El cimarronismo en su esencia política fue (y es) la resistencia contra la opresión social y racial.
I
Nuestra presencia, como adherentes o militantes negros, en los partidos y movimientos políticos de los países americanos se vuelve ilegítima si no hay una atención decidida a nuestras desventajas sociales y económicas que se iniciaron desde el origen de las repúblicas. Esa subordinación de los intereses colectivos del Pueblo Negro al innegociable pragmatismo electoral partidario, aunque para bajar la discusión, si es que la hubo, se otorguen cargos administrativos, es una odiosa repetición de esa injusta condición histórica. Aun así, tales cargos son como bloques colgando de un hilo, al primer rumor o quisquilla partidaria se despide al hermano o a la hermana, el color y el barrio pesan. Se repite en los partidos de casi todos los países, sin importar la tendencia de izquierda o derecha. En homenaje a la calidad del servidor público, no me refiero a las destituciones justificadas por mal desempeño.
Vocación mayor de partidos y movimientos políticos es la lucha por ejercer el poder, para modificar una sociedad de acuerdo al paquete de ideas practicadas en términos de justicia social. El voto es el arma de quienes se sienten oprimidos o el medio de delegación del poder. Una deficiente educación política cambia el poder de las comunidades negras en víctimas de su derecho a darse un propio, confiable y eficiente liderazgo a cargo de algún nivel de Gobierno. Los partidos cumplen la misión de creación con los votos del electorado negro; encaramados allá arriba, a veces sí y muchas veces no, modifican el discurso de ‘equidad social’, por el de ‘masa electoral’ y es cuando descubren que somos «minoría» y eso es una sentencia desfavorable para el alcance de la inversión pública.
El cimarronismo político debe originarse en el corazón (y en una colectividad de mentes) de las comunidades que procesan fluidamente la diversidad étnico-cultural, con un liderazgo que haga de la política expresión de la cultura, para observarlo en el mapa de Los condenados de la Tierra, que la acción política tenga como escenario la realidad sin cegarse a la historia. Un ser social compuesto de cosmovisiones para crear la conciencia del Buen Vivir o del Ubuntu («yo soy porque nosotros somos»). La imagen que se desea del liderazgo es aquella que deberá ser percibida y admitida en sus aprecios por las comunidades. ¿Nueva política? No, la misma, pero con fuerte operatividad moral, aunque chirree como contrasentido.
Los ideólogos de estos movimientos políticos deberían ser mujeres y hombres negros que nos heredaron sus saberes, sus ejemplos de combatividad contra la opresión colonialista y racista; también aquellas teorías de interpretación y análisis de las sociedades. Imitar esa versatilidad de los próceres para establecer alianzas culturales de resistencia y liberación. Para estas líneas la sabiduría del Abuelo Zenón: «El ayer es el tiempo cuando todo los que éramos y eran las comunidades nacía de la voluntad de ser nosotros mismos».
II
Nuestro sistema operativo filosófico
No sé si la mayoría, pero gran parte del liderazgo afroecuatoriano proviene de círculos de estudio marxistas, luego se tropezó con toda la literatura de la lucha por los derechos civiles y humanos en los Estados Unidos de América y en las luchas anticolonialistas en África. Desde mediados de los años 80, el Maestro Juan García Salazar*, comienza sus cátedras sobre el territorio de las Comunidades Negras del Ecuador, a todo ese trabajo político se le denominó ‘Proceso’. Aquello que siempre se supo fue una realidad de consolidación de acciones comunes, las africanidades ecuatorianas y colombianas, tenían más de parientes de Casa colectiva que de amistad de camino, ni la raya (línea de frontera) remarca separación. Allá tienen problemas del territorio que incluye la minería destructiva, la migración forzada, la pobreza por necesidades básicas insatisfechas con un adicional terrible: la violencia.
El Proceso fue una respuesta política al descalabro social en el territorio del norte provincial de Esmeraldas, se incluía la elocuencia (o narrativa) cultural, filosófica y social desde los inicios de la llegada de los ancestros hasta este miércoles de diciembre. El Proceso obligó a desaprender para aprender que el territorio es algo físico, pero asimismo una construcción cultural. Malcolm X había señalado que todas las revoluciones se hacen por el territorio (él dijo por la ‘tierra’, pero es sinónimo), o al menos la mayoría, la mexicana, la rusa, la china, la cubana, por ejemplo. «Sin territorio no hay cultura», se decía en eso que ahora se llama ‘apalencamiento’ o reuniones de debate comunitario.
El territorio, sin importar su cantidad y calidad física, es el productor de filosofía. Ahí tienen valor y precio el tiempo, las cosas de lo humano y lo divino (el conjunto de la espiritualidad). Es el continuo retorno a las preguntas: «¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?» El Maestro García Salazar, sin hacer un dogma, se apoya en aquello que ha logrado apuntar del Abuelo Zenón, que habiendo sido una individualidad parecería ser una voz colectiva de la Comunidad Negra del Ecuador (y de América), y eso es lo esencial, no se trata de recrearse o enamorarse del personaje, sino aprender (o desaprender lo mal aprendido), practicar y aplicar su sabiduría. O volver al lugar común: «sin teoría revolucionaria no hay revolución». Sin pensamiento político no hay práctica política, ni se comprendería qué es el territorio ni las eternas preguntas de la filosofía.
Para el Abuelo Zenón es, «La esencia misma de este territorio región del Pacífico somos nosotros los pueblos ancestrales de origen africano y los pueblos indios». Esa es la parte antropológica o la física de cultura y sentimiento. La temporal, «El ayer era el tiempo cuando se construía el futuro en base a lo que necesitábamos ser como Pueblo (Afroecuatoriano, JM). El ayer, visto desde el ahora, es lo que dejamos de ser». Este es nuestro propio Ubuntu.
III
Claves de cimarronismo político
Son los poetas y cantores quienes mejor enfocan, por momento, el cimarronismo en su esencia política que fue (y es) la resistencia contra la opresión social y racial. Antonio Preciado economizando discurso e imágenes narra nuestra andadura: «vengo de andar de largo a largo, más de mis propios días, porque para llegar, si no me alcanzan, voy tomando prestadas las semanas». Está en su poema Dos solos de tambor de Kwame Bamba. O Bob Marley en Bufalo soldiers, cuenta una intensa realidad y sus resultados variables: Fighting on arrival, fighting for survival (luchando al llegar, luchando por sobrevivir). En el poema y en el canto se retrata de cuerpo entero al cimarrón histórico, mujer u hombre. Hoy en las Américas somos 150 millones de afrodescendientes con grandes desventajas económicas y sociales; más como votantes y menos como ciudadanos. Si se quisieran graficar los resultados políticos favorables para la Comunidad Negra americana se mostrarían picos altos y líneas prolongadas de caídas.
Este ‘andar de largo a largo’ podría ser caminar inútil o viaje hacia ninguna parte, por la opacidad (no invisiblidad) de las Comunidades Negras en los países de América y en el escenario real de la política. Se sabe que es el uso apropiado de la palabra y su conexión con la inmediata realidad lo que da energía magnética a la organización partidista, por supuesto la conducta del liderazgo y ese «vivir como se piensa y se dice». Después de todo el palabrerío, la diversidad étnico-cultural ni siquiera llega a expresión de deseos y sí a constatación discursiva del abigarrado mapa de gentes que somos, pero subordinada, en extremo, al pragmatismo de la organización partidista. Y la consecución de esos efectos prácticos, sin cuestionamientos morales, casi siempre responden a los «dueños» del partido. Ocurre en las izquierdas y en las derechas, con las brillantes excepciones.
El movimiento cimarrón de las Américas comenzó un día cualquiera cuando un esclavizado, mujer u hombre, perdida la esperanza de volver con los suyos, se motivó a la resistencia personal. Hay nombres que solo significan comunidades en rebeldías. Comenzando por Gaspar Nyanga (o Yanga) en México, Bayano en Panamá, Benkos Biojó en Colombia, Alonso de Illescas en Ecuador o Carlota en Cuba. En principio debió ser la sobrevivencia en libertad, luego la abolición de la esclavitud y el reconocimiento pleno de la ciudadanía, más adelante (y hasta ahora) la demolición ideológica del racismo y por estos días la completa e igual participación política en estos tiempos de progresismo. Y en esa dinámica ‘vamos tomando prestadas semanas’.
«Yo soy un negro del campo», es la definición de cimarronismo que hace Malcolm X en uno de sus memorables discursos, para algunas realidades americanas podría tener un valor práctico y para otras simbólico, este jazzman cree más bien que hay que asumir el Ubuntu como contenido filosófico del Buen Vivir.
El cimarronismo, filosófico y político, considera la libertad individual y comunitaria en continua renovación. La resistencia frente a cualquier sometimiento, que no sea al rumbo hacia la justicia social (en la largura de su significado), estorba esa plenitud de vivir o buen vivir (o Ubuntu). Desde nuestra ancestralidad retomamos saberes y conocimientos de abuelos y abuelas reunidos (no resumidos) en la Palabra (así en singular y mayúscula, por el valor político), del Abuelo Zenón, de pensadores y pensadoras de las Américas, de todo el liderazgo político afroamericano, en el caso de nuestro país, nadie, absolutamente nadie, queda por fuera de este legado.
La palabra bonita de poetas y cantores, mujeres y hombres, desde muy atrás hasta hoy expresan necesidades, realidades y propuestas, pero la estética de la oralidad nos dejó boquiabiertos y con poquita fe activamos nuestros esfuerzos colectivos, resultado: la política es para el otro. Ese ‘otro’ es el de la corbata, cosita simbólica para mostrarse como el mayordomo de la sociedad mayor (o su recadero), nos ve en términos de su territorio electoral para beneficio del poder bajo su representación. Mientras, de nuestra Comunidad Afroecuatoriana salieron cientos de organizaciones buscando Madre de Dios para el milagro de unas escuelitas en Playa de Oro o enfrentar el desarraigo por la minería. El relativo fracaso de nuestro liderazgo se debió al origen de formación de la protesta y la propuesta: delegación de la ejecución política en quienes aún nos creen en pintorescos o folklóricos individuos. Los cimarrones desde Antón y Alonso de Illescas hasta Juan García Salazar pasando por Martina Carrillo, Federico Lastra y Jaime Hurtado, debieron apenarse.
«Nos tragamos verde sus mentiras», versificadas y explicitas palabras de Antonio Preciado, para nosotros fue la verdad del ‘otro’. Nuestros poetas y decimeros, mujeres y hombres, han escrito y reescrito los Manifiestos del cimarronismo ahora obligatorios; hay que volver a leerlos con diferentes lecturas intencionales, con mentes y corazones disconformes para incorporarlos al «saco tan lleno de recuerdos» y afloren, cuando sea necesario, en estas andaduras revolucionarias. Devolvernos de sujetos pasivos de la vida política, en los países de las Américas, a narradores efectivos de nuestro porvenir es la esencia del cimarronismo del siglo XXI. En confirmar el axioma sartreano: «no nos convertimos en lo que somos sino mediante la negación íntima y radical de lo que han hecho de nosotros», Los condenados de la Tierra, pág. 12, prefacio de Jean Paul Sartre, editorial Último Recurso, 2007.
Por este miércoles, el axê imprescindible del Abuelo Zenón: «creo que una de las debilidades más grandes que tenemos como pueblo afroecuatoriano es que hacemos verdad de todo lo que el ‘otro’ nos muestra como verdad».
IV
Ubuntu: el arma del oprimido
Para este jazzman la frase fue un crossover, una cosa gráfica de impacto. » La Conciencia Negra es una actitud del espíritu y una manera de vivir, la más positiva, que debe emanar siempre del mundo negro. Su esencia es la realización por el hombre negro de la necesidad de unirse con sus hermanos en torno a la causa de su opresión -el color de su piel- y actuar en grupo para liberarse de las cadenas que los atan a la servidumbre perpetua» . Su autor Steven Bantu Biko, nacido en Sudáfrica, en diciembre de 1946, activista político y periodista y asesinado en una comisaría de policía. Su eliminación física fue corrientazo cultural mundial, muchos artistas le dedicaron canciones hasta convertirlo en símbolo combativo contra cualquier injusticia. Richard Attenborough, director de cine británico, mostró un chin de su vida a través de la mirada del periodista Donald Woods, el filme se titula Cry Freedom (Grita libertad). Denzel Washington interpreta a S. Biko.
No conseguí la película, pero sí más frases suyas, todas dichas para molestar conciencias sumisas o para aproximarse al vivir bien. Stephen Lundin y Bob Nelson son escritores motivacionales, enfatizan el trabajo en equipo, si se quiere sus textos caen en la clasificación de ‘autoayuda’. Ambos tienen un libro, de pocas páginas, titulado Ubuntu, advierten que «Ubuntu no puede entenderse simplemente como otra iniciativa de gerencia. Debemos tener claro que Ubuntu es una filosofía con un enorme potencial para mejorar la vida». La vida individual se activa en la comunidad.
Las líneas antes del prefacio, denuncian la esencia de sus reflexiones, citando a Steve Biko: «Creemos que, a la larga, la contribución especial que África hará al mundo estará en el campo de las relaciones humanas. Las grandes potencias mundiales pueden haber hecho maravillas dándole al mundo una apariencia industrial y militar, pero el gran regalo vendrá de África, que dará al mundo un rostro más humano». Su visión tiene el prodigio de la exactitud. El fracaso del eurocentrismo filosófico exteriorizado en el racismo habitual e histórico, en la prolongada opresión económica y militar de naciones y en la ascendente (o descendente) curva monótona de sus relaciones políticas con el aún llamado Tercer Mundo.
El Ubuntu es filosofía de liberación, porque no predispone niveles de privilegios; no instala, bajo engañosa simulación, grupos sociales y culturales dominantes; ni propone la individualidad como un fin sí mismo, tampoco la niega, solo la hace más útil con sus talentos potenciales al fin bienhechor de la comunidad. La definición de libertad en el Ubuntu solo se comprende mejor en relación con otras personas, por ejemplo, cuánta libertad se destina a liberarlas de lo que sea que las oprime; por qué la libertad de un individuo brilla más si incorpora cooperativamente lumbres de otras personas. «El arma más poderosa del opresor es el espíritu del oprimido», así lo resumió Steven Biko.
V
La cultura, primera clave de cimarronismo
De cimarronismo en política. Es comenzar por el principio de cualquier formación, la que sea y más aún si es el necesario background político. La política en su esencia es expresión cultural del pueblo que la gestiona; y no al revés. Sin embargo, el ejercicio político no está libre de los avatares de la historia, los procesos de dominación social (y cultural) y el intento de perpetuación de las desigualdades económicas (el capitalismo y sus reacomodos ideológicos). El objetivo principal de toda operación política es el poder para mejorar unas condiciones de vida que se consideran muy desfavorables, opresivas y desventajosas para una comunidad. Es redundancia obligatoria, para que se entienda que a la Comunidad Afroecuatoriana le sirve muy poco su relativa pasividad en este tema («ser verbo o sustantivo» no es solo un dilema de Ricardo Arjona). Nicolás Maquiavelo y Karl Marx casi agotan el tema: «la política no es el lugar de los debilitados». (No es textual sino interpretativa). O sí, pero devolviéndose de víctima a combativo oponente.
Los Pueblos Negros de las Américas han resistido de todas las maneras posibles, han sido la costilla de Adán del grupo dominante o sea su invento a imagen y desemejanza, en las veredas han aplaudido y agitado banderitas al próximo líder que los dejará en el mismo lugar (no como estatua de sal, más bien salados), uno que otro (u otra) fue visibilizado a control cercano y más nada. Los números negativos de las investigaciones socioeconómicas retratan mejor lo dicho. Algo cambia para bien en esta marea progresista, por eso es esta la oportunidad de pasar de la resistencia (y la persistencia) a la existencia para que la negritud ecuatoriana (por dentro de la diversidad que somos) sea motivo y activo político autónomo en la realidad ecuatoriana.
Este jazzman propone estas cinco claves de cimarronismo: cultura, política, filosofía, historia y el acervo comunitario. Hablar de cinco no es lindero dogmático o quizás se podrían reducir, no sé, si alguien quiere debatir sobre estas líneas que sea mediante acciones. Ahorrando bla, bla, bla, con las líneas del hermano Imamu Amiri Baraka (1934-2014): «Por cultura quiero decir cualquier forma o conjunto de historia humana presente en los hábitos conscientes o inconscientes de los pueblos», en Lenguaje expresivo: habla, poder y cultura. Pensar y actuar en política en el Ecuador progresista del siglo XXI, en este ámbito constitucional y con la formulación aceptada de Buen Vivir (para nuestra Comunidad Afroecuatoriana enmarcada en el Ubuntu renacido en América) es fundamental nuestra Cultura.
En las comunidades negras de las Américas no se ignora el carácter épico de su travesía por la esclavización, el ninguneo de sus derechos políticos en las repúblicas poscoloniales y el aniquilamiento cultural (también físico) en el capitalismo y en su versión más despiadada, el neoliberalismo. De ahí nuestro movimiento político.
Asociaciones culturales, como Casa Ochún (Quito), mantienen viva la cultura afroecuatoriana. Foto: Casa Ochún.
VI
Dos cimarrones en la 125th Street
Malcolm X y el Abuelo Zenón se tropezaron delante del teatro Apollo, en la 125th Street, al principio dudaron, pero cada uno observó en el otro las huellas originales de Kwame Bamba, que según el Poeta es «antiguo caminante que anda y anda». Más que la casualidad de un encuentro fue el cumplimiento de unos pálpitos certeros e ineludibles. Se saludaron sin las dudas preliminares de la naciente amistad y en el próximo bar animaron el conversatorio. Era otoño de 1964, la garúa puntual de esos días no fastidiaba a los transeúntes y las vidrieras ofrecían nítida la sencilla estética de los matices de la tarde. Ambos de la nación africana de la diáspora y ambos se decían «negros del campo» o sea cimarrones. Confirmada la coincidencia se inició el nkame (parla de las autoridades mayores).
«Una raza humana es como un individuo, hasta que no use su propio talento, se enorgullezca de su propia historia, exprese su propia cultura y reafirme su propia existencia, nunca podrá realizarse», avanzó Malcolm X. El Abuelo Zenón bebió su café y susurró: «Mucho de lo que ahora nos afecta como pueblo, tiene que ver con lo que hemos aprendido de los otros, de los que se benefician de nuestras decisiones y de nuestros entendidos». Malcolm X asintió y continuó la rima: «los afroamericanos tenemos que unirnos y trabajar juntos. Tenemos que sentirnos orgullosos de la Comunidad Afroamericana, porque es nuestro hogar y nuestra fuerza».
El Abuelo Zenón observó a un pensativo Malcolm X, le dio un golpecito en el hombro y con su tono bajito dijo: «cuando la voz de los mayores cuestiona la certeza del presente, entonces las nuevas generaciones tienen que echar una mirada al camino recorrido para medir lo andado y para corregir el rumbo que llevamos si fuera necesario». Malcolm X escuchó unos largos minutos, sonrió y elevó un poco la voz: «cuando nos unimos tenemos un ritmo totalmente nuestro. Tenemos un ritmo que nadie puede marcar más que nosotros, porque tenemos una razón para marcarlo que nadie puede entender, salvo nosotros». Sonrieron por la combativa sintonía cimarrona y la memoria colectiva distribuida en el territorio imaginario que iba de Harlem a Playa de Oro.
Alguien activó en la victrola un tema de B. B. King, se dejaron llevar por voz y guitarra, fueron y volvieron de sus geografías de blues y chigualos. «En el tiempo de los mayores, las leyes para el uso compartido de los recursos de la montaña madre y de las aguas no estaban escritas, pero tampoco eran enunciados que nadie obedecía. La racionalidad era una ley que ordenaba, usar lo necesario de aquello que es propiedad colectiva. Esa misma ley mandaba a cuidar lo que es de todos, porque a todos nos sirve». A Malcolm X le brillaron los ojos y confesó: «esta generación, especialmente la de nuestro pueblo, carga con un gran peso, más que en cualquier otro momento de la historia. Lo más importante que podemos aprender a hacer hoy día es pensar por cuenta propia».
VII
Fanon, Zenón y el pendejismo revolucionario
El pendejismo revolucionario no comprende que la palabra es también un acto. Esta es una tesis incontestable, aplicada a la historia en general o a épocas de la historia en las que cualquier acción política viene de la Palabra en estado de ebullición. El preludio de esta jam-session es un remake de unas líneas leninistas, publicadas en el tomo 1, p. 280, de las Obras Completas de Lenin, editorial Progreso, 1961. No solo la calle debe calentarse pisando fuerte y con decisión, también hay que soltar la Palabra para que con su marimbeo critique y fortalezca los procesos progresistas latinoamericanos. El pasado 20 de julio, Frantz Fanon cumplió 90 años como ánima bendita en Playa de Oro o en San José del Cachaví y por acá no supimos.
Si fue así, entonces debió encontrarse con el Abuelo Zenón. Bebieron un café arábigo natural resultado de las ciencias agroecológicas del viejo cimarrón, ambos lo toman pausado y sin conversación, porque así manda el antiguo arte etíope del disfrute. Y después la palabra suelta. Este jazzman les hubiera pedido: «hablen sobre la resistencia en el siglo XXI y en tiempos de Gobiernos progresistas que tienen proyectos revolucionarios con diferentes apelativos: ciudadana, bolivariana y comunitaria». La resistencia es un ejercicio de emancipación del intelecto, de revolucionarismo individual y colectivo, de ponerle fecha de caducidad al entundamiento colonial y archivar el pendejismo para otros tiempos mejores, apunto.
Fanon devolviendo la taza vacía: «El colonialismo, que no ha matizado sus esfuerzos, no ha dejado de afirmar que el negro es un salvaje y el negro no era para él ni el angolano ni el nigeriano. Hablaba del Negro». También del Negro de Esmeraldas, Salvador de Bahía, Caracas o La Habana, interludio nuestro. El Abuelo Zenón baja el tono y como si se fuera una dolorosa confesión: «Aquello que ahora somos como pueblo es lo que nunca quisimos ser, porque lo que ahora somos no depende solamente de nuestra voluntad de ser». El silencio también tiene lenguaje y sabiduría, por eso la palabra continúa narrando más allá de su sonoridad temporal.
25 de julio de 1851, el Decreto Presidencial de José María Urbina proclamó la manumisión de los esclavos y fue legalizada el 27 de septiembre de 1852, en la Asamblea Nacional, con votación cicatera: 19 a 17. A partir del 6 de marzo de 1854 sería abolida. Nadie lo festejó en aquellos años y nadie jamás lo ha festejado hasta hoy, porque las penas fueron de los desencadenados y la platita de los capitalistas del trabajo sin fin ni reposo. «Ahora somos lo que las leyes de los Estados nos ordenan y nos mandan que seamos», concluye la explicación el Abuelo Zenón.
Fanon habla para un imaginario auditorio de millones de afroamericanos, de las tres Américas, hay calor callejero en sus palabras errantes: «cada generación, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla».
Este contrapunteo cimarrónico de geografías con anhelos parecidos, de imaginaria aproximación de estas dos orillas emparentadas en sangre e historia; contrapunteo de circunstancias parecidas y distintas, pero acercadas por el destino de los procesos de decolonización en este andarele del progresismo latinoamericano. Frantz Fanon, doctor de la mente y el pensamiento. El Abuelo Zenón, doctor de la sabiduría y la Palabra combativa recobrada como fuerza ancestral. Los dos preocupados por la liberación integral de individuos y comunidades; los dos ocupados en darle contenido al nkame (parla cultural) de los pueblos de la diáspora; los dos, como en el poema de Nicolás Guillén, mostrando dañinas sombras que, por ahora, solo ellos ven.
Playa de Oro, buen lugar para esta conversa porque hay tanta ánima bendita por ahí aportando para el pueblo afroecuatoriano. El Abuelo Zenón: «referirse al ayer es importante, porque para nosotros es el tiempo cuando nuestros mayores sembraron aquí, en estos territorios del norte de Esmeraldas, las raíces culturales de lo que somos ahora como pueblo afroecuatoriano». Fanon escucha con atención, la cumbamba reposando en su mano izquierda, asiente y complementa: «en los países subdesarrollados, las generaciones anteriores han resistido la erosión realizada por el colonialismo y, al mismo tiempo, han preparado la maduración de las luchas actuales».
El Abuelo Zenón, decir pausado, habla de las luchas anticolonialistas de la gente negra de Playa de Oro, de los guerreros mandingas (aclara que ese calificativo no es suyo), del apoyo a los próceres independentistas, del absoluto e intencionado olvido de los historiadores de la sociedad mayor. Escuchándolo Fanon se emociona y deja ir en borbollón la Palabra: «nuestra misión histórica, para nosotros que hemos tomado la decisión de romper las riendas del colonialismo, es ordenar todas las rebeldías, todos los actos desesperados, todas las tentativas abortadas o ahogadas en sangre».
Fanon debió adaptar su parla entusiasta a las pausas reflexivas del Abuelo Zenón, se devuelven al café recién colado y caliente. El Abuelo lo aprovecha con un punto menor de azúcar y no permite que se enfríe. Sus palabras son café cimarrón, sin dudas: «lo que ahora somos como pueblo es lo que nunca quisimos ser, porque lo que ahora somos no depende solamente de nuestra voluntad de ser. Ahora somos lo que las leyes de los Estados nos ordenan y nos mandan que seamos». Fanon se levanta de su mecedora da unos pasos y comenta: «hay que reconocer que el partido político que moviliza al pueblo no se preocupa mucho por este problema de legitimidad».
Este jazzman recuerda que eso de reconocimiento, justicia y desarrollo, es algo parecido a la onda del niño Bambero enfrentando al gigante de las siete leguas. El Abuelo declara su insatisfacción: «El ayer debe ser entendido como el tiempo cuando nuestros ancestros anclaron el derecho que reclamamos ahora».
*Nota de Rebelión: Véase la nota sobre Juan García Zalazar, «el obrero del proceso» : http://www.rebelion.org/noticia.php?id=223991
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.