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¡El fantasma del comunismo!

Fuentes: Rebelión

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Un fantasma recorría Europa a mediados del siglo XIX, decían Marx y Engels en el inicio de su totalmente vigente Manifiesto Comunista, escrito en 1848. Ese fantasma tomó cuerpo ya entrado el siglo XX, inspirando lo que comenzó a construirse como alternativas capitalistas en varios países (Rusia, China, Cuba, Vietnam, etc.). No es intención de este breve opúsculo analizar en profundidad esas experiencias. Lo que sí queda claro es que la lucha de clases –que de ningún modo ha terminado– sigue vehiculizando la historia, estableciendo las relaciones sociales entre grupos: poseedores versus desposeídos, explotadores versus explotados.

Un magnate como Warren Buffet, en absoluto sospechoso de ideas marxistas, lo pudo decir sin cortapisas: “Por supuesto que hay luchas de clase, pero es mi clase, la clase rica, la que está haciendo la guerra, y la estamos ganando”. En otros términos: la tensa relación entre dueños de los medios de producción (banqueros, industriales, terratenientes, empresarios varios) y trabajadores en relación de dependencia (obreros industriales urbanos, campesinado, empleados en servicios, amas de casa –que no reciben remuneración, pero ayudan a crear plusvalía–) continúa en el centro de la construcción social, en todo el orbe y más allá de las formas diversas y complejas que pueda adquirir. El fantasma del que tanto se cuida la clase dominante es la posibilidad de perder sus privilegios. ¡Eso es el comunismo!

Más allá de todos los clichés estereotipados que lo intentan vilipendiar, acallar o reprimir crudamente, el comunismo es la aspiración solidaria y justiciera de una sociedad donde, en palabras de Marx de 1875, se funcionaría “De cada quien según sus capacidades, a cada quien según sus necesidades”. Es decir, una sociedad racional basada en la equidad. En todo tipo de equidad: económica, política, cultural, de género, étnica, etaria, geográfica.

Si bien eso no existe de momento, es una utopía (lugar que no está en ningún lugar), y si bien el sistema capitalista se vale de cualquier medio para impedir ser modificado (porque los afortunados propietarios perderían sus prerrogativas), la práctica política transformadora intenta sembrar esa utopía para que algún día fructifique, dado que el actual estado de cosas no tiene salida, no ofrece alternativas para la amplísima mayoría de la humanidad. Para que un escaso 15% de la población mundial viva con cierto confort (Primer Mundo), y un 1% acumule la mitad de la riqueza total del mundo, el 85% restante pasa penurias insufribles. Y junto a eso, el modo de producción capitalista ha llevado a una catástrofe medioambiental espectacular que, en los marcos del actual modelo socioeconómico, no tiene solución. Dicho de otro modo: el capitalismo le conviene a muy pocos, escasos miembros de la especie humana. El comunismo, definitivamente es la esperanza de un mundo menos monstruoso, más equilibrado.

Estamos claros que no hay paraísos (el único paraíso es el paraíso perdido). Pero lo que el capitalismo ha producido en sus largos siglos de existencia, junto a un gran avance científico-técnico innegable, es una teratología social inviable. Por eso el comunismo se alza como esperanza entonces.

La lucha de clases que apuntábamos se expresa día a día, minuto a minuto. No necesariamente con la represión sangrienta de una manifestación de obreros o campesinos, sino con el sutil trabajo superestructural, con la ideología. Es decir: con el cúmulo de ideas y representaciones con que categorizamos el mundo. No olvidar que, como dijeran Marx y Engels, “La ideología dominante es siempre la ideología de la clase dominante”.

Para graficarlo, valgan estos ejemplos, absolutamente verídicos, que muestran cómo la ideología dominante impide ver con claridad, obnubila la visión, puede cegarnos:

  1. Un entrevistador pregunta a un miembro de la Contra nicaragüense en el momento en que se desarma esa fuerza militar, luego de haber sido derrotado el sandinismo en las elecciones de 1990:

A: ¿Usted por qué se metió a la Contra?

B: Porque venían los piricuacos [nombre despectivo para referirse a los sandinistas] y le ponían una inyección a uno que lo hacía comunista y ateo. Y eso está mal.

  • Pregunta de un periodista a un profesional de clase media con maestría, bien educado, y radicalmente antichavista, en Venezuela en 2007

A: ¿Por qué no utiliza los focos ahorradores que el gobierno bolivariano trajo de Cuba?

B: Porque allí el dictador Castro hizo poner unos micrófonos con los que te escuchan. Y así te tienen registrado y saben lo que uno dice. Te controlan todo el tiempo.

  • Pregunta de un profesor a una madre, muy preocupada por la educación de su hijo adolescente, en Estados Unidos, en 1978

A: ¿Por qué le preocupa tanto que su hijo se contacte con ese grupo en la universidad donde va a ingresar el año que viene?

B: Porque de pronto le comienzan a meter ideas raras en la cabeza al pobrecito, y se lo quieren llevar a Cuba, o a Rusia. Y allí les lavan el cerebro, los vuelven guerrilleros, los vuelven diablos antidemocráticos.

  • Pregunta de un joven veinteañero a su amigovia con ocasión de la fiesta de disfraces a la que ambos están invitados la próxima semana, en Suiza en 2012:

A: ¿De qué te vas a disfrazar?

B: De la muerte. Es decir: de comunismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.