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El largo caminar de Rafael Correa hacia el neoliberalismo

Fuentes: Rebelión

«La Unión Europea puede darle el nombre bonito que quiera,pero la orientación que está tomando esto.es llevarnos hacia un tratado de libre comercio,y eso no lo vamos a aceptar». Rafael CorreaEnlace Ciudadano,Sábado 23 de mayo de 2009 Antes de cumplir una década en funciones el presidente Rafael Correa completó el ciclo. Dio la vuelta completa. […]

«La Unión Europea puede darle el nombre bonito que quiera,
pero la orientación que está tomando esto.
es llevarnos hacia un tratado de libre comercio,
y eso no lo vamos a aceptar».

Rafael Correa
Enlace Ciudadano,
Sábado 23 de mayo de 2009

Antes de cumplir una década en funciones el presidente Rafael Correa completó el ciclo. Dio la vuelta completa. Empezó poniendo su brújula en dirección contraria a la entonces dominante. Sus primeros pasos, en consonancia con su discurso, fueron post-neoliberales. Pero en el camino cambió de orientación. Poco a poco borró sus orígenes «progresistas» – no confundir simplonamente con socialistas.  Paulatinamente sus acciones se sintonizaron con propuestas al más puro estilo fondomonetarista. Y ahora, se identifica con visiones y prácticas neoliberales, como consecuencia de la suscripción de un Acuerdo Multipartes con la Unión Europea: ni más ni menos que un Tratado de Libre Comercio, un TLC.

Postneoliberalismo, no postcapitalismo

Recordemos brevemente los inicios de la gestión del gobierno de Correa. En línea con el «Plan de Gobierno de Alianza País 2007-2011», elaborado en 2006, Correa se empeñó en terminar con la «sumisión» del Ecuador a organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Se cerró la puerta a las privatizaciones. Aceptando una idea surgida desde la sociedad civil se auditó la deuda pública, con resultados que ayudaron a reducir sustancialmente su servicio y transparentar su manejo en los 30 años precedentes. Con la Iniciativa Yasuní-ITT, surgida mucho tiempo atrás también desde la sociedad civil, se propuso transitar hacia una economía no petrolera; es decir empezar a transformar la matriz productiva y alejarse de la lógica de una economía primario exportadora. Inclusive se construyó una posición interesante para participar en las negociones comerciales con la Unión Europea, sin aceptar la lógica de un tratado de libre comercio.

En la Asamblea Constituyente de Montecristi, donde se tramitó gran parte del proceso propuesto en 2006, también se consiguieron logros importantes como: impedir la neoliberal flexibilización laboral; desmontar el baratillo de concesiones mineras; fortalecer la función del Estado en la economía. Algo se avanzó en este último tema.
Empero, los ya 10 años de gestión correísta acabaron con el esquema de gobierno planteado inicialmente. Correa simplemente devino en el conductor de un proceso que empezó alejándose del neoliberalismo para, luego de un largo y confuso recorrido, retornar al punto de partida, usando para ello la fortaleza del propio Estado construida en esta década. Por eso quizás hoy podríamos decir que vivimos una suerte de «neoliberalismo transgénico»: un neoliberalismo híbrido que, sin desmantelar al Estado (e incluso con su ayuda), busca reanimar la acumulación capitalista con políticas neoliberales duras, readecuadas a las actuales circunstancias.

Es más, Correa, inclusive, ya transformado desde hace años en el caudillo del siglo XXI, lidera una «restauración conservadora» que golpea a los propios grupos sociales que en un inicio lo ayudaron a llegar al poder. Todo esto sin desactivar su discurso «progresista»…

Para comprobar esta estafa correísta, basta mencionar una muy breve lista de ejemplos:

Correa, extractivista

Este presidente cumplió uno de los sueños neoliberales no alcanzados por gobiernos anteriores: imponer la minería a gran escala, Y lo ha hecho, cual cualquier gobierno neoliberal, desplegando diversas violencias que se traducen en persecución, criminalización o inclusive asesinato de los dirigentes anti-mineros.
Correa pudo hacer historia liderando la Iniciativa Yasuní-ITT. Pero no. Tal iniciativa le quedó tan grande que terminó cediendo a las presiones de las petroleras y autorizó la explotación de crudo en el ITT. También consintió ampliar la frontera petrolera en el centro sur de la Amazonía, en contra del compromiso adquirido por Alianza País en el 2006, destinado a impulsar una moratoria petrolera.

Este gobernante apoya los monocultivos y los agro-combustibles, completamente opuesto a una estrategia sustentada en la soberanía alimentaria. Incluso rechazó las demandas campesinas e indígenas de reforma agraria, irrespetando el mandato constitucional. Además permite que en el Ecuador ingresen semillas y se realicen cultivos transgénicos -prohibidos en la Constitución-. Así, cediendo a las presiones del TLC con la Unión Europea, impulsa la aprobación de una Ley de semillas que beneficiaría a los intereses de quienes controlan los transgénicos, la ya conocida «Ley Monsanto».

Correa, fondomonetarista

Antes de que caigan los precios del petróleo en 2014, Correa regresó al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial. Requería el beneplácito del Fondo para colocar bonos en el mercado financiero internacional. Y desde entonces Correa se endeuda aceleradamente bajo condiciones cada vez más onerosas: elevadas tasas de interés y plazos cortos; incluyendo la entrega del oro de la reserva a Goldman Sachs. En vez de ser un líder «anti-sistema», Correa deberá pasar a la historia como el gobernante que más deuda pública ha contratado, y sin transparencia. También se le recordará como uno de los facilitadores para que sobre todo el imperialismo chino se imponga con fuerza.

Correa, privatizador

A su haber registra la entrega de campos petroleros maduros a empresas extranjeras (campo Auca a Schlumberger, campo Sacha a Halliburton, en lista de espera está Sacha), algo que Correa, en 2005, llamaba  «traición a la Patria». También podríamos anotar la concesión por medio siglo -sin licitación- del puerto de Posorja a una empresa dubaití y Puerto Bolívar a una empresa turca, en ambos casos con participación de grandes grupos empresariales nacionales, como el grupo Nobis por ejemplo. Otros de los grupos ganadores (directa o indirectamente) con el correísmo son Eljuri, Pronaca, La Favorita, y hasta las grandes telefónicas Claro y Movistar o los bancos (recordemos al propio Correa mencionando que en su gobierno los bancos han obtenido las mayores utilidades de su historia).
Promociona las alianzas público-privadas que, en el fondo, solo son un eufemismo de las privatizaciones. Aquí se incluye, por ejemplo, la privatización de hidroeléctricas construidas por el Estado en el correísmo, la puesta a la venta de gasolineras públicas, la enajenación del Banco del Pacífico e incluso la privatización de los programas de alimentación escolar.

Pero hay otros procesos de privatización -menos notorios-, pero no por ello menos peligrosos para el interés del país. Por ejemplo, la «privatización de la salud» vía convenios con clínicas y hospitales privados que también han generado sobreprecios exagerados que ahora salen a la luz. Algunas tendencias privatizadoras también se registran en el ámbito de la educación.

Correa, ajustador y represor

Si bien con Correa no se han adoptado algunos de los paquetes de ajustes típicos de los anteriores regímenes neoliberales, sí podemos incluir una lista de acciones que han golpeado y debilitado a los sectores populares.
Acabada la bonanza petrolera, se volvió a la vieja práctica de aprobar incrementos ínfimos del salario básico unificado de 14 dólares entre 2014-2015 y de 12 dólares entre 2015-2016. Además, a pretexto del terremoto de Manabí, Correa incrementó el IVA: un impuesto regresivo y hasta recesivo -pero de fácil recaudación- con el fin último de paliar los efectos de la crisis en el sector público.

Cabe recordar aquellas reformas que han reintroducido la flexibilización laboral, en gran medida eliminada por la Asamblea Constituyente de Montecristi. Estas reformas incluyen la posibilidad de reducir horas de trabajo para disminuir salarios o reducir beneficios como la cesantía a pretexto de crear un «seguro de desempleo».
También cabe mencionar el irrespeto y sobreexplotación a trabajadores de proyectos estatales, como por ejemplo la hidroeléctrica Coca-Codo Sinclair, incluyendo la muerte de trabajadores por accidentes laborales, a veces con muy poco esclarecimiento y hasta borrados de la memoria correísta.

Esta lista incluye la aprobación de los decretos 016 y 732: para controlar las organizaciones sociales y de la sociedad civil; y del decreto 813: para disciplinar a los trabajadores públicos usando la compra de renuncias obligatorias, a más de otras disposiciones que limitan la organización sindical.

En síntesis, Correa estableció un ambiente de permanente propaganda y amedrentamiento para sostener y combatir las crecientes protestas populares. Creó organizaciones sociales paralelas (estudiantiles, sindicales, indígenas, etcétera), propias y afines al gobierno, buscando debilitar a las organizaciones que se le opongan. Ha restringido la libertad de expresión, inclusive procesando a periodistas críticos que han descubierto actos de corrupción del gobierno correísta; corrupción que se desborda por todo el PAIS (al punto que hasta importantes exfuncionarios involucrados terminan huyendo), y que podría llegar a empalidecer los actos corruptos de los anteriores gobiernos neoliberales.

Y la lista aún es incompleta, pues inclusive las sucesivas violaciones a los Derechos Humanos, penosamente, continúan haciéndola cada vez más grande…

De todas formas, la cereza del pastel es la firma del Acuerdo Multipartes con la Unión Europea. Tal Acuerdo cierra el ciclo. Rafael Correa empezó con discursos revolucionarios. Recuperar la soberanía nacional, enfrentar la deuda externa, alejarse del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial y oponerse a los TLC fueron algunos de los puntos básicos de la naciente «revolución ciudadana». Ahora esos puntos solo son un mero recuerdo de que el «post-neoliberalismo» no implica necesariamente un «post-capitalismo». Si no superamos al capitalismo, lo que en el día parece ser un nuevo «Estado de Bienestar» (hasta «revolucionario»), en la noche no es más que simple y duro neoliberalismo…

Recordemos que el Gobierno de Correa, recogiendo la lucha y el mandato de varios grupos sociales se comprometió, en sus inicios, a no dar paso a un TLC. Así, en el Plan de Gobierno 2007-2011 de Alianza País, escrito en el 2006, se resolvió «luchar en contra de los procesos impulsados por los intereses mezquinos de las mafias corporativas en detrimento de la mayoría de ecuatorianos, como el mal llamado Tratado de Libre Comercio (TLC), que es una propuesta depredadora de la vida misma en tanto anuncia la profundización del modelo neoliberal y una creciente sumisión antiética del ser humano al poder monopólico del capital y a las empresas transnacionales, amenazando, además, las posibilidades de una integración regional en el sur.»
Inclusive se planteaba en aquella época que «a través de la democracia activa -con tantas consultas populares como sean necesarias- se abordarán cuestiones cruciales como el TLC». Soplaban vientos de cambios. La democracia se perfilaba en el horizonte.

Esos momentos de ilusiones han desaparecido y hoy lo que soplan son los vientos que mueven el retorno de las carabelas…del TLC con la UE.

El «pragmatismo» se impuso. Ganaron las mafias corporativas. Luego de unas cuantas bravatas en el camino, Correa terminó subordinándose a sus intereses. Así las cosas, Correa adhirió al Acuerdo Multipartes que ya suscribieron antes Colombia y Perú. Nada más que eso. Es decir a un acuerdo tipo TLC. Ni más ni menos. Un Acuerdo que deja en el camino a los esfuerzos de integración regional y construcción de la «patria grande» (que nuevamente se nos esfuma).

Como complemento cabe saber que la Unión Europea está negociando con Estados Unidos un acuerdo tipo TLC, conocido como el Pacto Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP, por sus siglas en inglés), que puede transformarse en una suerte de acuerdo marco casi global, que engulliría gran parte de la economía mundial, absorbiendo y subyugando aún más a los países que han suscrito TLC con la Unión Europea o los Estados Unidos.
Con el TLC acordado con la Unión Europea, sin entrar en más detalles, entendamos que se reforzaría la condena del Ecuador como productor y exportador de materias primas. Esto debilitaría cualquier estrategia de transformación productiva del país y, por cierto, mucho más las perspectivas de construir el Buen Vivir o sumak kawsay (que el correísmo lo transformó en un mero fetiche a servicio de su proceso de reconstrucción hegemónica).
En síntesis, Ecuador arriesga su futuro. Los TLC, llámese como sea, son herramientas estratégicas del capital transnacional. No son, nunca, instrumentos pensados para beneficiar a los países del Sur Global, por más que se diga solemnemente lo contrario. La historia ya nos ha enseñado esta lección hasta el cansancio.
En esto termina la ahora mal llamada «revolución ciudadana», que hace rato perdió lo «ciudadano» y dejó de ser revolucionaria realmente desde el mismo momento en que el proceso pasó a depender de un caudillo, es decir, poco después de iniciada. Las agujas del reloj, que empezaron a la izquierda, marchan irremediablemente hacia la derecha.

La elasticidad que posee el capitalismo para reconfigurarse y absorber al voluntarismo y las buenas intenciones individuales nuevamente nos han «sorprendido». La promesa de cambios estructurales, con la que se inició en 2007, llegó a su cúspide con la Constitución de Montecristi. Pero desde entonces Correa el «progresista», Correa el «revolucionario», Correa el «gran economista», Correa el «socialista» en realidad camina -y nos hace caminar- hacia una nueva tragedia… retornando al neoliberalismo.-
 
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.