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El Juntos Podemos y la segunda vuelta

Fuentes: El Mostrador

Juntos Podemos Más consolidó su presencia como una fuerza significativa en las recientes elecciones nacionales. Más allá de las discrepancias internas que la inhabilitaron a actuar como tal en el escenario de segunda vuelta, el grueso de sus componentes ha fijado al respecto una posición clara y digna que, junto con interpretar lo que será […]

Juntos Podemos Más consolidó su presencia como una fuerza significativa en las recientes elecciones nacionales. Más allá de las discrepancias internas que la inhabilitaron a actuar como tal en el escenario de segunda vuelta, el grueso de sus componentes ha fijado al respecto una posición clara y digna que, junto con interpretar lo que será la actitud de la abrumadora mayoría de su electorado, le permite continuar creciendo en el aprecio de la ciudadanía y construyendo una alternativa al actual estado de cosas.

En la reciente elección, los candidatos a diputados del pacto Juntos Podemos Más (JPM) alcanzaron 482,507 votos, que equivalen a un 7.4% del total validamente emitidos. Dicho resultado consolidó el 9.17% obtenido en la elección de concejales del 2004. En efecto, mientras en aquella había posibilidades de elegir, en ésta ello era prácticamente imposible, es decir, son casi medio millón de votos «a perdedor,» a sabiendas. Dicha votación sólo se traspasó parcialmente a los candidatos a senadores del pacto, quienes en promedio obtuvieron poco menos de un 77% de la votación de diputados en las regiones que correspondía renovar el Senado.

Tomás Hirsch obtuvo 372,609 votos, que equivalen a poco más de 77% de la votación nacional de diputados del Juntos Podemos Más, y al 5.4% de la votación total. De ello se desprende que de los votantes de Michelle Bachelet, al menos un 2% corresponden a personas que votaron por diputados del Juntos Podemos Más en esta elección, y un 2% adicional votó por concejales del Juntos Podemos el 2004. La amplia votación del Juntos Podemos Más representa un anhelo claro de los chilenos por introducir ¡ahora! los cambios que el país requiere para avanzar hacia el siglo XXI en plena democracia y justicia. Demanda terminar de inmediato con el sistema binominal, que otorga a la minoría de derecha un veto sobre los asuntos nacionales, el cual utiliza para mantener los escandalosos privilegios del reducido sector social que representa, según declaración de uno de sus representantes más destacados. Demanda la democratización del país, la que sólo será completa cuando nos demos una nueva Constitución.

Demanda cambiar el modelo económico, terminando con el dañino extremismo neoliberal, que genera las desigualdades sociales, perjudica el desarrollo del país y pone en riesgo su seguridad estratégica. Ello significa un nuevo trato laboral, restablecer la ocupación plena como objetivo principal de la macroeconomía, cobrar royalty por los recursos naturales, reconstruir un Estado fuerte para un país moderno, establecer una estructura tributaria progresiva, construir un Estado de bienestar moderno -en primer lugar, un sistema previsional que restituya a todos los chilenos los derechos previsionales que el sistema antiguo otorga a los adultos mayores de hoy y mejorar los beneficios de todos-, dejar de dar la espalda a América Latina y comprometerse con nuestros vecinos e iguales a construir un espacio mayor que aspire a soberanía en el mundo del siglo XXI. Esta importante votación es asimismo argumento valioso para la mayoría abrumadora que desea fervientemente que estos cambios se lleven a efecto, aunque no hayan votado por el Juntos Podemos Más en esta ocasión.

Juntos Podemos Más ha manifestado que en el futuro será oposición firme, pero constructiva y con propuestas alternativas, modernas y realistas, al próximo gobierno. Ello significa que continuará impulsando sus propuestas de cambio del modelo heredado de la dictadura, buscando para ello los más amplios entendimientos. Puesto que JPM ha quedado marginado del parlamento, dichos entendimientos se buscarán en las diferentes instancias que puedan abrirse para ello, pero especialmente, en la base social, la que buscará movilizar en todo el país tras sus objetivos programáticos. En particular, el JPM impulsará en todo el país un amplio y poderoso movimiento por una reforma del sistema previsional, que restituya a todos los chilenos los derechos previsionales que el INP otorga hoy a la abrumadora mayoría de los adultos mayores, y que las AFP están cercenando, y que mejore los derechos de todos.

Lamentablemente, Juntos Podemos Más no ha logrado sostener una posición conjunta frente a la segunda vuelta presidencial, lo cual significa que el conglomerado, como tal, no tendrá presencia en la próxima contienda electoral, donde los chilenos elegirán quien los gobernará durante los próximos cuarto años. Ello no es un problema menor, puesto que no permitirá continuar sumando apoyos al JPM en la opinión pública durante este importante evento, como lo hizo en la primera vuelta. La responsabilidad de ello recae principalmente sobre el candidato presidencial, Tomás Hirsch, y el Partido Humanista, quienes la noche misma de la elección, en contra de la opinión de la mayoría de los miembros del conglomerado, asumieron unilateralmente la posición de anular su voto en segunda vuelta, desahuciando en los hechos el pacto frente a esta decisiva coyuntura electoral.

Está demás señalar que es perfectamente legítimo que el Partido Humanista, así como cualquier ciudadana o ciudadano, decida anular su voto, votar en blanco, o abstenerse de participar en la segunda ronda electoral. Más aún, la posición del candidato esa noche interpretó el estado de ánimo de todos los militantes y la abrumadora mayoría de los electores de Juntos Podemos Más -incluido por cierto el suscrito-, quienes sienten una grande y muy justificada rabia y resentimiento frente a la Concertación. Este conglomerado se ha instalado en el poder durante un tiempo tan largo como la dictadura que reemplazó, en medida decisiva gracias a las luchas del sector político y social representado por Juntos Podemos Más.

El término de la dictadura fue precipitado por las protestas nacionales de los años 80, en las cuales correspondió a este sector un rol protagónico. A estas alturas, adicionalmente, pocos pueden negar de buena fe, que en la definición de la salida pactada por la dictadura con la oposición moderada -con fuerte injerencia de los EE.UU.-, pesó decisivamente la existencia de otra oposición, mucho más radical, decidida y con medios para hacer sentir su influencia, como lo experimentó en carne propia el mismo dictador.

El triple pacto de la transición -implícito para la mayoría, pero bien explícito para quienes lo promovieron, comprometieron y luego respetaron bien escrupulosamente-, de impunidad para los perpetradores de crímenes contra la humanidad, empezando por el propio dictador, de mantención de las bases del llamado «modelo económico,» y de exclusión de una parte de la izquierda del sistema político- será considerado en el futuro como una de las más deleznables concesiones políticas de la historia de Chile.

Han resultado bien cumplidores de estas concesiones miserables, los gobiernos de la Concertación. Lo del modelo económico no requiere argumentación, puesto que es reconocido por los propios empresarios y por todo el mundo a estas alturas, a excepción de lo más entusiastas filisteos de la coalición de gobierno. En la exclusión es bien evidente para todos los chilenos que la responsabilidad de la exclusión política de una parte de la izquierda recae, en buena medida, en la propia Concertación. Esta llegó al punto de recibir el apoyo determinante de este sector en varias elecciones presidencial, sin dignarse siquiera a conversar con sus partidos y dirigentes, contribuyendo en la práctica a su demonización. Jamás estuvo dispuesta -sólo lo viene a hace ahora-, a presentar siquiera un proyecto de reforma del sistema binominal, ni tampoco a terminar en la práctica con la exclusión de este sector, incorporando algunos candidatos a las listas parlamentarias de la Concertación, o pactando por omisión. Incluso en la reciente elección, este sector de la izquierda estuvo siempre dispuesto, hasta el final, a pactar un apoyo a la Concertación en su intento de doblar en senadores en un par de circunscripciones, a cambio de compensaciones razonables y factibles en ciertos distritos de diputados.

Nada han hecho al respecto en 16 años, peor aún, coquetearon la mayor parte del tiempo con la idea de la desaparición política de este sector, en beneficio de ellos.

Lo más indigno, sin embargo, es la manera en que los gobiernos de la Concertación han protegido a los perpetradores de crímenes contra la humanidad. En este aspecto hay que dejar constancia, sin embargo, de la posición más o menos independiente del Partido Socialista y de algunos parlamentarios DC -notablemente don Andrés Aylwin y Gabriel Asencio, entre otros-, el cual ha sido decisivo para hacer fracasar, una vez tras otra, las innumerables -suman más de una decena a estas alturas- «iniciativas» de impunidad legal que sus aliados del PPD, han sido tan prolíficos en promover en el Parlamento durante la transición, en muy «estrecha» relación con otros ex miembros de la ex «patrulla juvenil» transicionista, a estas alturas bien entrados en años y adiposidades.

En su momento, por manidas «razones de Estado,» incluso el entonces Presidente del PS, Camilo Escalona, decidió con su voto el rechazo al desafuero de Pinochet. A una semana de la votación en la Corte de Apelaciones del primer desafuero de Pinochet, el Presidente Lagos reunió en La Moneda a los cuatro comandantes en jefe de las FF.AA y jefes de fuerzas policiales, a los Presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, de la Corte Suprema y de la Corte de Apelaciones de Santiago -sí, la misma donde una semana después sería visto el caso Pinochet-, y a los popes de todas las iglesias de Chile.

Llegaron al extremo de gestionar emocionados mensajes de apoyo del Secretario general de Naciones Unidas y del mismísimo Papa. Sólo les faltó Dios. El mensaje de tan poderosos señores no dejaba lugar a duda alguna: reconciliémonos, olvidemos el pasado y abracémonos todos de cara al futuro. El fornido ministro que había gestionado poco antes la traída de Pinochet desde Londres, se frotaba las manos, mientras enviaba sus emisarios a presionar al Juez Guzmán, como él mismo ha denunciado.

Singularmente indecorosa fue la traición política de los socialistas almeydistas a sus aliados comunistas en 1989 – encabezada por varios de los mentores de la actual candidata presidencial de la Concertación. Negociaron entonces con la Concertación, junto con los comunistas y otros sectores agrupados entonces en el partido PAIS, cupos parlamentarios para si mismos, mientras al mismo tiempo sellaban un acuerdo secreto con los socialistas concertacionistas y el PPD, con la anuencia de la DC, en virtud del cual el día antes del cierre del plazo respectivo renunciaron al Partido PAIS y se incorporaron en las listas de la Concertación, dejando a este lado solos a los Comunistas.

Hay que consignar la decencia política de Luis Maira y Juan Pablo Letelier, quienes decidieron correr la misma suerte de sus aliados, perdiendo el primero una senaduría, y logrando la proeza el segundo de resultar el único parlamentario electo por el Partido PAIS en 1989.

En otras palabras, Tomás Hirsch y los humanistas, con su inconsulto llamado a anular el voto, interpretan muy bien la molestia de esta parte de la izquierda. La verdad es que bien poco tienen que enseñar el PH y Tomás Hirsch a sus aliados del JPM acerca de las miserias de la Concertación. Éstos se las conocen de memoria, se las saben por libro. La cuelga de traiciones en contra de los comunistas por parte de sus aliados más estrechos es vergonzosa, larga y podrida, y se remonta buena parte de un siglo.

No está demás recordar, por lo demás, que mientras eran excluidos y demonizados, durante los primeros años de la transición, el PH colaboró entusiasta y eficazmente en esta faena. El único candidato comunista con posibilidades de ser elegido en 1989 se perdió precisamente en virtud de un pacto entre los humanistas y el PS-PPD, en virtud del cual los primeros llevaron una candidata en el mismo distrito, cuya votación bastó para hacer la diferencia y dejar fuera del parlamento entonces al PC y dar una diputación más a la derecha.

El tema, sin embargo, es muy otro. Como todo el mundo sabe, las decisiones políticas relevantes se toman en consideración a si ellas permiten ganar fuerzas o restarlas, si ayudan a construir el movimiento o lo hacen retroceder. En este caso, parece bien evidente que era bien posible generar un proceso de discusión amplia en el JPM, en el cual los militantes y bases del movimiento, así como sus electores, pudiesen expresar su rabia y descontento, y el tema se discutiera con fraternidad y respecto mutuo, dando a todos incluido el PH, por cierto, la oportunidad de expresar sus legítimas posiciones. Ha quedado bien en claro por las posiciones posteriormente adoptadas por los partidos, movimientos y candidatos que representan la abrumadora mayoría del JPM, que la posición del PH no era mayoritaria.

Todos tienen claro, además -quizás también quiénes forzaron una tan precipitada toma de posición del candidato-, que el estado de ánimo inicial en el JPM, de degollina de la Concertación, va a dar paso rápidamente a un estado de preocupación por otras materias más relevantes en la actual coyuntura política. No es raro, entonces, que al cabo de un par de semanas, dicho proceso de discusión en el JPM pudiese haber arrojado un resultado tan abrumador a favor de una determinada posición -probablemente la que en definitiva van a adoptar los votantes y la mayoría de los integrantes de este sector-, que la minoría hubiese estado dispuesta a sumarse democráticamente a la mayoría. Eso hubiese fortalecido extraordinariamente al JPM en su proyección futura.

Mención especial merece la actitud del candidato. Tomás Hirsch se ganó en esta campaña el legítimo liderazgo de esta parte de la izquierda. Fue un candidato extraordinario, el mejor de todos, sin duda alguna, lo cual es uno de los pocos asuntos de consenso nacional. Posicionó ante el país los temas del JPM con inteligencia, claridad, empatía, seriedad y un gran sentido del humor. Merece por ello el aprecio y cariño multitudinario e imperecedero de millones de chilenos. Precisamente por ello, sin embargo, no tenia derecho a hacer lo que hizo. Él se debe al movimiento, no a su partido, y no todo el JPM compartía la posición de su partido, ni mucho menos. La fama y liderazgo de Tomás no le pertenecen a él ni al PH, sino al JPM, a quienes la construyeron con esfuerzo y generosidad de decenas de miles, no solo del candidato y su partido. Cuando empezó la campaña no lo conocía nadie, en cambio al final, era una de las personalidades políticas con mayor proyección en el país.

Es evidente, a todas luces, por otra parte, que Tomás sigue siendo el mismo de hace unos meses. Es decir, la revelación que ocurrió entretanto no es algo que se deba principalmente a su persona, por muy valiosa que ella sea. Su ascenso como líder se debe a la proyección sobre su atractiva persona, de los anhelos y esperanzas de millones de chilenas y chilenos sencillos. Asimismo a la construcción del JPM, en virtud de la voluntad de fuerzas políticas y personas determinadas, de las cuales el PH es sólo una, muy importante, pero ni siquiera la principal. Es decir, no le pertenecen a él, y no puede usarlas en beneficio propio ni de su partido. Hay en esto un asunto de ética política elemental. Deseamos lo mejor para Tomás, nuestro querido amigo y gran candidato, para lo cual le sugerimos públicamente que, en respeto del movimiento que no supo conducir en forma unitaria en esta coyuntura, considere graciosamente concederse y concedernos unas semanas de merecidas vacaciones.

Sin embargo, como dicen las abuelitas, no cabe llorar sobre la leche derramada. No hay gran catástrofe en lo sucedido. Cada cual asumirá su responsabilidad sobre lo ocurrido y muy pronto el país verá al JPM nuevamente unido y ampliado, luchando por lo suyo, con Tomás nuevamente arriba de su micro, cumpliendo su papel. Ahora, las fuerzas mayoritarias del JPM ha hecho ver su disposición a apoyar a Michelle Bachelet, en la medida que ella considere un conjunto moderado y razonable de demandas. Algunos se han adelantado a brindarle su apoyo aún antes de esperar su respuesta -me tinca que varios de ellos habían votado ya por Michelle en primera vuelta. El resto -que incluye al PC, la Izquierda Cristiana, y muchos otros grupos que forman parte del JPM, así como candidatos independientes que obtuvieron votaciones muy significativas- esperó la respuesta de Michelle Bachelet a la carta enviada por el PC, luego de lo cual han manifestado su decisión de apoyarla en segunda vuelta.

Que la derecha no se haga ilusiones. Perdió lejos en primera, y no ganará ni en segunda ni en marcha atrás. Nadie quiere a los ex funcionarios de la dictadura, a los arrogantes y no arrepentidos hijos de Pinochet, a quienes se enriquecieron escandalosamente con la privatización de las empresas públicas, a quienes todavía pretenden gobernar por la fuerza, ahora lanzando dinero en la cara de la gente. Nadie quiere ver a estos rostros de un pasado vergonzoso, sentados en los gabinetes ministeriales. Mucho menos en el sillón presidencial.

Manuel Riesco es Economista del Cenda