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Entrevista al historiador Fernando Camacho Padilla, autor del libro "Suecia por Chile"

«El Gobierno de la Unidad Popular generó muchas esperanzas en Suecia»

Fuentes: Punto Final / Rebelión

Fernando Camacho Padilla es un joven historiador español que ha investigado durante los últimos años en Suecia la inmensa solidaridad de este país con el proyecto revolucionario que encabezó el Presidente Salvador Allende y con el pueblo chileno durante los 17 años que duró la dictadura del general Augusto Pinochet. El primer gran fruto de […]

Fernando Camacho Padilla es un joven historiador español que ha investigado durante los últimos años en Suecia la inmensa solidaridad de este país con el proyecto revolucionario que encabezó el Presidente Salvador Allende y con el pueblo chileno durante los 17 años que duró la dictadura del general Augusto Pinochet. El primer gran fruto de este trabajo, a la espera de conocer el resultado de su tesis doctoral (consagrada también a este tema), es un libro excepcional por su calidad y originalidad: Suecia por Chile. Una historia visual del exilio y la solidaridad, 1970-1990 (LOM Ediciones. Santiago de Chile, 2009). Suecia por Chile incluye 229 fotografías que dan cuenta, año a año, de cómo la sociedad sueca hizo suya la lucha del pueblo chileno por el socialismo, la democracia y los derechos humanos y confirma que la fraternidad entre los seres humanos no entiende de barreras culturales o distancias geográficas.

– ¿En qué momento y por qué razones decidiste preparar este libro, una historia visual del exilio chileno en Suecia y de la solidaridad del pueblo sueco con Chile?

– En primer lugar, mi tema de estudio trata sobre cómo se articularon las relaciones entre Chile y Suecia a partir del movimiento de solidaridad durante el periodo que transcurrió entre 1964 y 1990, pero evidentemente el grueso del trabajo se desarrolla a partir del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973. Mientras consultaba la documentación del principal comité de solidaridad sueco con Chile, que se encuentra en el Archivo y Biblioteca del Movimiento Obrero de Estocolmo, encontré varias bolsas llenas de fotografías de este periodo que pertenecían a la redacción del Boletín Chile, la revista que publicaba cada varias semanas dicho comité.

Esas fotografías eran realmente sorprendentes porque ilustraban de manera clara y sencilla la magnitud de la solidaridad en aquellos años, el altísimo compromiso de la mayor parte de la sociedad sueca por lo que fueron el respeto de los derechos humanos y la vuelta de la democracia en Chile. Es evidente que el gobierno de la Unidad Popular generó muchas esperanzas en Suecia, al igual que en el resto del mundo, y el golpe militar fue el fin de esa ilusión, aniquilado de la manera más brutal que se podía hacer.

Esas fotos me trasmitieron las imágenes que buscaba e intentaba reflejar con mi investigación a través de palabras. Por ello consideré que serían el mejor complemento para mi estudio y, además, de la misma manera que me impactaron a mí, lo harían a muchos otros jóvenes o personas que no estuvieron en Suecia en aquel momento. Por otro lado, el libro es un reconocimiento a todas las personas que participaron de esta solidaridad de manera altruista y de las que ya no se habla hoy día.

– ¿Por qué y cómo se dio esa solidaridad sueca tan enorme con el pueblo chileno?

– La historia del siglo XX en Suecia es sumamente interesante para entender esta solidaridad. Hasta comienzos de dicho siglo, Suecia era uno de los países más pobres de Europa. La llegada al poder del Partido Socialdemócrata cambió completamente la realidad del país y, en cuestión de muy pocas décadas, Suecia se convirtió en un modelo en todo el mundo. Este cambio no fue un milagro, sino que vino por la organización y el compromiso de toda la sociedad, muy especialmente por el movimiento obrero, que supo luchar y reclamar sus derechos frente a la oligarquía y la nobleza sueca.

Una vez que la situación política, social y económica mejoró en Suecia, especialmente a partir de la década de 1960, la sociedad sueca empezó a reclamar justicia, igualdad, respeto y libertad por otros pueblos del mundo, especialmente de África, América y Asia. Los primeros movimientos de solidaridad de esta etapa se organizaron en campañas por Vietnam, los países de África del Sur, Cuba y posteriormente Chile. La mayor parte de los suecos que participaron en el movimiento de solidaridad con Chile provenían de otros comités, por ejemplo de apoyo a Vietnam.

Precedentes a esta solidaridad hubo también durante la Guerra Civil española. Entonces más de 500 suecos se alistaron en las Brigadas Internacionales y combatieron en distintos frentes. Varios de los que cayeron presos, estuvieron detenidos hasta meses después de la finalización de la guerra. La solidaridad con Chile en los años 70 fue enorme, pero la solidaridad que hubo por la II República fue todavía mayor, según el número de comités locales que se extendían por toda la geografía sueca. Esa solidaridad podría haberse mantenido si la II Guerra Mundial no hubiera estallado tan repentinamente. A partir de ese momento, los ojos de los suecos ya no estaban más en España, sino en el resto de Europa.

¿Qué fue Chilekommittén?

– Fue el principal comité de solidaridad sueco por Chile. En realidad, se fundó durante el gobierno de la Unidad Popular para apoyar a Allende y también para informar a la sociedad sueca de los cambios que estaban ocurriendo en el país. La idea era concienciar al pueblo sueco de lo interesante y de la significación tan grande que tenía la revolución que encabezaba Salvador Allende, no únicamente en Chile, sino en el mundo. Después del golpe de estado, el comité empezó a denunciar los crímenes que estaba cometiendo la dictadura. El Chilekommittén recaudó dinero a través de actividades culturales, donaciones, venta de boletines, revistas y libros. Estos beneficios se entregaron a los distintos partidos políticos en el exilio y a finales de la década de los setenta se decidió destinarlo a proyectos concretos de tipo humanitario.

– Tu libro permite descubrir algo absolutamente olvidado: la solidaridad de los refugiados españoles con los exiliados chilenos en los primeros años. ¿Qué fue el Club de los Cronopios, al que Neruda regaló una dedicatoria que reproduces en el libro?

– Efectivamente, los primeros en abrir las puertas a los chilenos, además de los suecos del Chilekommittén y los trabajadores, militantes y sindicalistas del partido socialdemócrata (SAP), fueron los republicanos españoles, especialmente los militantes o cercanos al Partido Comunista, entonces agrupados en el Club de los Cronopios. No todos los que iban a este club eran militantes comunistas, pero sí eran personas comprometidas con el retorno de la democracia en España. Los españoles prestaron el club a los chilenos recién llegados para que pudieran reunirse y organizar actividades de solidaridad. Muchas actividades se realizaron en conjunto y las ganancias fueron íntegramente para Chile.

Igualmente, dado que los españoles llevaban muchos años en Suecia, ya conocían bien el idioma, los códigos, el sistema y las costumbres, que fueron enseñando a los chilenos. En muchas ocasiones, los «cronopios» hicieron de intérpretes de los dirigentes políticos chilenos recién llegados en distintas actividades públicas que tuvieron lugar en Suecia.

Cuando Pablo Neruda recibió en 1971 el Premio Nobel de Literatura, mantuvo una relación estrecha con los españoles del Club de los Cronopios. Uno de sus fundadores, Francisco J. Uriz, organizó la única velada poética no oficial en la que Neruda participó en Estocolmo. Varios de los miembros del Club, también traducían literatura sueca al castellano e hicieron de puente entre los escritores suecos e hispanos, lo que facilitó la llegada de Neruda.

– Las primeras fotos del libro nos muestran al embajador Harald Edelstam. ¿Su figura es conocida hoy en Suecia?

– Desde el inicio de su carrera diplomática, Harald Edelstam no dudó en defender a los más pobres y perseguidos, en lugar de complacer a los gobiernos de los países en los que estaba destinado. Ello le llevó a situaciones límites, como en Noruega durante la ocupación nazi, en Indonesia, en Guatemala, y finalmente en Chile, como era de esperar. Edelstam era un socialdemócrata convencido, si bien pertenecía a la aristocracia sueca. Palme decidió designarlo embajador en Chile por su compromiso con el proyecto socialista chileno y las relaciones fueron buenas.

Una vez producido el golpe de estado, Edelstam volvió a repetir lo que tantas veces había hecho antes, salvar la vida de todas las personas posible. Defendió los intereses cubanos el mismo día del golpe y una vez que logró que fueran respetados, después de pasar a manos suecas, llenó los recintos diplomáticos de asilados que huían de la represión militar. En una ocasión se dirigió al Estado Nacional con un enorme autobús para rescatar a más de 50 uruguayos que iban a ser fusilados en breve. Casi a diario visitaba el Estadio y otros campos de concentración para ver si podía salvar algunos de los recluidos. Su actuación evidentemente incomodó enormemente a Pinochet y al resto de los generales, de manera que, a comienzos de diciembre de 1973, decidieron declararle «persona non grata» para que tuviera que abandonar el país. Una vez que regresó a Suecia y hasta que falleció de cáncer en 1989, siempre participó en actividades de solidaridad con Chile, denunció el régimen del terror impuesto por Pinochet y no dudó en hacer todo aquello que estuviera en sus manos para ayudar a los compañeros perseguidos.

Después de su fallecimiento, su figura pasó prácticamente al olvido. En estos últimos años, varios académicos y productores se han interesado por su historia y se ha rescatado su memoria. También, desde hace casi tres años se ha creado una fundación que lleva su nombre y cuyo objetivo es entregar un premio en derechos humanos a personas que, al igual que Harald Edelstam, dieron su vida por los demás.

– ¿Qué aporta la historia visual al análisis histórico?

– Desde que apareció la fotografía a mediados del siglo XIX, se discute el uso de las imágenes como fuentes o registros históricos. Es evidente que debemos tener cuidado con el uso de las imágenes como evidencias de acontecimientos, especialmente cuando hoy día es tan sencillo modificarlas según nuestros intereses. No obstante, cuando se mantenga fiel la fotografía y siempre que no fuera un montaje previo, tal como se muestra con el fotoperiodismo, sin duda que son documentos muy valiosos para entender procesos, momentos, personajes… que marcaron una época. Siempre se agradece poner una cara, un lugar, un espacio o un contexto a la historia que leemos o que nos transmiten oralmente. Usar nuestra imaginación para recrear ciertos espacios puede ser todavía más peligroso que consultar una imagen, a no ser que estemos hablando de literatura o de ficción. En realidad, muchas de estas fotos pueden parecer ficción, dado que son escenas que ya no se repiten y que las nuevas generaciones desconocen completamente. Pero lo increíble es que no es así.

– ¿Qué acogida ha tenido el libro?

– El libro ha tenido una acogida excelente en ambos países. En Chile pude hacer únicamente un lanzamiento, que tuvo lugar el 10 de diciembre y en el que hubo una gran asistencia. En Suecia, hemos podido tener dos lanzamientos, uno al sur, en la ciudad de Malmö, y otro en Estocolmo. En los tres lanzamientos, la sala quedó pequeña y, a pesar de buscar sillas complementarias, varios tuvieron que quedar de pie. Lo interesante es que dentro del público se encontraban, además de personas que participaron en este movimiento de solidaridad y chilenos exiliados, muchos latinoamericanos, personas de otras nacionalidades, y también muchos jóvenes. Varios medios han publicado reseñas sobre el libro y, especialmente, sobre el impacto de las imágenes.

Creo que este libro es un documento visual con un valor excepcional que servirá de ejemplo de lo que fue el movimiento de solidaridad con Chile y el exilio chileno, no sólo en Suecia sino a nivel mundial. Mi objetivo central es que sirva de ejemplo a la sociedad actual para que se comprometa por un cambio y en la defensa de la democracia y los derechos humanos, rescatando valores como la justicia y la dignidad, y también el espíritu de lucha, tal como se tenían mayoritariamente durante estos años.

– Un extracto de esta entrevista se ha publicado en el número 709 de la revista chilena Punto Final.