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El Che, jugador de rugby

Fuentes: Rebelión

Traducido por Caty R.


‘El Che es el que sostiene el balón, naturalmente…’


¿Quién era «Fuser» o «Chang-cho»?: El Che cuando fue una figura del rugby argentino, 60 años antes de la epopeya 2007 de los «Pumas».

Imposible ignorarlo. Por primera vez desde la creación en 1987 de la Copa del Mundo de rugby (CMR), un país de América Latina se clasificó para las semifinales (contra Sudáfrica, el 14 de octubre de 2007, en el estadio de Francia, en París). Sólo puede tratarse de Argentina, por supuesto, los ya célebres «Pumas». «Lo nunca visto», ha titulado lógicamente el diario deportivo L’Equipe.

Según la prensa argentina, desde el 7 de septiembre, día en que los Pumas infligieron una severa humillación al «XV de Francia» (selección nacional de Francia, N. de T.) en el partido de apertura, los «albicelestes» Agustín Pichot, Juan Martín Hernández, Rodrigo Roncero, los hermanos Contepomi, Lucas Borges, Ignacio Corleto y los demás se han convertido en héroes, hasta el punto de que han hecho que se olvide -por un tiempo- el deporte rey argentino, el fútbol (1). Como casi todos ellos son titulados universitarios (2), ninguno ignora que entre sus grandes predecesores estuvo Ernesto Guevara de la Serna, -que todavía no era El Che o Che Guevara-, jugador de rugby de los 14 a los 23 años. El emblemático capitán Pichot, líder sin par hasta el punto de ostentar el apodo de «Napoleón», declaró: «Veo un vínculo entre su amor por el rugby y el nuestro, entre su deseo de cambiar el mundo y nuestro deseo de que nos reconozcan en el deporte internacional como grandes jugadores que merecen ser tratados como tales. También me gusta pensar que apreciaría nuestra trayectoria en esta Copa del Mundo».

En un país donde el rugby sólo es amateur (3), con una décima parte de clubs que el fútbol, la carrera excepcional de los Pumas en esta sexta edición de la CMR, que ha tenido lugar en Francia (la final el 20 de octubre), originó «un entusiasmo insólito» (Christine Legrand, corresponsal del diario Le Monde en Argentina). La progresión del rugby, cada vez más popular desde hace una decena de años, «debería acentuarse con el brillante resultado del equipo nacional». Las filas de los hinchas deberían aumentar.

Pero, ¿el rugby argentino dejará, no obstante, su estatus de deporte de una elite social? ¿Conseguirá salir fuera de su «colmena» que, todavía en 2007 está en San Isidro, el barrio chic de la capital, Buenos Aires? ¿Seguirá encerrado en los colegios privados mientras que el fútbol se juega en todas las escuelas primarias? Difícil, cuando se sabe que «la federación de rugby no tiene ni un céntimo para sostener a los Pumas». Del grupo de 30 jugadores seleccionados para la CMR, sólo 6 pertenecen a clubs argentinos… amateurs. Los mejores jugadores argentinos, unos 400, juegan en los equipos europeos profesionales, así que no parece probable que el número 10, Juan Martin Hernández, haga olvidar, ni siquiera una temporada, al otro 10, el del fútbol, el antiguo dios Diego Maradona, el Pibe de Oro.

Además la selección nacional argentina es uno de los pocos grandes equipos actuales cuyos jugadores dejan de ser amateurs para la ocasión… los internacionales porteños no ganan nada más que el equivalente a 5.000 euros por temporada (para gastos de viaje) mientras que sus colegas internacionales franceses ganan al menos 80.000 euros. Además son los únicos del Top-10 mundial que no participan en ninguna competición internacional entre dos CMR, cada cuatro años. No tienen jefe de prensa ni representante.

Ernesto Guevara de la Serna, jugador de rugby

Nacido en 1928 en Rosario, provincia de Santa Fe, al noroeste de Buenos Aires, Ernesto Guevara de la Serna, a pesar de ser asmático (¿o por ser asmático?), desde los dos años fue un auténtico deportista; le gustaban varios deportes y los practicaba manteniendo su forma física gracias a la gimnasia y la natación. Según Don Ernesto Guevara Lynch (fallecido en 1987), padre de Ernesto (Mi hijo EL Che, 1988, La Habana), era «un buen nadador», «un excelente jugador de golf», practicó «esgrima, patinaje, equitación, boxeo, pelota vasca, tenis, fútbol y rugby». Una hazaña de un «chico enclenque», según su padre. «Le encantaba jugar al rugby».

Ernesto comenzó a jugar en el club Estudiantes (camisetas de grandes cuadros negros y blancos), el único club de Córdoba, ciudad del centro del país, con su hermano Roberto y su gran amigo Alberto Granado, en el puesto de medio melé. Estaba dotado para su puesto de ala, sus «porrazos» eran famoso y sus placajes «demoledores». Se ganó el apodo de «Fuser» por Furibundo de la Serna. «Era un joven talentoso, extraordinariamente inteligente», contó un compañero de equipo de la época, Francisco Ventura Farrando, «su manera de placar era la característica distintiva de su juego».

Alberto Granado afirma lo mismo: «Poseía un excelente placaje a la altura de los codos». Después su padre dijo que «Del rugby conservó su apego al espíritu de equipo, la disciplina y el respeto al adversario».

Después, en Buenos Aires en 1947, Don Ernesto lo inscribió en el San Isidro Club (SIC), un club de primera división del que Don Ernesto fue uno de los fundadores.

Cuando Ernesto, estudiante de medicina, estaba en el terreno de juego, siempre había uno de sus amigos que corría a lo largo de la línea de banda provisto de un inhalador. Pero el padre estaba a la vez admirativo e inquieto cada vez que veía al joven Ernesto practicar este deporte «tan agotador y violento». Un día se salió con la suya consiguiendo que el presidente del SIC no permitiese seguir jugando a su hijo.

Pero Ernesto, que ya le había dicho en una ocasión a su padre «Viejo, me gusta el rugby y aunque reviente voy a seguir jugando», se inscribió en el club vecino, el Ypora Rugby Club y después en el Atalaya Polo Club. Ocupaba un puesto de tres cuartos y era el único de los arrières que llevaba un casco de tejido ligero que usaban algunos en la época, porque decía que tenía las orejas «frágiles». Tenía 20 años (1948).

El joven Ernesto no sólo jugaba al rugby, además escribía sobre el rugby. Con su hermano y los amigos, en 1950 se lanzó a publicar una revista llamada Tackle (Revista de rugby que aparecía los sábados). Salieron once números que hoy valen una pequeña fortuna. Todos los que firmaban los artículos utilizaban seudónimo. Así el futuro Che tuvo un nuevo apodo: «Chang-Cho», sus mejores amigos lo bautizaron como «chancho» (americanismo, literalmente cerdo, cochino), debido a su aspecto deliberadamente descuidado.

En uno de sus artículos Ernesto, gran amante del buen juego escribió: «Cuando los equipos franceses e ingleses vienen a Argentina, todos nos admiramos al ver la calidad de ese rugby y hemos descubierto algunas cosas nuevas: el rugby bien jugado es altamente espectacular. En nuestras provincias, generalmente se ve un juego cerrado. Si esta gente pudiera ver a los equipos que juegan un juego abierto, entonces el rugby ganaría muchos adeptos».

En otro artículo es «visionario»: «No pretendemos que haya un campo de rugby en cada pueblo argentino. Conocemos todos los peligros vinculados a la difusión exagerada de un deporte (…) pero pensamos que se podrían crear clubs cuya actividad principal fuese el rugby, que éste dejase de ser un deporte secundario. Si se hace todo eso Argentina podría tener su sitio en la jerarquía internacional».

En efecto, el equipo de Francia, en agosto y septiembre de 1949, acababa de realizar su primera gira por el continente sudamericano. Los dos Ernesto, padre e hijo, y el hermano Roberto, asistieron con Alberto Granado a los dos partidos internacionales. «Nosotros, los argentinos, aprendimos mucho viendo jugar a los franceses», declaró Don Ernesto.

Jean Cormier (4) dijo: «Escribía con un estilo enérgico, conociendo perfectamente este juego que le aportó grandes alegrías… más incluso, una victoria sobre sí mismo».

Ha pasado medio siglo y las consideraciones del joven Ernesto siguen estando asombrosamente de actualidad en Argentina. El jugador Lucas Borges piensa en el joven Ernesto cuando declara: «Argentina tiene una verdadera tradición del placaje. Es como una vocación para todos nosotros». Como Guevara hijo, los hombres de Pichot y del seleccionador Marcelo Loffreda son entusiastas: «Somos apasionados y estamos dispuestos a morir por nuestra camiseta, debemos seguir peleando para que el rugby argentino se desarrolle», explicaba Ignacio Corleto.

Ernesto Guevara no habría dicho otra cosa. Y como diría con respecto a los equipos franceses, si Argentina alcanzó un nivel tan alto, también se lo debe a Francia. 14 argentinos (de los 30 seleccionados) evolucionan en el campeonato francés, denominado el Top-14, sobre todo con el «Stade français», el gran equipo de París. Clasificado en la sexta posición mundial en 2006, el equipo argentino ocupa, un año después, el tercer lugar del podio de la CMR.

«Fue debido a nuestra amistad del rugby, a esa fraternidad de armas por lo que Ernesto y yo nos embarcamos juntos en una expedición hasta Venezuela», dijo en 1987 Alberto Granado (4), persuadido de que el rugby ayudó a formar «el Che guerrillero». «El valor, la combatividad, la tenacidad, la voluntad, todas estas cualidades que poseen los hombres verdaderos estaban en él. El rugby le permitió desarrollarlas dándole más seguridad en sí mismo».

(1) El balón redondo (de fútbol, N. de T.) es el primer regalo que se hace a los niños argentinos. «Nosotros, los Pumas, hemos jugado todos al fútbol» confiesa Gonzalo Longo, «es imposible no hacerlo en Argentina». «Hemos crecido jugando al fútbol», dice por su parte Patricio Albacete. «Siempre he sabido chutar el balón, ya que jugué mucho al fútbol cuando era joven», confiesa Hernández. En Argentina, el fútbol tiene cinco veces más jugadores federados que el rugby.

2) El pilar Rodrigo Roncero es médico; el apertura, Felipe Contepomi, acaba de terminar el MIR de cirugía; el tercera línea Juan M. Hernandez Lobbe es ingeniero; Pichot graduado en dirección, etcétera.

(3) El rugby fue importado a Argentina -naturalmente- por los británicos a finales del siglo XIX y durante mucho tiempo eran los únicos que lo practicaban En los años cuarenta todavía se jugaba poco. Según Christine Legrand «los jóvenes Argentinos que pertenecían a la oligarquía se entusiasmaron por un deporte que combina la virilidad y un cierto espíritu caballeresco. Actualmente el rugby sigue siendo el deporte de una elite social afortunada y de viejas familias tradicionales». En la actualidad, hay 80.000 federados (465.000 en Sudáfrica, 280.000 en Francia y más de 700.000 sólo en Inglaterra).

(4) El periodista, reportero y escritor francés Jean Cormier, autor de un «Che Guevara» (1997) dedica 10 páginas (144-153) al joven jugador de rugby Ernesto Guevara en un libro sobre rugby titulado Les guerriers de la fête (los guerreros de la fiesta) (1991). Esos «guerreros» son 24 incluido el inesperado Ernesto Guevara. Todos los demás, o casi, son legendarios jugadores de rugby internacionales, franceses o británicos. Jean Cormier buscó la información en las mejores fuentes: Hugo Condoléo (1974), periodista deportivo argentino, Don Ernesto (1981) y Alberto Granado (1987) que enumera para Cormier los XV del primer equipo de rugby del joven Ernesto: Tomás, Fuser, Espinosa, Serna, Soneyic, Gregorio Granado, Alberto Granado, Fernández, Villafaere, Pratto, Weisbbein, Sánchez, Olmos, Colman y Enet.

Michel Porcheron es un periodista francés residente en Cuba.

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.