A fines de los noventa lo vi pasar por la acera de enfrente, por una calle de La Habana vieja. Iba en lento caminar, boina en la cabeza. Me sentí extraño, pues lo conocía sin conocerlo. En abril del 2003 leí en la prensa cubana que durante el juicio a 73 personas que se les […]
A fines de los noventa lo vi pasar por la acera de enfrente, por una calle de La Habana vieja. Iba en lento caminar, boina en la cabeza. Me sentí extraño, pues lo conocía sin conocerlo.
En abril del 2003 leí en la prensa cubana que durante el juicio a 73 personas que se les sindicaba de contrarrevolucionarias, el hombre de la boina había atestiguado contra varias de ellas. Esto me sorprendió. Pero lo que siguió me dejó perplejo: Ante el juez, al momento de identificarse, reconoció que era el agente Octavio, de los servicios de seguridad del Estado. Quedé atónito.
Increíble. Néstor Baguer Sanchez, uno de los periodistas «disidentes» más publicitado y publicado a nivel internacional por los opositores a la Revolución cubana; el mismo que durante varios años fue corresponsal de Reporteros Sin Fronteras, una de las organizaciones del mundo más virulenta y visceral, contra el Estado cubano; ese que el ex presidente Jimmy Carter invitara a una cena privada durante su paso por la capital cubana, mayo 2002; Néstor Baguer, el hombre que entraba y salía a cualquier hora de la Sección de Intereses estadounidenses, SINA, en La Habana.
Luego leí la entrevista que le realizaron sus colegas y compatriotas Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez, para el libro «Los Disidentes». Y este día, mi primer pensamiento fue encontrarlo para entregarle mi libro «¿Disidentes o mercenarios?», donde demuestraba sus íntimas relaciones con Reporteros Sin Fronteras, algunas instituciones oficiales estadounidenses, y la contrarrevolución más reaccionaria de Miami.
En mayo 2004 lo visité. Me recibió sonriente, me extrechó la mano, y me pidió el libro. Así, sin más preámbulos. El lo había comprado y leído, pero otro «disidente» se lo había robado.
La charla fue muy agradable, a pesar de que era casi gritos: Baguer estaba bastante sordo y no le gustaba ponerse «ese aparato». En agosto cumpliría 83 años de edad. Entre muchas cosas, me contó que había sido muy duro ser «disidente» porque casi toda la familia, los vecinos y los mejores amigos le retiraron hasta el saludo por su condición de traidor a la Revolución.
Y los ojos se le iluminaron, hasta casi verles el llanto, cuando recordó cómo lo habían vuelto a recibir en la Unión de Periodistas de Cuba: en medio de aplausos, muchos abrazos, admiración, respeto, incredulidad, y con su carnet de miembro con plenos derechos.
Hablaba con el orgullo de haber cumplido, desde 1993, con la tarea que le fue encomendada, esa de infiltrar a la contrarrevolución de dentro y de fuera. Sin omitir que desde 1969 era agente de la Seguridad del Estado: «A mí estos 43 años me han dado nueva vida y vigor, porque lo más lindo que hay es defender la Patria, defender lo que tú piensas. (…) Me siento satisfecho, y si volviera a estar en la misma situación, haría de nuevo lo que hasta hoy he estado haciendo». Le había contado al periódico Juventud Rebelde.
El mismo orgullo que se le sentía cuando contaba que era miembro de la Real Academia de la Lengua, y que su primer artículo lo escribió a los 14 años.
Ayer, 25 de octubre, recibí un breve mensaje de Guillermo Cabrera Alvarez, director del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, donde hablaba del hombre de la boina:
«Se marchó del planeta Néstor Baguer, un hombre que supo situarse a la izquierda del mundo. No es solo un gigantesco diccionario de sabiduría el que cierra sus tapas, sino también un recio combatiente que escogió la gloria anónima, y por eso nace con su muerte. El periodismo llora a una pluma y la Patria a un soldado».
<>* Hernando Calvo Ospina. Periodista y escritor colombiano residente en Fracia.>