Ruy Braga es profesor del Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (USP), director del Centro de Estudios de los Derechos de la Ciudadanía (CENEDIC) y secretario de redacción de la revista Outubro, publicación editada por el Instituto de Estudios Socialistas. Autor de A restauração do […]
Ruy Braga es profesor del Departamento de Sociología de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (USP), director del Centro de Estudios de los Derechos de la Ciudadanía (CENEDIC) y secretario de redacción de la revista Outubro, publicación editada por el Instituto de Estudios Socialistas. Autor de A restauração do capital, A nostalgia do fordismo, Por uma sociologia pública (con Michael Burawoy), entre otras obras.
En el marco de mi investigación sobre la relación entre la ecología y la religión en América Latina, presento la siguiente entrevista que realicé a uno de los sociólogos críticos más importantes de Brasil durante mi estancia de investigación en la Universidad de São Paulo.
Luis Martínez (LM): América Latina ha producido teorías y propuestas académicas de primer nivel como la Teoría de la dependencia, la Teología de la liberación o el aporte de la Investigación-Acción participativa, del maestro Fals Borda, por citar algunos ejemplos. En estas teorías se ha pensado y repensado el marxismo dentro de un contexto latinoamericano. ¿Cuál es el desafío de los pensadores marxistas de la periferia, en el presente?
Ruy Braga (RB): Usted citó dos teorías que pueden ser localizadas en el interior del campo marxista -en un sentido amplio-, sin embargo ambas son diferentes entre sí tanto en su origen como en el de sus audiencias. Intentaré identificar esas dos teorías en el contexto de Brasil para después buscar una respuesta a sus indagaciones en el mundo contemporáneo. ¿Cuestiones puestas por el marxismo hoy? Primero debemos decir que las décadas de los cincuenta y sesenta -tanto en Brasil como en otros países latinoamericanos-, estuvieron marcadas por el problema del subdesarrollo (desenvolvimento), por tanto, es un momento histórico donde la sociedad brasileña y la sociedad latinoamericana se ven desafiadas por la modernización capitalista. Por un lado, en el nivel económico que pone en cuestión a la estructura de latifundio (la tenencia de la tierra) y por otro el problema de la industria (la formas de desenvolvimiento). La década de los cincuenta estuvo marcada en Brasil por el «desarrollismo» (desenvolvimentismo) que de alguna manera consigue realizar la tarea de modernizar la industria brasileña y abrir el país a las inversiones extranjeras, creando un parking industrial relativamente integrado, teniendo como horizonte la industria del automóvil como punto estratégico, aprovechando el hecho de que aquí, en Brasil, ya existía una industria de base, relativamente organizada y apuntando a las cuestiones asociadas a la interiorización del desarrollo. Por ejemplo, Brasilia representa esa estrategia política. Por ello, este impulso de un proyecto capitalista estaba basado en la industria.
Sin embargo, por otro lado, este desarrollo se enfrentó a la estructura del latifundio y, por consiguiente, radicalizó la contradicción entre campo y ciudad. Usted tiene por un lado una sociedad que se desarrolla en términos industriales pero, por otro lado, en el campo se vive una realidad precapitalista. En algunos lugares el país estaba muy atrasado puesto que los latifundios siguieron existiendo. Nunca hubo una Reforma Agraria. La modernización del campo fue realizada de manera muy retrograda por la vía del agrobussines o agro-negocios. Por tanto, tenemos un contexto donde las contradicciones se van a mostrar de manera más aguda y, por ende, dichas contradicciones se expresan en el medio urbano con el crecimiento de una clase obrera que acompaña al desarrollo del modo capitalista. En ese sentido, dicho movimiento obrero presionó al Estado populista para que atendiera sus demandas. El proceso que se gestó posterior de la década de los sesenta -como resultado de un cúmulo de crisis, de contradicciones, de conflictos-, en la sociedad brasileña fue el marco para el surgimiento de nuevas reflexiones teóricas en función de ese proceso.
En primer lugar tenemos el crecimiento de un marxismo académico en Brasil, especialmente en la Universidad de São Paulo por medio de los seminarios sobre El Capital -que concentraron a la intelectualidad de la USP interesada en la teoría de la emancipación-, y que tuvieron como eje los dilemas de las contradicciones capitalistas del desarrollo. Dicho grupo de seminaristas estuvo conformado por gente como Fernando Henrique Cardoso, Paul Singer, Roberto Schwarz, Michael Löwy y otros tantos. En ese sentido, la historia del seminario es muy interesante porque se organizó un poco en distancia de la sociología de Florestan Fernandes, muy marcada por un sesgo academicista. Quizá por su juventud este grupo quería diferenciarse y avanzar con proyectos de emancipación política, muchos de ellos influenciados por las ideas de Rosa Luxemburgo y otros por las de Trotsky. Pero el hecho es que existió una renovación del pensamiento y de los estudios marxistas. Digamos que ese era el terreno. Una de las cuestiones que subyacía en el seminario estaba ligada a la manera de ¿cómo pensar el marxismo desde un punto de visto latinoamericano? ¿Cómo pensar el marxismo desde un punto de vista teórico y político en la periferia capitalista? Dicho punto fue muy importante porque las contradicciones del centro capitalista fueron exportadas a la periferia. Por ende, vivimos situaciones más críticas, más agudas y más complejas, pensando teóricamente. En ese orden de ideas, pienso que las relaciones nunca son cristalinas, es decir, no son blancas-negras sino que las sociedades semiperiféricas son un mosaico de muchas contradicciones. Por ello, los desafíos teóricos y políticos del marxismo fueron y serán otros.
La renovación del marxismo mundial fue consecuencia de las «varias teorías de la dependencia» de cuño marxista desarrolladas por André Gunder Frank, Enzo Faletto o Ruy Mauro Marini. Aún con sus diferencias, son expresiones de las cuestiones que se planteaban en la periferia. Por consiguiente ante la pregunta ¿cuál es nuestra particularidad dentro de la semiperiferia capitalista?, el marxismo latinoamericano ofreció, efectivamente, una contribución.
Por otra parte, como la problemática rural no fue resuelta, otra experiencia intelectual y política tuvo lugar en las décadas de los sesenta y setenta: la experiencia de la Iglesia progresista, es decir, la Iglesia de los pobres. La concentración de la tierra -sobre todo en el nordeste-, y una ausencia por parte del Estado para la resolución de los conflictos agrarios, repercutieron en el mundo campesino. Por ello, la experiencia del latifundio está presente en el campo. Dicha experiencia es una marca indeleble en el imaginario campesino. Indudablemente la concentración de la tierra obliga al campesino a emigrar hacia la ciudad. En ese terreno la experiencia de la Iglesia comprometida, con base en una lectura particular, se realizó con ayuda del marxismo. La visión mística y romántica de las luchas populares se encuentra presente en los discursos religiosos de la Iglesia de los pobres.
Por tanto, tenemos dos experiencias que surgen en espacios diferentes, uno en el espacio académico y otro en el espacio social (Comunidades Eclesiales de Base), ambas son producto de las contradicciones propias del capitalismo brasileño pero también son resultado de una lectura muy especial del marxismo y, por consiguiente, la dos cuentan con un proyecto de transformación político radical. En este sentido, se puede percibir una relación particular entre teoría y práctica: el caso del marxismo y su relación con organizaciones políticas como se expresa en la figura de Michael Löwy.
El movimiento de radicalización política que renovó el espíritu crítico marxista se desarrolló en la periferia capitalista y me parece que la convergencia principal fue entre la Teología de la Liberación y las teorías marxistas de la dependencia. Por supuesto que existen divergencias entre ellas. Por ejemplo, la Teología de la Liberación no tiene la pretensión de ser una teoría científica en el sentido tradicional; aunque puede interactuar con la ciencia -su audiencia no es la academia-, es una teoría que se organizó al interior de la Iglesia católica, a diferencia de la Teoría de la dependencia que ni siquiera le interesó relacionarse con ésta. De ahí que esas experiencias nos muestran que precisamos de una visión profundamente nacional y una visión profundamente internacional. Me explico: se tienen que tener en cuenta los dilemas de las sociedades semiperiféricas, por ejemplo, Marx casi no trató el problema de las nacionalidades, su apuesta es la disolución de las nacionalidades por el desarrollo del mercado mundial y las relaciones capitalistas a nivel internacional. Por ello su lectura sobre las nacionalidades está equivocada. Hace una celebración política de Abraham Lincoln y, al mismo tiempo, tiene serios prejuicios contra Simón Bolívar, prejuicios que son insostenibles desde el punto de vista histórico; intenta al final de su vida superar su visión sobre Rusia pero su perspectiva es errónea. En este sentido, el marxismo latinoamericano puede responder a este desafío por su posición periférica.
Debemos también señalar que no puede existir marxismo sin movimiento político radical. El marxismo es una teoría que depende de una práctica política socialista, si esa práctica política socialista retrocede, el marxismo retrocede. Si la práctica avanza, ella abre las puertas para una reflexión más rica del marxismo. Incluso las experiencias más sofisticadas del marxismo académico son limitadas si no existe una conexión con una práctica política socialista. Por ello, pienso que se tiene la opción para ligarse.
La Teología de la Liberación fue no sólo un movimiento radical desde el punto de vista teológico sino que también fue una representación teórica y radical de un movimiento político, movimiento que incluso influyó en la formación del Partido dos Trabalhadores (P.T.), partido que se fortaleció con la experiencia de las Comunidades Eclesiales de Base. Por tanto, nuestra tradición socialista pasó por esa experiencia teórica, teológica y política.
Por mi parte, respondería a partir de una reflexión sobre dos puntos. Primero, el marxismo latinoamericano gana riqueza teórica, complejidad metodológica e influencia política cuando se desarrolla sobre las nuevas contradicciones, y pierde si todo lo anterior soslaya dichas contradicciones. Por otra parte, la experiencia política de radicalización de grupos y clases sociales en contextos de luchas sociales pueden potencializar vetas teóricas marxistas.
LM: Para Michael Löwy uno de los desafíos del marxismo del siglo XXI está ligado a la cuestión ecológica. ¿Cuál sería su opinión sobre la propuesta eco-socialista?
RB: Hoy es imposible un marxismo que no sea ecológico. Si usted toma al propio Marx, él concluye su capítulo XIII del Libro I del Capital diciendo que las fuerzas productivas capitalistas son fuerzas destructivas del trabajador y de la naturaleza. Pensar hoy la contradicción Capital-Trabajo es también pensar la contradicción Capital-Naturaleza.
No podría imaginar que después de la década de los cincuenta o sesenta, es decir, después de todo lo que el marxismo ya acumuló en términos de teoría sobre la relación entre sociedad y naturaleza, se pueda colocar en términos de «o». Capital y trabajo «o» capital y naturaleza. Al contrario, yo lo observo como cuestiones profundamente complementarias. Es obvio que existe un riesgo de despolitización, por ejemplo la ecología se ha tornado elemento del mainstream. Si usted analiza el programa de gobierno de Barack Obama percibirá que toda la discusión sobre Organismos Genéticamente Modificados «alternativos» (OGM) pasa por la cuestión, según él, ecológica que debe ser elaborada por las nuevas tecnologías. En los países capitalistas avanzados eso ya se tornó una moneda de uso corriente. Existe una ilusión en relación con los principales tratados y acuerdos que garantizan ecológicamente el intercambio de mercancías. Por ello, considero imposible pensar la ecología sin la relación Capital-Trabajo como arriesgado pensar las contradicciones capitalistas sin sus efectos ambientales, puesto que no se puede desligar el debate ecológico del debate político socialista porque se corre el riesgo de caer en la ilusión de pensar que existe una solución capitalista al problema ecológico. No veo una posibilidad de que el capitalismo pueda resolver dicha cuestión. El capitalismo es, en su esencia y en su naturaleza, un sistema predatorio. Son cuestiones complicadas, difíciles y complejas, por ello pienso que la única manera correcta de abordar esa temática se encuentra en la unidad indisoluble de esas contradicciones que se puede resumir en: la contradicción entre el Capital-Vida.
Entrevista publicada en la Revista Sociedad Latinoamericana, Vol 2. Núm. 2, 2010.
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