¿Se le pueden reprochar a Günter Grass actitudes de mal gusto? Indudablemente, sí. Por ejemplo, en una larga entrevista concedida a la Süddeutsche Zeitung del 9 de julio último, al elogiar a un futbolista de origen argelino, no se le ha ocurrido nada mejor que decir de él que «parece alemán».Incluso en las mejores cabezas […]
¿Se le pueden reprochar a Günter Grass actitudes de mal gusto? Indudablemente, sí. Por ejemplo, en una larga entrevista concedida a la Süddeutsche Zeitung del 9 de julio último, al elogiar a un futbolista de origen argelino, no se le ha ocurrido nada mejor que decir de él que «parece alemán».Incluso en las mejores cabezas permanecen arraigados los viejos prejuicios. Pero no precisamente el haber tratado de ir como voluntario, a los 15 años, en un submarino. Causa una cierta impresión el ataque simultáneo de la prensa alemana contra la persona de Günter Grass, culpable de haber revelado sólo ahora que, a los17 años, y exactamente desde el primero de marzo al 20 de abril de 1945, estuvo alistado en las SS. (En resumidas cuentas, se le reprocha no haber afrontado el fusilamiento como desertor, habida cuenta de que la quinta de 1927 ya había sido llamada a filas ). Me causa impresión toda esta algarabía, y quizá no tan solo a mí, si tenemos en cuenta que, entre los varios reproches vertidos por la prensa alemana durante los últimos meses (con la excepción de la Frankfurter Allgemeine Zeitung), estaba el de haberse atrevido a recordar la militancia nazi y racista del entonces adulto Hans Globke: autor, durante los años treinta, del «comentario» de las leyes raciales de Noruega, y después, durante los años cincuenta, insustituible y archiprotegido colaborador de Adenauer. He rememorado estos «fastos» ignominiosos en un libro titulado Eine kurze Geschichte der Demokratie («Breve historia de la democracia» [traducción castellana en la Ediotrial Crítica, Barcelona, 2003]). El editor bávaro Beck, rompiendo en el último instante un contrato de edición firmado de consuno con otros cuatro editores europeos, paralizó la edición cuando estaba ya en imprenta. Lo ha publicado otro editor, menor, pero más honesto. Recordé tarde que realmente Beck, en su momento, había sido el editor de los textos racistas de Globke. Y consiguientemente, por esta razón, había sido «depurado» por la autoridad militar americana de ocupación; y durante un cierto tiempo había tenido que recurrir al subterfugio de continuar la actividad editorial bajo otro nombre.
La indignación de la Süddeutsche Zeitung o de Die Welt contra quien había recordado estos «fastos» fue tan tenaz como ostensible. E incluso metieron cuchara estudiosos de un cierto renombre: el doctor Ull (Bonn) dijo y escribió que Globke y Seebohm (otro impresentable ex nazi rescatado por Adenauer) eran «el precio» que Adenauer debía pagar para evitar problemas con la derecha en la lucha política y parlamentaria. Sic. Resulta difícil de comprender cómo pueden tronar contra Gunter Grass por lo que hizo a los 17 años personas y periódicos que razonan de esta manera. Pero, objetan, lo que indigna es que se haya callado durante tan largo tiempo. Entre quienes así se expresan ( y esto me trae a las mientes el cómico («je m’enveloppe dans ma vertu», recordado, en cierta ocasión, con ironía, por Benedetto Croce), se encuentra nada menos que Joachim Fest, quien, en defensa de Helmut Kohl , arrollado por los escándalos, dijo hace algunos años: «No es corrupción; a lo sumo, falta de transparencia (Il Foglio, 31 de marzo 2000). Joachim Fest, quien , en su muy discutida biografía de Hitler publicada por Ullstein en 1973, escribía entre otras cosas, en la conclusión: «En tan sólo doce años el nacionalsocialismo dio otro aspecto al mundo».
Pero volvamos al largo silencio. Hace ya algunos años, en Italia se trató de «linchar» al estudioso que en junio de 1992 descubrió y publicó, habiendo hablado antes largamente con el propio Bobbio, la carta escrita por un Bobbio treintañero a Mussolini en julio de 1935 mediante la que realizaba una instrumental genuflexión política en beneficio de la propia posición académica. Por fortuna fue el mismo Bobbio quien dio la razón a su entrevistador y declaró culpable su propio silencio que había durado casi sesenta años. En aquella época hubo incluso quien desvarió sobre un complot encaminado a cerrarle a Bobbio el camino hacia el Quirinal. Y así va el mundo: moralismo de corriente alterna. Por no hablar del abismo que media entre la inmadura elección de un quinceañero en un país que se desmorona y que no ha recibido otra educación que la del régimen y la decisión fríamente adoptada, en tiempos por completo tranquilos, por un astuto académico. Revelación espontánea, la de Gunter Grass. No como la de Mitterand cuando sale a la luz su presencia activa en Vichy, de adulto, no de adolescente. Nadie le exigió entonces que dejase la presidencia.
En conclusión, la improvisada persecución verbal urdida contra Günter Grass, si bien carece de fundamento moral alguno y es tan sólo una jugada cínica, sin embargo resulta muy reveladora respecto del clima de la actual Alemania. Una voz crítica, tradicionalmente no conformista, cual es la suya, molesta: y en consecuencia, todo argumento resulta útil para golpearla, incluso un sobresalto de hiperantifascismo de pura fachada.
El historiador marxista italiano Luciano Canfora, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es acaso el más importante clasicista europeo vivo. Situado, entre otras, en la tradición historiográfica alemana del ultraconservador Eduard Meyer y del más distinguido discípulo de éste, el genial clasicista marxista Arthur Rosenberg (fallecido en el exilio neoyorquino en 1943, el año en que nació nuestro autor), Canfora es también un agudo observador y crítico del tiempo histórico que le ha tocado vivir. Traducidos recientemente al castellano, son altamente recomendables sus estudio sobre César (Julio César: un dictador democrático, Ariel, Barcelona, 2000), su delicioso ensayo histórico-filosófico Un oficio peligroso (Anagrama, Barcelona, 2002) y su instructivo libro sobre La democracia: historia de una ideología (Crítica, Barcelona, 2004). Sobre la polémica político-editorial suscitada por la frustrada edición en alemán de éste último, puede verse en SinPermiso la noticia que da su editor español, Gonzalo Pontón.
Traducción para www.sinpermiso.info: Joaquín Miras