Aunque el susto no implique necesariamente miedo, la capital cubana nos está inquietando cada mañana cuando el doctor Francisco Durán pone cara de circunstancias para anunciar que el rebrote del virus pretende campear por su respeto en cada municipio de la urbe y ahora mismo por Ciego de Ávila, a más de 400 km de aquí y hacia donde ha debido viajar con urgencia el propio ministro de Salud Pública.
Se nos está cansando el especialista de advertir una y otra vez, día por día desde hace meses, del cuidado que gentes e instituciones deben tener de cara al virus. Tras el menor descuido, sobreviene la tragedia. El discurso político, que ha comenzado a cambiar, ha sostenido la buena colaboración de la ciudadanía capitalina, pero ya advierte de la necesidad de medidas más represivas para con los infractores que no parecen ser pocos.
Esas elevadísimas multas meten más miedo que cuando de pequeños nos amenazaban con “el hombre del saco”, aquel malvado virtual que se llevaba a los niños que no querían comer, se portaban mal o que gritaban demasiado. Más de mil multas hasta el momento.
Setenta y dos horas después de decretada la mayor restricción, existen dos aspectos incuestionables: las noches habaneras son muy apacibles para gatos y perros callejeros. En cambio, a partir del cese de toque de queda, desde las cinco de la mañana la ciudad convulsiona e inunda cuanto sitio venda alimentos o artículos de aseo personal, además de otros menesteres algo innecesarios.
Y en las moloteras o aglomeraciones, por muy organizadas que se puedan lograr, también está presente allí el virus por el aquello de a ver qué puede conseguir no para llevar a casa, sino a los hospitales y centros de aislamiento.
Policías, fuerzas militares de prevención y tropas especiales de las FAR tienen a raya a noctámbulos y madrugadores, pero las mañanas siguen siendo un verdadero dolor de cabeza porque, aunque no la ha dicho el doctor Durán, el virus no duerme ni descansa.
Lo nocturno, ejemplo de disciplina y orden; el día, tal parece el festival del desorden. Algo así como El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde en versión cubanísima de la Covid-19.
Fuente: https://progresosemanal.us/20200907/el-doctor-jekyll-y-el-senor-hyde-viven-en-la-habana/