Un difamador chapucero trata de presentar un caso cinemático a favor de un cambio de régimen en EE.UU. Pero Fahrenheit 11/9 va más allá de la predecible perorata anti-Bush: profundiza en la naturaleza del imperio. Al igual que los anteriores documentales de Michael Moore, Roger y Yo y Boleando por Columbine, el nuevo filme estudia […]
Un difamador chapucero trata de presentar un caso cinemático a favor de un cambio de régimen en EE.UU. Pero Fahrenheit 11/9 va más allá de la predecible perorata anti-Bush: profundiza en la naturaleza del imperio. Al igual que los anteriores documentales de Michael Moore, Roger y Yo y Boleando por Columbine, el nuevo filme estudia el conflicto contemporáneo de clase dentro y fuera del país. Sus héroes, confundidos norteamericanos de la clase trabajadora, tratan de comportarse moralmente frente a la maldad imperial.
Los enfáticos personajes «documentales» de Moore evolucionan como resultado de un traumático acto social: en Roger, la General Motors cierra once fábricas de automóviles en Flint, Michigan, lo cual promueve la toma de conciencia o la depresión en los que pierden su empleo, estabilidad y matrimonio; el atentado a tiros en Littleton, Colorado, inspira a dos estudiantes de Columbine, permanentemente discapacitados, a enfrentarse a la mano oculta tras la violencia de las armas; en Fahrenheit, Moore presenta a Lila Lipscomb, una patriótica demócrata conservadora cuya vida personifica a la pegatina de los parachoques de autos: «Bush Mintió, Mi Hijo Murió».
Soldados muertos y heridos, víctimas de las mentiras de los bushistas en Irak, emergen como equivalentes en política exterior de las víctimas de la irresponsabilidad de General Motors en Michigan. Roger, el nombre de pila del Director Ejecutivo de GM, Roger Smith, brinda vacíos eufemismos y lugares comunes para justificar su búsqueda de ganancias.
Usando el pretexto de contactar a Roger, para que el Director General pueda presenciar en la comunidad los resultados de su decisión, Moore regresa a su pueblo natal, Flint, para explorar la vida de los recién desempleados que se enfrentan a la pérdida de empleos y a la escalada de los delitos -provocados por la destrucción de la infraestructura de la ciudad. Un cabildero de GM explica despreocupadamente que Smith tuvo que mudar las fábricas a México porque la decisión era «económica en costos» -bajos salaries y débiles normas laborales y medioambientales. ¡Oigan, las corporaciones no pueden darse el lujo de ser sentimentales! Recuerden, las obligaciones de GM para con sus accionistas están primero que cualquier deber que la corporación pueda tener con comunidades mayores. ¡Y Roger recibió un aumento multimillonario por tomar esa decisión!
Boleando toma como objetivo a otra gran corporación, Lockheed Martin, el mayor fabricante de armas del mundo, situada, irónicamente, cerca de la Secundaria Columbine. Lockheed suministra armas letales al Pentágono, y al mismo tiempo es la principal fuente de trabajo de Littleton. La violencia homicida en la vida norteamericana, sugiere el filme, se equipara con las acciones de EE.UU. en el exterior. Las armas y más exposiciones son igualmente accesibles en Canadá, que no comparte ni las instituciones imperiales ni el cruel pasado racial mantenido por la violencia.
En su tercer documental, Moore comunica un sentido de urgencia mientras que desdibuja el aura de George «sáquenlos de ahí», así como la pátina cuidadosamente armada de «proteger a Estados Unidos» que los militares han elaborado a medida que se institucionalizaron y se auto-inflaron en las décadas posteriores a la 2da. Guerra Mundial. Las escenas de Moore acerca de Irak recuerdan las que las cadenas transmitieron durante la Guerra de Viet Nam y ahora parecen estar temerosas de presentar: una maquinaria norteamericana de muerte y muchos planos horribles de soldados norteamericanos muertos y heridos. Fahrenheit muestra a las tropas en Irak preparándose para «matar al enemigo» mientras escuchan una canción cuya letra grita: «Quémalo, hijo de puta».
Y se hace evidente en los rostros de las jóvenes víctimas. Muertos y heridos que se alistaron, los hombres y mujeres pobres y de minorías que comprenden los rangos más bajos de las fuerzas armadas. El lema de «apoyen a nuestras tropas» suena vacío cuando regresan a casa sin ayuda para sus necesidades en educación, cuidados de salud o empleo. El filme denuncia las prioridades de Bush: los jóvenes se alistan en el ejército porque es la única manera de pagar la matrícula universitaria -como el hijo de Lila Lipscomb.
En Irak los jóvenes soldados, presumiblemente como el hijo de Lila, una persona tranquila y moral, actúan como bestias y ocupantes -en nombre de cumplir con su deber, cumplir órdenes y liberar a Irak.
Estos jóvenes no buscan necesariamente a los militares, sino que los militares los buscan a ellos. Moore sigue a dos reclutadores que hacen cínicamente sus rondas en «áreas pobres de compra», con una ubicua Wal-Mart, tratando de alistar a jóvenes negros pobres para el combate mortal -de la misma manera que lo hacen en escuelas secundarias. Estos atildados mercachifles de uniforme venden el asesinato profesional como «oportunidad de hacer carrera». Lo que realmente sucede a los que combaten se aclara cuando la cámara entra en una sala del Hospital Militar Walter Reed.
Los heridos no son noticia de primera plana, pero tratan de vivir estoicamente sin brazos, piernas o visión. Se ven las imágenes en Irak de los civiles inocentes muertos y heridos -igualmente ausentes de las noticias de la TV.
Fahrenheit exige que la gente comprenda el comportamiento de Bush como Presidente y de los subterfugios criminalmente fraudulentos para la invasión de Irak, a fin de expulsarlo de su cargo en noviembre. Moore sugiere un siniestro vínculo entre Bush y la familia real saudita hasta el punto de que realmente influyó en la respuesta de la Administración al 11/9.
Los medios reportaron, sin llegar a ninguna conclusión, el misterioso éxodo de sauditas, incluyendo a miembros de la familia de bin Laden, inmediatamente después de los cobardes hechos de septiembre. Moore logra que un ex agente del FBI describa tal comportamiento como verdaderamente irresponsable. El FBI sabía que 15 de los 19 secuestradores de los aviones eran ciudadanos sauditas y que bin Laden era el principal sospechoso. Sin embargo, evidentemente los miembros de su familia, incluso siendo inocentes, deben haber sabido algo que hubiera podido ayudar a capturar al principal conspirador.
Usando una yuxtaposición de imágenes con una música sugerente para moldear las emociones, Moore atrapa al público. Todos los filmes utilizan la manipulación emocional, no la lógica de los libros, para demostrar su tesis. Imaginen a Moore tratando de hablar acerca del significado del Proyecto para un Siglo Norteamericano, redactado por los neoconservadores, para priorizar el cambio de régimen en Irak. ¡Qué aburrimiento!
«Fahrenheit comienza presentando al Presidente como un idiota privilegiado que impuso un récord de vacaciones, un hombre tan ausente de la realidad como sencillamente ausente. «Convoco a las naciones a hacer todo lo que esté en su poder para detener a estos terroristas asesinos. Gracias». Luego Bush da media vuelta y golpea una pelota de golf: «Miren este golpe».
El personaje que los inventores de la Casa Blanca presentaron a los medios después del 11/9 era de Bush como el comandante sin temor. En contraste, Moore muestra a Bush ofuscado y confundido cuando recibe la noticia de los ataques del 11/9. El Presidente parece perdido mientras trata de seguir el cuento de «Mi cabrito», que estaba leyendo a alumnos de segundo grado de la Florida. Pasan siete minutos mientras que el Comandante en Jefe sujeta el gran libro de imágenes. Caos, muerte y destrucción envuelven a Manhattan mientras el piloto secuestrador del tercer avión se dirige al Pentágono.
La tranquila pero tendenciosa narración de Moore dirige al público hacia las conclusiones. Evidentemente no confía en la propia inteligencia de la audiencia. Al igual que los productores de Hollywood que suponen que la mayoría de los norteamericanos, agujereados por las balas de trivialidades de los medios masivos se ha vuelto aturdida.
En el filme Moore ataca a los medios por su ausencia y su adulación servil. Algunas cadenas que olvidaron de investigar después del 11/9, ahora cuestionan los hechos y motives detrás de Fahrenheit. En el programa The Early Show de CBS (25 de junio de 2004), Hannah Storm entonó piadosamente: «lo único que los periodistas tratan de hacer es presentar ambas caras de la noticias, y podría decirse que usted no hizo eso en su filme».
«Mi versión», respondió Moore, «la versión de millones de norteamericanos, raras veces se presenta. ¿Por qué no hace usted las preguntas duras (a la administración)?» Storm no tenía respuesta.
El mensaje de Fahrenheit y la publicidad que lo rodea han comenzado a resonar. En una peluquería de Covina, California, donde las conversaciones generalmente tratan de las últimas dietas de moda, la vida amorosa de los famosos o la frustrante vida sexual tanto de estilistas como de clientas, las conversaciones ahora tratan de Bush y sus fracasos.
En el teatro AMC de Covina y en el Edwards de West Covina, una mezcla de latinos, árabes, chinos y caucásicos aplaudieron al final. En un teatro de Oakland, California, el propietario anunció que no respetaría la clasificación de R. Los adolescentes repletaron la sala.
¿Los habrá convencido Moore de que la familia Bush conspira con la corrupta monarquía saudita y con la familia bin Laden? ¿Establecen la culpabilidad por asociación las imágenes de los bushistas dándose la mano con el Príncipe Heredero Abdula? Los primeros planos de los príncipes sauditas de piel oscura que se yuxtaponen con una decapitación pública en Arabia Saudí ciertamente refuerzan la imagen hollywoodense de maldad. El enfoque saudita también libera a Moore del tema de Israel, políticamente más irritante, un ingrediente que falta en el guión de Fahrenheit.
Pero él no cede en el tema de las clases. Es más, él grita acerca del fracaso del «conservadurismo compasivo» de Bush para llegar a los bolsillos de los sin empleo y los pobres sin seguro. El verdadero Bush, con su característica sonrisa de comemierda, alaba a los privilegiados de frac en una cena para recaudar fondos. «Aquí están los que tienen y los que tienen más», comenta humorísticamente. «Algunos les llaman a ustedes la elite. Yo les llamo mi base». Sí, Bush es la progenie de esta clase parásita y de ellos deriva su «visión» destructiva de poder.
Moore aparece en sus documentales como el opuesto total de Bush, obeso y sin afeitar -¿o es una barba que usa? Esta no-celebridad necesita un sastre. Fingiendo inocencia y a veces rectitud, este auto-proclamado miembro de la clase oprimida ha aparecido en la cubierta de Time. Este inmodesto auto-propagandista -¿es que hay alguna otra forma de generar publicidad?- también ha obtenido éxito en la taquilla con los temas centrales del capitalismo: guerra de clases, racismo, violencia -los ingredientes del imperio.
En momentos en que los pobres y las minorías no tienen una clara representación política. Michael Moore emerge -con todas sus imperfecciones- para articular sus quejas y dirigirlas hacia una política con sentido.
El nuevo libro de Landau es El negocio de Estados Unidos: cómo los consumidores han sustituido a los ciudadanos y de qué manera se puede invertir la tendencia. Farrah Hassen fue la productora asociada de Siria: entre Irak y un lugar difícil.