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El independentismo y el internacionalismo frente a la crisis española

Fuentes: Rebelión

0.- INTRODUCCION1.- CRISIS ESTRUCTURALES DEL ESTADO ESPAÑOL2.- LAS RESPUESTAS: EXPLOTACIÓN Y ESTATALISMO3.- LA MATRIZ SOCIAL DE UNA BURGUESIA DEBIL4.- TECNOFOBIA, LATIGO Y ESTULTICIA POLITICA5.- DERRUMBE E INQUIETUDES POR EL FUTURO6.- DEBILITAR Y DERROTAR TODAS LAS LUCHAS7.- EL EMPOBRECIMIENTO COMO ARMA BURGUESA8.- LA FISCALIDAD COMO ARMA BURGUESA9.- PERSPECTIVAS 0.- INTRODUCCION: Durante esta década una especie de […]

0.- INTRODUCCION
1.- CRISIS ESTRUCTURALES DEL ESTADO ESPAÑOL
2.- LAS RESPUESTAS: EXPLOTACIÓN Y ESTATALISMO
3.- LA MATRIZ SOCIAL DE UNA BURGUESIA DEBIL
4.- TECNOFOBIA, LATIGO Y ESTULTICIA POLITICA
5.- DERRUMBE E INQUIETUDES POR EL FUTURO
6.- DEBILITAR Y DERROTAR TODAS LAS LUCHAS
7.- EL EMPOBRECIMIENTO COMO ARMA BURGUESA
8.- LA FISCALIDAD COMO ARMA BURGUESA
9.- PERSPECTIVAS

0.- INTRODUCCION:

Durante esta década una especie de euforia infantil dominaba el contexto español, llegándose a situaciones esperpénticas como las puyas ácidas entre Zapatero y Berlusconi sobre qué Estado crecía más que el otro. Todo esto se ha hundido. El pasado sábado 16 de octubre, la editorial de un influyente diario estatal hablaba de los «signos de congelación» de la economía española que pasa por una «intensa depresión de la actividad y el consumo». Italia está mal pero mucho peor está el Estado español.

¿Por qué se ha producido esta debacle? ¿Cómo saldrá de ella la burguesía española? ¿Responde la crisis actual a una simple incapacidad transitoria del bloque de clases dominante para saber aprovechar las inmensas ganancias obtenidas en la «década de oro» o debemos profundizar más en las contradicciones históricas del capitalismo español para descubrir cuál es la gravedad real de los problemas que estallan periódicamente? ¿Estamos en medio de una mera crisis económica o se trata de una «crisis española» en el sentido de que toda su estructura está cuarteada? Si así es ¿Qué costos pagaremos los y las explotadas, las naciones oprimidas dentro del Estado español y las naciones saqueadas por su imperialismo externo? ¿Qué debemos hacer los pueblos oprimidos y las izquierdas internacionalistas? Sobre esta última pregunta aquí no se va a proponer nada porque han de ser las y los afectados quienes la respondan.

No son preguntas meramente intelectuales, sino que responden a la necesidad práctica de conocer teóricamente la dialéctica de las contradicciones que determinan la evolución social, contradicciones de las cuales formamos parte activa en la medida de nuestra capacidad material. Hay dos maneras de responder a las preguntas anteriores. Una de ellas es la formal, la de analizar sólo el presente inmediato de la economía como si esta fuera un ente aislado de la totalidad que la envuelve y de la historia que la ha formado, y siempre desde una opción conservadora o reaccionaria. Dejamos este método formal a los ideólogos burgueses y estatalistas. La otra es la dialéctica, la que se introduce en la lucha interna de las contradicciones, busca sus tendencias evolutivas mediante el estudio crítico de su historia, tiene en cuenta la interacción entre todos los componentes de la realidad, y siempre con el deseo de revolucionarlas azuzando su lucha antagónica hasta lograr el salto cualitativo a lo nuevo.

La interacción entre crisis internas al Estado español y presiones externas que agravan las primeras, ha ido en aumento desde el siglo XVII, cuando la economía capitalista despega y rompe su dependencia hacia los ejes mediterráneo-asiático y africano-caucásico, y gira al eje atlántico-noreuropeo. Seis imperios que dependían del eje mediterráneo-asiático, básicamente, quedaron condenados al hundimiento frente al capitalismo en ascenso: China, India, Rusia, Turquía, España y Portugal, siendo a la larga incapaces de responder por sus contradicciones internas más los ataques colonialistas externos a las exigencias del capitalismo en expansión. Sería muy interesante comparar sus respectivas trayectorias, que van desde las revoluciones hasta las dictaduras militares y fascistas, pasando por las guerras de liberación nacional y las rupturas estatales, siempre con extremas violencias criminales, pero no podemos hacerlo ahora.

1.- CRISIS ESTRUCTURALES DEL ESTADO ESPAÑOL:

Hemos recurrido a este ejemplo para mostrar la profundidad de las debilidades estructurales que explican buena parte de los problemas que minan al Estado español desde entonces y que estallan con diversas intensidades al calor de las crisis internas y externas, y muy en especial cuando se fusionan ambas. Debemos detenernos un segundo en descubrir qué es lo que permanece intocable durante estos siglos, o sea, qué es lo esencial; qué es lo accesorio, lo no esencial, y qué es lo nuevo, lo que aparece ahora, en nuestro presente. Solamente así podremos disponer de una perspectiva fiable por la que guiarnos. Si nos ceñimos a la crisis de finales del siglo XIX, ahora estamos en la cuarta crisis de esta índole habida en poco más de un siglo: la primera fue precisamente la crisis global de pérdida definitiva del imperio de ultramar, de Cuba y Filipinas, ante la expansión del imperialismo norteamericano. Entonces chocaron frontalmente el capitalismo en su fase imperialista en ascenso, representado por los EEUU, y un imperio colonialista como el español en caída libre por haber fracasado en su enganche a la industrialización imperialista. La reafirmación del nacionalismo español para salvar su Estado peninsular fue una de las salidas desesperadas, con el consiguiente aumento de las opresiones nacionales.

La segunda crisis estalló en los años ’30 al unirse, por un lado, la incapacidad interna del capitalismo español para aprovechar en su solidez interna los grandes beneficios económicos obtenidos por su neutralidad en la guerra mundial de 1914-18, y por otro lado, los efectos de la crisis mundial iniciada en 1929. Los beneficios de la neutralidad apenas fueron invertidos en otra cosa que no fueran grandes mansiones, lujos y despilfarro, de manera que no se avanzó en una solidez productiva industrial interna que uniese a las burguesías vasca, catalana y castellano-andaluza, bajo la administración de un Estado modernizado, laico y no dependiente de la Iglesia y del Ejército. Sobre esta oportunidad perdida golpeó una década más tarde el demoledor impacto de la crisis de 1929. La fusión de ambas crisis explica la fuerza de los nacionalismos de los pueblos oprimidos, la radicalidad obrera, la debilidad del régimen, la caída de la Monarquía en 1931, la debilidad de la II República , la dureza de la respuesta derechista y por fin el golpe militar de 1936-39, en el que el nacionalismo español jugaba un papel clave.

La tercera crisis surge de la confluencia entre el agotamiento socioeconómico y político del franquismo, con la crisis socioeconómica del capitalismo, ambas desde finales de los ’60. A diferencia de las dos crisis anteriores, ahora existe una realidad mundial que influye poderosamente, y no es otra que la existencia de la URSS. El imperialismo quiere controlar la crisis del Estado español y, de acuerdo con el franquismo, impone a las «fuerzas democráticas» y a las «izquierdas» una serie de concesiones a la unidad española que son aceptadas también por las burguesías autonomistas y regionalistas. Ahora, el Estado ha aprendido algo de las causas de la crisis de 1898, cuando poco antes de esta fecha disponía de la oportunidad de llegar a unos acuerdos de mayor descentralización y de algunas concesiones a ambas islas, frenando el crecimiento del independentismo y cortando así las maniobras de los EEUU. La fracción más nacionalista y autoritaria de la burguesía española aborto aquellas propuestas y perdió ambas guerras. El contexto mundial y estatal español de 1931-36 facilitó la fuerza del nacionalismo franquista más reaccionario. No era esta la situación mundial y española a comienzos de los ’70, lo que llevó a desarrollar la trampa del «Estado de las autonomías», en la que, de nuevo, perdieron las naciones oprimidas.

La cuarta y última crisis, la actual, tiene como imagen pública la significativa coordinación de esfuerzos entre las naciones oprimidas y el internacionalismo estatal, que ha servido para poner los puntos sobre las íes en los problemas básicos a los que nos enfrentamos: opresión nacional, de clase, de sexo-género, política y democrática en general. Al igual que las crisis precedentes, ésta también ha necesitado de unos años para formarse, apareciendo con formas nuevas pero sacando a la luz las mismas contradicciones irresueltas que las anteriores. Pero destacan cuatro características simultáneas que debemos reseñar: una, que los independentismos socialistas tienen una experiencia que antes no tenían y, sobre todo, son la única fuerza organizada que presenta un modelo de construcción nacional progresista ya que las burguesías autonomistas ni quieren ni pueden hacerlo; otra, que tras el desplome de las izquierdas estatales, ha empezado a crecer otra izquierda internacionalista; además, que también resurge un movimiento intelectual crítico con el nacionalismo español, y por último, que prácticamente se ha hundido la gran baza integradora de una parte del nacionalismo español, la de la mezcla entre el europeísmo cosmopolita, el patriotismo constitucional y la tolerancia democrática, mezcla que pretendía demostrar que el nacionalismo español, o una parte de él, permitiría expresarse al independentismo siempre que éste actuara pacíficamente y dentro de la ley española.

2.- LAS RESPUESTAS: EXPLOTACIÓN Y ESTATALISMO:

Ante las cuatro crisis, el Estado español ha respondido siempre con una solución esencial y básica, y con otras diferentes adecuadas a las peculiaridades de cada una de ellas. La respuesta básica es el endurecimiento de la explotación asalariada y la opresión nacional impuesto directa y brutalmente, con la fuerza militar y económica, o indirecta y sutilmente, con concesiones iniciales que son luego restringidas de forma paulatina o con rapidez según las circunstancias. Recordemos la verborrea demagógica de finales de 1979 sobre las excelencias del «Estado de las Autonomías», supuesta solución eterna al «problema regional español», y cómo la LOAPA española cercenó todo lo que quiso aquella demagogia sólo dos años y medio más tarde, en 1982. Luego se han multiplicado los ejemplos al respecto. Las amputaciones legales o funcionales de los derechos conquistados se han acelerado en los últimos tiempos respondiendo a las necesidades internas y externas del Estado español que ya presionan unitariamente contra la burguesía española.

Y este retroceso de los derechos sociales y nacionales ha ido unido a un aumento del poder económico y político centralizado en Madrid como capital del Estado según un estudio de la Fundación BBVA conocido en junio de 2009 y que se suma a otros anteriores en el mismo sentido, que demuestra que en el último siglo pero sobre todo desde el Plan de Estabilización de 1959 y desde la «democracia» de 1978, Madrid ha sido la Comunidad Autónoma que más inversiones públicas está recibiendo en el último siglo, en infraestructuras de todas clases, desde transportes hasta educación y sanidad. La potenciación por el Estado de Madrid no es casual ni caprichosa ya que es sostenida al margen de qué partido esté en el gobierno estatal, sino que responde a un proyecto de largo alcance que busca como mínimo, cuatro objetivos interrelacionados; uno, mejorar aquella expresión del dictador Franco de que dejaba «todo atado y bien atado»; dos, garantizar que sea el poder estatal centralizado en Madrid el que dirija el grueso de la relaciones económicas con el capitalismo mundial, en vez de que éstas sean realizadas también por las burguesías «periféricas»; tres, debilitar en extremo al movimiento obrero madrileño que fue muy combativo entre 1972-84, comprándolo y sobornándolo con obras faraónicas y, cuatro y decisivo desde una perspectiva de largo plazo, cortar así la toma de conciencia castellanista e internacionalista al aumentar el nacionalismo español como efecto de los cuidados estatales a Madrid.

Esta investigación, que insistimos confirma los resultados de otras similares, muestra cómo frente a las crisis analizadas el bloque de clases dominante ha respondido potenciando la centralidad nacional-estatal española. Las burguesías «periféricas» se han ido adaptando en este siglo, y sus fracciones dominantes han impulsado la centralidad estatal española, su mercado-nación, como lugar privilegiado para sus negocios y a la vez, como recurso represivo último para machacar a sus clases explotadas. En la medida en que cada una de las crisis sucesivas mostraba la creciente gravedad de las contradicciones internas y de los problemas externos, en esta medida, el bloque de clases dominante aumentaba su esfuerzo por fortalecer el Estado en general y su punto geográfico y simbólico de poder: Madrid. No es casual, en este sentido, que fueran dos fechas fundamentales, las de 1959 y 1978, las que marcasen dos acelerones respectivos precisamente cuando estaba cada vez más claro el riesgo de que el capitalismo español se retrasase tanto del pelotón de cabeza internacional que no pudiese volver a él nunca más.

En 1959 la burguesía impuso al franquismo un cambio total en su política económica, abandonando la autarquía y abriéndose a los capitales extranjeros, sobre todo al poder norteamericano, como último enganche modernizador posible. En 1978 uno de los objetivos prioritarios era el de la famosa «entrada en Europa», en el Mercado Común de entonces. En ambas fechas se iniciaron también sendas ofensivas antiobreras aunque con formas diferentes: la primera con la crudeza de la dictadura, la segunda con la legitimación de los sindicatos reformistas. Precisamente fue la lucha de clases recrudecida tras 1959 la que demostró la creciente dependencia del exterior del capitalismo español, como se vio en la heroica huelga minera asturiana de 1962, en la que el franquismo no dudó en negociar la compra de carbón «socialista» polaco para destrozar la resistencia obrera, aunque pese a todo tuvo que hacer concesiones importantes al ver cómo la huelga se extendía a Bizkaia y Gipuzkoa.

La urgencia por engarzar con lo más potente del capitalismo mundial ha sido una constante en aumento en el bloque de clases dominante, aunque las diferencias han surgido en el momento de escoger la «buena sombra» protectora: afrancesados contra absolutistas, pangermanistas contra anglófilos, proyanquis contra europeístas. La mundialización de la ley del valor-trabajo, o como lo denominan los burgueses, el «mercado mundial», ha aceleración la interacción entre las contradicciones internas del capitalismo español y sus debilidades externas.

3.- LA MATRIZ SOCIAL DE UNA BURGUESIA DEBIL:

Sin embargo, la matriz social que formó al bloque de clases dominante se caracterizó por supeditar el trabajo productivo, la industria y la tecnología a la ganancia inmediata extraída de la explotación colonial y al comercio agropecuario. Estas carencias aparecieron catastróficamente en la crisis del siglo XVII, cuando el imperio no tenía más remedio que comprar cañones a sus propios enemigos porque la clase dominante española despreciaba la tecnología y la industria. Desde entonces, han fracasado los tímidos intentos de aumentar la productividad del trabajo mediante el desarrollo tecnocientífico, dominando el método del látigo sobre el método de la máquina. El ejemplo más reciente lo tenemos en el drástico recorte en I+D+i realizados por el PSOE en los presupuestos con la excusa de la crisis. La poca productividad del trabajo es una de las impotencias estructurales del capitalismo español, y una de las razones básicas que explican la extrema gravedad de su situación presente.

La competitividad de una economía, su productividad, es decisiva una vez que la ley del valor-trabajo se ha mundializado, una vez que el mercado es mundial, y que los precios y los costos de producción de cualquier zona particular están condicionados directamente y en tiempo casi real por los costos y precios de otras zonas del planeta. A la larga, es la ley de la productividad del trabajo la que determina qué imperialismo manda sobre los demás imperialismos, y cómo el capitalismo tiene que aumentar la explotación de las clases y de los pueblos. La ley de la productividad es la tendencia fuerte, mientras que existen tendencias débiles que pueden condicionar en períodos cortos, y de hecho lo hacen, pero que terminan cediendo al poderío de la tendencia fuerte, que refleja las dinámicas de las contradicciones estructurales del sistema en su conjunto.

Para la burguesía, la productividad del trabajo es el arma decisiva en la «guerra de la competencia». Para las clases explotadas, la ley de la productividad es la que les machaca a diario, y para las naciones y pueblos empobrecidos y/u oprimidos, dominar su productividad del trabajo es construir su independencia, mientras que dejarla en manos del imperialismo es asumir su dependencia o su opresión nacional. Por esto es vital disponer siempre de una visión histórica. Por esto, aumentar la productividad y la competitividad exige un esfuerzo largo y continuado en grandes inversiones que no rinden beneficios a corto plazo, sino con el tiempo.

Nunca nos cansaremos en decir que el problema decisivo del capitalismo español y por tanto de su unidad estato-nacional, es que no triunfó ninguna revolución burguesa en el sentido clásico, es decir, que esta clase social no pudo destruir radicalmente los pilares feudales desarrollando los suyos propios de una forma independiente. Nunca hubo una expropiación burguesa masiva de los bienes eclesiásticos, de los latifundios medievales, de la monarquía, de las propiedades del ejército como fuerza autónoma preburguesa, etc. Las instituciones típica y necesariamente burguesas, como un Banco, una moneda y unas pesas, una universidad, su sistema jurídico-económico, etc., fueron creadas tarde y con grandes limitaciones frente a los poderes preburgueses.

Como consecuencia, nunca hubo ni democracia, ni cultura, ni ideología específica y totalmente burguesas, no en el sentido «puro», que es imposible, sino en el sentido histórico marcado por las cuatro revoluciones burguesas clásicas con sus dos fases internas, tema en el que no podemos entrar ahora, como tampoco podemos comparar el «capitalismo desde arriba» en Alemania, Italia, Japón, etc., con el del Estado español. Por último y como efecto de lo anterior, tampoco pudo haber nunca un proceso de construcción estato-nacional burgués que integrara a las naciones oprimidas. Hubo intentos de avanzar en esta línea pero fueron derrotados por la reacción, o se plegaron a ésta por miedo a las clases explotadas y a las independencias de las naciones oprimidas. La debilidad histórica del capitalismo español surge de aquí y es desde esta perspectiva como tenemos que analizar no solamente lo limitado de su productividad económica, sino el resto de problemas.

4.- TECNOFOBIA, LATIGO Y ESTULTICIA POLÍTICA:

Antes de seguir, conviene saber que en 2006 el capitalismo español había colocado a 23 empresas dentro de las 1000 más tecnologizadas de la UE , pero bajaron a 21 en 2007, dándose además un descenso del 1,5% en la inversión tecnológica en esas empresas. En estas fechas, el valor añadido por cada trabajador estatal fue de 49.200 euros frente a los 76.500 en Alemania. En 2008 el sector de la tecnología aportó el 7% del PIB estatal, un punto menos de la media europea, que fue del 8% del PIB de la UE. Según AETIC, entre junio de 2008 y junio de 2009 la inversión tecnológica ha caído el 7% con respecto al mismo período entre 2007 y 2008; y entre el segundo semestre de 2008 y el segundo de 2009, la caída es del 13%. Esta organización patronal ve inconcebible que la inversión pública en tecnología se reduzca en un 30% en los PGE de 2010. Además, en algo tan decisivo como son las nuevas telecomunicaciones, la banda ancha e Internet, etc., los precios más altos son, por término medio, los de las empresas españolas. Para dar ejemplos fáciles de entender: l as llamadas de los móviles cuestan un 60% más que en los países ricos, mientras que más de la mitad de los españoles no saben lo que es un libro electrónico.

Por otra parte, el retroceso de la economía española se vio confirmado de nuevo en junio de 2009 cuando los datos de Bruselas indicaron que si en 2007 el PIB español fue el 94,3% del PIB de la UE-15 , de la UE «rica», en 2008 había bajado al 93,6%. Según otro informe, la economía española fue la única que bajó en su productividad entre 1991 y 2005 de la OCDE. En septiembre se han conocido los informes del BM y del Foro de Davos sobre la competitividad económica, que refleja y depende de la productividad del trabajo. Según el BM solo Namibia desciende 12 puestos, uno más que los 11 que retrocede el Estado español, que se hunde hasta el puesto número 62 de una lista de 183. Según el Foro de Davos, la economía española retrocede cuatro posiciones, del puesto 29 al 33 de una lista de 134 países, y añade un dato muy inquietante para la burguesía española: la actual crisis golpeará con especial virulencia al Estado español de modo que éste caerá a penúltimo lugar en competitividad en la lista de las 37 economías más poderosas del mundo, quedando Islandia en el último puesto.

Y por no extendernos, un dato ilustrativo, en abril de 2009 el FMI dijo que México había superado al Estado español como la primera economía en el mundo hispanohablante. El capitalismo es economía del tiempo de trabajo, y la ley de la productividad del trabajo está esencialmente relacionada con el costo energético de cada unidad de tiempo de trabajo y de cada mercancía, sobre todo cuando aumentan el desastre ecológico y los precios de la energía. Junto a otros 27 Estados, el español firmó las 25 medidas de eficiencia energética presentadas por la AIE pero ha desarrollado menos del 10%, ocupando el último lugar junto con Polonia.

¿Por qué el bloque de clases dominante no utilizó siquiera parte de las inmensas ganancias obtenidas en la «década de oro» para aumentar la productividad del trabajo? Por tres razones básicas. La primera y fundamental, porque, como hemos dicho, la matriz social del capitalismo español formó una burguesía débil en lo político y miope en lo económico, lo que le ha llevado ha no enfrentarse a muerte con los denominados «poderes fácticos», respetando sus intereses y hasta potenciándolos al asumir parte de ellos, como su tecnofobia, aquel crítico pero ilustrativo «¡Que inventen ellos!» de Unamuno. Segundo, porque su miopía intelectual no le permite planificar a medio y largo, invertir ahora en tecnología para quintuplicar los beneficios más tarde, sino que opta por la ganancia inmediata aunque sea pan para hoy y hambre para mañana; una suficiente inversión tecnológica durante la pasada década, así como otras reformas burguesas, hubieran reducido en buena medida la crisis actual.

Pero aquí interviene la tercera razón, porque la misma «década de oro» fue producto de la ficción financiera, de la creencia de que el dinero crea dinero sin tener que usarse la fábrica, sino la brujería y la magia bursátil, la ingeniería financiera. La economía española empezó a ver cómo la economía del ladrillo y del cemento, el dinero barato, sumergido y sucio, y el turismo, básicamente, podían sacar del marasmo a los negocios. En estas condiciones, la burguesía industrial, cada vez más débil frente a la financiero-inmobiliaria, necesitaba ganancias inmediatas y la mejor forma de obtenerlas era, por un lado, mediante invertir en ladrillos, en barro cocido, en vez de en inteligencia mecanizada, en máquinas; y por otro, explotar todavía más a la clase trabajadora pero sin nuevas máquinas, sino con nuevos látigos aportados por los gobiernos de turno, legitimados por el sindicalismo reformista y bendecidos por la Iglesia.

La interacción de las tres razones genera una casta política altamente corrupta y superficial, tránsfuga, indisciplinada e inconsistente. Es conocida internacionalmente la pésima fama de la burocracia española para organizar grandes eventos, que generalmente acaban engordando bolsillos privados y cajas B de partidos políticos. Dos ejemplos bastan para ver su estulticia: uno, en 2008 nada menos que el 20% de los parlamentarios han tenido «actividad cero» en las tareas para las que han sido votados; y otro, en marzo de 2009 la vicepresidenta del gobierno tuvo que llamar la atención a cerca de 30 secretarios de Estado y subsecretarios por su poca o nula consciencia de la crisis: «¡Parece que no sois conscientes de la situación por la que estamos atravesando en el país!». 5.- DERRUMBE E INQUIETUDES POR EL FUTURO:

Solamente desde esta visión estructural del capitalismo español comprenderemos por qué una vez más sacrificó la inteligencia al barro cocido, la máquina al látigo, recuperando formas clásicas de explotación inhumana como es el esclavismo oculto de decenas de miles de emigrantes, de precarizados y empobrecidos al extremo. Buena parte del capital estatal, sobre todo el financiero, se lanzó sobre el chollo del cemento de manera que, sin forzar mucho, puede hablarse de una industria dominante, la inmobiliaria. En el 2000, por ejemplo, el PIB español apenas llegaba al 10% del europeo pero esta industria suponía el 30% de la producción inmobiliaria de la UE. El derrumbe del ladrillo, pese a su gravedad, no ha supuesto sino sólo un pequeño retroceso de su importancia en el PIB ya que si en marzo de 2008 representaba el 10,9% del PIB en marzo de 2009 representaba el 10,3%, casi el doble de su importancia en la zona euro, que en esa misma fecha era del 5,8%. Parte de las expectativas de esta rama industrial provenían de la esperanza del crecimiento infinito de la industria turística y de mantenimiento inagotable del gasto familiar.

El turismo está descendiendo con rapidez en un 10% menos, como en el dinero que deja un 15% menos, lo que supone un retroceso a los niveles de 2004; y el gasto familiar se ha congelado, con lo que las expectativas inmobiliarias son también gélidas. Otro tanto sucede en el campo, en donde las perspectivas no son nada buenas tanto por el próximo fin de las ayudas europeas como por los efectos del cambio climático. Además de esto, según datos de 2006, uno de cada dos asalariados trabajaba para empresas no estatales lo que, además de explicar la gran dependencia hacia el exterior de la economía española, también explica en parte, aunque no en todo su desidia por invertir en el tecnología: que la traigan de fuera. Por otra parte, el cierre de empresas no ha sido contrarrestado por las que se han creado, si bien ya en 2007 se había reducido a la mitad del número de empresas creadas en ese años, en 2008 en número de sociedades ha disminuido un 1% con respecto a 2007, lo que supone la primera caída neta en los últimos nueve años.

Esta es una de las razones de la crisis financiera ya que el endeudamiento de las empresas inmobiliarias llega, según algunas fuentes, al 50% del PIB, unos 470.000 millones-€. Según los cálculos de Moody’s la crisis financiera necesita rápidamente de otra inyección de 57.000 millones-€ porque la anterior, de 51.000, solamente cubre el 47% de las pérdidas estimadas. Las pérdidas reconocidas que se estiman rondarán los 108.000 millones -€, y el tiempo necesario para salir de este agujero está calculado en cinco años. Pero estas perspectivas de futuro que presentan los bancos, según Moody’s se basan en proyecciones teóricas realizadas en base al estado actual pero si la economía sigue el proceso actual de deterioro, las pérdidas bancarias pueden llegar a los 225.000 millones-€. Si este escenario resulta ser cierto, lo más probable es que la banca necesitase casi una década para recuperarse.

De cualquier modo, según algunos analistas la industria del ladrillo necesitará hasta 2012 para salir de su depresión, lo que a la fuerza pesará sobre la banca. Un ejemplo del peso del ladrillo y de otras economías, así como del consumo insostenible, en la banca española es que tenía en verano de 2009 nada menos que una oficina por cada 986 habitantes mientras que la media de la eurozona era de una por cada 1735 personas. Pero la crisis financiera es más profunda porque el endeudamiento también afecta a otras industrias, y muy especialmente a las pequeñas y medianas, a las pymes, que a comienzos de 2009 tenían un 80% de sus contabilidades con problemas de financiación.

El riesgo inminente de deflación, eufemísticamente llamada «inflación negativa», significa que los precios tienden a la baja porque la gente compra poco porque no tiene dinero, porque necesita ahorrar ante las incertidumbres, etc. Al bajar las ventas, las fábricas tienen que bajar los precios y producir menos, pudiéndose abrir una espiral descendente más dañina que la inflación. Desde hace meses se debate si la economía española está a punto de caer en la deflación porque el consumo familiar estaba cayendo en picado. En abril de 2009 el diario ‘New York Times’ decía que la economía española era la que más peligro tenía de entrar en deflación ya que los precios habían caído el 0,1%, algo que no sucedía desde 1961, cuando se inició el registro de la inflación, siendo además el primer Estado de la eurozona que entraba en tasas negativas. En septiembre de 2009 los precios marcados por el IPC han descendido el 1%, siendo el séptimo mes en tasas interanuales que sucede lo mismo, pero lo peor es que también desciende la inflación subyacente, la que no tiene en cuenta los precios de los productos perecederos, alimentos y energía. La morosidad es una de las causas y efectos de la de deflación, y en agosto de 2009 había subido al 4,93% mientras que la tasa de créditos dudosos estaba en el nivel más alto desde 1996.

A comienzos de 2009 se sabía que las arcas del Estado no podían seguir dilapidando dinero público para entregárselo gratis a la burguesía. Nada menos que el entonces ministro de economía reconoció que el Estado había utilizado todo el margen que tenía contra la crisis. La deuda oficial se ha incrementado del 37% en 2008 al 53,4% en 2009, previéndose que llagara al 62,5% en 2010. Otros informes aseguran que entre agosto de 2008 y agosto de 2009 el déficit estatal se ha multiplicado por cuatro, pasando de los 14.574 millones de euros en aquella fecha a 60.340 millones en la esta fecha, el 5,73% del PIB. Por otra parte, la gravedad de la crisis está retrasando el pago de las deudas que se deben a Hacienda, que ascienden a unos 37.000 millones, que espera recuperar poco a poco. Además, están las deudas de las Comunidades Autónomas, muchas de la cuales se encuentran en bancarrota técnica, y que ascienden a 7000 millones. La lista no se acaba aquí, pero muchos especialistas ponen en duda de que sean devuelvas en los plazos previstos, si lo son en su totalidad.

Estos datos escuetos, que podemos ampliar, reflejan una realidad ya sabida con antelación, sobre todo en los aparatos económicos, conocedores no sólo de la gravedad de la crisis sino de los limitados recursos del Estado español para salir de ella. Las inquietudes vistas no hacían sino confirmar las advertencias de instituciones como Standard & Poor’s, Moody’s, Morgan Stanley y otras que advertían y advierten de las debilidades intrínsecas del capitalismo español. También en estas mismas fechas se debatía sobre si era bueno que el Estado saliera de la zona euro antes de que fuera echado, y entre quienes proponían que siguiera dentro ponían como única alternativa de salida el recorte de salarios, la austeridad, la reforma fiscal a favor de la burguesía, etc. Aunque se mantiene en relativo silencio y sobre todo fuera de los grandes medios de propaganda, la importancia de este debate es tal que, sin profundizar ahora en él, en septiembre de 2009 la mayoría de los participantes insistían en que es peor estar fuera que dentro de la zona euro.

6.- DEBILITAR Y DERROTAR TODAS LAS LUCHAS

¿Qué hacer frente a todo este panorama? Por tareas de urgencia extrema y de poco tiempo disponible ante la gravedad de la crisis, el orden de las medidas burguesas es el siguiente: Subir los impuestos a las clases trabajadoras y en bastante menor medida a la clase dominante. Endurecer aún más el ataque del nacionalismo español a los derechos democráticos de los pueblos que oprime. Preparar rápidamente otra contrarreforma laboral y social que aumente los beneficios empresariales y debilite al movimiento obrero para que no pueda resistir, aumentando a la vez la opresión de las mujeres, emigrantes, juventud, etc. Y fortalecer en lo posible el debilitado imperialismo español sobre todo contra los pueblos de Patria Grande americana. Ahora bien, un análisis crítico debe empezar por el problema clave para entender la viabilidad del ataque de la burguesía, a saber ¿qué fuerzas organizadas tiene que aplastar el Estado para acelerar los planes burgueses?

Las naciones oprimidas estamos siendo estrujadas cada vez más en beneficio del capitalismo estatal, y esto es tan obvio que no vamos a extendernos aquí, además cada pueblo ha de expresarse por sí mismo mediante los instrumentos organizativos que estime convenientes. Lo que está ocurriendo en la parte de Euskal Herria bajo dominación española en un botón de muestra de lo que pueden llegar a sufrir el resto de pueblos conforme avancen en sus derechos. La Ley de Partidos seguirá extendiéndose en su aplicación en la medida de las necesidades represivas españolas. Son menos conocidos, por desgracia, los efectos destructivos del imperialismo español en otros continentes, sobre todo en el Caribe, Centro y Suramérica, pero no podemos extendernos ahora en esta cuestión. Por último, las clases trabajadoras, sin mayores precisiones aquí en cuanto a su identidad nacional porque tendríamos que hacer muchas precisiones estadísticas, están bajo unas condiciones tremendas no sólo de explotación, como veremos, sino sobre todo de indefensión legal. Por ejemplo, en la primera mitad de 2008 casi la mitad de los asalariados no tenían convenio alguno a partir del cual desarrollar sus luchas y reivindicaciones, y más del 50% no podía participar en elecciones sindicales.

La burguesía puede aplastar mucho más fácilmente a una clase obrera que se encuentra en estas condiciones de indefensión, debidas en buena parte a la tarea del sindicalismo burocrático y la política reformista, que desde los denominados Pactos de la Moncloa en 1977 se han precipitado en el abismo de la colaboración interclasista. Incuestionablemente, también hay otros factores que explican la indefensión obrera y popular en bastantes zonas del Estado, que no en todas. Una de ellas, y muy importante, es la coerción sorda del capitalismo en el proceso productivo, que se refuerza con los efectos paralizantes de la desestructuración del movimiento obrero por los cambios productivos introducidos por la burguesía. En realidad, lo que está ocurriendo es que la burguesía española avanza de forma acelerada en la imposición de un Estado policial-represivo ideado para contener las previsibles luchas de todo tipo que pueden surgir en respuesta a la crisis. De hecho, a mediados de 2008 el Estado español tenía la tasa más alta de reclusos de la UE , 157 por cada 100.000 habitantes. De hecho, ahora mismo tiene la tasa más alta de prisioneros y prisioneras políticas, así como de policías por habitante en una zona ocupada por él, como es Euskal Herria. De hecho, las torturas son denunciadas como prácticas corrientes por los organismos internacionales, y el reciente de medios de prensa, ilegalizaciones de partidos y prohibiciones de todo tipo son prácticas permanentes. La desestructuración del movimiento obrero es inherente a toda crisis capitalista porque el cierre de empresas, al paro y al subempleo, junto a la economía sumergida, etc., daña con especial fuerza al movimiento obrero consciente y organizado. La patronal tiene sus propios sistemas represivos, sus listas negras, sus chivatos y confidentes, y con la ayuda de los aparatos represivos y judiciales, y la colaboración político-sindical reformista, la patronal busca metódicamente golpear primero y sobre todo al sindicalismo sociopolítico, al movimiento obrero luchador. Una parte de la indefensión sindical, por ejemplo, proviene de la enorme economía sumergida, de la emigración, de las pequeñas empresas en las que mandas relaciones de autoridad personal directa.

Se ha estimado que la economía sumergida española ha llegado en el verano de 2009 al 30% del PIB. A finales de 2008 se estimaba que podía representar el 23%, nada menos que 10 puntos más que la media de la eurozona. En el verano’08 se estimaba que uno de cada 5 euros, un 20%, escapaba al control público, y otras investigaciones dicen que en la primera mitad de ese año la economía sumergida era entre el 15 y el 20% del PIB empleando del 12 al 18% de la población activa. La impunidad creciente de esta economía revela la debilidad estructural del Estado para dirigir una parte apreciable de la economía real. En realidad, para una burguesía que sólo piensa en su ganancia inmediata y en que el movimiento obrero no se subleve por su explotación y empobrecimiento, el aumento del dinero negro e incontrolado, ilegal, solamente es un beneficio, aunque a la larga sea una ruina. Centenares de miles de personas empobrecidas y precarizadas logran unos euritos de más para ir tirando en la economía ilegal, sumergida, y eso ayuda a la «paz social», esclaviza y desmoviliza. Aunque al acabar el verano descienda en algo ese 30% sumergido, volverá a recuperarse cuando sea necesario, y cada vez lo es más.

La enorme masa de paro, subempleo y precarización aporta la mano de obra esclava que se deja explotar salvajemente en la economía legal y sumergida. Las mujeres, sobre todo las emigrantes, son presas fáciles para los tiburones capitalistas. En condiciones de explotación «normales», la economía sumergida no es una salida sino sólo para las fracciones más desesperadas de la clase obrera, pero cuando la crisis y un paro estable masivo golpean, entonces decenas de miles de esclavos asalariados buscan un amo que les explote con tal de poder sobrevivir, aunque sea en las peores condiciones y renunciando a la esencia humana, es decir, a la rebelión contra la injusticia.

7.- EL EMPOBRECIMIENTO COMO ARMA BURGUESA:

Cuando el 63% de la gente cobra menos de 1.100 € al mes, y una parte mayoritaria de ella justo los 800-900 €, siempre hay mano de obra dispuesta al sacrificio. Además, si bien la pobreza permaneció «estable», no descendió, entre 1994 y 2007 pese al enriquecimiento oficial, afectando como mínimo al 20% de la población, según algunas estadísticas, otras más recientes como las de la OCDE de comienzos de 2009 indican que la pobreza real, no la oficial ni estadística, podría ser del 30% de la población española. En estos mismos meses iniciales, la Comisión Europea advertía que el Estado español era el segundo país de la UE con mayor riesgo de pobreza, sólo superado por Letonia. Pobreza que golpea sobre todo a personas mayores, mujeres y jóvenes, que en 2008 tenían que dedicar más del 86% de su sueldo a pagar el costo de su vivienda. En agosto de 2009 se ha vuelto a confirmar que el salario mínimo estatal, 728 €, tiene una diferencia del 38,73% con el británico, del 81,45 con el francés, del 90,52% con el belga y del 125,5 con el luxemburgués.

Una pobreza en aumento con especial impacto negativo en la infancia, como lo confirmaron demoledores informes de UNICEF y La Caixa de marzo de 2009 que mostraban que la pobreza infantil pone al Estado español a la cola de la UE , mientras que para verano de 2009 eran ya 600.000 las personas que comían solamente gracias a la caridad privada o pública, mientras que otros informes añaden que un millón de personas reciben alimentos de distintas ONGs. En 2008, nada menos que 4 millones pensionistas cobraban menos de 600 €, y de éstos, más de 460.000 cobraban justo 300 €. La lucha contra la pobreza, las ayudas sociales, son parte del gasto social. El capitalismo español es uno de los que menos gastan en ayuda social a las clases explotadas. En 1993 el gasto social suponía el 24,4% del PIB, pero en 2005 había bajado al 21%, cuando la media de la UE era el 28%.

Lo que no se invierte en gasto social va directa o indirectamente a los bolsillos de la burguesía, la Iglesia , la Monarquía , el ejército, y también en ayudas a las transnacionales de otros Estados para que se queden en el español. En la primavera de 2009 el 25% familias con todos sus miembros en paro no recibía ninguna ayuda pública. A finales de septiembre de 2009 la Comisión Europea ha informado que la protección social española es una de las más ineficaces de la UE y que en 2007 el 16% de la población europea tenía riesgo de caer en la pobreza, mientras que el riesgo en el Estado español era del 20%. La crisis actual ha incrementado este riesgo. Y por no extendernos, vemos que a finales de 2009 y en algo tan decisivo como es la salud para las clases trabajadoras, el sistema sanitario español ocupa el puesto 21 de una lista de 33.

En estas condiciones la propuesta del banco suizo UBS, famoso por la seriedad burguesa de sus informes, propone que para recuperar la competitividad deben bajarse un 10% los salarios nada menos que durante una década, hasta 2019. En realidad, los salarios reales, es decir, la capacidad de compra, venían bajando desde hacía años, descenso que explica por qué son de los más bajos de la OCDE y de la UE-15. La OCDE demostró en verano de 2008 que los salarios estatales llevaban una década bajando y que en 2006 también habían bajado un 0,7%. Sin extendernos muchos, algunos estudios indican que el salario representaba el 51% del PIB de 1991 bajando al 47% en 2005, con el agravante de que se había producido un aumento de población obrera. Otros sostienen que los salarios reales permanecen estancados desde 1980.

Hay estudios que dicen que entre 1994 y 2007 la renta de los asalariados ha disminuido del 54% al 50% de la renta total. Entre 1981 y 2000 la productividad subió un 40% y los salarios un 15%. La propiedad y la riqueza se concentran cada vez más en la minoría burguesa: en 2002, el 10% de las familias más ricas percibían 85.100 € anuales, subiendo a 85.800 en 2005; mientras que el 20% de las familias más pobres en realidad perdieron, al bajar de 8.700 € en 2002 a 6.900 en 2005. Otras investigaciones indican que el 10% inferior recibe el 61% de la renta familiar promedio, mientras que el 10% superior recibe el 214%. Visto a más largo plazo, tenemos que la burguesía ha subido su participación en el PIB de un 25% en 1967 al 40,1% en 2006.

8.- LA FISCALIDAD COMO ARMA BURGUESA:

La fiscalidad española es una de los más débiles, injustas y reaccionarias. La burguesía apenas necesita defraudar al fisco porque éste apenas le exige dinero, pero cuando se lo exige inmediatamente le ofrece vías legales de descuentos que reducen sus cotizaciones al disponer de tipos del 1% mediante el SICAV. Y cuando, pese a todas estas facilidades, la burguesía quiere defraudar en su declaración de renta, lo hace con casi total impunidad. De hecho, solamente el 3% de los contribuyentes declaran ingresos mayores de 60.000 €, y el 75% de los empresarios declaran como si cobrasen 1000 € o menos al mes. Por el contrario, las familias trabajadoras deben cotizar con tipos del 18% por término medio. Cuanto más dinero se tiene menos se declara: no declaran el 86% de los que ingresan más de 10 millones-€ y el 45% de los que ingresan de 1 a 10 millones.

La reciente reforma fiscal impuesta por el PSOE hace que nada menos que el 96% de las subidas de impuestos recaigan sobre las rentas bajas y medias, mientras que las rentas empresariales disfrutan de una reducción del 25 a 20% en el Impuesto de Sociedades. La subida del IVA también recae sobre las y los trabajadores porque a excepción de algunos pocos productos básicos que siguen con un IVA del 4%, el resto ha subido del 16 al 18%, y la mayoría inmensa son de consumo común, popular. A comienzos de 2009 se supo que más de mil inspectores de Hacienda dejaban de investigar a las grandes fortunas, las que más defraudan, y se dedicaban en exclusivas a controlar a las pequeñas empresas, autónomos y asalariados con sueldos medios.

¿Qué importancia tienen estos datos? Toda. La fiscalidad ha sido históricamente una de las causas fundamentales de las sangrientas revoluciones burguesas, ya que esta clase quería saber quién y en qué se gastaban sus impuestos, en caprichos de la monarquía, nobleza e Iglesia, o en apoyar a la industria y al comercio. Las burguesías revolucionarias nunca hubieran aceptado que la Hacienda real sólo investigase el 1% de las monedas de oro y de los billetes de más valor, como ocurre en la Monarquía española en la que se ha investigado sólo el 1% de todos los billetes de 500 €. ¿Quién controla al resto y para qué? Un fisco justo y saneado en el sentido burgués, que permita ayudar a la industria, ha sido una reivindicación permanente de las burguesías progresistas. Una Hacienda Pública con recursos para decisivas inversiones a largo plazo, para sostener la deuda pública, para sufragar la educación, la sanidad, el transporte, etc., y para apaciguar al movimiento obrero corrompiendo y comprando a los sindicatos y partidos, todo esto ha sido una seña de identidad de las burguesías «democráticas». Algunas estimaciones sobre el fraude sugieren que dado que la presión fiscal supone un tercio de la economía, el fraude estimado es de unos 70.000 millones-€, y que si se combatiese el fraude con seriedad política el Estado aumentaría sus recursos anuales en 100.000 millones-€.

Por ejemplo, una estrategia de alta productividad y cualificación de la fuerza de trabajo exige de unas inversiones globales sostenidas en el tiempo que solamente pueden garantizarse, entre otras cosas, gracias a su efectivo sistema fiscal que aporte los capitales necesarios. A la vez, para que haya un buen sistema fiscal, los profesionales de la política y la burguesía en su conjunto han de tener la suficiente coherencia, dignidad y preparación. Un Estado nunca funcionará bien cuando en 2008 nada menos que el 20% de los electos senadores y parlamentarios han tenido «actividad cero», siendo muy reducida la del resto, como ocurre en el Estado español, y cuando la corrupción político-económica es una realidad estructural que no espanta apenas a nadie y que apenas supone costos electorales.

Un Estado con sistema fiscal débil termina dependiendo de la voluntad caprichosa de la fracción de la burguesía en el poder en cada coyuntura política, casi en cada cambio de gobierno, lo que puede impedir una línea estratégica decisiva para aumentar la productividad. Por ejemplo, el sistema educativo crucial en todos los sentidos. Investigaciones muy recientes en los EEUU indican que una de las razones de su retroceso económico radica en el creciente descuido de su antaño prestigioso sistema educativo y universitario. En el Estado español, en septiembre de 2008 un estudio indicaba que cada vez era menos rentable estudiar una carrera universitaria española porque si en 2001 un título garantizaba cobrar un 73% más de media que los que sólo tenían graduado escolar, pero esa ventaja decreció a un 47% en 2008 mientras que en los países más desarrollados se mantenía en el 60%.

A finales de 2008 dos estudios confirmaban el dañino efecto de la incultura media española en la economía, el primero mostraba que la universidad española era la peor dotada de los 17 países más desarrollados; y el segundo decía que el fracaso escolar, uno de los mayores de entre los países desarrollados, y el mal sistema educativo lastraban la economía al no poder cualificar a la fuerza de trabajo, y que ese lastre aumentaría al retroceder por la crisis el peso de la construcción y del turismo en el PIB estatal. Estos alarmantes datos fueron reforzados a comienzos de 2009 cuando otro estudió descubrió que más del 50% del profesorado de primaria y secundaria no se atrevía por ignorancia a usar Internet en la escuela, pese a disponer de esta técnica imprescindible. Pero el consuelo venía de otro estudio de pocos días antes que reafirmaba algo vital para la enorme economía sumergida española: el Estado español es el primer consumidor de drogas de la UE. ¿Para qué sirve la ciencia cuando basta la droga?

9.- PERSPECTIVAS:

Muy probablemente el capitalismo estatal superará mal parado la crisis económica, pero no la crisis española en sí misma, como totalidad que mina las raíces del Estado. Incluso la salida del componente económico de la crisis española será parcial e insegura, y a costa de un severo retroceso en las condiciones de vida y de trabajo de las clases y naciones explotadas, de las mujeres, personas mayores e inmigrantes, fundamentalmente. Hay que decir que las crisis meramente económicas tienden a recuperarse por la simple acción de las leyes físicas, de la entropía, de la ley de la gravedad, de la finitud de los materiales concretos, es decir, que las máquinas lavadoras, los frigoríficos, los muebles, etc., terminan estropeándose, y cada determinado tiempo se reactiva la producción aunque sólo sea para fabricar nuevos zapatos que suplanten a los ya gastados del todo. Son fases económicas inevitables porque nada es eterno e inmutable, todo perece, como lo ha demostrado la dialéctica materialista.

Pero la crisis española permanecerá latente aunque, en apariencia, se haya solucionado durante un tiempo. Subsistirá mal que bien, cada vez más arrinconada por la emergencia de nuevas potencias, por la fuerza recuperada de algunos de los actuales imperialismos que tendrán que reorganizarse para mantener sus posiciones de poder. Pero sobrevivirá en la medida en que las naciones oprimidas y las clases explotadas le dejemos sobrevivir. Afirmar este principio de acción consciente, el famoso y decisivo «factor subjetivo» es imprescindible. Ningún poder burgués cae por su propia podredumbre. La propia naturaleza del capitalismo explica que su supervivencia tienda a recuperarse si no encuentra el sepulturero que acabe con él. De aquí, de esta constancia histórica, las crecientes medidas de represión preventiva que impone el Estado para arrancar de raíz los tallos verdes de la esperanza humana.

Las cinco grandes cuestiones planteadas por esa novedosa coordinación independentista e internacionalista palpitan en el interior de las contradicciones estructurales analizadas arriba. No se puede separar, por ejemplo, la opresión de sexo-género de la tasa de beneficio, pero tampoco de la tortura y de la opresión nacional; ni se puede separa la Ley de Partidos de la necesidad del nacionalismo imperialista español por asegurar la solidez de su mercado. Tampoco se puede separar la crítica radical y contundente al euroimperialismo y a la Unión Europea de las necesidades ciegas del capitalismo español de subirse al menos al último vagón de este tren para mantenerse dentro del bloque hegemónico mundial. Ninguna de las cinco grandes denuncias puede explicarse si no es mediante la interacción entre la crisis española y la crisis mundial del capitalismo. Del mismo modo, las naciones oprimidas sabemos que nuestro futuro, además de depender en primer lugar de nuestra capacidad de lucha, también depende de cómo la engarcemos dentro de la lucha mundial y, para vascos y catalanes especialmente, de cómo la engarcemos también en las luchas contra el imperialismo del Estado francés y de la UE.

La actual crisis española puede acelerar la liberación de los pueblos y de las clases siempre que sea estudiada y superada en su esencial componente político, es decir, la política como síntesis de todas las contradicciones, como síntesis de la economía y como síntesis del poder. La política como expresión de la forma de propiedad. La burguesía estatal cree que las naciones no españolas, las clases trabajadoras, las mujeres, las fuerzas productivas y el excelente social acumulado, cree que todo esto, hasta el llanto y la risa, le pertenecen, son de su propiedad privada. Aquí radica el secreto de su política y de su poder. La crisis española muestra que ese poder encuentra cada vez más resistencias, y que esa propiedad privada está en cuestión por los independentismos y por el internacionalismo, por la lucha de clases y de sexo-género. Hace varios siglos el poder español creía ser propietario eterno de medio mundo, pero ha fracasado en sus guerras criminales y genocidas para mantener intactos sus dominios. Y en el actual contexto, el nacionalismo imperialista español solamente puede sobrevivir incrementando la violencia y el terrorismo.

La lucha por la democracia socialista aparece, por tanto, como el eje decisivo en sus dos formas dialécticamente unidas. Democracia en cuanto todos los derechos para todas las necesidades, y socialismo en cuanto propiedad pública para todas las necesidades y todos los derechos. Así, la democracia socialista es inconcebible sin el derecho a la autodeterminación y a la independencia; sin el derecho a la democracia directa y al control obrero y popular; sin el derecho a la posesión del propio cuerpo y de la propia vida; sin el derecho a la identidad y a la cultura propia y pública; sin el derecho a la tierra y a la fábrica, al aire y al silencio, a la vida y al placer; sin el derecho a la autodefensa y a la rebelión en cumplimiento de lo decretado por el Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero tales derechos humanos concretos son antagónicos con la propiedad privada, con el Estado español.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.