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El dedo en la llaga de las Fuerzas Armadas

Fuentes: El Siglo

El ex comandante en Jefe del Ejército, general retirado Juan Emilio Cheyre, en improvisadas declaraciones a una radio denunció el rol de la derecha en la incitación al desencadenamiento del golpe de Estado de 1973. En sus declaraciones profirió además una vorágine de descalificaciones sobre otras instituciones y personas tanto en el período del golpe […]

El ex comandante en Jefe del Ejército, general retirado Juan Emilio Cheyre, en improvisadas declaraciones a una radio denunció el rol de la derecha en la incitación al desencadenamiento del golpe de Estado de 1973.

En sus declaraciones profirió además una vorágine de descalificaciones sobre otras instituciones y personas tanto en el período del golpe como en la actualidad, todo ello vinculado a la salida del Ejército del Comandante de la Guarnición de Santiago, Gonzalo Santelices.

La alteración que mostró el ex comandante en Jefe del Ejército al referirse al caso, no debe ser ajena por cierto, al hecho que haya sido él quién lo propuso para acceder al generalato. ¿Conocía Cheyre la grave e innoble participación de su promovido en los hechos que hoy el país entero conoce? Si así fuese, su corresponsabilidad por lo ocurrido es insoslayable. Si no, tampoco su responsabilidad queda a salvo.

El drama de Cheyre es el de muchos integrantes de las FF.AA. que sirvieron durante el período de la dictadura. Fueron parte de la conversión de organismos que se entiende deben servir a la nación en aparatos que actuaron al servicio de los intereses extranjeros que impulsaron el golpe de estado junto a sectores del gran capital interno cuyos privilegios eran afectados por el Gobierno Popular.

El episodio y su guerra de acusaciones, no hacen más que develar el profundo daño que la dictadura de Pinochet provocó a las Fuerzas Armadas al convertirlas en un instrumento de grupos minoritarios en defensa de cuyos intereses cometieron innumerables crímenes de lesa humanidad que sin duda es una mancha que los afectará por mucho tiempo.

Claro que, si Cheyre dice que se vive en la mentira, tiene razón en buena medida. Pero, cabe también cuestionarse si el ocultamiento de información sobre los crímenes cometidos -no hay que olvidar que en la llamada Mesa de Diálogo se entregó información no solo insuficiente sino en muchos casos falsa y que aún hoy se guarda información que serviría para aclarar los casos pendientes- y aún la persistencia de lazos políticos con la misma derecha que los llevo a la situación que hoy enfrentan ¿no son parte de la misma mentira?

La forma en que Santelices hizo efectiva su ineludible renuncia, el tono y las palabras del general Izurieta al aceptar su dimisión, su entrevista en «El Mercurio» del domingo pasado y la campaña de apoyo de la Derecha, dejaron en claro el problema de fondo:

¿En qué medida se han modificado las estructuras clasistas e ideológicas de la oficialidad del Ejército que le permitieron sustentar la dictadura? ¿Son las Fuerzas Armadas las únicas responsables de las violaciones a los derechos humanos?

Fue en ese momento, que sacó la voz el ex Comandante en Jefe del Ejército, durante la administración del Ricardo Lagos, general Juan Emilio Cheyre, con el claro propósito de apuntalar a su camarada de armas, Gonzalo Santelices, promovido al generalato durante su gestión y con su entusiasta apoyo.

Habitualmente calmado, ahora fue perdiendo la compostura a medida que aumentaba la polémica y en una «Carta Abierta» señaló que se debería legislar para «regularizar» las situaciones y responsabilidades, en los casos de Derechos Humanos. Sostuvo que los civiles «comprometidos» con los hechos previos al 73, también, al igual que los militares, quedaran inhabilitados para ocupar cargos de importancia dentro del aparato del Estado. Propuesta que recibió unánime rechazo en todo el espectro político.

No conforme con la andanada de críticas que recibió tras la publicación de este primer documento, Cheyre decidió precisar más aún el tenor de sus declaraciones.

Insistió en atribuir la responsabilidad en el Golpe de 1973 a una serie de organismos del Estado, así como a la izquierda y derecha chilenas por igual.

A estos últimos, sin embargo dio el título de «padres fundadores» de la crisis que desembocó en el 11 de septiembre, provocando indignación en una parte de la derecha, solidaridad de aquella más ligada al mundo castrence y un paso al lado por parte del Gobierno, que se apuró en declarar que las relaciones con las Fuerzas Armadas las lleva por los conductos oficiales y no con ex uniformados «cualquiera que sea», señaló el vocero de Gobierno Francisco Vidal.