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El Covid-19 en un mundo multipolar

Fuentes: Rebelión

Mientras el gigante asiático despliega su solidaridad con los pueblos del mundo, al igual que Cuba y Rusia, para contrarrestar los mortíferos efectos del Covid-19, Estados Unidos, por boca de Trump, muestra sus fauces guerreristas de agresión y opresión.

Habiéndose convertido Estados Unidos en el epicentro mundial de la pandemia del Covid-19 con más de 630 mil contagios, 40 mil fallecidos y más de 22 millones de desempleados sólo en la primera quincena de abril – el presidente norteamericano desde un principio la desdeñó y aseveró sarcásticamente que era un “invento chino”. Más adelante acusó a la OMS de ser “Chinacentric”, es decir, “pro-China”, y terminó por suspender su financiamiento (alrededor de 553 millones de dólares o 14% del financiamiento total de esa organización) por el hecho de, según el magnate, “no tener una respuesta correcta ante la pandemia del Coronavirus 19” (véase Sputnik del 04 de abril de 2020).

Es evidente que esta acción está encaminada a reavivar su agresión contra el gigante asiático que en el campo sanitario de la epidemia la ha controlado y contrarrestado exitosamente, al mismo tiempo que a atemperar la caída de Trump en los sondeos electorales de los comicios de noviembre próximo. Incluso llegó al descaro de acusar a China de ser la responsable del estallido de la pandemia (Sputnik, 18 de abril de 2020).

La catástrofe sanitaria que azota al mundo, conocida como Covid-19, es un genuino producto del carácter furiosamente destructivo del capitalismo y el imperialismo que no solamente la paga la humanidad, sino todos los trabajadores del planeta. A principios de la década de los noventa, el sistema capitalista presenció y celebró la caída de la Unión Soviética y del bloque socialista que había florecido con la Revolución Rusa de 1917. A partir de allí, ideólogos circunscritos fanáticamente a las doctrinas de derecha y conservadoras que sostienen la falsa tesis de la “eternidad” del modo de producción capitalista, hipostasiaron que, después de ese acontecimiento histórico, lo único que iba a prevalecer en las relaciones internacionales era el “unilateralismo” del imperialismo norteamericano y de los imperialismos menores a él subordinados como los europeos, principalmente Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y España, entre otros (para este concepto véase: Reisman, M. (2000) “Unilateral Action and the Transformation of the World Constitutive Process: The Special problem of Humanitarian Intervention”, en European Journal of International Law, , vol.11.

Se erigieron eslóganes proclives a esas doctrinas como el “fin de la historia“, la globalización, el surgimiento de una “nueva economía” y el “capitalismo cognitivo”, en Estados Unidos; y la racista y xenófoba tesis del “choque de civilizaciones” que borraba de un plumazo la lucha de clases, la existencia del imperialismo, de la dependencia, del subdesarrollo y el colonialismo, así como las contradicciones propias del sistema capitalista global. Pareció entonces erigirse un unilateralismo hegemónico cimentado y expresado en los poderes supranacionales controlados por Estados Unidos como la misma ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el GATT y más tarde la OMC; la OEA, la OTAN, así como la instalación y expansión de 800 bases militares de ese país por todo el planeta, especialmente en América Latina y el Caribe que los considera como su “patio trasero” donde ejerce funciones de dominación y extracción-apropiación-despojo de materias primas y de recursos naturales. Desafortunadamente la falsa idea del unilateralismo y de otros adjetivos quiméricos y mefistofélicos que lo acompañan (como el “american way of life”, el “american dream” y el actual “America first”) empañaron y compenetraron las ideas, las academias y sus investigaciones así como muchos de los contenidos temáticos, de los métodos y de las ciencias sociales y humanas. Se aceptó, de este modo, acríticamente y sin mediaciones, las ideas de la globalización (sin definir qué se entiende por esta); el fin de la historia y el advenimiento de la sociedad post-industrial y protocapitalista como único -ser-tener-poseer- existente en el mundo, así como la ausencia de alternativas superiores a ese tipo de sociedad que no hicieron otra cosa más que cultivar y sellar la apatía, el derrotismo, el conformismo y la resignación en grandes masas de la humanidad y del proletariado que imposibilitaba revolucionar y superar el orden capitalista que se impuso a sangre y fuego como el “único orden superior humano”.

Lenin definía la dialéctica como la ciencia de las contradicciones en la esencia misma de la materia y Marx, por su parte, sostenía que las contradicciones no se pueden de ningún modo frenar o desaparecer por encanto divino o por la mera voluntad humana, sino que deben encontrar y/o construir, mediante la lucha de clases y las constantes crisis del capitalismo, sus cauces para su pleno desenvolvimiento y resolución que puede ser positiva o negativa; es decir, posibilitar superar una situación o hecho histórico o, bien, exacerbarlos hasta límites degenerativos como la actual pandemia mundial del Covid-19 cuyo epicentro es Estados Unidos, es decir, el país que fue considerado y ponderado como el más desarrollado del capitalismo avanzado desde el periodo de la segunda post-guerra del Siglo XX.

A partir de la década de los noventa y la del 2000, nuevos poderes geopolíticos y estratégicos se fueron constituyendo competitivamente al del imperialismo estadunidense en China, Rusia, y en otros como Irán, India y Corea del Norte superando, en la práctica y en la teoría, el principio ideológico y político del unilateralismo: surgía con fuerza, de este modo, el concepto geopolítico del mundo multipolar y el multilateralismo en el ámbito de las relaciones y el comercio internacionales que paulatinamente comenzaron a desafiar al imperialismo (unilateralista) que había sido proclamado desde la época de Reagan con su guerra de las galaxias y la imposición del neoliberalismo prácticamente en todo el mundo; con mucha fuerza en la Gran Bretaña de la Dama de Hierro, Margaret Thatcher. Las demás administraciones norteamericanas y europeas no hicieron otra cosa que recrear esa doctrina imperialista y supremacista retomada con fuerza y esquizoidemente por Trump bajo el lema del “America first” y bajo un presunto y agresivo proteccionismo frente a las demás potencias en disputa.

Por ello, Trump, y con él la mayor parte de su séquito gobernante y de las fracciones de sus clases burguesas y guerreristas, se niegan a reconocer que el mundo actual es multipolar y diverso ya muy distante del que se conoció en la época de la posguerra y de la guerra fría; que por más que el representante de la Casa Blanca y sus halcones con sus políticas proteccionistas y agresivas intenten destruir o dominar a naciones soberanas como Irán, Venezuela o Corea del Norte mediante lo que sus thinks tanks autodenomina «sanciones» y hasta con amenazas de intervención militar, la realidad les rebela con crudeza que Estados Unidos, como centro del imperialismo mundial, viene experimentando una grave crisis de legitimidad y de hegemonía-supremacista que se ha pronunciado y profundizado hasta convertirse en el epicentro de la pandemia mundial del coronavirus y que, con todo su poderío bélico, tecnológico  y financiero, es incapaz de controlar y ya no se diga superar, como justamente lo ha hecho China, Rusia y, Venezuela que acusa el nivel más bajo de letalidad a nivel mundial a pesar del bloqueo —aéreo, marítimo, comercial y financiero— de las llamadas sanciones y de las constantes amenazas que ha perpetrado el imperialismo norteamericano contra la nación sudamericana, contando incluso con el apoyo incondicional de los gobiernos de ultraderecha de Brasil y Colombia y del llamado «Grupo de Lima» erigido y comandado por Washington.

El mundo post-pandemia, en el mediano plazo, es decir, en uno o dos quinquenios, podrá no llegar a ser socialista —sistema que, por otro lado, sólo lo constituirá el proletariado revolucionario y las demás clases oprimidas de la caduca sociedad capitalista-burguesa—  pero tampoco será más unilateral, sino multipolar en el que tendrán que disputar su hegemonía y/o supremacía las grandes potencias del orbe en un contexto macro-histórico de decadencia del imperialismo norteamericano y de crisis permanente del modo de producción capitalista universal.