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El desafío de Roque Dalton

Fuentes: Revista Sudestada/Espai Marx

A los treinta años de su asesinato, Roque Dalton sigue desafiando. El desafío mayor es determinar la verdadera naturaleza de su legado. ¿Cuál es y qué hacemos con él?. Hay muchos peligros que tenemos que afrontar en nuestra tarea. Por un lado, Roque puede fungir sólo como figura invocada dentro de la agitación política -un […]

A los treinta años de su asesinato, Roque Dalton sigue desafiando. El desafío mayor es determinar la verdadera naturaleza de su legado. ¿Cuál es y qué hacemos con él?.

Hay muchos peligros que tenemos que afrontar en nuestra tarea. Por un lado, Roque puede fungir sólo como figura invocada dentro de la agitación política -un nombre para ser blandido en vez de un autor para ser leído-. Por otro, Roque puede ser asimilado por la maquinaria de la cultura institucionalizada como piedra angular de un incipiente canon literario centroamericano. Sí, Roque pertenece ahora al canon, pero resistiría hasta más no poder el ser convertido en «monumento».

Para las dos tendencias señaladas, es fundamental la condición de Roque como asesinado. Su asesinato la derecha para socavar a la izquierda. Otro peligro que enfrentamos es el de «Roque como leyenda». Roque circula por la imaginación colectiva de manera rocambolesca. Es cierto que su vida estuvo llena de percances insólitos. Pero esa condición de «leyenda» puede fomentar la tendencia de convertirlo en simple materia prima de divertidas anécdotas en cocteles de intelectuales y académicos.

El Roque «legendario» también puede traducirse en una especie de ícono «pop». Roque no puede sino ser un imán para la juventud. Pero en los tiempos que corren, es fácil imaginarlo asimilado como «roquero» por ciertos sectores -«rebelde sin causa», dionisíaco y graciosísimo-. Roque sí era rebelde, pero tenía una causa en la que creía con toda su alma.

Al hablar de la inserción de Roque en el canon, es imposible esquivar el circuito institucional de la academia. La forma en que la obra de Roque circula ahora, y probablemente en el futuro, también implica peligros. Esos peligros tienen su especificidad, de acuerdo al contexto nacional. Roque merece ser estudiado desde la perspectiva estética como el espléndido escritor que era. Pero habrá una tendencia de tratar de poner entre corchetes el insoslayable hecho de que Roque era marxista-leninista y que creía que la lucha armada era la única solución para resolver los terribles problemas de Latinoamérica. Su pensamiento revolucionario se tratará como una especie de «bulto vergonzoso» que habrá que tapar, así como escondemos el fascismo de Pound.

O bien, se invertirán muchos esfuerzos en mostrar que la efervescencia poética de Roque desestabiliza aspectos «monolíticos» del discurso marxista omnipresente en su obra. Incluso, el «verdadero Roque» terminará siendo un Roque posmoderno, rebosante de escepticismo respecto a las «grandes narrativas». Resumiendo, intentar extirpar el sistema ideológico que informa gran parte de la obra de Roque Dalton sería como tratar de hacerlo con el catolicismo de Dante al estudiar La Divina Comedia.

Esto me lleva a abordar, justamente, todo el legado político de Roque. ¿Qué hacemos con todo el problema del compromiso? En este momento que se define a maza y martillo como «posmoderno», y por tanto incrédulo, hablar del compromiso del intelectual respecto a la sociedad puede sonar arcaico o hasta pintoresco. ¿Y qué hacemos con la ferviente defensa de la lucha armada? Éste es otro factor que amenaza con poner en tela de juicio la actualidad de Roque.

Aquí reside, para mí, el desafío mayor de nuestro autor. Roque preconizaba la lucha armada como el único modo de lograr el cambio en el momento en que él vivió. El Salvador nunca iba a cambiar por la vía pacífica. La Historia, creo, le dio la razón, si bien es cierto que no se logró la Revolución que él hubiera querido.

¿Qué diría Roque sobre nuestro presente? ¿Sería posible «trasponer», o «traducir», su concepto de la Revolución o su noción del compromiso al contexto de 2006? Este es un deber de la izquierda, y no sólo de la salvadoreña. La inteligencia política de Roque era enorme, y dentro de sus planteamientos teóricos están las herramientas para un aggiornamento continuo. Un libro rojo para Lenin, por ejemplo, es una obra política-poética que aboga a favor de una constante revisión analítica del momento histórico y en contra de cualquier fosilización de los planteamientos teóricos.

La obra ensayística de Roque sobre el cambio revolucionario es fundamental, pero su aporte teórico queda cristalizado más aún en su obra poética. No se accede a ese aporte sin un esfuerzo perspicaz y concienzudo. Roque rechazaba la voz de «vate» de Pablo Neruda, plasmada ésta en majestuosos himnos dirigidos a las clases oprimidas, favoreciendo, en cambio, una poesía «pensante» que ayudara a cultivar una dúctil inteligencia crítica en sus lectores.

Hace falta hoy, justamente, movilizar el tipo de inteligencia que Roque quería cultivar en nosotros para captar el legado político vigente en su obra. Roque define su objetivo en Un libro rojo para Lenin la «vivificación poética [del] pensamiento revolucionario» del gran arquitecto de la Revolución soviética. Nuestro deber es el de realizar la «vivificación revolucionaria del pensamiento poético» de Roque.

James Iffland,profesor de literatura española y Latinoamericana de la Universidad de Boston. Es autor de Quevedo and the Grotesque (1978 y 1982), Ensayos sobre la poesía revolucionaria de Centroamérica (1994) y De fiestas y aguafiestas: risa, locura e ideología en Cervantes y Avellaneda (1999). Trabaja actualmente en un estudio global de la obra de Roque Dalton.

(Texto extraído de Revista Sudestada).

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