“El problema ético del capitalismo es que crea pobres que luego quiere esconder”. Papa Francisco.
El presidente argentino Alberto Fernández declaró que muerto el comunismo, el capitalismo no tiene discusión. También dijo que se trata de vivir otro tipo de capitalismo distinto del financiero y especulativo que ya no tiene vigencia.
Sin reparar demasiado en la famosa estrofa de la marcha peronista que afirma que Perón conquistó al pueblo argentino “combatiendo al capital”, el peronismo en general se opuso históricamente tanto al comunismo como al capitalismo, eligiendo la tercera vía. Claro que como nunca se especificó qué era esa tercera vía, se puede deducir que en realidad el peronismo optó por un capitalismo distributivo, si es que eso tiene sentido, o para decirlo de otro modo, por un capitalismo bueno, no tan agresivo con las clases populares pero siempre amable y complaciente con el capital que decía combatir.
Es verdad lo que dice el presiente Fernández en cuanto al comunismo soviético o estalinista, que más bien era un capitalismo de estado en lo económico con una elite burocratizada y dictatorial en lo político.
No puede asegurarse, sin embargo, que el capitalismo financiero y especulativo haya caducado. Todo lo contrario. Está plenamente vigente.
La cuestión es saber si es posible vivir en un orden capitalista (sea o no financiero y especulativo) que a la vez sea democrático y justo, con soberanía política y económica.
Si mencionamos algunos de sus postulados esenciales podremos ver su intimidad y comprobar la criminalidad de un sistema que condena a la miseria, al hambre y a la muerte a gran parte de la población mundial.
La libertad de mercado es una de sus falacias más difundidas. Sabemos de sobra que las grandes empresas son las que dominan el mercado en perjuicio de todas las demás y las que imponen sus condiciones al mundo entero.
La definición de libertad del capitalismo nos revela su carácter extremadamente individualista. Dice que “la libertad de cada uno termina donde empieza la libertad del otro”. Es decir, el otro como limitación de mi libertad. Todo lo contrario de un sistema solidario donde la libertad de cada uno empieza con la libertad del otro. Yo no soy libre si no lo son todos los demás.
El máximo beneficio económico es el objetivo del capitalismo. Y eso estimula una producción y consumo demenciales, causa principal del cambio climático y la destrucción del planeta.
Las empresas capitalistas acumulan dinero por la explotación del trabajador, lo que se conoce como plusvalía, uno de los fundamentos básicos del sistema.
Capitalismo es que mueran diariamente en el mundo 25 mil niños de hambre y enfermedades curables.
Capitalismo es que el gobierno argentino no quiera o no pueda hacer una auditoría de la deuda externa, que nadie duda es ilegal, ilegítima y odiosa, porque los grandes capitales son los que realmente mandan.
Capitalismo es que la sanidad pública haya sido desmantelada para convertir la salud, al igual que otros derechos básicos de la humanidad, en un negocio.
“Capitalismo es la prevalencia del capital sobre los derechos humanos”, Frei Betto.
“El capitalismo es un sistema que oprime al hombre”, Papa Francisco. “Un sistema contrario a la doctrina social de la Iglesia”.
“El capitalismo envenena el agua, la tierra y el aire, además del alma de la gente”. Eduardo Galeano.
Capitalismo es que el 9,5% de la población mundial tenga el 84,1% de toda la riqueza”, según datos del banco Credit Suisse.
El capitalismo es incompatible con la democracia. Las decisiones fundamentales las toman las grandes empresas internacionales, los grandes capitales y organismos como el Fondo Monetario y el Banco Mundial, a quienes nadie votó.
Escribió Mario Benedetti que “el capitalismo real, por su parte, aún con todas sus seducciones y ternezas, se basa en una trama de injusticia. La injusticia es de algún modo su raíz y su fundamento”.
Tanto el presidente Alberto Fernández, que apela a un capitalismo – llamémosle- bueno que tenga en cuenta ciertos excesos e injusticias, como la vicepresidenta Cristina Fernández que pretende un capitalismo “serio”, no tienen en cuenta que, como dice Benedetti la injusticia es de algún modo la raíz y el fundamento del capitalismo.
Además si como afirma el presidente “el capitalismo no tiene discusión” tendríamos que darle la razón al politólogo estadounidense Francis Fukuyama cuando, eufórico por el derribo del muro de Berlín, escribió que se trataba del “fin de la historia”.
Sin embargo a mí me parece que es mucho mejor y más esperanzador pensar como Benedetti que “siempre habrá un orden que desordenar”. Sobre todo si se trata del ordenamiento capitalista, tan injusto y tan antidemocrático.
Tal vez sea un pensamiento utópico y ojalá lo sea porque es precisamente la utopía la que nos sirve para caminar. “El horizonte siempre está más allá”, cantaba Atahualpa Yupanqui.