«Ese suave frescor en la mejilla que a veces duele sin querer» y permite olvidar los sueños fragorosos, una muerte, varias cartas al director de un periódico español y una operación de la Seguridad cubana contra la CIA, con Madrid como escenario, son la plataforma para el despliegue de una historia que debate el sentido […]
«Ese suave frescor en la mejilla que a veces duele sin querer» y permite olvidar los sueños fragorosos, una muerte, varias cartas al director de un periódico español y una operación de la Seguridad cubana contra la CIA, con Madrid como escenario, son la plataforma para el despliegue de una historia que debate el sentido y la necesidad de ir más allá de los límites construidos por el poder mediático, para discutir e imaginar la realidad.
La crítica española ha coincidido unánimemente en cuanto a la calidad literaria de este libro, aunque, deseosa de encasillarlo en sus empobrecedores esquemas, en ocasiones lo ha clasificado como «novela de espías». Se trata, sin embargo, de una novela política que desafía al canon vigente y se resiste a ser colocada junto a los best sellers que pueblan los anaqueles de las librerías, supermercados y aeropuertos donde se ofrece la literatura de moda.
No piense el lector que va a encontrar una historia repleta de citas o de reflexiones filosóficas. La política, o más bien las consecuencias humanas de los actos políticos, están aquí, como «la astilla en la herida», en las motivaciones y diálogos de los personajes, magistralmente logrados, en las inquietantes cartas escritas por la protagonista – ¿muerta?- a un director de periódico y que convocan la poesía desde el cubanísimo ángel lezamiano de La Jiribilla hasta los versos cantados por Silvio Rodríguez.
Replanteando como título una alusión de Jean Cocteau acerca de la necesidad de no dejar escapar una idea hasta no darle vueltas en todos los sentidos, Belén Gopegui ha reconocido cuestionar en su libro, haciendo una especie de contra-homenaje, el cinismo del «americano impasible» de Graham Greene y la complacencia con su ambigüedad de valores opuestos, que ella no cree posible en el mundo real. Con las cartas de su protagonista rompe los límites del thriller tradicional, reforzando la intención humanista y política de la obra sin que se vean las costuras. Con la técnica de la novela dentro de la novela, cuestiona las limitaciones de un autor español para comprender la realidad cubana y se toma aún mayores libertades para tejer su historia a partir de una muerte «accidental».
Pocas veces un libro, nadando a contracorriente de lo que Francisco Umbral ha llamado «la degeneración literaria a que hemos llegado en España», ha producido tal conmoción: decenas de entrevistas en los principales periódicos y suplementos literarios, defensas tímidas y de exquisita ingenuidad política, o mejor dicho, apolítica como la del propio Umbral, ataques rabiosos procedentes de esos mismos medios, escritos por «prestigiosas firmas» que confiesan no haberse leído la novela y admirar a su autora, y por último descalificadores y arbitrarios enfoques extraliterarios en radio y televisión. De todo, menos indiferencia, ha provocado este ejercicio de la imaginación en que Belén Gopegui ha dicho no creer: «un ejercicio que para mí fue difícil y que consiste de algún modo en contemplar la hipótesis acerca de lo que ocurriría -cosa que a mi modo de ver no pasará- si la Revolución cubana dejara, aun temporalmente, de existir. Intenta poner sobre la mesa con qué está jugando esa supuesta izquierda de El País, de gran parte del PSOE, de gran parte del mundo del cine y del mundo de la literatura, contar qué gran error puede suponer seguirles el juego».
Del libro se ha dicho que es «una propuesta reflexiva que tiene un concreto destinatario, ese lector serio para quien la literatura, aparte de un noble entretenimiento, sea un modo de conocer, un vehículo para pensar, y hasta un estímulo para intervenir en el mundo», y se ha calificado a su autora como «la mejor de su generación»; pero no han faltado los lamentos de que un talento como el suyo se desperdicie defendiendo «una dictadura».
¿Cómo ha sido posible para una escritora vencer la indiscutible dictadura mediática que ejerce la prensa española cuando de Cuba se trata y obligarla a discutir, no acerca de lo que ocurre en nuestro país, sino por qué ciertos sectores de esa «izquierda cultural», en complicidad con la única clase que controla los principales medios y partidos, se han sumado a la agresión norteamericana contra la Isla? ¿Es Cuba o son ellos los que han cambiado de sueños y de temperatura bajo la mejilla?
«Sé que algunos periodistas -cuenta Gopegui- me entrevistaron dando por hecho que iba a contestar que yo no pensaba igual, que ciertas cosas que se decían en la novela las decía un narrador o un personaje, y dando por hecho que me iba a sumar a las posiciones más críticas que aparecen también contempladas en la novela. Es más, sé que si no hubieran esperado esta respuesta por mi parte, algunas entrevistas no me las habrían hecho. Y creo que también ha sorprendido cómo, una vez cometido el, digamos, error de dejar hablar a alguien que no es de los suyos, esas palabras han encontrado eco, poniendo así de manifiesto una vez más que existe la contradicción y que puede abrirse paso en cualquier momento, por donde menos lo esperen».
Así ha ocurrido: tres ediciones y más de 18 000 ejemplares agotados en apenas dos meses, varias semanas en la lista de libros más vendidos, numerosas presentaciones y debates públicos en las principales ciudades españolas avalan para los medios el error de entrevistar, aunque sea solo con preguntas maniqueas, a quien no acepta plegarse al discurso dominante. Esto explica el celo con que evitan dar la palabra a los que se niegan a ser manipulados.
En sus brillantes y valientes respuestas la autora ha dicho que no pretende discutir sobre lo que pasa en Cuba, sino acerca de lo que le ha sucedido a la izquierda española para dejar de defenderla: «Quizá que ha sido derrotada de una forma brutal, y que en lugar de aceptar esa derrota como tal derrota la ha convertido en equivocación propia».2 Poniendo así en evidencia a quienes ejercen la libertad de «asalariados dóciles del pensamiento oficial».
Para los cubanos no será esta una lectura complaciente. Escrita supuestamente por un autor español de clase media a partir de las cartas de la protagonista, nos plantea numerosas y difíciles contradicciones que son también las de su imaginado creador, con puntos de vista que podemos no compartir. Con esta novela, su autora no pretende discutir los problemas de Cuba en Cuba, sino cómo se ven en España esos problemas. Esta obra no es, según ella, para los convencidos de la Revolución sino quizá para que los convencidos la presten a posibles lectores que tengan dudas. No obstante, los que hacemos libros en nuestro país queremos reconocer con esta edición cubana la valentía, honestidad y talento, puestos, por encima de riesgos y amenazas, al servicio de lo que defendemos en esta isla: lo que ella ha denominado «la posibilidad de actuar».
Si el lector albergara dudas sobre las razones esgrimidas en la correspondencia de la protagonista, y sobre por qué escoge un director de periódico como destinatario de sus cartas, la reacción de los medios españoles ante esta novela no deja espacio para equívocos y confirma las tesis de su creadora. Casi nunca ocurre que una obra literaria dialogue con la realidad de la manera apasionada, intensa y eficaz como ésta lo ha hecho, de ahí que sus editores cubanos hayamos decidido incluir una mínima selección de materiales aparecidos en la prensa española, que a nuestro juicio se integran al relato y preceden coherentemente la sorpresa del epílogo incorporado por la autora a esta edición. Todo ello es también ya parte de la historia que la novela nos cuenta: la de alguien -una persona, un grupo, un país- que intenta cambiar las reglas del juego, y contempla cómo se desata en su contra la maquinaria implacable y torpe del terrorismo de estado. Ese es el lado oculto de la siniestra trama que este libro nos devela. No importa que ese «alguien» se llame Cuba, Belén Gopegui o Laura Bahía, que sea abogada, escritora, o ambas cosas, que el método para liquidarlo sea el acoso mediático o el asesinato mafioso. Para la «omerta mediática» la suerte está echada y tanto sus cómplices como sus enemigos, en Cuba y en España, deben saberlo; pero este libro y la discusión que ha planteado, demuestran que es posible desafiarla cuando la valentía y el talento pueden poner en evidencia las contradicciones que le son inherentes.
Prólogo a la edición cubana de El lado frío de la almohada. Editorial Arte y Literatura. La Habana, 2005, que será presentada durante la XIV Feria Internacional del Libro de La Habana. 3 al 13 de febrero de 2005.