El pasado sábado, 26 de junio, concluyó la cumbre anual del G8. En esta ocasión, los hipócritas por excelencia del planeta Tierra se reunieron en Muskoka, Canada, y el resultado de la misma no ha sido otro que el de demostrar nuevamente al mundo que los que mandan son sus intocables y parásitos representados: los […]
El pasado sábado, 26 de junio, concluyó la cumbre anual del G8. En esta ocasión, los hipócritas por excelencia del planeta Tierra se reunieron en Muskoka, Canada, y el resultado de la misma no ha sido otro que el de demostrar nuevamente al mundo que los que mandan son sus intocables y parásitos representados: los grandes capitalistas. Sin embargo, los presidentes de Estados Unidos, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Italia, Alemania, Japón y Rusia se jactan hasta la saciedad de ser la legítima representación de sus pueblos y, armándose de un poco más de desvergüenza -que no de valor-, también del resto del mundo. Pero ¿quién se cree tamaña mentira? Los Jefes de Estado y de Gobierno que pertenecen al G8 sólo han sido elegidos, aproximadamente, por el 13% de la población mundial; sin embargo se arrogan el derecho de gobernar -y gobiernan- a todo el mundo.
Les he llamado hipócritas al principio de esta nota, pero es su cínica actitud quien en verdad se encarga de atribuirles el mencionado calificativo. Citaré algunos ejemplos que avalan, creo, el argumento que esgrimo. Condenaron, cómo no, a Irán «por falta de transparencia» en sus actividades nucleares. Los dirigentes iraníes siempre han defendido que su programa nuclear está dirigido únicamente a usos pacíficos. ¿Por qué no creerles? Son los denunciantes los que tienen que demostrar, con pruebas contundentes, lo contrario; y nunca lo han hecho, ¿Será que no las tienen? ¿No las tienen porque no han dado con ellas todavía o porque realmente esas pruebas no existen? Recordemos cómo en su día varios presidentes de países miembros del G8 argumentaron, para atacarlo y provocar el genocidio que todos conocemos, que el Gobierno iraquí de Saddam Hussein poseía armas nucleares; muchos años después aún no han dado con ellas. Independientemente de si es más apropiado o no el desarrollo de la energía nuclear con fines pacíficos, Irán está en su perfecto derecho para desarrollarla si así lo considera. ¿Acaso el 80% aproximadamente de la energía que Francia consume, por citar un país del G8, no la obtiene a través de idéntica vía?
También en la cumbre condenaron a Corea del Norte. En un fragmento de su comunicado final, el G8 dijo lo siguiente: «Corea del Norte no tiene y no puede tener el estatus de un Estado con armas nucleares de acuerdo con el Tratado de No Proliferación Nuclear». Desconozco las exigencias de dicho Tratado para poder ser admitido en su seno. De todas maneras, no sé qué clase de Tratado puede ser que sí acepta a los Estados Unidos que, sabemos, está infectado de armas nucleares y hasta el momento es el único país que ha hecho uso de la bomba atómica -en dos ocasiones- con un resultado obviamente devastador; lo que, indiscutiblemente, le convierte en peligroso número uno. Me estoy refiriendo, por supuesto, a las lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki. Fue el 6 de agosto de 1945 cuando la bomba de uranio bautizada «Little Boy» fue lanzada desde el bombardero norteamericano «Enola Gay», reduciendo a cenizas la ciudad de Hiroshima y causando la muerte de más de 200.000 personas. Tres días después, Estados Unidos lanzó la segunda bomba atómica contra la ciudad de Nagasaki. En esta ocasión provocó la muerte directa de unas 140.000 personas, pero, como consecuencia de la explosión, la cifra de victimas mortales creció a más de 217.000 en las décadas posteriores. Creo importante recordar que el presidente que ordenó el bombardeo, Harry Truman, era del partido Demócrata, como Barack Obama.
En la misma cumbre, el G8 atribuyó a Corea del Norte el ataque que el 26 de marzo causó el hundimiento del navío surcoreano Cheonan. Tras la acusación, en esta ocasión tampoco aportaron ninguna prueba. Lo curioso del caso es que más bien existen indicios de que, detrás de explosión, está la mano codiciosa de unos de sus más influyentes miembros: el Gobierno estadounidense. No sería la primera vez que recurre a método tan siniestro para conseguir algunos de sus habituales y perversos objetivos. Y es que cualquier país que de alguna manera se escape de sus garras, siempre será motivo de persecución eterna y despiadada; ahí tenemos los ejemplos de la heroica Cuba, más recientemente de Venezuela Bolivariana…
Otro, por supuesto, es el trato que conceden a los gobiernos amigos y sumisos a sus imperiales intereses. El ejemplo bien claro de esta cumbre es Israel, que no es miembro del G8, pero sí un preciado aliado. Los líderes de los siete países más industrializados y Rusia, instaron al Gobierno de Netanyahu a que alivie -no a que elimine- el bloqueo a la Franja de Gaza, a pesar de que el bloqueo, además de genocida, es ilegal. Sobra decir que de condenar el ataque del ejército israelí a la flotilla humanitaria el pasado 31 de mayo en aguas internacionales, nada de nada.
La lista de ejemplos que demuestran la hipócrita e inhumana actitud del G8 es interminable, pero con lo mostrado, creo, ya es suficiente para concluir que el mencionado Grupo no es otra cosa que una selecta representación del gran capital. Si así no fuera, ¿por qué cada vez que se reúnen deben hacerlo de manera tan hermética, tan aislada?, ¿por qué para preservar su seguridad física durante la cumbre se han invertido más de 700 millones de dólares? Se reúnan donde se reúnan, el G8 siempre generará una oposición cada vez más creciente, y, utilizando a sus fuerzas represivas, también brutales disturbios para aplacarla. Al paso que van, no les va a quedar más alternativa que convocarse en la luna.
Blog del autor: http://baragua.wordpress.com
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.