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El dilema de los presos políticos

Fuentes: Rebelión

Las protestas pro democráticas de Tiananmen (Plaza de la Paz Celestial) que culminaron con una matanza de cientos de estudiantes el 4 de junio de 1989 (1) provocaron la huida de «los antisistema», que buscaron asilo político en Hong Kong, EE.UU, Europa, etc., y el encarcelamiento de los líderes que no pudieron escapar o fueron […]

Las protestas pro democráticas de Tiananmen (Plaza de la Paz Celestial) que culminaron con una matanza de cientos de estudiantes el 4 de junio de 1989 (1) provocaron la huida de «los antisistema», que buscaron asilo político en Hong Kong, EE.UU, Europa, etc., y el encarcelamiento de los líderes que no pudieron escapar o fueron atrapados en su vano intento de vivir en libertad.

Para el Gobierno de Beijing eran «mala gente», delincuentes, rebeldes que confundían al pueblo «felizmente comunista», pero para las familias de las víctimas el asesino era el autor intelectual de la matanza Li Peng + secuaces (2), y todos los que fueron puestos tras las rejas o encerrados en «loagais» (campos de educación mediante trabajos forzados) eran, sin duda, «presos políticos» (3).

Se habla mucho de Karl Marx, Darwin, Freud, Simone de Beauvoir, ya que «el mundo moderno», antes y después de ellos, ya no fue el mismo. A mí me gusta meter en ese grupo a Albert Einstein ya que, a mi juicio, su Teoría de la Relatividad se puede aplicar, al igual que la Tercera Ley de Newton (4), a la mayoría, si no a la totalidad, de los fenómenos que ocurren en la sociedad. La naturaleza se rige por códigos universales que se repiten, en multitud de formas, en los conflictos del «bípedo implume» (El hombre, según Platón).

No ven el cielo de la misma forma la rana del pozo y el águila que traza círculos en el cenit de la bóveda celeste. Esa metáfora se puede trasladar también a lo que ocurre en la totalidad del planeta Tierra, donde las diferencias entre los pueblos son abismales y aterradoras. Simplificando el horror -sin ser para nada superficial- se puede afirmar, como dice «La Ley de Campoamor», que «nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira».

Sin duda la oposición venezolana (que no me despierta ningún afecto) y el Gobierno de Maduro (Idem) no ven las cosas de la misma manera. Para el sucesor de Hugo Chávez, a quien entrevisté en Beijing (5), «los rebeldes son unos delincuentes sobre los que debe caer todo el peso de la ley», pero para los otros, «los que no piensan igual», aquellos que con esposados y enjaulados son, sin lugar a dudas, «presos políticos».

La caza de brujas (comunistas) en Estados Unidos -paradigma de la mayor democracia de todos los tiempos- a los que se consideraba enviados de Stalin y potenciales asesinos, se justificaba pudriendo el concepto de lucha de clases, endemoniando a los líderes rojos que luchaban a muerte por defender los derechos de los trabajadores y denunciaban la explotación, lo que para las élites debía hacerse «lenta y civilizadamente» mediante los canales democráticos que había abierto el Imperio de «la igualdad de oportunidades». Charlie Chaplin parodia magistralmente, en su obra cumbre «Tiempos Modernos», a un despistado que, por casualidad, encabeza una manifestación obrera que marcha hacia una barrera de policías que espera el encuentro para machacar a porrazos «a la basura proletaria». Aquellos rebeldes «rojos» que acababan en los calabozos qué eran, ¿alborotadores o presos políticos comunistas o de izquierdas?

Todos (o la mayoría) de los presidentes estadounidenses suelen dar gracias a Dios en los discursos de investidura, lo que les otorga, sin duda, un poder divino «sobre las izquierdas ateas» que quieren quitar el dinero a los ricos y dárselo a los pobres. El Creador es un concepto-bolsillo, cada uno mete en él lo que le conviene y lo que refuerza su autoridad.

Si hacemos un recorrido por todas las regiones del planeta comprobamos que en todas partes cuecen habas.

Las mujeres que se quitan el velo en Arabia Saudí, no digamos si se despojan del sujetador, «son putas», «delincuentes» que se han ganado cien latigazos, condenas de prisión y un castigo ejemplar. Las que se atreven a poner los cuernos «al estúpido de su marido» (como dice Aute en una de sus canciones), corren el riesgo de ser ejecutadas, como fue el caso de la princesa Mishaal bin Fahd al Saud (1958-1977) quien recibió de rodillas varios disparos en la cabeza, en público, tras ser acusada de cometer adulterio. ¿Qué son las saudíes que son enjauladas por desafiar leyes sagradas, pues El Corán es la misma palabra de Alá? Qué son ¿»hembras despreciables» o presas políticas? En todos los casos se trata de «violar la Constitución».

En España, que tenemos una democracia raquítica, los fundamentalistas no aceptan que en Cataluña (la mitad de la población) -sólo estoy hablando de Einstein- reclamen derechos sagrados que no contempla la Constitución, esa Ley de Leyes que marca las fronteras del «crimen y la política» por imperativo del Demiurgo y las clases dirigentes.

Lo que estoy defendiendo aquí es «más democracia», más «esfuerzos» encaminados a la reconciliación, a desactivar las tensiones, ya que las semillas del odio que se están sembrando en ambos lados no van a traer nada bueno. Tanto en las tierras de la Sagrada Familia como en las del Cid Campeador, los catalanistas y los españolistas deberían dejar los asuntos en manos de «los amantes de la vida» para que los hombres y las mujeres que absorben «el humus de estos tiempos» pasen a otro plano y se amen «Los Hunos sobre los Otros».

Tal vez estamos todos equivocados y es un gran error «que los países entreguen su soberanía» a superpoderes intangibles e invisibles, como los de la Unión Europea con su Parlamento cónico que parece flotar en la Galaxia mientras el milenario Yoda, el gran maestro Jedi, toma el micrófono para avisarnos del peligro de la dictadura, o a los fantasmas de la OTAN que dejan sembrados de cadáveres medio mundo y luego «tenemos que pagarles el favor» con impuestos o comprando más armamento. Tal vez lo correcto sería reclamar la vuelta a «La Ciudad Estado», donde los gobernantes compartan pincho de tortilla y caña con la gente corriente en los bares, y se bajen del carro que marca distancias físicas y metafísicas entre la casta y los ciudadanos en precario.

Nietzsche dijo una vez, «he visto desnudos al hombre más grande y al más pequeño y no he notado muchas diferencias». ¿Estaba ya loco cuando hizo esa afirmación o acaso están locos los que quieren mantener «in perpetuum» el orden de las cosas? Perdonad esta digresión, pero si hubiera visto desnudos a un hombre y a una mujer (p. ej. a Lou Andreas-Salome) se hubiera dado cuenta de que el macho y la hembra tienen marcados atributos desiguales que, mediante los feromonas y el ayuntamiento, crean la deslumbrante belleza de la unidad. Y eso, es el principio del todo.

Notas

-1- Se desconoce el número exacto de muertos (unos hablan de cientos y otros de miles). Las protestas se iniciaron el 15 de abril y concluyeron el 4 de junio de 1989. Cuando comenzó la revuelta me encontraba en Hong Kong con varios directores de la Agencia EFE, entre ellos Miguel Angel Aguilar, ya que estábamos a punto de inaugurar una oficina en la ex-colonia británica. En aquel entonces yo era Delegado de EFE en Seúl (Corea del Sur).

-2- Se cree que Li Peng (1928-2019) fue el hombre que ordenó al Ejército que aplastara con tanques el movimiento prodemocrático. Este siniestro personaje, que acaba de fallecer hace unos días a los 90 años de edad, desempeñó los cargos de primer ministro y de presidente de la Asamblea Popular Nacional. Cuando Zhou Rongji fue elegido primer ministro en marzo de 1998, los periodistas acreditados en Beijing (yo era delegado de EFE), le preguntamos, en rueda de prensa, si iba a haber una investigación sobre «los sucesos de Tiannamen». Él, el político más noble que ha tenido China en las últimas décadas, nos dijo: «Ahora no soy libre (y no puedo decir lo que pienso). La Historia juzgará lo ocurrido a su debido tiempo (cuando se pueda)».

-3- Se desconoce el «número de laogais» que había en China a finales de la década de los noventa y principios del siglo XXI. Unos hablan de cientos, otros de miles.

-4- La Tercera Ley de Newton, conocida también como «Principio de acción y reacción», dice que «por cada fuerza que actúa sobre un cuerpo, éste realiza una fuerza igual, pero en sentido opuesto, sobre el cuerpo que la produjo».

-5- Entrevisté a Hugo Chávez en un viaje que realizó a China en 2001. De aquel encuentro sólo tengo buenos recuerdos. Con él no había barreras de ningún tipo y se podía hablar de todo con libertad, nadie de su delegación te exigía cuestionarios, ni nada por el estilo. Este escriba estuvo de delegado de EFE en Beijing entre 1997 y 2003.

Blog del autor: http://m.nilo-homerico.es/reciente-publicacion/

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