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Hacia un nuevo escenario mundial

El «chuchaqui» de la Santa Madre

Fuentes: Rebelión

Ha concluido la borrachera celebrada por el Pensamiento Único, que -contra la humanidad, el Sur, y su propio Sur- el Norte decretara, junto al fin de la historia y la muerte de las ideologías un 31 de diciembre de 1990. La fase globalizadora del capitalismo, el Neoliberalismo, empezó a crujir hace una década atrás, también […]

Ha concluido la borrachera celebrada por el Pensamiento Único, que -contra la humanidad, el Sur, y su propio Sur- el Norte decretara, junto al fin de la historia y la muerte de las ideologías un 31 de diciembre de 1990.

La fase globalizadora del capitalismo, el Neoliberalismo, empezó a crujir hace una década atrás, también a partir de la ruptura político-social del Sur global, ruptura iniciada en Latinoamérica (siempre fuiste tierra del porvenir…) que no solo cuestionó, sino que empezó a superar la fase neoliberal extrema. Ha fracasado la Globalización neoliberal, que según sus teóricos iría a ser el «destino irreversible» del tercer milenio, el único espejo de la especie humana, la categoría indefinible que debía estar más allá de las sociedades, las realidades y las relaciones internacionales, y más allá de las (para entonces) fracasadas y jurásicas utopías.

No ha concluido el capitalismo ni tampoco la globalización. Ha concluido la cínica etapa victoriosa de la última, poniendo en cuestión al primero. En el «chuchaqui» la realidad fue -como sucede con toda resaca- desesperante: el derrumbe del «otro muro», el de Wall Street, destapó ya la etapa del retroceso, aunque Hegemón (la alianza transatlántica imperial) intenta trampear al destino con un coletazo: arrastrar al planeta en su fracaso y hacer que paguen los pueblos, del propio Norte y del Sur, la colosal caída evitando, de paso, una «nueva arquitectura» post-neoliberal y que, para que el planeta no sucumba, debiera ser post-capitalista.

Lo que resulta evidente es que resulta insuficiente y hasta contraproducente ensayar respuestas de solución en el propio marco del capitalismo, sumido en una crisis profunda cuyas nefastas consecuencias globalizadas, peores que las que padeciera el planeta luego del crack de 1929, empezaremos a probarlas a partir del año entrante, pues el modelo global de capitalismo ha probado que ya no puede ofrecerle nada más a la humanidad. Es simplemente inviable una solución a las tres grandes crisis del mundo que anotara Ramonet: la crisis financiera, alimentaria y energética, que expuse en mi anterior ensayo.

Juan Gelman escribió un día, exiliado de su tierra y sin hijo, nieto y nuera (desaparecidos en la inicial barbarie militar del monetarismo de los Setenta, algo así como la inauguración del neoliberalismo de los ochenta) que «la ternura es al capitalismo lo que la ternera es para el carnicero». Es decir, su censurada antípoda, la Contradicción Hegeliana. Por tanto, una gran parte del mundo buscará, en otros modelos, la respuesta a una crisis de proporciones catastróficas.

El american way of life, universalizado a escala planetaria por indiscutida orden de los «triunfadores» de los Noventa, crearía -paradójicamente- los monstruos goyescos que hoy se levantaron para triturarle las propias entrañas. Los selectos invitados al ágape del Capitalismo del siglo XXI, los triunfadores del «Nuevo Orden Mundial» y ese intelectual de bolsillo de abundantes certezas ortodoxas y escasa integridad: Fukuyama, quien acaba de admitir su fracaso cuando Wall Street caía, «ni se las olían» en los Noventa, ni se imaginaban siquiera, que el Neoliberalismo salvaje procrearía su propia destrucción y que le nacerían otros vigorosos monstruos que crecerían y se desarrollarían en la propia nariz de la Globalización: los procesos de nuevo signo que América Latina aportase al mundo entero, como contravía concreta a la fase de barbarie en que entró el Capitalismo.

Como el Tribunal de la Inquisición, la Globalización, hace escasos diez años, no permitía la duda ni el disenso: la herejía estaba prohibida. Por eso, precisamente, la obligó a nacer, a resistir y a multiplicarse en su propia cara. La grisácea infalibilidad papista de la Globalización infalible, parió no solo la apertura de mega-mercados internacionales de falaz beneficio para la aldea global, y no serían la dictatorial liberalidad de la economía y la democrática informática del 5% de la población mundial, las únicas bondades del sistema.

La Mega Felicidad global de fin del siglo XX parió no solo su propia crisis interna, sino la creativa resistencia planetaria al neoliberalismo y su propia -actual- caída en picada.

La Bendita Paradoja Goyesca… («El sueño de la razón produce monstruos»)

La diversidad (antigua como la Tierra y terca como la vida) contraria a la Globalización uniformizadora, fue su negación. Por eso la Santa Madre del dogma neoliberal estuvo condenada siempre a fracasar, porque fue condenada a gestar y a que le nazcan, en los márgenes del Bienestar, hijos desobedientes y ‘mal paridos’ que no admitieron la perpetuidad de su mentira.

La Madre Globalización reprodujo monstruos que a velocidad virtual crecieron ya. Como en la mitología griega, o la marxista interpretación del más allá, esos monstruos le fueron y le van siendo actores de su Gran Derrota: los «sin rostro y sin historia» que Marcos definiera en el amanecer de 1994, tanto en las metrópolis del Bienestar cuanto en los suburbios del mundo, es decir los otros-nosotros a los que se negó nombre y apellido, pero que asumieron la disidencia global a la Globalización neoliberal en los túneles de la historia. La hora de los túneles pasó y muchos de los disidentes ahora gobiernan. Por lo menos en el Sur del Sur: América Latina.

(A pesar de que varios de ellos terminaran firmando lo que el pésimo anfitrión les leyera, en la reciente Reunión del G-20, no deja de ser inaudito que, por vez primera, varios países del Sur del mundo, entre ellos tres latinoamericanos -Brasil, Argentina y México-, asistieran a las otrora excluyentes y selectas reuniones de los dueños del circo global, ahora precisamente «abiertos», debido a su impotencia para salvar solos a la Puta Madre que los parió).

Después del 11 de Septiembre, no acabaron -como creían- los movimientos y escenarios de la diversidad disidente actuante. Todo lo contrario: a pesar del «bajón» septembrino y su noche unipolar, se consolidaron en un enriquecedor cambio político y cultural de fin de siglo, los escenarios y movimientos críticos a la Globalización, cuyos siguiente pasos pudimos mirarlo todos en «un santiamén» fásico: la derrota del ALCA, la de la arquitectura de la Seguridad Hemisférica (Quito fue sede de esa derrota y la Apdh estuvo, de soldadita y soldadera, en primera línea de fuego); la del Consenso de Washington, la del neoliberalismo salvaje, la del Plan Colombia, la de las privatizaciones y las democracias restringidas, etc.

Es más, esos hijastros no solo que denostaron de la madre, sino que inventaron un nuevo camino, aún en pugna por nacer, aún sin saberse cómo ha de ser: América Latina, tan elocuentemente generosa e irracionalmente utópica, fue no solo a ser la porción del mundo donde primero se superó el Neoliberalismo, sino la primera en germinar una alternativa post-neoliberal que se ha dado en denominar socialismo del siglo 21 o sociedad post-neoliberal, y que hoy, luego de la caída de Wall Street, empieza a ser debatida por aquellos que ni siquiera imaginaban, en la otra orilla, la progresista o de izquierdas, que les tocaría asumir. (Me refiero, por si acaso, a los analistas honradamente lúcidos de esas izquierdas, como Francois Houtart, Emir Sader, Álvaro García Linera, Samir Amin, Heinz Dieterich, Atilio Borón, Walter Formento, y muchos otros, no a los herederos de La Verdad Revolucionaria que continúan con sus peroratas del siglo 19 o con el fracasado catecismo de Negri, para «los cuatro gatos» que logran convocar).

Mucho más temprano que tarde, para homenajear con hechos las últimas palabras de Salvador Allende, fue que el Sur empezó a cruzar el territorio de la protesta social y política hacia el sugestivo territorio de la Propuesta Cultural-Económica-Humana, es decir ésa que nos hace falta terminar de elaborarla a pueblos, gobiernos y movimientos: la propuesta civilizatoria, para que el mundo construya otra arquitectura superior a la civilización del capital.

La neoliberal Madre, como la otra Santa Iglesia, acerba enemiga del anticonceptivo, continúa pariendo millones de hijastros rebeldes, y parirá muchos más luego de que inicie la hecatombe social de Wall Street en el 2009. En la propia matriz climatérica de la Globalización, la nueva propuesta civilizatoria emerge como punta de un iceberg aún indefinible, pero (ojalá) posiblemente más justo y humano, esperemos…

«La Potencia Plebeya»

Los escenarios y movimientos de resistencia a la Globalización, en su diversa diversidad y heterogénea composición, no crearon solamente rupturas sistémicas con el neoliberalismo, sino civilizatorias, con el capitalismo y el modelo de desarrollo «depredador» para decirlo en palabras de Einstein. En el caso del Sur, esas rupturas atrajeron nuevos paradigmas que, por si acaso, están apenas en la fase inicial de construcción teórica y práctica: la sociedad post-neoliberal como prefiere llamarla Álvaro García Linera, y que en su reciente libro «La potencia plebeya», cita algo que, con otras palabras nada más, insistiéramos Heinz Dieterich, yo y otras pocas pitonisas de la potencia plebeya, ya desde el año 2003: «La única manera en que desde nuestro lugar, con nuestras debilidades y fortalezas, podamos imaginar una alternativa de sociedad a este neoliberalismo desfalleciente a nivel planetario, es una interacción entre los pueblos, los gobiernos revolucionarios, los movimientos sociales de Latinoamérica y otras partes del mundo». (LA POTENCIA PLEBEYA, Álvaro García Linera)

Y es que esas fueron nuestras apuestas demencialmente acertadas, desde que publicáramos nuestro inicial ensayo sobre la nueva América Latina en los ‘ya lejanos’ años 2001 y 2003. «No se trata de reemplazar «neo-capitalismo» por otro neo, sino de esbozar una nueva alternativa civilizatoria que contrarreste a la Globalización. Se trata, como siempre, de avanzar más allá», anotábamos en un texto de homenaje intelectual a Marcos, elaborado en el 2003, a días de fracasar la globalizadora Cumbre de Cancún.

Y es por eso que, pese a todo, el nuevo paradigma, que sigue en inicial construcción insisto, el socialismo del siglo 21, hoy es asumido por otros nuevos actores -intelectuales, sociales y políticos- en el mundo que, hasta hace unos meses apenas, no consideraban el término como «convincente». ¡Tuvo que caer Wall Street para que cantaran la melodía de Silvio «Me he dado cuenta»!: Atilio Borón, en un trabajo reciente, con estupor disimulado dice haber hallado en Internet más de un millón doscientas mil referencias al teclear el término «socialismo del siglo 21».

En resumen, ha naufragado ya el arca neoliberal del Noé Global (donde solo cabían y caben ellos, mientras las ¾ partes de la humanidad debe ahogarse afuera). La descomposición del neoliberalismo se prefiguró en los tiempos mismos de la guerra global y ahora los tiempos son más esperanzadores, aunque sumamente más complejos y revueltos. Especialmente, después de la caída de «el muro neo-berlinés de Manhattan».

El experto argentino en relaciones internacionales Ezequiel Escudero, en un reciente texto de coyuntura sobre el novísimo escenario de alianzas en política exterior abierto por Buenos Aires con el África, publicado en el colectivo virtual Relaciones Internacionales de Carta Abierta de Argentina, sostuvo una tesis que la comparto a plenitud: (Entre paréntesis: igualito que en Macondo, a propósito de la apertura de relaciones políticas y comerciales del Ecuador de Correa con el Irán de «Los niños del cielo», la derecha mediática rioplatense censuró como «inútil» y «peligrosa» la nueva visión exterior del gobierno de Cristina de Kirchner en el África bajo el esquema Sur/Sur). Escudero, en síntesis editada a vuelo de pájaro, cita: «Las turbulencias producidas por la actual crisis financiera internacional dejan tras de sí distintas perspectivas y diferentes formas de acoplar los ejes estatales a la coyuntura reinante. Todo ese andamiaje, corolario de lo que comenzó como una crisis norteamericana, se trasladó hacia todos los rincones del planeta, producto de la ‘capacidad’ norteamericana de trasladar sus crisis hacia áreas de influencia. Muchos plantean que viene el resurgimiento de la lucha entre el Norte hegemónico y el Sur emergente, otros hablan de la necesidad de un nuevo Bretton Woods. Lo cierto es que las actuales circunstancias han vuelto relevantes los espacios y acciones multilaterales.

El debate se centra en torno a dos posturas. La del Norte: plantea reformar la regulación de los mercados internacionales y considerar nuevos mecanismos internacionales (algo que EEUU descarta). La del Sur (en disputa con la postura del Norte y con el FMI y el BM) plantea una nueva arquitectura financiera internacional, no pagar abajo la crisis provocada arriba. La postura del Sur la lideran los países emergentes con China e India a la cabeza, Rusia, Brasil y Argentina, entre otros. Hay que construir y consolidar los lazos Sur-Sur. Si bien es cierto que la crisis actual es un factor que condiciona el desenvolvimiento de los actores estatales y privados en la arena internacional; los movimientos de países emergentes, considerados dentro del eje Sur-Sur, se encuentran ante un momento histórico acorde a la reformulación de paradigmas externos y frente a la necesidad de reorientar sus ejes de política exterior, hacia nuevos horizontes».

En resumen, o se logra avanzar, por lo menos en el Sur, en la aplicación de ese modelo en construcción: sociedad post-neoliberal, socialismo del siglo 21, o como quiera denominárselo, o la Edípica Madre Global inventa otras tretas, al estilo de la otra Madre, para imperar un milenio más en el mundo. (El símil eclesial es imposible aplicar en realidad, porque si el capitalismo salvaje continuara su ciclo de imposición al mundo, es la Tierra la que no aguantaría sobrevivir más allá de cincuenta años, a lo sumo. Y esto no es ironía, por favor. Revisad los informes apocalípticos de las distintas agencias de ONU, BM, National Geographic, Greenpeace, etc.).

Bueno, una vez esbozado a grandes rasgos el macro panorama-marco de nuestra existencia en el planeta azul, seguramente surgirá una ácida o ingenua pregunta en la militancia de DDHH: ¿Y qué tiene que ver todo esto con los derechos humanos, con el internacional 10 de diciembre, con el sesentón aniversario de la «declaración universal», con el movimiento mundial y nacional de derechos humanos, con nuestra cotidianidad?

Ay, hijitos, sé que es difícil de entenderlo y de explicarlo incluso, pero no hay realidad de la aldea que no empate con la realidad de la aldea global. ¿Capisci?

(«Esta historia continuará»…)