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El legado de Recabarren y Miguel Enríquez

Fuentes: Rebelión

Poco nos separa del aniversario número 90 del «suicidio» de Luís Emilio Recabarren y 40 años de la muerte en combate de Miguel Enríquez. Este año, estas dos conmemoraciones claves para las izquierdas chilenas con vocación transformadora, se dan cita en un contexto político y social de definiciones al interior de nuestro mundo. ¿Por qué […]

Poco nos separa del aniversario número 90 del «suicidio» de Luís Emilio Recabarren y 40 años de la muerte en combate de Miguel Enríquez. Este año, estas dos conmemoraciones claves para las izquierdas chilenas con vocación transformadora, se dan cita en un contexto político y social de definiciones al interior de nuestro mundo.

¿Por qué recordar a Recabarren y Miguel de forma conjunta? Porque para un sector importante de la izquierda chilena sus ejemplos están íntimamente ligados. La representación de los proyectos políticos que enarbolaron en generaciones distintas, nos entrega elementos fundamentales para la constitución de una alternativa revolucionaria del hoy y para el mañana. Ambos se fortalecen, aunque su accionar político trasciende en contextos político-históricos distintos, y su rebeldía se desvanece con medio siglo de diferencia.

Por ser las principales figuras de la «ruta rebelde» hacia la construcción de la revolución socialista, entender las diferencias que los complementan y comprender la política que los identificó, se vuelve un imperativo para las nuevas generaciones de transformadores sociales que hoy luchan por la construcción de un nuevo modelo.

Tanto Recabarren como Enríquez nacieron en tierras porteñas. Luis Emilio nació el 6 de julio de 1876, en el puerto de Valparaíso, en el seno de una familia de «sector medio», que con el pasar de los años fue deteriorando su situación económica. Miguel nació el 27 de marzo de 1944, en el puerto de Talcahuano, al interior de una familia de «clase media» extremadamente ilustrada, pero muy alejada de la condición burguesa que tienden a identificarle algunos autores.

Aunque existen muy pocos antecedentes de la infancia de Luís Emilio, de lo que sí tenemos certeza es que pudo cursar los primeros años de su secundaria en la ciudad de Valparaíso, donde tuvo la posibilidad de aprender algo del idioma francés. La educación primaria de Miguel no tuvo mayor sobresalto y desde pequeño se fue destacando como un excelente estudiante.

Los estudios del pequeño Luis Emilio se vieron truncados debido a su ingreso al mundo del trabajo, desempeñando labores en una imprenta, con lo cual ayudaba económicamente a su familia. En el caso de Miguel, ya en el liceo comienza sus primeras vinculaciones con la política, tema recurrente en las sobremesas de su hogar.

Luis Emilio tiene su primera vinculación con la política a través de las movilizaciones contra el presidente Balmaceda, en 1890, y con su participación en la gran huelga de ese mismo año. La realidad de Miguel no es muy dispar, también se encontró con la lucha callejera a través de los acontecimientos del 2 y 3 de abril de 1957, con apenas 13 años, y sin dudar fue parte de las barricadas producidas por el alza de la tarifa de la locomoción colectiva.

A los 17 años, en 1894, Recabarren ingresa a militar al Partido Demócrata, que por ese tiempo era el partido reformista por excelencia. Miguel, a la misma edad, en 1961 ingresa a las filas del Partido Socialista. Como vemos, ambos militaron desde sus inicios en organizaciones de izquierda, las cuales no abrazaban las ideas de la revolución, o al menos no las practicaban.

Recabarren decide luchar con paciencia al interior del PD, dando importantes batallas en la primera década del siglo XX contra el sector reaccionario, dirigido por Malaquías Concha. Miguel, a su vez, sintió rápidamente que no se podía hacer mucho al interior de un partido reformista y que la lucha contra la burocracia de Raúl Ampuero estaba perdida, por lo que era necesario construir una herramienta revolucionaria.

Ambos comprenden en sus contextos históricos particulares que la lucha al interior de los partidos reformistas impide el desarrollo de la alternativa revolucionaria y socialista. Es así como Recabarren rompe definitivamente con el Partido Demócrata y funda, en 1912, el Partido Obrero Socialista (POS); Miguel, junto con más de un centenar de jóvenes militantes del Partido Socialista (PS), deciden unirse en 1964 a la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM), una pequeña organización que tenía la claridad de la revolución socialista.

Los dos se casaron jóvenes, pero por los vaivenes de la intensa vida militante, llevó a ambos a divorciarse rápidamente. Luís Emilio fue padre de Luís Hemerejildo y Armando. Este último murió a los dos años de vida causando un gran dolor en el seno familiar. Miguel fue padre de Alejandra, pero luego de la separación tuvo que lamentar el suicidio de la madre de su hija. También fue padre de Marco Antonio y de Miguel Ángel, a quien no alcanzó a conocer y murió a los pocos meses de haber nacido.

A Recabarren lo marcó profundamente la revolución rusa de 1917, revolución que se alzó como la primera república socialista del mundo. A Miguel lo inspiró la revolución Cubana de 1959, primera república socialista de América Latina. Las dos revoluciones socialistas más importantes de la historia marcaron la configuración ideológica de estos dos revolucionarios y su profundo internacionalismo.

En 1922, Recabarren impulsa el Partido Comunista chileno y en 1965, Miguel funda el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

En materia electoral, ambos distan bastante en su accionar. Recabarren creía que las elecciones eran un accionar importante, desde lo educativo contra el capitalismo. Es más, creía que era una de las herramientas más importantes para la emancipación. Miguel, tras una mayor experiencia de historia popular acumulada, las rechazaba tajantemente. Sin embargo, durante los mil días de la Unidad Popular, logró valorarlas de otra forma.

Recabarren se suicidó de «5 balazos en el corazón», el 19 de diciembre de 1924, y su carta de despedida fue quemada por la dirección del Partido Comunista. Hace meses que estaba enfermo y con serios problemas personales, sufriendo también constantes ataques al interior de su organización. Enríquez, un día 5 de octubre de 1974, dio su último combate, desigual como se acostumbra dentro de regímenes poderosos, pero combate al fin y al cabo.

Luego de la muerte de Recabarren, el PC chileno lo borró de su memoria por una década, retomando su figura (parcelando su pensamiento) y queriendo monopolizarla solo para fines identitarios. En cambio, cuando muere Miguel, el MIR lo impulsa como su máxima referencia, recordándolo con cariño y siguiendo su ejemplo tan necesario en tiempos de la ardua dictadura.

En resumen, hay tres cuestiones fundamentales que enarbolaron estos dos revolucionarios de generaciones distantes y distintas, que hoy se vuelven necesarias para la construcción de la alternativa política revolucionaria.

La primera es la concepción de Poder Popular que tenían ambos. Tal concepción, en el caso de Recabarren, se expresaba concretamente en la construcción de cooperativas, de espacios culturales y educativos alternativos, la construcción de medios de comunicación autónomos y la enorme tarea de liberarse desde abajo, con conciencia de clase. Miguel, principal impulsor de la política del Poder Popular junto al MIR, tuvo la posibilidad de sistematizar mejor el proyecto que se construía, impulsando los embriones de esta política en los tiempos de la Unidad Popular.

La segunda es la importancia que le daban ambos al rol de las y los trabajadores. Hoy el mundo de los trabajadores es vapuleado y no se le da la importancia que requiere. En ese sentido, ambos consideraron como fundamental el rol que le compete a la clase trabajadora en el proceso de transformación.

Es cierto que hoy son variados los sujetos políticos que cumplen un papel relevante en el proceso de transformación, pero ello no obsta a que se considere como estratégico el accionar de las y los trabajadores para tales fines.

Por último, la cuestión ética. Esa profunda convicción de que la revolución debe ser humana y no un mero traspaso de los medios productivos del capitalista al proletariado. Esa revolución que se gesta a pulso y con audacia, y que nos llama a revolucionarnos en el largo y complejo camino hacía su existencia.

Son otras más las semejanzas y diferencias entre ambos protagonistas de la lucha revolucionaria nacional. Encontrarlas es una tarea colectiva que emplaza a nuevas generaciones para que logren desentrañar los márgenes político-históricos del proyecto de emancipación que hoy se debe continuar.

La distancia del fallecimiento de Recabarren con las nuevas generaciones de luchadores sociales es bastante, no sucede lo mismo en el caso de Miguel y por eso la cercanía con él es mayor. En ese sentido, es fundamental entender que este último fue legatario del primero y nosotros, por lo tanto, de ambos.

Hoy el MIR ya no existe como se concibió, pero dejó una matriz político-cultural en la cual se identifican un porcentaje importante de militantes de la izquierda chilena. El PC sigue existiendo y hoy está en el poder. Sus fundadores no son responsables de los caminos futuros de sus organizaciones cuando ya no están. Pero las nuevas generaciones son responsables de elegir a sus referentes históricos y sus caminos propios.

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.