En la teoría y en la conciencia social de la actualidad se han venido abriendo espacio dos conceptos: el de Estado Plurinacional y el de Sumak Kausay que han promovido los ideales de los pueblos indígenas ecuatorianos. Trataré primero del Estado Plurinacional.
El concepto de Estado Plurinacional ha demostrado en la práctica ser adecuado y beneficioso para los intereses de los pueblos indígenas del Ecuador, no solo lleva a reforzar la identidad sino también a equiparar a todas las nacionalidades en el curso de una lucha común; permite además cuestionar el carácter y la función del Estado ecuatoriano, así como su relación con el sistema capitalista y liberal. La adopción del concepto no es una trasposición mecánica de nociones foráneas sino una adaptación consciente a realidades concretas y específicas, que sirve para revelar el carácter de las reivindicaciones indígenas. No se trata de un concepto europeo trasladado miméticamente, puesto que en el curso de las luchas indígenas se ha transformado y dinamizado, adquiriendo significados que la realidad ha justificado. Se debe resaltar que esas adaptaciones han surgido en el seno de las organizaciones, especialmente desde la Conaie (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador).
La valoración adecuada del concepto de nacionalidad se puede desplegar en varios campos. Veamos algunos de ellos:
La identidad. El concepto de nacionalidad ha impulsado el surgimiento de una conciencia de pueblo originario que frena la acelerada asimilación de las nacionalidades a la nación dominante ecuatoriana. Ha resaltado sus elementos objetivos de nacionalidad: marcos ecológicos y geográficos, (tierra y territorios) lenguas y culturas, tradiciones históricas y actividades económicas y sociales propias; también ha permitido expresar aspectos subjetivos como la profundización de la conciencia de los miembros de la comunidad y de sus aspiraciones.
En los pueblos indígenas, a pesar de que participan de un mundo cada vez más globalizado e interdependiente, aún se conserva viva la memoria de acontecimientos pasados. La identidad que caracteriza a las comunidades tiende a desaparecer en el mundo actual. El papel del Estado se revela cuando se trata de convertir la nacionalidad en ciudanía, de suplir las creencias ancestrales con el compromiso de los individuos de orientación oficial. Por ejemplo, hace pocos meses se decidió enviar misioneros católicos a la región amazónica, tal como ocurría en la época colonial, para adoctrinar a los nativos indígenas en la “verdadera fe” e incorporarlos a la cultura moderna, es decir, a la economía capitalista.
El Estado moderno se empeña en preterir a las culturas “arcaicas” de los pueblos originarios, lo que en nuestro caso hace daño a todos los ecuatorianos ya que se les privan de fundamentos históricos e induce a los no indígenas a creerse mejores que estos. Poco o nada se hace contra el racismo, herencia del colonialismo español. El tipo humano admirado y deseado no es el de los indígenas, y está poco difundido el entendimiento científico que supera el torpe concepto de raza. Para peor, desde el gobierno se fomenta el racismo en contra del tipo y las capacidades indígenas. Así, durante el debate sobre la Ley de Aguas (2010) el presidente de la República los trató de “roscas”, afrenta vulgar y tendenciosa, y les imputó de “no tener capacidad de comprensión”.
Cuestionamiento al Estado. El concepto de nacionalidad ha permitido cuestionar al Estado-nación ecuatoriano en varios aspectos. A partir de una conciencia de nacionalidad se puede constatar que las acciones del Estado ecuatoriano para impulsar el desarrollo de una sociedad y un Estado pluralista son en extremo limitadas.
El Estado no valora la economía colectivista de las comunidades indígenas. Basándose en el derecho a la propiedad privada, se fomenta la multiplicación de pequeñas parcelas agrícolas y se impulsa a los campesinos a someterse a las reglas del mercado en condiciones poco o nada favorables. Los gobiernos promocionan los títulos individuales sobre la tierra, sí, muchas veces con el consentimiento de las comunidades, aunque las acciones para convertir la propiedad comunal en propiedad individual no son diseñados sobre la base del estudio y la planificación, ni se cuenta con el consentimiento de todos los integrantes de la comunidad. Las autoridades comunales indígenas son reemplazadas por jefes políticos mestizos al servicio del sistema gubernamental. No se valoran apropiadamente los productos agrícolas indígenas, a pesar de que algunos como la quinua y el amaranto compiten con éxito en el mercado mundial. Se obliga a los indígenas a producir lo que no consumen y a consumir lo que no producen. Ya se vislumbra el uso de semillas transgénicas, de las cuales no se conocen los efectos que tendrán en el suelo y en los organismos vivos, aunque sí se sabe que las mutaciones inducidas son irreversibles. Se impulsa la conformación de sindicatos de corte liberal y se promueve la democracia representativa como expresión suprema de libertad, aún cuando en las comunidades la gestión económica, política y cultural funciona como un solo sistema.
La economía del Estado se opone a las necesidades y prioridades de las nacionalidades indígenas. Los líderes de las comunidades advierten con insistencia que los esfuerzos orientados solo al desarrollo y a la acumulación de riquezas resultan inútiles y contraproducentes si no se toman en cuenta los riesgos ecológicos. El usufructo irresponsable del medio ambiente, propio del capitalismo moderno, se contrapone a la idea indígena de protegerlo. Los sistemas ecológicos en el Ecuador ya han sufrido alteraciones sustanciales a causa de la explotación indiscriminada de sus riquezas naturales. Y los problemas no paran ahí: todo hace pensar que los cambios se acelerarán con el consiguiente empeoramiento del acervo ecológico. Ya se anuncian extracciones mineras a gran escala y a cielo abierto; se compromete la extracción petrolera al entregársela a las transnacionales; el agua está en grave riesgo. Se destruyen hábitats seculares de los pueblos originarios. El plan B anunciado por el gobierno para dejar el petróleo bajo tierra ya está en marcha. “Desde hace tiempo el plan B avanza más rápidamente que el plan A… Todo indica que se está a las puertas de la explotación del ITT” (Milagros Aguirre, El Comercio, febrero 2012). Sin embargo, el artículo 57 de la Constitución determina que “los territorios de los pueblos en aislamiento voluntario son de posesión ancestral e irreductible; en ellos está vedado todo tipo de actividad extractivista… la violación de estos derechos constituirá etnocidio”. Pero el ministro del Petróleo aseguró que el problema no era grave, puesto que en la circunscripción del ITT solo viven unos “pocos indígenas”, lo que no es verdad, pues se trata de un territorio habitado por varias comunidades organizadas. Todo lo cual no obsta para que de labios para afuere se critique al imperialismo, a las transnacionales y al sistema. Humberto Cholango, presidente de la Conaie, tuvo que acudir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para alertar sobre la amenaza de etnocidio que se cierne sobre los pueblos Tagaeri, Taromenani y Oñamenani, que son parte de la nacionalidad Wao.
Actualmente el problema de los pueblos indígenas como sujetos de derechos nacionales (habitualmente se dice territoriales) es muy agudo no solo en Ecuador sino en otros países de América Latina. En México, Guatemala, El Salvador, Perú, Colombia, Chile, los indígenas se levantan contra regímenes que defienden intereses muchas veces ajenos a los de todo el país. Se levantan también para protestar contra las invasiones de las trasnacionales a sus territorios para explotar las riquezas que contienen. Estas son formas internas de colonialismo que atentan contra la ecología no solo de los territorios indígenas, sino de los países. En contraposición, de a poco surge el germen teórico del nacionalismo indígena, que dadas las circunstancias tiene carácter liberador y se justifica porque defiende la existencia de los pueblos. Un indígena mexicano dijo hace poco, entre las protestas por salvar el medio ambiente: “La tierra es nuestra y no del gobierno, nosotros la queremos compartir pero no entregarla.”
El presidente del Ecuador, en cambio, arremete contra los indígenas que se manifiestan a favor de la ecología y les inculpa de ser atrasados, irracionales y desestabilizadores; más aún, criminaliza su protesta a favor de la tierra, el agua, el aire y les acusa de terrorismo y sabotaje.
Autonomía. El deseo de autonomía es inseparable de la conciencia nacional. A través de la historia la comunidad indígena rural ha conservado una autonomía de hecho que se manifiesta todavía en la propiedad comunal de la tierra, en la vida social colectiva, en el ejercicio de autoridad propia, en la cultura y la lengua compartidas. Pero al fenómeno nacional tan vivo, y que se revela con tanta fuerza en la conciencia de los indígenas ecuatorianos, le son propias aspiraciones autonómicas de derecho. El ejemplo más claro de estas se revela en el surgimiento de la Conaie, que está conformada por representantes de todas las nacionalidades indígenas, elegidos en diferentes niveles de organizaciones menores. Se asegura así que las decisiones partan de las comunidades de base, pasen por organizaciones intermedias y lleguen a la Directiva General y que, completando la intercomunicación, regresen a las bases. Así se asegura una representatividad ampliamente incluyente. En este proceso hay mucho de “demos”, de “pueblo”, de “ayllu”. La organización cuenta con responsables en las áreas de la comunicación, salud, relaciones internacionales, cultura. No en vano el embajador de Francia en el primer Congreso de la Conaie la reconoció como gobierno propio de los pueblos indígenas. Los indígenas organizados lograron grados de autonomía considerables con la Dineib (Dirección de Educación Bilingüe Intercultural), el Codenpe (Consejo de Desarrollo) y la Dirección de Salud Indígena, a más del estudio de las especificidades de la justicia indígena. Plasmar en instituciones la autonomía deseada requirió un enorme esfuerzo. Pero el gobierno actual trata de anular toda manifestación autonómica. Se pretende intervenir inclusive en la Conaie, extender el poder estatal a su estructura y a sus decisiones, marginarla y privarle la representatividad de sus pueblos.
Se insiste desde el gobierno que el movimiento indígena está con él y que solo la dirigencia le es adversa, pero como ya hemos visto no se concibe una organización fuerte sin un movimiento que la respalde.
Al más impecable estilo de la modernidad que niega la tradición, se ordenó desde el Ministerio de Educación que se excluyeran de los textos escolares elaborados en la Dineib (Dirección de Educación Intercultural Bilingüe) temas como el levantamiento de 1990, hecho histórico de gran fuerza que impulsó la reivindicación de los derechos de los pueblos originarios. Se dijo que los libros editados por la Dirección de la Educación Bilingüe eran instrumentos de ideologización política; sin embargo, los textos escolares de la Educación Básica se refieren al triunfo de Rafael Correa en las elecciones presidenciales “como un candidato fuera de los círculos políticos convencionales”.
La pluralidad de instituciones propias y abiertas no es posible bajo las condiciones de innegables contradicciones sobre el modelo económico que se persigue. Mientras los indígenas luchan por mantener un equilibrio ecológico por sobre todo, las políticas del gobierno son desarrollistas y de explotación de la naturaleza.
Desde las esferas oficiales hay un empeño en simplificar la compleja realidad nacional del país, lo que se traduce en políticas negativas que vulneran la propia existencia de los pueblos ancestrales. Es muy significativo que, a pesar de que le Estado ecuatoriano se declara plurinacional en la Constitución Política, la pertenencia nacional ha sido olvidada para establecer una sociedad de únicamente ciudadanos. Con esto se menoscaba el carácter nacional-plural del país. El gobierno trata de resolver arbitrariamente asuntos que deben ser resueltos por las organizaciones que representan a los pueblos. Por ejemplo: no se da importancia a la consolidación histórica de algunos pueblos y se pasan por alto sus fronteras étnicas, no se atiende a las comunidades rurales y con esto se lanza a los campesinos hacia las ciudades, donde –como en el campo- tampoco tienen protección. Hay pueblos que están en peligro de desaparecer, grandes extensiones de tierras indígenas han sido destruidas por la extracción petrolera y la misma o peor suerte les espera a otros territorios con la explotación minera a gran escala. Está muy lejos la posibilidad de construir una “ecuatorianidad” con todas las nacionalidades que existen en nuestro país.
Hay que subrayar que los factores que atañen a las nacionalidades indígenas tienen que ver con su propia existencia. Sin embargo, su política no pospone el cumplimiento de tareas ecológicas, económicas y sociales que competen a todos los ecuatorianos. Lo que los indígenas plantean es comprender la correlación de los problemas de las nacionalidades y los de todo el país, para elaborar soluciones constructivas. No desean la secesión, creen que la cultura actual no puede ser reducida a las culturas tradicionales, promueven la interculturalidad. Su nacionalismo no es un nacionalismo de Estado ni promueve la exclusión; no manejan un discurso patriótico, no tienen fuerzas armadas, no quieren controlar los medios de comunicación, no tienen injerencia en las instituciones electorales, sus religiones son poéticas y no represivas.
SUMAK KAUSAY Y OTROS CONCEPTOS LIBERTARIOS
Así como el concepto europeo de Estado Plurinacional adquiere sentido real y permite evaluar la situación actual de los pueblos originarios del Ecuador, los mestizos que nos ufanamos de formar parte de la civilización occidental, podemos encontrar en el pensamiento indígena concepciones que nos podrían ayudar a vivir de acuerdo a valores fundamentales, brindandonos la posibilidad de integrar un cuerpo social más equitativo en lo social y más cercano a la naturaleza.
El conquistador español combatió y condenó las creencias indígenas como expresión de lo pagano y contrapuesto a las leyes cristianas. Pero por sobre el desastre que ocasionó la presencia europea, los indígenas siguieron pensándose a sí mismos, añorando su libertad, defendiendo a la madre naturaleza.
Algunas de sus percepciones pueden equipararse a ciertos conceptos occidentales y podrían orientar a los seres humanos a establecer compromisos e ideales irrenunciables. Los ideales quechuas inspiradores que vamos a analizar son los de Taqui Onqoy, Tupamarismo, Pacha Mama y Sumak Kausay.
El Taki Onkoy
Tanto Tzvetan Todorov en “La Conquéte de l’Amerique” (1983), como Enrique Dussel, encubrimiento del otro” 1994, afirman que la modernidad advino con la llegada de los europeos a América, que la idea de Modernidad y eurocentrismo fue se construido e impuesto por los invasores europeos. Desde entonces se impuso el pensamiento europeo como el único posible.
En la época en que Occidente redescubría el Humanismo e intentaba poner las bases de una nueva república fundada en la justicia y el respeto a la vida, “la perversidad de los conquistadores del Nuevo Mundo” (J.M. Le Clezio, 1992) daba inicio a otra era de barbarie caracterizada por la injustica, el despojo y el asesinato.
Por esos tiempos, en el siglo XVI surgió un movimiento de carácter religioso y político en la zona de Ayacucho, se extendió por Cusco, Arequipa, Lima, Chuquisaca y La Paz y fue combatido con violencia por los religiosos españoles. Se denominó Taki Onkoy, término quechua de difícil traducción, que se explica como un fervor místico, desencadenado por una fuerza sobrenatural proveniente de las antiguas divinidades, que se apoderaba de hombres y mujeres para rechazar al dios cristiano y para expulsar a los españoles. Se creía que los dioses ancestrales –wakas- vencerían al dios extranjero y restaurarían el orden anterior. El Taki Onkoy se manifestó, además, como una forma de teatro sagrado, un simulacro ritual que conjugaba el frenesí de la danza, cánticos, vestiduras especiales y pinturas faciales. Estos elementos todavía se conservan en algunos rituales como en la danza de las tijeras. El Taki Onkoy derivó en un levantamiento armado que trató de restaurar el poder de los Inkas. Los sacerdotes encargados del Taki Onkoy se mantuvieron en contacto con el Inca Titu Cusi Yupanki, uno de los últimos monarcas, quien se refugió en la zona de Vilca Bamba. Se tenía la esperanza que el régimen incaico volviera a reinar con la restauración del Tawantin Suyo, el estado inca. Pero el alzamiento fue reprimido sin clemencia, los curacas implicados fueron ejecutados y las mujeres encerradas en conventos de monjas. En este movimiento, de claro rechazo a la religión católica, se pueden entrever ideales de liberación, de moral y de política.
El concepto tupamarista
Este concepto se desprende de la lucha que llevó adelante José Gabriel Condorkanki, curaca del corregimiento de Tinta, cerca del Cusco, en el siglo XVIII, contra el régimen que soportaban las colonias americanas. Adoptó el nombre de Tupak Amaru en recuerdo del último Inca del estado de Willka Pampa, lo que dio origen al concepto tupamarista. Ahora hay “proyecto tupamarista”, “utopía tupamarista”, “gesto tumaprista”, ejemplo “tupamarista”.
Por entonces, en la España del siglo XVIII, se inauguraba un pensamiento orientado hacia la modernización económica y administrativa de la península y sus colonias, de la que se esperaba beneficios enormes para la metrópoli.
Tupak Amaru dirigió una revuelta armada para enfrentarse al poder colonial, pero la suya no fue la reacción espontánea propia del descontento de un indio noble y tributario, sino el resultado de ideas y acciones que fueron madurando en el pensamiento del líder. Posiciones fundamentales de la sociedad de la época se unían en su rebelión: recuperar la figura del Inca como representante del derecho, la moral y la verdad religiosa del Estado inca, protestar contra la situación de extrema sumisión de los indígenas, luchar contra la explotación cruel a los negros, avivar la conciencia de la injusticia del sistema colonial agravada por las reformas borbónicas, todo lo cual implica una crítica acerba al régimen monárquico. Ocurría en una época en la que aún entre los mestizos y criollos empezaban a germinar sentimientos independentistas y anticoloniales, mientras los indígenas volvían a creer en un Gran Pachakutik.
A medida que la rebelión cobraba fuerza, estallaron revueltas en otros lugares alejados de Tinta. Cada día se sumaban al levantamiento más y más comunidades quechuas y aymaras. Tomarse el Cusco, símbolo del poder incásico, estaba en la mira de la rebelión. Para lograrlo se sitió la ciudad casi por un mes. Fue una gesta libertaria ante todo de los quechuas. Pero Tupac Amaru fue apresado en Lanki, el 18 de mayo de 1782, siendo obligado a presenciar la ejecución de su esposa, Micaela Bastidas, así como la de su hijo y de su cuñado, el curaca de Acos. A Tupak Amaru se le cortó la lengua y se le descuartizó en la plaza del Cusco, atando sus extremidades a cuatro caballos espoleados en distintas direcciones.
Según Estuardo Nuñez, (Revista Humboldt, 1981), si la rebelión de Tupac Amaru hubiese triunfado en el Perú, ese hecho habría tenido inmediata resonancia en el resto de las colonias americanas. El imperio español se habría derrumbado en América antes de lo previsto, con gravísimas repercusiones en la península ibérica y en toda Europa. A manera de hipótesis, Humboldt anotó varias repercusiones económicas que se hubieran dado si el levantamiento de hubiese triunfado: se habría privado a la Tesorería real de Madrid de un ingreso anual de 8 a 9 millones de pesos, “líquido remisible”, de las colonias. El comercio de la península habría descendido bruscamente porque libre el español americano del monopolio que la metrópoli ejercía, hubiese negociado con otros países y habría privado a las aduanas hispanas de los millones de pesos que recibían. La separación las colonias habría arruinado varias manufacturas españolas que no se sostenían sin la venta forzada de sus productos en las Américas. El ferviente deseo de Tupac Amaru de vivir en armonía indios, negros, criollos y mestizos quedó en suspenso, como una esperanza posible, como un ejemplo de valor espiritual y de reflexión política y ética.
Pacha Mama (Madre Tierra)
Pacha Mama, o Madre Tierra, es la concepción quechua que mejor expresa las preocupaciones globales de la actualidad, la necesidad apremiante de conservar el medio ambiente para los descendientes; es un llamado a utilizar en forma muy prudente los recursos naturales so pena de que acontezca una catástrofe mundial. Al igual que en otros pueblos amerindios, entre los quechuas la tierra tiene un sentido amplio, de muchas significaciones; es el principio creador femenino en el mundo, participa en la creación de seres que pueblan el espacio de personas, animales, plantas. Tiene bajo su amparo a los seres vivos, la fertilidad del suelo; está vinculada a las montañas, a las cuevas y al agua. Su significado es sagrado y se relacionada con el principio femenino creador de la naturaleza y del cosmos. El nombre Pacha Mama implica tiempo, espacio y universo a la vez, y constituye la médula de la filosofía quechua. Pero la madre-tierra es creadora y mortal, lo que explica la actitud solícita que tienen hacia ella los pueblos ancestrales.
El mar se llama Cocha Mama; una de las constelaciones, Mirco Mama; Coca Mama era la madre de la coca, Sara Mama la del maíz; Aco Mama, la madre de la papa. La Pacha Mama, o Madre Tierra, Madre mundo, está representada por una piedra larga que los quechuas solían poner en medio de sus heredades para que les diese buenas cosechas; marcaba el centro del mundo en la proyección horizontal. Los quechuas juraban por la tierra, tocándola con cuatro dedos de la mano derecha que luego alzaban en alto. Hasta ahora se tinga la asua en honor de la Madre de la fecundidad y bienestar.
El concepto de la tierra como madre aparece reiteradamente en el pensamiento occidental. “La tierra es la madre de la riqueza”. Esta conocida expresión, utilizada por Carlos Marx ha cobrado un nuevo significado en el siglo XXI, cuando se hace evidente la amenaza de que todos los empeños de la humanidad por el progreso material y espiritual, a partir de la acumulación de riquezas, podrían resultar vanos y contraproducentes, puesto que la Madre Tierra se agotará y desfallecerá.
Desde los años 80 del siglo anterior empezaron a debatirse los problemas bioesférico-ecológicos en relación a lo económico, con el objetivo de “ecologizar” la economía, pasan del modelo destructor de la naturaleza y la vida al modelo de protección de los sistemas ecológicos en todo el planeta. Sin embargo, cada vez más se ahonda el enfrentamiento Pacha Mama versus progreso económico. ¿Es posible resolver este dilema? ¿Pueden las fuerzas progresistas, los verdes, los movimientos ecologistas, los pueblos indígenas, tan próximos a la Madre Tierra, tan alejados del consumismo, los científicos, que miden con datos certeros los desastres ecológicos, frenar las ciegas fuerzas del mercado?
Estos movimientos han definido algunas medidas posibles y deseables para enfrentar la situación: confiar en la ciencia, determinar bien el significado de calidad de vida, orientar y decidir la disputa entre quienes planifican la economía y los que defienden el equilibrio ecológico, proteger los bienes comunitarios, frenar el derroche del agua, salvar los ríos y las vertientes de los páramos, frenar el empleo de la extracción minera con métodos extractivos dañinos para el entorno, recuperar la naturaleza afectada por cualquier causa, adjudicar las tierras de cultivo a quienes en verdad quieren y saben preservar la Pacha Mama.
SUMAY KAUSAY
El foro organizado por el Instituto Goethe y un grupo intercultural de intelectuales aymaras, quechuas, mestizos y alemanes realizado en La Paz (2004) brindó la oportunidad para que varios pueblos indios dieran su opinión de que lo significa “progreso”. En ese simposio Simón Yampara, de nacionalidad aymara, señaló que para los pueblos andinos, en lugar de un concepto de progreso individual, como la acumulación de riquezas materiales, el Suma Camaña (buen vivir) constituye una idea mucho más amplia e incluye la relación con los demás y con la tierra, la toma de decisión democrática y la reciprocidad comunitaria. Por su parte el representante del pueblo chiquitano, del oriente de Bolivia, Pedro Pinto Supepí, explicó que el concepto de progreso y desarrollo no se puede entender como un concepto personal, que lo importante es la armonía entre relaciones sociales dentro de la familia y la comunidad. El guaraní Enrique Camargo dijo que el progreso no es una cuestión de cuánto se tiene o se acumula; es más bien cuánto y cómo se disfruta de la vida, la capacidad de hacer que la familia y la comunidad tengan las mejores condiciones para disfrutar de forma plena una vida plena.
A pesar de ciertas diferencias que se manifestaron en esa reunión, se puso en evidencia que los indígenas no participan del concepto de desarrollo que se tiene en Occidente. La noción de desarrollo y progreso define la ideología de la de Modernidad, que en fin de fines persigue la hegemonía del sistema capitalista. Para los indígenas Sumay Kausay es un deseo de vivir en armonía comunal, sin cabecillas que monopolicen el derecho a decidir, sin relaciones de producción surgidas de la desigualdad en el trabajo y en los beneficios. En las comunidades indígenas los líderes son elegidos por asambleas en las que todos los miembros tienen voz y voto.
Según Fabían Potosí, académico quichua ecuatoriano, entre los aymaras de la zona de Puno, en Bolivia, se pensaba que el Kusi Kausay llegaba cuando se restablecía la armonía del mundo luego de catástrofes como los terremotos, heladas, inundaciones.
Por su parte Tupak Andrango, estudioso ecuatoriano de la cultura quichua, recuerda que desde su niñez asumió la idea del Sumak Kausay, que era manejada en la comunidad como propósito de mejorar algún aspecto de la vida comunal.
El 9 de febrero del año en curso se reunió la Asamblea Extraordinaria del Ecuarunari para celebrar los cuarenta años de su nacimiento. Los participantes discutieron en diferentes grupos el sentido de la lucha actual de los quichuas, sus aspiraciones en varios ámbitos, cuáles son sus aliados naturales, cuál es el impedimento mayor para lograr un sistema social más justo.
Todos los grupos responsabilizaron de la crisis mundial a la ideología neoliberal y a la globalización económica y propusieron propuestas alternativas. Al ascenso del capitalismo que causa pérdidas irreversibles de las riquezas naturales, protección eficaz y nacionalización de los recursos. Al desperdicio del agua, protección y cuidado, y prohibición de privatizarla. Ante el peligro de contaminación de la tierra y el aire, preservación y reparación.
Como aliados naturales se mencionó en primer lugar a los ecologistas por compartir con ellos la lucha por la seguridad global; se mencionó también a los que luchan por los derechos humanos, puesto que los derechos humanos y los derechos colectivos de las nacionalidades indígenas aunque son específicos, no son diferentes de los primeros. Se tomó en consideración, asimismo, a otros movimientos sociales, como los de los trabajadores, considerando que su lucha es consecuente con el sentido de la democracia histórica. Y se llamó a participar en la marcha del 8 de marzo contra las políticas impopulares aplicadas por el gobierno actual.
El Sumak Kawsay es una concepción de contenido ético, estético y político, que por ahora es una esperanza, una fe y un sueño, pero no es irrealizable. Para que se cumpla es indispensable que el Estado Plurinacional -mandato de la Constitución- se haga realidad y deje de ser un mero instrumento propagandístico del régimen, que lo utiliza sin ningún respeto al pueblo indígena.
*Artículo publicado originalmente en la revista Tendencia, en febrero de 2012.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.