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Elecciones en España

El cielo está lejos

Fuentes: Rebelión

Este texto no analiza los resultados de las elecciones generales en España porque está escrito en la llamada jornada de reflexión, antes de las votaciones. Por tanto, voy a reflexionar sobre el convencimiento de que mi voto será no ir a votar que es igualmente una postura democrática que vengo manteniendo desde hace bastantes comicios […]

Este texto no analiza los resultados de las elecciones generales en España porque está escrito en la llamada jornada de reflexión, antes de las votaciones. Por tanto, voy a reflexionar sobre el convencimiento de que mi voto será no ir a votar que es igualmente una postura democrática que vengo manteniendo desde hace bastantes comicios sin intención de influir en nadie, es algo personal y acaso intransferible.

Para un sujeto como yo que quiso realmente asaltar el cielo como Lenin y los suyos asaltaron el Palacio de Invierno, no cabe votar, ¿a quién iba a votar?, ¿a alguno de los minúsculos partidos comunistas que aún hablan de clase obrera como si eso existiera cuando la «clase obrera» que tenemos en occidente no quiere ser obrera sino burguesa y, si le es posible, noble? ¿Es que los supuestos defensores de los obreros no miran a su alrededor? ¿Es que no escuchan a los obreros y a la gente en general? ¿Es que no leen? ¿Es que sólo retroalimentan sus propias fantasías para no autodestruirse psíquicamente y tal vez físicamente? ¿Es que la culpa de todo la van a tener los «malvados capitalistas» del neoliberalismo y ellos y sus quioscos políticos no tienen responsabilidades en la debacle? Ojalá fueran tan fáciles las cosas: los malos, los capitalistas; los buenos, los obreros, el pueblo.

¿Voy a votar al PCE? ¿Dónde está? Metido en un cascarón que se llama Izquierda Unida (IU) donde milita un joven prometedor, digno de admiración, llamado Alberto Garzón que va a tener que consumar una nueva travesía del desierto (¿cuántas van ya?) y proceder a una reestructuración interna -si le dejan- de una organización que se ha conformado siempre con recoger las migajas que de la mesa se le caían al PSOE y por eso ha nacido Podemos.

A Julio Anguita -que en su tranquila desesperación ha llegado a apoyar a Pablo Iglesias estando el propio Anguita en IU- cuando hablaba de las dos orillas y nos ilusionaba con eso lo quitaron de en medio sus camaradas, los medios de comunicación del PSOE y su corazón y ahora sigue hablando bonito pero ya está eso asimilado por el guión del sistema que lo llama Don Julio Anguita. Don Julio -al que sigo y respeto, por supuesto- es el que habla bonito, siempre lo ha hecho, ha logrado más votos que nadie para su formación pero IU ha seguido siendo irrelevante y el PCE ahí, escondido, en forma de empresa para que unos pocos puedan vivir del mismo sistema al que cuestionan. Cuando algunos le decimos esto al PCE sus empleados te ponen una cruz como si fueras Drácula o te golpean con el martillo y te degüellan con la hoz y es que en política eso del revolucionario profesional se acabó, primero un oficio y un beneficio y luego dedíquese usted a la política, así será más libre.

A Podemos lo llaman neocomunista los miembros de una derecha rancia que están más cerca de la derecha de misa diaria e hipocresía continua que de sus colegas de la derecha ilustrada, valiente y liberal a la que tanto debe la Humanidad a pesar de su barbarie indudable que nos sigue trayendo lodos muy quemantes. ¿Qué es neocomunismo? Yo, que pretendí asaltar el cielo, he vivido el eurocomunismo, los renovadores, el carrillismo, todo eso era neocomunismo, o sea, nada nuevo, como el posestructuralismo o como el postmodernismo en filosofía. Los que querían asaltar el cielo ahora se conforman con que no se les caiga encima como a Tsipras, como a Hugo Chávez, como a Cristina Fernández de Kirchner, como le ocurrirá a Bolivia, a Ecuador, a Cuba…

Da pena ver «debatir» a los aspirantes a presidentes cuando hay una raya roja en el suelo que no pueden traspasar pero nadie habla de ella, son debates vacíos porque no hay texto donde no hay contexto, según afirmó hace mucho tiempo Teun Van Dick; son debates para las masas, en efecto, no para la razón ni para el ciudadano. «Nosotros haremos…», «nosotros emprenderemos…». Vosotros haréis lo que os diga el club llamado UE porque ni siquiera podéis aprobar unos presupuestos del Estado soberanamente sino que tenéis que entregárselos antes al encargado del negocio para que los repase, como pasaba en mi niñez cuando el mozo tendero buscaba la aprobación del patrón a la cuenta que había elaborado ante la compra de un cliente: «¡Un repaso!», pedía. Y venía el encargado a hacerlo.

«Porque la derecha, la derecha». Pero, ¿acaso los que decís eso sois de izquierdas? Aún estima el personal que el PSOE es la izquierda y aún suponen muchos de mis alumnos que Podemos es rupturista y revolucionario. Con tal de cambiar las caras y los cromos la gente cree lo que desee aunque le coloquen los hechos en la nariz. Los llamados debates resultan también meros espectáculos porque todos están hablando sobre una base común subyacente, lo saben pero tienen que montar el número de yo no pacto contigo ni con aquel ni con aquel otro porque yo quiero gobernar. Eso, tú gobernarás pero no mandarás, te mandarán, y como premio te darán un despacho grande y te harán pasar a los libros de historia.

La derecha vetusta española -que no quiere ser derecha, quiere ser centro derecha- afirma que son negativos los nuevos experimentos, los nuevos partidos, el populismo. Y lo malo es que tiene razón, lo malo es que tiene razón, está diciendo: señores, este es el tablero de juego, el que intente salirse de ahí le cae una tormenta mediática que une a los medios que se autocalifican progresistas con los conservadores y hasta con algunos que se llaman a sí mismos alternativos.

¿Hay arreglo? Poco, ya es hora de que asimilemos que entramos en una nueva era histórica, en la del triunfo absoluto del mercado salvaje por insensible, por ignorante, por prepotente, por atrevido, por codicia, en suma, por enfermo mental. ¿Un triunfo de la conferencia del clima de País con papel destacado de los EEUU? No, lo veremos en unos años. ¿Países emergentes? No, países que crecen. ¿España va mejor? No, es una coyuntura que seguirá hacia arriba, la gente volverá a comprarse sus bagatelas pero el problema seguirá ahí, ¡con qué poco se compra a la sociedad de consumo!, ¡por qué poco se venden los miembros de esa sociedad! ¿Dónde ha estado esta cuestión estructural de fondo -y otras- en los debates electorales?

Si no se sabe adónde se desea ir lo mejor es no engañar a la gente, tomarse un tiempo de análisis profundo, unirse o romper la baraja, unirse a nivel nacional e internacional bajo unos principios a la vez sólidos y flexibles y trazar una estrategia para alcanzar unas metas. Lo demás son monsergas mediáticas, jaleos para despiste y entretenimiento del personal. Los que saben adónde se dirigen -y no demasiado bien- son los políticos que han fabricado los EEUU, la Reserva Federal y la UE, los demás aún están intentando enterarse de qué va todo y saber cómo han de proceder.

Acabo de leer el último libro del filósofo Manuel Cruz, Hacerse cargo (Gedisa). Cita a Hannah Arendt: la utopía es el opio del pueblo y no la religión como creía Marx. Yo diría que ambas. Y cita a Manuel Sacristán que murió en 1985 pero antes afirmó que el único horizonte que les iba a quedar a quienes antaño lucharon por la emancipación es pugnar por la mera supervivencia del ser humano. Así me siento yo ahora, mientras reflexiono antes de que se abran las urnas en España el 20 de diciembre de 2015. Pero no estoy triste, sólo observo y estudio. No me callo, escribo, hablo, porque, de nuevo me refiero a Cruz: «el silencio es el nombre mudo de la tristeza».

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.