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El descarte y la sobrecarga de camiones evidencia la necesidad de política de la recuperación pesquera

Fuentes: Rebelión

El jueves 6 de marzo se abrió la temporada de captura de sardina y anchoveta que había sido interrumpida en 3 ocasiones durante el 2013, luego de mostrarse como insustentable desde el punto de vista económico y pesquero.  Hace un año, las lanchas salían a pescar estas especies y volvían con una cantidad insuficiente para […]

El jueves 6 de marzo se abrió la temporada de captura de sardina y anchoveta que había sido interrumpida en 3 ocasiones durante el 2013, luego de mostrarse como insustentable desde el punto de vista económico y pesquero. 

Hace un año, las lanchas salían a pescar estas especies y volvían con una cantidad insuficiente para poder pagar, con su venta, los costos del embarque. Por ello, el 7 de abril detuvieron la extracción. Después, volvió a abrirse una temporada que sólo duró desde el 22 de octubre hasta el 24 del mismo mes. Dos días fueron suficientes para confirmar lo previsto por armadores y tripulantes: la baja talla de especies y sin haber desovado. 

Finalmente, el 18 de noviembre se abrió nuevamente la captura, encontrándose con la misma realidad que en octubre, por cuanto los trabajadores dejaron de pescar, obligando a la subsecretaría de pesca a declarar la veda el 22 del mismo mes. 

Entremedio, hubo diversas maniobras del subsecretario de pesca Pablo Galilea tendientes a obligar a realizar zarpes pesqueros y así proveer a la industria de materia prima para la fabricación de harina de pescado. Un mecanismo fue el condicionamiento de la entrega de bonos de subsistencia a los pescadores en tanto registraran 2 zarpes más de los que ya habían hecho en marzo. Cuestión que fue aceptada por sus organizaciones, sin poder rechazarla. 

Como se ha mostrado, los períodos de captura fueron breves, por la sola presión, sobretodo de tripulantes. No obstante, la pesca de millones de ejemplares con huevos dentro y a una talla inferior a la reproductiva, menguó significativamente la población de estos peces. 

Este año, volvió a abrirse la captura de sardina y anchoveta. El Consejo Nacional de Pesca definió para este año una captura de 373.000 toneladas para la sardina común entre la V y X región, y 42.200 toneladas para la anchoveta entre la V y X región. Lo que fue un avance en el resguardo pesquero, pues la disminución de las cuotas de captura fue ostensible, ya que el año pasado éstas habían sido de 605.000 y 120.000 toneladas para la sardina y anchoveta, respectivamente, sin que estas coutas pudieran ser ocupadas en su totalidad. 

No obstante, esta medida no fue suficiente y lo ocurrido este año puso de manifiesto la necesidad de una política de recuperación pesquera urgente. La visibilización del nefasto «descarte» evidenció que la política pesquera carece de coherencia con la práctica pesquera y que ésta sigue siendo funcional a los intereses del empresariado y no de la población. 

Necesidad de la precaución 

Las sardinas y las anchovetas son especies que habitualmente se acompañan en los cardúmenes, por ello cuando una lancha extiende su red rodeándolos, cierra el boliche por abajo y atrapa los peces, la cantidad de una y otras no obedece a lo determinado en la cuota pesquera. Para no llegar a puerto con una cantidad de anchovetas superior a la otorgada, la botan muerta al mar, configurándose la práctica del «descarte». Este es el motivo de su detención, por parte de armadores y tripulantes, hace unos días cuando se completaban un 70% de las cuotas de captura. 

Durante más de diez años, se ha observado que la población de sardina y anchoveta aumentan alternadamente y por lo tanto es dificil establecer políticas pesqueras sin considerar su asociatividad. No obstante, el hecho que se determine una sola cuota pesquera para las dos especies requiere de un necesario enfoque precautorio, principalmente para no incurrir en su sobreexplotación. 

La sardina común y la anchoveta, son la base de la cadena trófica de una serie de especies mayores, por lo que sin ellas se coarta la vida de otras. También debe considerarse que sus poblaciones son costeras y vulnerables a cambios que puedan ocurrir en estos ambientes: una alza de temperatura, la falta de oxígeno o la contaminación, son factores que pueden gatillar su mortalidad.

Otra expresión del desorden en beneficio empresarial fueron las constantes caídas de sardina y anchoveta de los camiones que la transportaban hasta las plantas procesadoras, dejando el pavimento resbaladizo, provocando accidentes vehiculares y la muerte de una mujer en uno de ellos. Los propios camioneros reconocieron la sobrecarga de sus vehículos para aumentar a sus míseras ganancias gracias a la disminución de los costos a la industria. Frente a esta criminal negligencia no se ha pronunciado ninguna autoridad de la cartera. 

Un plan de recuperación

Por otra parte, estos peces contienen altas cantidades de Omega 3 que es un ácido que se forma en las algas consumidas por ellos y se acumula principalmente en su tejido adiposo. Su incidencia en la salud de las personas es vital, pues está involucrado en el desarrollo y vitalidad de las funciones cerebrales y de la retina de los fetos, neonatos y adultos; ayuda a la prevención de enfermedades vinculadas al sistema cardiovascular; contribuye a fortalecer el sistema inmunológico, entre otras cosas. 

Reconocer las propiedades nutricionales de estos peces, nos induce al cuestionamiento acerca del aprovechamiento que la población hace de ellos. La respuesta es ninguno. Toda, absolutamente toda, la pesca de sardina y anchoveta termina en harina pescado para fabricar comida de animales de criadero, tales como salmón, chanchos o gallinas. Esta política que induce el consumo de alimentos pobres nutricionalmente y de mayor costo, no ha sido revisado por la clase política y sin duda constituye un motivo de unión de una sociedad que sufre, cada vez, mayores patologías producto de insanos hábitos alimenticios. Es necesario que toda la pesca sea para el consumo humano nacional. 

Cómo hemos apuntado antes, los bonos que se entregaron el año 2013 se hicieron a condición de que los tripulantes pescaran, es decir, continuaran con la sobreexplotación. En síntesis, estos bonos fueron una subvención a la industria pesquera, un regalito de Pablo Galilea con fondos públicos. 

Para pensar en un plan de recuperación pesquera, para la sardina, la anchoveta y todas las especies, es necesario considerar la situación der sus trabajadores. Para ellos debe estar definida una subvención y un plan de empleo temporal mientras se recuperan estas poblaciones. 

Junto a ello, es necesario rediseñar la distribución de las cuotas de captura, dejando a la industria fuera de esta actividad y absorbiendo a sus trabajadores en los puestos que se abrirán en la artesanal. La razón es que, la pesca industrial para ser rentable debe utilizar métodos de pesca destructivos, nefastos para la sustentabilidad, tales como la pesca de espinel o de cerco a gran escala y el arrastre. 

Bachelet, al nombrar a Raúl Súnico como Subsecretario de Pesca declaró cual será su política pesquera. Súnico votó en contra de un proyecto de ley que intentó eliminar la pesca de arrastre, en completa consonancia con el empresariado pesquero. En una entrevista declaró que «no podría votar a favor de terminar con la pesca de arrastre porque significaría alta cesantía, sobre todo en las plantas de consumo humano que emplea miles de mujeres jefas de hogar». La cesantía llegó igual y los miles de despidos registrados lo ha provocado la sobreexplotación pesquera. 

La Nueva Mayoría ha mostrado sus intenciones. Si desde los trabajadores de la pesca y la sociedad en general, no surge un plan de recuperarción pesquera integral, estarán condenados a la recepción de bonos de subsitencia y a pauperizar más nuestra alimentación y vida en general.

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