventuras editoriales. A propósito de este libro, hace ya unos años, escribí un breve ensayo que leí en un encuentro nerudiano celebrado en la Universidad de Estocolmo, donde propongo que su libro «Canto general» es el fruto directo y la continuación de «España en el corazón». Hasta ahora, nadie ha rebatido esta afirmación.
MC.- ¿Investigaste el fugaz retorno de Neruda a España en 1972?, ¿Neruda había prometido no pisar tierra española durante la dictadura de Francisco Franco?
JG.- No he tomado ese episodio como tema de investigación, sin embargo, como cualquier lector, sí he leído sobre esas breves estadías. Digo sobre esas estadías, porque por lo menos se sabe de tres oportunidades en las que estuvo el poeta en España, después de la Guerra Civil, las tres estuvo acompañado por Matilde Urrutia, su esposa. La primera de ellas, de las que incluso hay fotografías, sucedió en el mes de abril de 1967. La editora y escritora Esther Tusquet dejó testimonio de esa breve permanencia en Barcelona. Neruda viajaba a Europa a bordo del «Augustus», barco que hizo escala en dicho puerto. Esther Tusquet recuerda que aquella tarde visitaron parte de la ciudad vieja, el barrio gótico, la catedral y, por supuesto, la iglesia de Santa María del Mar. Enrique Robertson, el notable investigador nerudiano, escribió un breve ensayo al respecto, que se publicó en Anales de la Literatura Chilena, en el año 2004.
Después, en junio de 1970, el poeta volvió a visitar Barcelona, esta vez viajaba a bordo del transatlántico «Verdi» y, acompañado por Gabriel García Márquez, recorrió Las Ramblas y parte del barrio gótico. El periodista Marino Gómez Santos se encargo de dejar el testimonio de aquella visita en un artículo que, si recuerdo bien, se titulaba «12 horas de amor». La última visita, y para mí la más entrañable, fue en noviembre de 1972. Neruda ya muy enfermo, viajaba de regreso a Chile. Se reunió con el pintor José Caballero en el aeropuerto de Barajas, en Madrid. El poeta, según recuerda José Caballero, olía el aire de aquel Madrid que había conocido tan bien, con la nostalgia del que sabe que no puede volver.
Es cierto, como dices, que el poeta había manifestado repetidas veces en público, no regresar a España mientras estuviera Franco en el poder. Y, en cierta forma, lo había cumplido hasta entonces. Porque las tres veces que estuvo en España lo hizo como pasajero en tránsito. Si viajas en un barco, puedes desembarcar en los puertos donde hace escala con un simple pase que te entregan al bajar y que devuelves a tu regreso, sin que quede constancia en el pasaporte, sin que hayas entrado legalmente en el país. Y en el aeropuerto de Barajas, no llegó a salir del edificio. Es decir, sin incumplir del todo su promesa, Neruda, igual que el niño que pega la nariz al cristal de la ventana, se asomó a España para verla tan cerca y tan lejos. Su amor por ese país pudo más que cualquier promesa.
MC.- El poeta Marcos Ana fue el epílogo entre Neruda y sus recuerdos de España, ¿conversaste con Marcos Ana en el madrileño Café Gijón?
JG.- No tuve la oportunidad y lo lamento. Pero sí conocí y conversé bastante con Marcos Ana durante su última visita a Chile, cuando vino a presentar su libro de memorias. Algo hablamos sobre Neruda, pero sobre todo, mi interés era saber más sobre él, sobre su vida. Aún estoy esperando darme un rato para leer «Decidme cómo es un árbol», su libro autobiográfico. En una de las dos presentaciones que hizo en Santiago, leyó un pasaje del libro, fue sorprendente para mí ver como a muchos se nos cayeron las lágrimas.
MC.- ¿Cómo describirías la amistad de Neruda y Picasso?, ¿cuál es la historia detrás de la corrida de «Toros» y las 15 láminas de Picasso?
JG.- «Sólo hablo de lo que sé» dijo alguien de quien no recuerdo el nombre, pero me parece una frase acertada. La verdad es que sobre esa amistad y sobre las 15 láminas de Picasso, no sé más que lo aprendido en un magnífico ensayo de Enrique Robertson. Pero si te puedo contar algo respecto a ambos Pablos, Neruda y Picasso.
Cuando buscaba información para mi libro: Neruda y España (RIL, 2003), un día, en la Biblioteca Nacional, encontré una curiosa entrevista publicada en el mes de julio de 1939 por la revista «Ercilla». Para mí era un inmenso hallazgo, de esos que te salvan una semana de no encontrar nada. En París, Pablo Picasso entrevistaba a Pablo Neruda. Durante ese año, y ese mes, en Chile se libraba una dura batalla, la derecha política se oponía con todas sus fuerzas al asilo de republicanos españoles. La izquierda, por su parte, soltaba valiosos argumentos en favor del derecho de asilo. Por esos días apareció la citada entrevista. Picasso hablaba maravillas de Neruda y éste, por su parte, sutilmente criticaba al Gobierno chileno que le ponía estrechos límites al número de asilados que quería traer el Cónsul especial a su país. Esta entrevista, publicada en mi libro, fue después reproducida con profusión en diferentes publicaciones, no siempre citando la fuente. Tiempo después de mi hallazgo, en la misma Biblioteca Nacional, encontré en un diario local otra entrevista, esta vez era un periodista chileno que entrevistaba a Pablo Picasso. En ella, el pintor negaba toda veracidad a la supuesta entrevista hecha por él a Neruda. Yo apunto en mi libro que la entrevista del pintor al poeta, auténtica o no, fue un factor positivo en la batalla política que se libraba por el derecho de asilo. Lo curioso, es que el desmentido nunca fue citado por los que reprodujeron la supuesta entrevista.
MC.-Ante las nuevas ediciones de epistolarios y biografías de Neruda, ¿cuántos capítulos inéditos o páginas incluiría la reimpresión corregida y aumentada de Neruda y España?
JG.- No me he planteado un número de páginas o si incluiría algún otro capítulo, pero sí, con seguridad, que hay temas y datos que se han superado. Parece increíble que sobre el poeta se investigue y se escriba tanto, aunque la mayoría no diga nada nuevo. Pero sí que hay investigadores que, de un plumazo, han cambiado la historia y la cronología nerudiana. Entre ellos Enrique Robertson, quien con una nueva y muy rigurosa propuesta, cambió el origen del seudónimo que convirtió a Neftalí Reyes en Pablo Neruda. Otra investigación notable es la de Bernardo Reyes, con su «Retrato de familia». Corrigió gran parte de origen familiar conocido hasta ese entonces. Por otra parte, hace ya un par de años, apareció un consistente libro, el de David Schidlowsky, que contiene casi todos los documentos y cartas relativos a Neruda, y digo casi todos por dejar un margen de incertidumbre, ya que es posible que sea la totalidad de lo existente.
En el caso de mi libro, como he dicho, he comprobado que hay algunos datos superados. Uno de ellos es el referido a la edición de «España en el corazón» en los talleres tipográficos del Monasterio de Montserrat. Yo señalo, basándome en una entrevista a un testimonio muy solvente, que la segunda edición de dicho libro no existe, que quedó en rama, sin encuadernar y fue quemada por los nacionales a su entrada al Monasterio. Luego me encontré con un texto de Jaime Valender que afirmaba lo contrario. Me dispuse a investigar y, oh, sorpresa, encontré la prueba de que la segunda edición de «España en el corazón» si llegó a encuadernarse y a editarse. Otros datos que apunto en el libro también se han complementado posteriormente con nuevos testimonios, es el caso de la estadía de Miguel Hernández en la Embajada de Chile en Madrid.
Creo que un libro, sobre todo éste tipo de libros de investigación histórica, siempre están sujetos a revisiones, siempre aparecen nuevos datos y hechos que cambian en algo el transcurrir de la historia. Por lo tanto, no puedo calcular así, en frío, cuántas páginas podrían sumarse al libro, editado, por otra parte, hace ya tantos años. Por lo demás, las nuevas investigaciones ya las incluyo en el libro del «Winnipeg», en cuyo texto aún trabajo y, por supuesto, está inédito.
MC.-Nuestro amigo Poli Délano me dijo que escribirás un libro sobre su padre, ¿cuándo terminarás la biografía de Luis Enrique Délano?
JG.- La biografía de Luis Enrique Délano está terminada, bueno… todo lo terminado que puede estar un libro inédito. Fue un proyecto apasionante, precisamente por que así fue la vida del biografiado. A Délano llegué gracias a mis investigaciones nerudianas. Recuerda que con Neruda fueron amigos de juventud, luego se encontraron en España y en México gracias a sus desempeños consulares y, por último, se encontraron en Estocolmo, uno como Embajador de Chile en Suecia y el otro como galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Al comienzo, como he dicho, se me apareció como uno de los tantos personajes que rodearon el entorno nerudiano, sin embargo, al adentrarme un poco en él, se me apareció un inmenso personaje, con una vida propia, rica y fructífera, y con una obra literaria cuantiosa y de calidad. Además de escritor, Délano fue un notable periodista, con un Premio Nacional de Periodismos a su haber, también fue pintor, aunque él se autodenominaba «pintor de domingos» y, como hemos señalado, fue un destacado diplomático, carrera en la que representó a Chile en Madrid, México, Nueva York y Suecia.
En su día me llamó la atención que, sobre este noble y entrañable escritor no existiera una biografía. Sobre él se ha escrito cientos de artículos y algunos pasajes de su vida están citados en un sinnúmero de libros. Pero no había uno que contuviera su biografía. Mientras más leía sobre él, más me atraía el personaje. Terminé por admirarlo y quererlo, condición creo que indispensable para afrontar una biografía. En un breve ensayo que publicó Volodia Teitelboim en la revista «Araucaria de Chile», acerca del rescate de la obra y de la memoria de Délano, dice algo así: «He aquí una de las tareas de Hércules para los que se sientan responsables por la cultura chilena, por el rescate de su memoria colectiva, por la crónica y el análisis de lo que ha sucedido en este país a partir de los años treinta.» Yo, de verdad que humildemente, no es un formalismo, asumí esa tarea. Hasta ahora, en que el libro permanece inédito, mi mayor orgullo es que a Poli Délano, su hijo, le parece un muy buen libro.
Como sabes, «Neruda y España» se editó a finales del año 2003. Hasta hoy han pasado varios años, y aunque he publicado más de sesenta artículos en diferentes medios y algunos ensayos en libros de autores varios, desde el punto de vista formal, no he logrado publicar mi segundo libro. Eso no quiere decir que no he trabajado. Hoy en día tengo varios proyectos, pero también tengo cuatro libros inéditos. Además de la biografía de Luis Enrique Délano y del libro del «Winnipeg», tengo una especie de biografía que se llama: «Conversaciones con José Balmes» y el último proyecto es la biografía de otro poeta entrañable, Juvencio Valle, quién, como sabes, fuera gran amigo de Neruda desde la más tierna infancia. Juvencio Valle, Premio Nacional de Literatura en 1966, fue el primer cantor del bosque chileno y, como Neruda, fue un escritor solidario y comprometido. Viajó a España en plena guerra civil para desempeñarse como corresponsal de medios de prensa chilenos, ahí amistó con casi todos los poetas de la Generación del 27, especialmente, con Rafael Alberti y Miguel Hernández. Es más, Juvencio estuvo tres meses y medio preso en las cárceles franquistas por ser sorprendido con documentación enviada desde París por Neruda, tendientes a la liberación de Miguel Hernández. Es conocido el apodo que le puso Neruda a su amigo: «Juvencio Silencio», sin embargo, la vida de Juvencio Valle no tiene nada de plana ni silenciosa, tampoco su obra poética.
MC.- Mencionaste que tienes un libro inédito sobre el Winnipeg, ¿por qué no lo has publicado?, ¿qué te hace falta?
JG.- Como sabes, en mi libro «Neruda y España» hay un capítulo referido al «Winnipeg», porque, por supuesto, es un libro sobre Neruda y su relación con España. El «Winnipeg» es eso, un capítulo en esa relación, pero, es un capítulo muy importante, es el resultado de toda esa experiencia, y este capítulo ya publicado, evidentemente no contiene toda la investigación y documentación reunida por más de veinte años. Cuando escribía «Neruda y España», siempre pensé que algún día tendría que escribir un libro sobre el «Winnipeg».
Es verdad que sobre este tema se ha escrito mucho, se han hecho películas y documentales. Pero sé, lo sé muy bien, que no está todo dicho. Se han repetido muchas fábulas, la memoria de muchos de los pasajeros y actores de este episodio ha flaqueado, se han tergiversado testimonios y se han mantenido mitos que, por entrañables y fantásticos, muchos autores no se han atrevido, o no han sabido desmentir. En este libro inédito se recogen muchos de los testimonios conocidos, otros absolutamente desconocidos y es el resultado de una rigurosa investigación. En él intento desmontar esos mitos y expongo nuevos datos. Uno de ellos, repetido hasta el cansancio, es aquel famoso cable enviado por el Presidente Aguirre Cerda a Neruda cuando el «Winnipeg» estaba a punto de zarpar a Chile. «Según informaciones de prensa… Ruego a usted cancelar el viaje…». Este cable, dado a conocer por Neruda en sus memorias, citado por la mayoría de sus biógrafos, nunca existió. Un cable similar fue enviado a Neruda por el Ministro de Relaciones Exteriores, Abraham Ortega. No le indicaba en él que suspendiera en viaje, sino que se atuviera a las cifras de pasajeros acordadas. Otro dato equívoco, repetido muchas veces, es la presencia del Ministro de Salubridad, Salvador Allende, en el puerto de Valparaíso para recibir al barco. El «Winnipeg» arribó a Valparaíso la noche del 2 de septiembre de 1939, Allende asumió su cargo ministerial el 28 de septiembre del mismo año, o sea, 26 días después de la llegada del «Winnipeg». No estuvo ahí ni como dirigente político, ni como Ministro de Salubridad.
El año antepasado, cuando se cumplieron 70 años de la llegada de los republicanos españoles, publiqué un breve ensayo con la vida útil del barco, desde su construcción hasta su hundimiento durante la II Guerra Mundial. Ésta crónica, aunque publicada, forma parte del libro. También forma parte de él un extenso ensayo sobre el aporte de los refugiados en Chile, desde su llegada hasta nuestros días. ¿Qué me hace falta para publicarlo? Simplemente hace falta un editor, nada más, pero nada menos que eso.
MC.- En casa de Poli Délano, escuchaste la denuncia de Manuel Araya sobre el presunto asesinato de Neruda, recientemente en la página Clarín.cl escribiste: «La versión del chofer siempre me ha parecido inconsistente, sin embargo el artículo ‘Muerte inducida’ demuestra lo contrario» (30/10/2011); ¿cuál sería tu conclusión sobre el juicio para esclarecer la muerte de Neruda y la posible exhumación?
JG.- Así fue. Hace ya varios años, en la casa de Poli Délano, en Cartagena, escuché la teoría sobre el supuesto asesinato de Neruda que nos daba Manuel Araya. Recuerdo que con nosotros, además de Poli, estaba el poeta Pablo Olivares. En ese momento, la versión del chofer me pareció muy poco consistente, sus argumentos no eran sólidos como para plantear seriamente la duda y menos para hacer lo que, pensé, se pretendía de mí, que era escribir un artículo con aquella historia. Tuve la impresión de alguien que busca notoriedad con un hallazgo sensacionalista. Así opiné las veces que me preguntaron al respecto. Luego, cuando el Partido Comunista, validando la versión de Manuel Araya, presentó la querella, pensé que era una decisión poco acertada, poco meditada. Sin embargo, cuando leí la entrevista al abogado Eduardo Contreras que publicaron el semanario «Proceso» de México y el «Clarín» de Chile, cambié totalmente de opinión y así lo comenté en la página que tú aludes. Los argumentos del abogado son sólidos y bien fundados. Por lo demás, con humildad, reconozco mi primera liviandad ante la denuncia del chofer. Si la dictadura fue capaz de asesinar a Orlando Letelier, al general Bachelet, a José Tohá, al general Carlos Prat; si atentaron contra Bernardo Leihgton y su esposa, si, en palabras de Pinochet, el avión que supuestamente trasladaría a Salvador Allende al exilio se tenía que «caer»; ¿por qué no podrían asesinar a Neruda, de la misma forma en que lo hicieron con Eduardo Frei? Todos estos preclaros personajes representaban una incuestionable oposición a la dictadura, desde dentro del país como desde el extranjero.
Creo que la investigación sobre este caso se hace necesaria. Hace pocos días leí un artículo en el diario «La Nación» en el que la Fundación Neruda señalaba que sería una profanación exhumar los restos del poeta. Y estamos de acuerdo, cualquier exhumación es una profanación, ahora, nadie quiere exhumar el cadáver sin una razón superior, y en este caso la razón es investigar y conocer la verdad. No es lo mismo que el poeta muriera de cáncer de próstata a que fuera asesinado por los militares, más aún cuando existe el antecedente del Caso Frei, donde se repiten nombres de médicos que también participaron en el ahora llamado Caso Neruda.
MC.- Finalmente, en agosto de 2003, enviaste una carta a la periodista Faride Zerán para desmentir una alusión personal publicada en el artículo Fundición Neruda: «Con Felipe Ruiz sostuve una conversación telefónica por más de una hora y en esa oportunidad hice denuncias graves y fundadas que no recoge la crónica de Rocinante»; ¿cuál era tu denuncia en contra de la Fundación Neruda?, ¿cómo describirías a los administradores del legado y copyright nerudiano?
JG.- Varias veces he opinado sobre la Fundación Neruda y, después de esa entrevista en Rocinante, varias veces me he negado a opinar sobre la misma. Y no porque no tenga opinión. Creo que las instituciones las forman las personas, y ahí, como en toda institución grande, hay buenas y malas personas, hay buenos y malos gestores. En la vida, como en las agrupaciones de personas, no todo es blanco ni todo es negro, existe toda una gama de colores, como existe toda una gama de situaciones y contextos en los que nos desenvolvemos.
Aunque ya han pasado varios años, recuerdo esa entrevista y el artículo «Fundición Neruda», del periodista Felipe Ruiz. Creo que no estuvo afortunado el periodista, ya que hablaba de Jaime Valdivieso y de mí, y ambos nos vimos obligados a enviar sendas cartas de queja por las tergiversaciones. En mi caso, después de una larga conversación con el entrevistador, el artículo ponía en mi boca exactamente lo contrario de lo que yo le había señalado. Anotaba que la Fundación Neruda había incumplido las bases del concurso al negarse a editar el libro ganador. Sin embargo, las bases del concurso estipulaban que la Fundación no estaba obligada a editar el libro ganador. Cómo podía yo decir lo contrario de lo que decían unas bases hechas públicas, en una revista que dirigía uno de los jurados. Sin embargo, hasta hoy puedes encontrar páginas en la red en las que todavía «afirmo» lo escrito por ese periodista.
En el tiempo que transcurrió entre el fallo de ese concurso y la edición de mi libro, acudí a varias editoriales para su edición. En tres de ellas el proceso fue idéntico, una primera aceptación con entusiasmo y luego una negativa rotunda, aunque de pocas palabras. Recuerdo que la escritora Virginia Vidal me comentó al respecto: -«Aquí hay mano negra», pero me negué a creerlo. Poco tiempo después, un editor me confesó que un director de la Fundación Neruda lo había amenazado con que tendría problemas si editaba el libro. Supuse que eso era lo que había sucedido con las otras dos editoriales. Le pregunté si esto era cierto a Jorge del Río, uno de los directores de la Fundación y me confirmó el hecho. Por una parte, la posición de la Fundación era razonable. Ellos habían invertido una cantidad considerable de dinero en el concurso y consideraban ser los dueños de los derechos, por otra parte, el libro ganador del concurso, por condición indicada en las bases, tenía poco más de cien páginas; el libro que yo quería editar tenía casi cuatrocientas. Por lo tanto, el reparto de derechos podía fácilmente haber quedado en un cincuenta por ciento para cada uno, pero, en esos días, la Fundación Neruda me ofrecía un porcentaje mucho menor del total de los beneficios. Esta intimidación a los editores, confirmada por un director de la Fundación Neruda, me pareció mucho más grave que lo que equívocamente anotaba el articulista en la revista Rocinante.
Después del bullado Premio, tuve una proximidad interesante con la Fundación Neruda. Al comienzo conocí gente muy valiosa, como lo fue Marcela Elgueta, verdadero motor de esa organización. Después, con su desaparición, las cosas ya se empezaron a torcer. Recuerdo que una vez presenté un proyecto para que la Fundación organizara un encuentro internacional de fundaciones culturales, donde se analizaran los problemas comunes. Neruda, entre tantas facetas, pensé, fue un organizador de sus pares, la Fundación que lleva su nombre está obligada a desempeñar el mismo papel con las suyas. En esos tiempos había un nefasto gerente ejecutivo, de muy malos recuerdos para muchas personas, que lo presentó como si el proyecto fuera suyo y no logró convencer a nadie. En otra ocasión, viajé a España con encargos de la Fundación, se trataba de contactar, de acordar una especie de hermanamiento con las Fundaciones de Miguel Hernández y de García Lorca. Cuando ya tenía los encargos tramitados de forma positiva, me llegó un correo en el que me decían que anulara todo lo acordado. En ese país, en el que viví por más de veinte años, la Fundación, por la poca seriedad, y yo, por «mentiroso», quedamos a la altura del talón.
En los tiempos del mencionado nefasto gerente, pasaron cosas muy raras. Desconozco si por su propia gestión o por orden del directorio, no tengo pruebas para afirmar nada, pero, en ese tiempo despidieron a Bernardo Reyes, que organizaba el Tren de la Poesía, evento que no tiene, hasta hoy, parangón en Chile. También «renunció», contra su voluntad, Tamara Walspurguer, la persona más honrada y eficiente que conozco, quien se desempeñaba como Directora de Archivos y Bibliotecas. Hasta hace un tiempo, en la página web de la Fundación Neruda, en el apartado Premios, se mencionaba al ganador del Premio Especial de Ensayo Pablo Neruda 1998, que fui yo. Después cambiaron el diseño de la página y ahora puedes ver los nombres y las biografías de todos los galardonados, los premios Pablo Neruda al poeta joven, los galardonados con la Medalla de Honor a personalidades destacadas del ámbito cultural, incluso los nombres de los alumnos del último curso del Liceo Pablo Neruda de Temuco que destaquen por el puntaje dentro de su promoción. Todos, menos el Premio Especial de Ensayo 1998, el más alto, desde el punto de vista económico, otorgado en Chile. ¿Alguien ordenó sacar esos datos de la página? ¿Fue un descuido? No lo sé, pero pienso que si yo le encargo a un informático el rediseño de mi página web, no puede cambiarme los datos si yo no se lo ordeno. Si fue un descuido, yo lo he comentado con personas de la Fundación y no se ha vuelto a incluir el dato. Por lo tanto, sólo quedaría como válida la primera interrogante, por infantil que resulte, ¿no? Aún así, puedes revisar las páginas de la revista Nerudiana y te encontrarás con colaboraciones mías, aportadas desinteresadamente. Si todos estos hechos son criticables, que lo digan otros, yo sólo apunto esto, o sea: Hechos.