eje Además de los ejes del bien y del mal, conceptos de la autoría del gobierno estadounidense que, también, se permite nominar a los integrantes, otro eje, el eje del esperpento, se consolida en el mundo como prueba inequívoca de que la mezquindad humana es ilimitada. Por segundo año consecutivo, el eje del esperpento: […]
Además de los ejes del bien y del mal, conceptos de la autoría del gobierno estadounidense que, también, se permite nominar a los integrantes, otro eje, el eje del esperpento, se consolida en el mundo como prueba inequívoca de que la mezquindad humana es ilimitada.
Por segundo año consecutivo, el eje del esperpento: Estados Unidos, Israel, islas Marshall y Palau, han sido las únicas voces que en el mundo han secundado el infame bloqueo a que se somete a Cuba.
Y no me voy a molestar en subrayar el papel de colonias y de socios que juegan esos tres «países» con respecto al primero, único voto y veto, en verdad, que sustenta la desvergüenza; ni voy a hacerles el favor a los lectores de esta columna de situarles en el mapa las islas Marshall o Palau por si nunca habían oído hablar de ellas, al margen de sus votos en el eje del esperpento; ni voy a entretenerme destacando el rechazo al bloqueo de los 183 países que en Naciones Unidas volvieron a condenar el atropello.
El esperpento, cuando carece de cualquier muestra de inteligencia o de humana virtud, es inmune a la lógica y a la razón. Es lo que pasa con los malos esperpentos, con los bodrios tan de moda ahora.
Por otra parte, Estados Unidos tampoco necesita socios que lo acompañen en sus exhibiciones como gran maestro del peor esperpento. Sólo su voto, una vez más, impidió que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (otro esperpento) condenara a Israel por su penúltima matanza.
Decía Valle-Inclán, verdadero genio del esperpento, que no otra cosa es el resultado de observar la realidad a través de un espejo cóncavo, o del culo de un vaso de vidrio, por ejemplo, luego de consumido el alcohol. Pero lo que al gallego le servía para hacer arte y, además, exquisito, a algunos sólo les sirve para poner en evidencia sus vergüenzas.
Y en Miami, justo es reconocerlo, son verdaderos especialistas en crear y presentar los peores esperpentos. Cuba sigue siendo su pesadilla y Estados Unidos suministra a los damnificados por tan largo insomnio decenas de millones de dólares. Cuando pide cuentas, como si las necesitara, le llegan las respuestas: millones de dólares en ayuda a Cuba invertidos en unas cuantas latas de masa de cangrejo y chocolate, mucho chocolate, «porque en Cuba están pasando hambre y para que aprecien cómo se vive aquí». Había también en el esperpéntico lote de adquisiciones una sierra mecánica comprada porque «ese día, se desató una tormenta, cayó un árbol y había que cortarlo», y tan solidario ciudadano, en cívica conducta, echó mano al bolsillo, compró la sierra y, hecho el servicio, se la llevó para su casa dado que en Cuba, donde nunca hay alertas de huracanes, una sierra mecánica es un absoluto desperdicio. Allá se necesita masa de cangrejo y chocolate, y no demasiado, por lo que parece, sino unas cuantas latas. Total, sólo ha supuesto unos cuantos millones y otro esperpento más.
Cómo no recordar a aquella improvisada tía de Elián, el niño cubano retenido en Miami años atrás, y su negocio de venta de legítimos pelos del niño y otros «recuerdos» suyos. Cómo no recordar la esperpéntica declaración del legislador Dan Burton luego de entrevistarse con Elián. «Es un hombrecito muy inteligente. Le pregunté si le gustaba vivir aquí y él me contestó que le gustaba mucho porque hacía burbujas».
Cómo no recordar aquella esperpéntica manifestación de gusanos frente a la embajada española de Miami, donde procedieron a quemar, en represalia por la acción de Garzón contra Pinochet, una tableta de turrón español a la que, previamente, dicen algunos informes, habían extraído su contenido. ¿Quiéren más esperpento que eso?
Y seguimos de esperpento en esperpento para que la Casa Blanca, la misma que hace unos días mantuviera a Irán y Siria como miembros honoríficos del eje del mal, los mude ahora de eje y los convierta en el eje de la transición iraquí. Se les pide que se «involucren» en el «problema» de su vecino que, al parecer, sufre una guerra que, oficialmente, terminó hace tres años y de la que los responsables no saben como desentenderse. Y es que, el problema de las guerras, como el de los esperpentos, es que uno puede iniciarlas el día que guste pero no siempre hay consenso para terminarlas.