Sin aún mucha repercusión regional, América Latina ve deteriorarse uno de sus más celebrados procesos políticos recientes, inclusive con escenas de represión a los movimientos sociales. Se trata del Ecuador y su llamada «Revolución Ciudadana», que en la actualidad parece pasar por el mismo fin de ciclo que otros países capitaneados por los llamados «gobiernos progresistas». Sobre esto y también sobre la coyuntura suramericana, conversamos con el analista político hispano-brasileño Decio Machado.
«Haciendo un rápido recorrido por la región, vemos como en Brasil el actual ministro de finanzas pasó a ser un discípulo de los Chicago Boys dentro de un gobierno que se dice de los trabajadores; en Argentina el próximo presidente será el representante de la derecha new age del actual partido de gobierno; en Chile el gobierno de Bachelet no ejecuta ni una sola de las medidas progresistas que prometió en campaña; en Perú no queda ya nada de izquierda dentro del gobierno de Humala; en Bolivia desde mediados del pasado año se estrecharon los lazos entre el sector privado y el gobierno; y, en Ecuador el gobierno está volviendo al redil del FMI eliminando subsidios sociales y a punto de comenzar un proceso de privatizaciones sobre distintos activos de empresas públicas«, sintetizó.
Además de analizar el contexto económico regional, Decio expone la evolución del proceso ecuatoriano en los 9 años de correísmo -crítica constante en sus trabajos como coautor y a veces coordinador de obras como «La Restauración Conservadora del Correísmo», «Correismo al desnudo» o «El país que queríamos»- y la relación existente entre los detentores del poder y la sociedad ecuatoriana, en especial los sectores más contestatarios, sin olvidar por ello los avances obtenidos durante el proceso, entre estos la auditoría a la deuda externa.
«Al mismo tiempo que se construía este estereotipo de líder nacionalista y revolucionario enfrentado a los grandes poderes del capital mundial, al interior del país se ha desarrollado un modelo de Estado coercitivo y de control«, afirma.
Y, ante la actual crisis económica que se prevé de larga duración, Decio Machado hace referencia a lo que ya se ve en otros lugares y dice que va siendo hora de renovar proyectos y protagonistas políticos. En líneas generales, un cuadro muy similar al que ya visualizamos en Brasil y otros países vecinos.
«Es fácil prever que la socialdemocracia latinoamericana cada vez se irá pareciendo más a las socialdemocracias liberales europeas. Esta realidad implica la necesidad de generar nuevas alternativas sociopolíticas que si sean capaces de transformarse en motores de cambios en nuestra región. Esto conlleva dos vertientes, la conformación de iniciativas políticas diferenciadas a esto que se ha llamado progresismo latinoamericano y sobre todo, una rearticulación de nuevos movimientos sociales, donde personalmente pienso que lo urbano y la incidência de lo juvenil tendrá más peso que lo campesino, indígena y rural.«
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Decio Machado |
Aquí la entrevista completa con Decio Machado:
¿Qué nos puedes contar sobre el momento actual en el Ecuador, sus aspectos políticos, sociales y económicos?
Ecuador ha vivido en estos últimos años un período de estabilidad política importante -con anterioridad a Rafael Correa ninguno de los tres últimos presidentes electos ha terminado su mandato-, obteniendo un notable mejoramiento en sus indicadores sociales y un crecimiento económico sostenido que le ha permitido al país ver como sus clases medias pasaron del 14% al 27% en durante los últimos 10 años.
El aparato de propaganda del régimen correísta llamó a esto «milagro ecuatoriano», intentando de manera forzada equipararse a procesos económicos como los vividos por Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwan entre 1960 y 1990, motivo por el cual se autodefinió al Ecuador como el «jaguar latinoamericano» en alusión a los llamados cuatro «tigres asiáticos».
Desde el punto de vista político, el correísmo implementó como base de su estrategia de legitimación el culto a la personalidad del líder, lo que vino a significar una agresiva campaña de propaganda donde la figura presidente Correa ha sido diariamente omnipresente durante nueve años y a través de la cual también se ha querido construir cierto nivel de devoción al Estado al más fiel estilo norcoreano. En paralelo, el alto precio del petróleo en los mercados internacionales y una efectiva política de recaudación de impuestos, entre 2007 y 2014 se duplicó el número de contribuyentes activos en el país a pesar de que el índice de evasión fiscal sigue siendo alto, le permitió al correísmo implementar una profunda modernización del Estado y sus infraestructuras.
El aumento de la capacidad adquisitiva de la población hizo también aumentar el consumo, desarrollándose en paralelo una fuerte cultura de endeudamiento familiar que más temprano que tarde pasará su factura, mientras que las empresas privadas monopólicas y semi-monopólicas existentes en los diferentes sectores de la economía nacional han obtenido un nivel de beneficios muy superior a los que obtuvieron durante el período neoliberal. Cabe destacar que estas empresas se han visto agraciadas por una política fiscal que ejerce su presión sobre las capas medias y pequeños comerciantes en lugar de sobre los grandes capitales.
Sin embargo, la estructura económica real del país apenas ha sufrido cambios respecto a la matriz de acumulación heredada del neoliberalismo, condición que está conllevando a un rápido deterioro de la economía nacional al momento en que el país entró en su actual crisis fruto de la ralentización de la economía china y la caída del precios del crudo.
Terminado el período de bonanza económica, terminó también la magia de enamoramiento que el correísmo ejerció sobre la sociedad ecuatoriana. En la actualidad el régimen y la figura del presidente Correa sufre un fuerte desgaste político, mientras comienzan recortes presupuestarios, despidos en la Administración Pública y privatizaciones.
¿Estamos ante el agotamiento de un ciclo político en Ecuador, de igual manera a lo que está sucediendo en otros países golpeados por esta nueva crisis internacional del capitalismo?
Todos los países de la región han obtenido notables logros en materia de combate contra la pobreza durante la década dorada de los commodities. A pesar del discurso revolucionario, la reducción de la pobreza no es solo un logro de los gobiernos progresistas. Colombia por ejemplo, un país que ha mantenido gobiernos neoliberales durante todos estos años, redujo su pobreza monetaria -cuando los ingresos no alcanzan para una canasta básica- del 49,4% en 2002 al 28,5% en 2014. Sin embargo, la reducción de pobreza en América Latina lleva estancada en un 28% de la población, es decir 167 millones de personas, desde el 2012, lo que demuestra el fin del ciclo de bonanza económica regional.
Con el fin de la década dorada de los precios de los commodities llegó también el fin del ciclo político progresista, lo que no quiere decir necesariamente que esto implique la caída de estos regímenes políticos actuales, sino la transformación de sus políticas públicas. Haciendo un rápido recorrido por la región, vemos como en Brasil el actual ministro de finanzas pasó a ser un discípulo de los Chicago Boys dentro de un gobierno que se dice de los trabajadores; en Argentina el próximo presidente será el representante de la derecha new age del actual partido de gobierno; en Chile el gobierno de Bachelet no ejecuta ni una sola de las medidas progresistas que prometió en campaña; en Perú no queda ya nada de izquierda dentro del gobierno de Humala; en Bolivia desde mediados del pasado año se estrecharon los lazos entre el sector privado y el gobierno; y, en Ecuador el gobierno está volviendo al redil del FMI eliminando subsidios sociales y a punto de comenzar un proceso de privatizaciones sobre distintos activos de empresas públicas.
Que nuestros actuales gobiernos descubran ahora que el capitalismo se retro-alimenta de sus propias crisis cíclicas, no demuestra más que una enorme incapacidad por parte de las nuevas elites tecno-burocráticas «progresistas». Llevamos una década escuchando discursos sobre las virtudes de la planificación, pero a la hora de verdad vemos que poco se planificaron los Estados para afrontar el cambio de ciclo económico impuesto por el capitalismo global en estos momentos. La consecuencia es clara: existe el severo riesgo de perder en los próximos años gran parte de las conquistas sociales adquiridas por la clase trabajadora y los sectores históricamente olvidados en nuestras respectivas sociedades latinoamericanas. No hay que olvidar que el porcentaje más alto de población latinoamericana, un 38% que equivale a 200.000 millones de personas, es población vulnerable según la CEPAL.
Uno de los méritos más celebrados del gobierno Correa fue la auditoría de la deuda externa, reducida drásticamente y casi sin resistencia por parte de los acreedores. ¿Cuál es la importancia que esto supuso para el presupuesto y las políticas del Ecuador en esos años? ¿Esto significó una mejora visible de las condiciones de vida de la población y de los servicios públicos básicos?
En 2008, tras una auditoria independiente realizada sobre la deuda externa, el presidente Correa declaró una parte de la deuda contraída por Ecuador como una deuda ilegítima. A partir de ahí se declaró el cese de pagos del 70% de la deuda ecuatoriana en bonos, situación que hizo que los acreedores o tenedores de deuda sacaran al mercado sus bonos con valores más bajos pretendiendo vender rápidamente.
Fue el mismo Estado ecuatoriano quien, a través de una atrevida estrategia de ingeniería financiera, recompró con apenas 800 millones una deuda que tenía un valor original 3.000 millones de dólares. Sumado los intereses, es posible que esta brillante operación pueda haber ahorrado al Estado unos 7.000 millones de dólares en los años siguientes.
Sin duda, este ahorro por parte del Estado ecuatoriano permitió que el gobierno del presidente Correa incrementase la dotación presupuestaria destinada a programas sociales dirigidos a los sectores más vulnerables. Es un hecho que la declaración de deuda ilegítima de un tercio de la deuda externa del Ecuador, permitió a los sectores más empobrecidos mejorar sus condiciones de vida, aunque la calidad de los servicios públicos siga dejando mucho que desear.
Lamentablemente en los últimos años el gobierno correísta desandó el camino recorrido. El país en la actualidad vive una agresiva política de endeudamiento externo, condición que posiblemente exija al gobierno modificar nuevamente la Constitución, pues estamos ya en una deuda cercana al 40% del PIB, equivalente al techo máximo de endeudamiento que se contempla en nuestro texto constitucional.
Uno de sus libros sobre el proceso ecuatoriano, la denominada «Revolución Ciudadana», tiene el elocuente nombre de Restauración Conservadora del Correismo. ¿Puedes detallarnos al respecto y cómo eso se refleja en las prácticas más recientes del gobierno de Correa?
El libro es un esfuerzo compartido con múltiples académicos y militantes sociales ecuatorianos, de los cuales yo soy apenas uno más. En él se detalla como el régimen ha ido evolucionando muy rápidamente a posiciones conservadoras en prácticamente todos sus ejes de intervención.
La política pública de salud sexual ha sido puesta en manos de siniestros personajes vinculados al Opus Dei y el aborto esta penalizado con cárcel incluso en caso de violación; la política económica y productiva está en manos de funcionarios públicos carentes de ideología política y lobbistas al servicio del capital emergente ecuatoriano; el gobierno esta aprobando un Tratado de Libre Comercio con la UE y es de esperar que firme otros con distintos países en el futuro inmediato; la mitad de las reservas de oro nacional se pusieron el año pasado en manos de uno de los mayores piratas de Wall Street, el grupo de banca de inversión Goldman Sachs, uno de los responsables impunes del colapso de la burbuja inmobiliaria del 2008 en EEUU; la economía nacional ha vuelto a ser monitoreada por el FMI y ante el agotamiento de su capacidad de endeudamiento en fuentes alternativas, es fácil suponer que en breve vuelva a ser receptor de sus créditos bajo las condiciones históricamente impuestas por las instituciones de Bretton Woods; varios líderes sociales, por oponerse a las políticas extractivas, tienen expedientes abiertos por sabotaje y terrorismo en un país donde el terrorismo no existe; y, la política fiscal exonera mediante diversos mecanismos a los grandes capitales.
En resumen, lo que queda de los sectores progresistas al interior del gobierno tienen un rol meramente testimonial, sirven tan solo como fachada legitimadora de un discurso pretendidamente revolucionario, pero las prácticas políticas emanadas desde el Ejecutivo y el Legislativo -controlado mayoritariamente por el partido de gobierno- son claramente reaccionarias.
Recientemente vimos importantes movilizaciones de resistencia a algunas políticas públicas del gobierno con el protagonismo de los movimientos sociales, especialmente el indígena, con importantes protesta en las calles. ¿Qué opinión le merece esta confrontación?
El idílio inicial existente entre el gobierno de Rafael Correa y los movimentos sociales independientes quebró a partir del segundo año de gestión. La aprobación de la actual Ley de Minería y la negación por parte del gobierno a desarrollar una reforma agraria en un país que ostenta uno de los más altos índices de América Latina respecto a concentración de tierra fueron los primeros detonantes. A partir de entonces y sorprendentemente, el presidente Correa ha manifestado en múltiples alocuciones públicas que el mayor enemigo del proceso autodenominado revolución ciudadana son las organizaciones ambientalistas, los sectores izquierdistas y el movimento indígena.
Desde entonces, las movilizaciones contra las políticas gubernamentales auspiciadas por la izquierda social y política independiente del gobierno han ido en aumento. Las movilizaciones masivas de estos últimos meses no son más que la continuidad y profundización de este desencuentro político.
¿Pero como es qué se dio una reacción represiva por parte de un gobierno que internacionalmente aparece como bastante vinculado a estos grupos?
La imagen exterior del presidente Rafael Correa es el fruto de una construcción mediática estratégicamente planificada desde el gobierno a través de la colaboración de reconocidos profesionales internacionales del marketing político contratados para tal fin. Al mismo tiempo que se construía este estereotipo de líder nacionalista y revolucionario enfrentado a los grandes poderes del capital mundial, al interior del país se ha desarrollado un modelo de Estado coercitivo y de control.
La represión ejercida sobre los sectores populares movilizados al interior del país en el levantamiento nacional del pasado 13 de agosto, donde fueron detenidos un centenar de personas -gran parte de ellas con procesos judiciales abiertos-, no es más que la plasmación práctica de un tipo de política que tiene serias dificultades para aceptar el pensamiento crítico y la disidencia.
Es curioso observar como el gobierno no ha desarrollado ningún tipo de acción represiva sobre las movilizaciones callejeras organizadas por la derecha política a medidos del presente año como oposición a la Ley de Herencias y de Plusvalías -proyectos legislativos que pretendían gravar la transmisión patrimonial de grandes fortunas y la especulación inmobiliaria, los cuales fueron inmediatamente archivados por el Ejecutivo-. Sin embargo, lo que le inquieta al gobierno son las movilizaciones auspiciadas desde sectores de la izquierda, sobre las que si ha ejercido represión a través de los cuerpos de seguridad del Estado.
Para entender esta contradicción, hay que entender que son las movilizaciones desarrolladas desde los sectores populares las que ponen en cuestión la estrategia populista del presidente Correa de reivindicarse como la voz del pueblo.
Aquí en Brasil, tenemos un momento de extremo recrudecimiento de la represión a los pueblos indígenas en varias regiones, tal vez porque hasta la fecha nuestros pueblos originarios no han adquirido la misma influencia política que poseen estos actores en otros países. En Ecuador, cual es el nivel de fuerza política de estos pueblos y su relación con los gobiernos?
El movimiento indígena a través de su organización mas importante, la Confederación Nacional Indígena del Ecuador (CONAIE), ha protagonizado la política reivindicativa nacional desde los años noventa hasta hoy. Han sido los errores de sus propios dirigentes los que han ido paulatinamente debilitando dicha organización, la cual en la actualidad -a pesar de su crisis interna y falta de cohesión- sigue siendo el movimiento social más importante del país.
Las principales reivindicaciones históricas de la CONAIE y del movimiento indígena en general siguen vigentes y no han sido atendidas por el actual gobierno. El presidente Correa se negó a emprender la reforma agraria y la declaración constitucional de que el Ecuador es un Estado Plurinacional no es más que pura retórica.
La fuerza política del movimiento indígena es visible en los territorios donde los indígenas tienen un peso social importante, determinadas provincias de la Sierra Central y el conjunto de la Amazonía. Esto se plasma en la representación político institucional del Pachakutik (partido político surgido en el año 1995 que busca representar los intereses de los pueblos indígenas y que a la postre fue utilizado por muchos oportunistas políticos hoy en el partido de gobierno) en los gobiernos locales de estos territorios.
Sin embargo, es una realidad evidente que a pesar de que el modelo organizativo de la CONAIE -con organizaciones internas de distinto nível- es ejemplar, existe en la actualidad un cortocircuito entre sus bases y la dirigencia.
En todo caso me atrevo a decir que, en un país donde la población que se autodefine como indígena es tan solo del 7% cuando la realidad es mucho mayor, se debería repensar la pertinencia de que el movimiento indígena siga siendo el eje a través se articulen satelitalmente el resto de movimientos sociales contestarios.
¿La derecha ha influenciado sobre el actual escenario de lucha política? ¿Cómo se ha organizado ese espectro político en Ecuador?
El escenario político ecuatoriano en este momento es tremendamente complejo y se estructura a través de diferentes intereses y estrategias transversales y en muchos casos enfrentadas.
Por un lado, la movilización en las calles ha sido mantenida y sostenida durante todos estos años por la izquierda social y política disidente del correísmo. Esta situación cambió a mediados del presente año, cuando la derecha protagonizó también importantes movilizaciones de calle encabezadas por sectores medios acomodados y parte del sector empresarial en contra de las propuestas de ley auspiciadas por el gobierno en el ámbito de las Herencias y las Plusvalías Patrimoniales.
En la actualidad estos sectores conservadores se están incorporando a las movilizaciones auspiciadas por los sectores populares, los cuales a pesar de que intentan distanciarse de los intereses de la burguesía, no pueden evitar su presencia en las manifestaciones que se realizan en las calles. En realidad, son los sectores más conservadores son quienes controlan al aparato mediático privado nacional, lo que les permite jugar a la estrategia de capitalizar el desgaste político que sufre el gobierno nacional en estos momentos.
A la espera de que la situación económica nacional se deteriore aún más, como es previsible, buscan unificarse bajo una solo propuesta electoral y que tengas posibilidades de derrotar al correísmo electoral febrero del 2017, fecha de los próximos comicios presidenciales. Que tengan capacidad de unificarse y que la tendencia de voto les beneficie son dos cosas que aún están verse.
En paralelo, y como ya indicaba con anterioridad, son los sectores organizados de la izquierda social y política quienes protagonizan las convocatorias de movilización en las calles, si bien esto no se plasma en intención de voto por parte de la ciudadanía. El correísmo se encargó, durante estos casi nueve años de gobierno, de debilitar enormemente a las organizaciones políticas de la izquierda, las cuales con mediocres liderazgos políticos tampoco son capaces de ofrecer un programa de gobierno alternativo, sólido y convincente a la sociedad ecuatoriana.
Por último, en lo que se refiere al oficialismo, cabe destacar que el presidente Correa pretende aprobar en breve una ley que le permita presentarse a la reelección presidencial de manera indefinida. Sin embargo, en función de que se agudice la crisis económica lo más seguro es que deje un delfín político posicionado a la candidatura presidencial del 2017 -se habla de Lenin Moreno, su ex vicepresidente durante la legislatura anterior- con el fin de volver a candidatizarse en el 2021, articulando una estrategia similar a la del lulismo en Brasil y buscando no deteriorar más su imagen en la actual coyuntura económica de crisis exponencial que vive el país.
¿Qué otros grupos y colectivos sociales se han destacado en este escenario?
Los movimientos sociales ecuatorianos tienen la necesidad de reinventarse durante este período. No creo que las izquierdas tengan ninguna chance electoral en el 2017, lo que supondrá seguramente una fuerte crisis entre sus actuales dirigencias. Pienso que según se agrave la crisis económica, habrá mejores condiciones para el surgimiento de nuevos movimientos sociales de perfil urbano juveniles y con características de indignación similares a lo que vimos en Brasil en junio del 2013.
Mas allá de esto, quienes en la actualidad ostentan el peso de la movilización social en Ecuador es el movimiento indígena, específicamente la CONAIE, con quienes todos los sectores de la izquierda social debemos ser solidarios, dado que sobre ellos recae gran parte de la criminalización social auspiciada desde el poder político del Estado en estos momentos.
A pesar de todo lo que hemos hablado, ¿crees que se puede decir que existe aún bastante solidez en la relación existente entre Correa y la población trabajadora?
El gobierno correísta implementó las mismas lógicas políticas clientelares que con anterioridad habían desarrollado otros gobiernos neoliberales en el país. A través de prebendas políticas y puestos públicos compran dirigencias de organizaciones populares e intentan dividir a los movimientos sociales en resistencia.
La solidez de este tipo de relaciones en el gobierno actual se mantuvo mientras se mantuvo la bonanza económica. Ahora estamos en un período de crisis donde posiblemente el país cierre el año con un crecimiento negativo y nada apunta a que el 2016 sea un año de recuperación económica. En ese contexto, hay que entender que Alianza PAIS -el partido de gobierno- es un partido político construído desde el poder. Sus líderes territoriales en la mayoría de los casos son caciques locales reciclados de la vieja partidocracia existente en el período neoliberal. Es por ello que ni hay originalidad en las políticas públicas desarrolladas por el correísmo en las instituciones locales ni el modelo de relación clientelar con las organizaciones sociales o la sociedad en general ha sufrido transformaciones radicales respecto a lo que ya históricamente se vino desarrollando en el país.
En función de que el gobierno se vaya debilitando en la actual coyuntura política nacional se debilitaran esos lazos clientelares y gran parte de los funcionarios públicos con nombramientos políticos se reacomodaran a la larga en las listas que consideren con mayores posibilidades de ganar las próximas elecciones. Tal cual lo hicieron en las listas correistas con anterioridad. Son un establishment carente de ideología que buscará mantener sus privilegios de casta mande quien mande a partir del 2017 en este país.
¿Qué valoración general haces tú de la «Revolución Ciudadana»?
Pienso que este proceso mal llamado «Revolución Ciudadana», aquí con las y los ciudadanos se ha contado muy poco a la hora de tomar decisiones, ha servido para implementar una tardo-modernización capitalista en el Ecuador. Para ello se han generado una suerte de alianzas público-privadas con sectores emergentes del capital ecuatoriano, lo que implica a su vez la superación del poder económico que ostentaban anteriormente los grandes hacendados del agrobusiness hacía nuevos tipos de negocios más tecnificados y con miras a la economía de consumo nacional.
Para esta nueva burguesia nacida tras la crisis bancaria del 1999 y 2000 que pugnaba por el control político del país frente a los viejos terratenientes del banano y las flores, el correísmo tuvo sentido político, pues bajo consignas y banderas construídas durante la resistencia al neoliberalismo se implementó una serie de políticas de perfil desarrollista que eran necesarias para insertar al país en el marco del actual sistema-mundo capitalistamente globalizado.
Terminado el período de bonanza económica, estos sectores le plantean una clara disyuntiva al actual gobierno: o readecúa su actual política social, eliminando subsidios, recortando el tamaño del Estado e instaurando una política de privatizaciones sobre activos actualmente en manos de lo público; o le hacen la guerra y el gobierno se va. Todo aparece indicar que el actual gobierno, al igual que tantos otros en América Latina, ha optado por la primera de las opciones planteadas por estos nuevos sectores del capital emergente.
¿Consideras que estamos ante un escenario parecido al de otros países latinos? ¿En este sentido, como analizas el momento actual de estos gobiernos, en especial los definidos ya desde hace algunos años como «progresistas»?
Como ya dije antes, considero que los países llamados progresistas han entrado en una fase de redefinición de sus políticas sociales. Hago referencia a las sociales, porque es a través de ellas como marcaron la diferencia respecto a gobiernos anteriores. Estos gobiernos, con excepción del gobierno bolivariano de Venezuela nunca plantearon políticas que buscasen la superación del capitalismo. Cristina Fernández de Kirchner habló de volver al «capitalismo serio», Correa habló del «capitalismo social», y el mismo vicepresidente boliviano García Linera ha reconocido que la diferencia de estos gobiernos respecto a otros se limita tan solo a una debate sobre a donde va el excedente.
En resumen, nunca se pretendió construir un modelo de sociedad y producción alternativo, a pesar de que todos estos gobiernos contaron en su momento con un apoyo popular que les hubiese legitimado democráticamente como herramientas reales de transformación social.
Fruto de todo esto, asistimos en la actualidad como la iniciativa del ALBA se debilita al mismo tiempo que se debilita el gobierno bolivariano en Venezuela; vemos como en Brasil, el gigante regional y país donde se decide el futuro de la región, el poder de sus transnacionales llenó de podredumbre a toda la esfera política del Partido de los Trabajadores; posiblemente asistamos el año que viene a la firma de un Tratado de Libre Comercio entre Mercosur y la Unión Europea; o como el UNASUR pasó a ser funcional a las necesidades del capital, por ejemplo a través de la Iniciativa IIRSA entre otras tantas cuestiones. Incluso geopolíticamente, vemos en la actualidad como la Alianza del Pacífico, una iniciativa orientada al mercado capitalista, ha tomado la iniciativa frente a otros proyectos supranacionales en la región.
El período de bonanza económica en América Latina permitió que 6,5 millones de personas por año saliera de la pobreza. Sin embargo, todos los gobierno latinoamericanos, sean del color que sean, están planteando salidas a la crisis desde posiciones tremendamente conservadoras. En este momento se articulan acuerdos en diversos países que buscan exoneran a las empresas de obligaciones tributarias mientras se congela la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
En fin, el nuevo período de luchas por parte de los movimientos sociales en América Latina conllevará no solo la resistencia frente al modelo de extractivista y por la defensa de los derechos colectivos de nuestros pueblos, sino también por la defensa de los mejoras sociales adquiridas por los sectores históricamente marginados en nuestras correspondientes sociedades durante este período. Quienes deben financiar el período de crisis deben ser los que más ganaron durante el período de vacas gordas, es decir: sojeros, empresas de telecomunicaciones, agrobusiness en general, capitales emergentes de variado y nuevas élites burguesas afines a estos regímenes políticos.
¿Ante la coyuntura económica internacional, que prevés para los próximos años en nuestros países?
Es fácil prever que la socialdemocracia latinoamericana cada vez se irá pareciendo más a las socialdemocracias liberales europeas. Esta realidad implica la necesidad de generar nuevas alternativas sociopolíticas que si sean capaces de transformarse en motores de cambios en nuestra región. Esto conlleva dos vertientes, la conformación de iniciativas políticas diferenciadas a esto que se ha llamado progresismo latinoamericano y sobre todo, una rearticulación de nuevos movimientos sociales, donde personalmente pienso que lo urbano y la incidência de lo juvenil tendrá más peso que lo campesino, indígena y rural.
Finalmente, ¿hacia donde va la «Revolución Ciudadana»?
La «Revolución Ciudadana» es una construcción propagandística al servicio de un líder carismático, es decir, del presidente Rafael Correa. Si te das cuenta, incluso las iniciales RC son coincidentes. Esto quiere decir que la «Revolución Ciudadana» carece de programa o proyecto, es tan solo una plataforma concebida para el posicionamiento de su líder, una lógica por cierto muy neopopulista. La mediocridad de la intelectualidad al servicio del régimen, ha permitido la construcción de imaginarios socialistas que poco o nada tienen que ver con la realidad nacional y la hoja de ruta realmente propuesta para el futuro del país.
Pero más allá de elocuentes discursos y páginas de libros financiadas con erario público y generadas por los mercenarios del poder, la realidad suele ser muy cruda: la «Revolución Ciudadana» no es más que camuflar bajo un discurso nuevo, la reproducción de elementos ya muy viejos, como son el caudillismo, el paternalismo, las estructuras sociales jerárquicas y la subordinación del pueblo al poder político de turno.
Pero los gobernantes son transitorios, unos duran y más otros menos, todos tienen su momento de esplendor pero en algún momento todos se van o son derrocados. El día que Correa no este, esto que se ha venido en llamar propagandísticamente «Revolución Ciudadana» dejará de existir.
Donde no existe pensamiento crítico y construcción de organizaciones sociales autónomas al poder, lo único que se genera es dependencia y cercionamiento de la capacidad creativa de nuestros pueblos. Más allá de cemento y hormigón, esa es la principal herencia que dejará la llamada «Revolución Ciudadana» en el Ecuador.
Versión original en:
http://www.correiocidadania.com.br/index.php?option=com_content&view=article&id=11184%3A2015-10-26-22-29-16&catid=34%3Amanchete