«Cuando los trabajadores se rebelan, pueden forjar sus propias estructuras políticas; pero los organismos que crean no siguen modelos predeterminados» Los grandes levantamientos revolucionarios del siglo XX estuvieron marcados por un patrón inconfundible. Los trabajadores montaron huelgas de masas que originaron o continuaron confrontaciones con el estado. Para librar su lucha más efectivamente los trabajadores […]
Los grandes levantamientos revolucionarios del siglo XX estuvieron marcados por un patrón inconfundible. Los trabajadores montaron huelgas de masas que originaron o continuaron confrontaciones con el estado.
Para librar su lucha más efectivamente los trabajadores empezaron a crear sus propias organizaciones. Estas trascendieron las divisiones existentes, conectando diferentes industrias y oficios, uniendo a sindicalistas y trabajadores no organizados, y juntando a los que tenían distintas filiaciones políticas y a los que no tenían ninguna.
Estas organizaciones de clase zonales estaban basadas en los centros de trabajo. La primera versión fue el soviet (consejo) de diputados obreros que surgió en San Petersburgo durante la Revolución Rusa de 1905. El soviet de San Petersburgo reunió a delegados de fábrica de toda la ciudad.
La más efectiva organización de los trabajadores fue el más gran desafío al estado. Más o menos abiertamente una situación podría desarrollarse en lo que el gran revolucionario ruso Vladimir Lenin llamó «doble poder». Lenin describió la situación en febrero de 1917, cuando los trabajadores rusos se levantaron de nuevo en Petrogrado, como San Petersburgo había sido renombrado, y consiguieron derribar al Zar:
«Este doble poder se evidencia en la existencia de dos gobiernos. Uno es el principal, el real, el actual gobierno de la burguesía, el «gobierno provisional»… que tiene en sus manos todos los órganos de poder. El otro es un gobierno suplementario y paralelo, un gobierno de «control» en la forma del Soviet de Petrogrado de diputados obreros y soldados, que no toma órganos del poder del estado, sino que descansa directamente en el apoyo de una obvia e indisputable mayoría del pueblo, en el pueblo armado y en los soldados.»
Este patrón, la coexistencia de dos formas de poder de clase dentro del marco del mismo estado, surgió en formas más o menos desarrolladas en las grandes luchas obreras del siglo XX, desde Rusia en 1905 a Polonia en 1980.
El doble poder es inestable. Como escribió Lenin: «no hay la menor duda de que tal ‘desdoblamiento’ no puede durar mucho tiempo. Dos poderes no pueden existir en un estado. Uno de ellos está destinado a desaparecer.»
En la gran mayoría de casos, el estado capitalista se aprovechó de las dudas y divisiones de los trabajadores para tomar la ofensiva y aplastar los consejos obreros y para restaurar el orden burgués.
La excepción fue Rusia en octubre de 1917. Aquí el partido bolchevique, informado por los análisis de Lenin, ganó el debate en el interior de los soviets, persuadiéndolos de que debían derrocar el gobierno provisional y tomar el poder. Esto ha hecho de la Revolución de Octubre un modelo para los socialistas revolucionarios desde entonces.
Pero, ¿cómo se sostiene este modelo en el siglo XXI? Los levantamientos políticos más importantes de los últimos 20 años, las revoluciones de la Europa del Este en 1989, no comportaron experiencias significativas de doble poder.
Régimen político
Esto reflejó el hecho de que las estructuras básicas del poder de clase en estas sociedades no fue alterado por estas revoluciones. Cambió el régimen político, permitiendo que el capitalismo de estado fuera reemplazado por el capitalismo de mercado al estilo occidental.
Hoy, sin embargo, es la versión neoliberal del capitalismo de mercado la que está siendo desafiada sobre todo por los movimientos de masas que se han desarrollado en América Latina en los últimos años.
El más cercano de estos movimientos creó una situación de doble poder en Bolivia en octubre de 2003 y en junio de 2005, cuando las masas bloquearon la capital, La Paz, y forzaron la dimisión de los sucesivos presidentes neoliberales.
Los bloqueos fueron organizados desde El Alto, donde 800.000 pobres viven muy por encima de La Paz (Nota del t.: La Paz está a 3.650 metros sobre el nivel del mar, El Alto a más de 4.100). El Alto se desarrolló en las dos décadas anteriores, a través de migraciones masivas del campo y de las minas de estaño, que fueron destruidas por las políticas neoliberales.
En El Alto las tradiciones de la militancia de la clase obrera, perfeccionada durante décadas por los mineros, fusionada con otras tradiciones, con la de los pueblos indígenas por ejemplo, han creado nuevas formas de organización de clase. Raul Zibechi describió estas organizaciones de El Alto para Socialist Workers el pasado abril ( El Alto: the heights of the Bolivian movement):
«Los sindicatos clásicos apenas existen… Hay dos formas principales de organización. Una es la asamblea de barrio. Hay 550, una por barrio… Las asambleas se reúnen en la Federación de Asambleas de Barrio de El Alto. Esta es la organización más importante, la que encabezó los levantamientos de 2003 y 2005.
La otra principal forma de organización es la asociación de comercio de los vendedores ambulantes, que está agrupada en el Centro Regional de Trabajadores…Las organizaciones son todas territoriales y controlan un área, un barrio o un mercado.
En octubre de 2003, el pueblo usó su control territorial para bloquear los caminos y controlar las carreteras. Cortaron las rutas de manera que la gasolina y los alimentos no pudiesen entrar en La Paz»
Fuerza colectiva
Este modelo de organización es significativamente diferente al soviet clásico, que movilizó la fuerza colectiva de los trabajadores en el centro de trabajo para retar al poder político del estado capitalista.
Pero un modelo territorial de organización cobra todo el sentido en una ciudad como la de El Alto, dominada por pequeños empresarios que habitualmente emplean a menos de 4 trabajadores. Esta forma de dependencia del llamado «sector informal» de los pequeños empresarios y trabajo ocasional es muy común en las ciudades del Sur Global. Es familiar para mucha gente que vive en villas miseria, que suman mil millones en todo el mundo, según estimaciones de la ONU.
Existen precedentes históricos de este tipo de organización. Karl Marx y Frederick Engels saludaron a la Comuna de París de 1871 como al primer estado obrero. Pero la Comuna se organizó a partir de los barrios, no de los centros de trabajo.
Esto tiene mucho sentido en una ciudad económicamente dominada por pequeños talleres. En 1869 había un promedio de tres trabajadores por empresa en la mayor industria, la de calzado y textil; de siete en el metal e ingeniería; de 19 en la construcción y de 12 en el material de transporte.
En su libro Paris, Capital of Modernity, David Harvey aduce que «muchas empresas pequeñas no eran más que unidades subcontratadas por formas más grandes de organización. Funcionaban más como sistemas de trabajo relacionados con los productores capitalistas o mercaderes que los controlaban a distancia.»
Sin embargo, escribe Harvey, los trabajadores artesanales de París permanecían «tan seguros de sí mismos que llegaban a ser arrogantes, tan aferrados a sus opiniones, embravecidos e incurablemente independientes que llegaban a ser indisciplinados… Continuaron ejerciendo presión colectiva sobre los mercados de trabajo, en buena medida permaneciendo en sus distritos tradicionales (incluso debiendo hacer frente a la reurbanización y los aumentos de alquiler). Las industrias precisaban de sus conocimientos y tenía que recurrir a ellos.»
Es difícil que sorprenda que estos trabajadores, enfrentados a la guerra y a la revolución en 1871, se confiaran en sus tradiciones de militancia de clase basadas en sus barrios cuando organizaron la Comuna.
Los soviets del siglo XX surgieron de las fábricas industriales gigantes, crecientemente basadas en la producción de la cadena de montaje: de la fábrica Putilov en Petrogrado, el bastión bolchevique en 1917, a los astilleros Lenin en Gdansk, en donde la rebelión de los obreros polacos explotó en agosto de 1980.
En el Petrogrado de 1917, más del 68 por ciento de la fuerza obrera estaba empleada en empresas de más de 1.000 trabajadores. Los centros de trabajo eran mayores en la industria del metal que dominó la ciudad.
En comparación, la Comuna puede parecer que representa una etapa temprana de la organización de clase. Pero el capitalismo neoliberal ha reactivado formas aparentemente obsoletas de explotación.
Al describir los pequeños talleres de mediados del siglo XIX en París, Harvey escribe, «al poner estas unidades perpetuamente en competición por el trabajo, los empleadores podían forzar la reducción de los costes laborales y maximizar sus beneficios. Los trabajadores, aunque nominalmente independientes, estaban forzados a la sumisión y sujetos a formas de auto-explotación que podían ser tan salvajes y degradantes como las que había en las fábricas.»
El diagnóstico capta bien el mundo de la subcontratación y el trabajo precario que muchos trabajadores experimentan hoy en día. La organización de clase territorial de la Comuna puede ser crecientemente importante en el siglo XXI.
Especialmente claro parece en el caso de las grandes ciudades de pobres del Sur Global. En los países capitalistas avanzados el perfil de los gigantescos centros de trabajo industriales solamente ha declinado un poco como resultado de la brutal reestructuración de los últimos 30 años. La proporción de la fuerza de trabajo de Estados Unidos en establecimientos de más de 500 trabajadores ha menguado levemente, del 23 por ciento en 1975 al 20 por ciento en 2003.
Dispersados
Sin embargo, los centros de trabajo de la gran industria se han dispersado geográficamente al trasladar la producción a zonas rurales. Las grandes ciudades han sido desindustrializadas y sus plantillas son predominantemente de oficinas y de comercios.
Estos cambios pueden significar que las nuevas explosiones insurgentes de la clase obrera tomarán formas diferentes. Otro cambio social es la concentración en muchas ciudades de gran población estudiantil, sectores considerables de la cual deben sostenerse por sí mismos mediante trabajos ocasionales mal pagados.
La revuelta estudiantil francesa de marzo y abril del pasado año mostró a los estudiantes universitarios bloqueando sus campus y ganando la solidaridad de los sindicalistas. Luchas futuras pueden levantar más formas de organización híbrida de este tipo.
Ninguna de ellas modificará el significado de la organización basada en el centro de trabajo. El poder de los trabajadores procede de la robusta capacidad colectiva de éstos para paralizar y tomar el control de la producción.
Pero las expresiones organizativas de este poder han cambiado con el tiempo. La Comuna de París y el soviet de San Petersburgo fueron inventados por unas determinadas clases obreras en condiciones históricas específicas. Sus herederos inventarán indudablemente nuevas formas de organización de clase y adaptarán las viejas para satisfacer sus necesidades.
Traducción de Daniel Raventós para Sin Permiso