Ver la mano derecha del presidente ecuatoriano Rafael Correa embarrada completamente con desechos petroleros diseminados en la amazonía de ese país andino por la transnacional Chevron, resultó una demoledora denuncia contra los desastres ocasionados por esa compañía estadounidense. Nuevamente ha quedado demostrado que una imagen vale más que mil palabras para revelar al mundo la […]
Ver la mano derecha del presidente ecuatoriano Rafael Correa embarrada completamente con desechos petroleros diseminados en la amazonía de ese país andino por la transnacional Chevron, resultó una demoledora denuncia contra los desastres ocasionados por esa compañía estadounidense.
Nuevamente ha quedado demostrado que una imagen vale más que mil palabras para revelar al mundo la verdadera realidad de un hecho.
El presidente viajó a la selva amazónica junto con un equipo de periodistas para que conocieran de primera mano el desastre ambiental, ecológico, económico y humano que provocó la antigua compañía Texaco, adquirida por Chevron en 2001.
Desde 1964 la compañía comenzó a buscar petróleo en la provincia de Sucumbíos junto con la también trasnacional Gulf y los estudios in situ realizados por varios especialistas indicaron que en esa región ocurrió una de las peores catástrofes ambientales en la historia de la humanidad.
En 1967, la Texaco encontró el primer yacimiento conocido como Lago Agrio 1, y años después, el Estado ecuatoriano, que seguía todas las directivas provenientes de Washington, formó parte del consorcio. Para 1990, la compañía dejó de operar, aunque continuó siendo parte de la asociación. Durante los años de indiscriminada explotación, Texaco derramó más de 64 340 000 de litros de petróleo crudo además de 68 130 000 litros de aguas de formación, las que brotan de la tierra con petróleo, contaminadas con hidrocarburos tóxicos y en 2008 una comisión estableció que los daños ocasionados fueron del orden de los 27 000 millones de dólares.
La Chevron hizo caso omiso a las denuncias. Ni tan siquiera evaluaron el informe realizado en 2009 por la activista norteamericana Kerry Kennedy que tras investigar las zonas afectadas reveló: «Bajo el manto de nubes, la selva es una maraña de manchas negras de petróleo, fango purulento y tuberías oxidadas. El humo brota del suelo, arrojando vapores al aire que queman la garganta. Las aguas residuales de estanques sin encofrar se traspasan a las aguas subterráneas y transitan a los ríos y los arroyos, donde los nativos toman agua, pescan y se bañan».
El documento de Kennedy subraya que la Texaco construyó más de 900 fosos de fango de petróleo, muchos del tamaño de piscinas olímpicas, sin revestir la tierra, es decir, no se colocó ningún concreto para proteger el suelo y el veneno se escurrió al agua subterránea.
«Yo había escuchado durante años sobre el Chernobyl de Chevron en la Amazonía, pero nada me había preparado para el horror del que fui testigo», puntualizó la experta en Medio Ambiente.
La contaminación recayó sobre la población, que ha presentado en sus demandas, numerosos casos de malformaciones congénitas, cáncer y enfermedades a la piel.
A principios de noviembre de 1993 dio inicio, en el tribunal de la corte Federal del distrito de Nueva York, el juicio contra la petrolera y desde entonces sus demandantes han sufrido todo tipo de reclamaciones y presiones por parte de Chevron para tratar de revertir las acusaciones y que sea Ecuador quien pague por los daños ecológicos ocasionados.
Demandas y contra demandas se extendieron por nueve años y en 2002 esa corte determinó que como los hechos ocurrieron en Ecuador y al ser la justicia de ese país capaz de conocer el caso y juzgar en derecho, el proceso debía proseguir en Quito.
La petrolera aceptó ya que en Ecuador gobernaba en aquel momento Gustavo Noboa, quien había llegado al poder en enero de 2000 tras ser derrocado Jamil Mahuad por grandes manifestaciones populares.
El gobierno de Noboa se caracterizó por adoptar medidas neoliberales y de privatización de la economía, con la anuencia del Fondo Monetario Internacional. La Chevron se sentía entonces, segura con ese gobierno prooccidental. En 2012, la Corte Superior de Sucumbíos, ciudad de Nueva Loja, en la Amazonía halló culpable a la transnacional por el desastre y por el daño ambiental causado y le ordenó pagar 19 000 millones de dólares como indemnización a los pobladores y gasto de limpieza, pero la transnacional se negó a abonarlo e impuso otra demanda en el tribunal de Nueva York y de La Haya.
La Chevron es la segunda peor compañía en el mundo por su ataque al medio ambiente, y ahora trata por todos los medios de ser exonerada de pagos. A su favor cuenta con abundante capital para comprar a jueces y políticos corruptos e influencia política en los centros financieros occidentales.
Como se sabe, las transnacionales son una parte del poder de Estados Unidos cuando operan en otros territorios y también tienen muy buenos amigos y empleados en la Administración norteamericana que actúan en su defensa.
Por citar solo dos de sus aliados más poderosos: la ex jefa del Departamento de Estado, Condoleeza Rice, fue directora de la compañía en los años 90, y Dick Cheney, ex vicepresidente de George W. Bush, actuó como director de Halliburton, una empresa que tiene contratos por cientos de millones de dólares con la Chevron.
En sus ansias de saqueo y enriquecimiento, las transnacionales han destruido enormes extensiones de terreno en América Latina.
Un informe publicado en 2005 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), mostró que «entre 1990 y 2000 se deforestaron 467 000 km2 en Latinoamérica para destinarlos a la agroindustria, explotaciones mineras, o plantas de celulosa o hidroeléctricas entre otras, y ya en 2005 la deforestación de la Amazonía brasileña era de unos 680 000 km2.
Durante la visita-denuncia de Correa a la selva amazónica dijo que «la contaminación no quedará impune, vamos a reaccionar contra tanto abuso y explotación, vamos a mostrarle al mundo la mentira y la mano sucia de esta petrolera».
La alerta esta dada: hay que ponerle coto a los abusos que durante tantos años han ocasionado a la América Latina, los monopolios transnacionales con la anuencia de Estados Unidos y las instituciones financieras internacionales.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.