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El legado económico de Lagos

Fuentes: Rebelión

A días de haber terminado su mandato y al evaluar el legado económico de Ricardo Lagos y su manejo macroeconómico, la calificación no pasa de mediocre. En sus seis años de Gobierno el crecimiento económico alcanzó un promedio de apenas un 4,3% anual. La tasa de desempleo se mantuvo cercana al 9% durante todo su […]

A días de haber terminado su mandato y al evaluar el legado económico de Ricardo Lagos y su manejo macroeconómico, la calificación no pasa de mediocre. En sus seis años de Gobierno el crecimiento económico alcanzó un promedio de apenas un 4,3% anual. La tasa de desempleo se mantuvo cercana al 9% durante todo su mandato. Las desigualdades socioeconómicas se profundizaron, ya que el 5% más rico de la población, equivalente a 750 mil personas aproximadamente, terminó recibiendo ingresos 209 veces más altos que el 5% más pobre, mientras que en 1990 esa diferencia llegaba a 130. Es decir, mientras el grupo de menores recursos vio crecer sus ingresos en un 1%, el veinteavo más rico experimentó una tasa de crecimiento del 62%. En otras palabras, ni crecimiento ni igualdad, un fracaso.

Al analizar económicamente la administración de Lagos, es posible concluir que éste ha estado gobernando para una pequeña élite, representada en poderosos grupos económicos que han sabido mantener el control sobre el excedente económico obtenido gracias a la explotación de nuestros recursos naturales. Es por ello que los principales grupos económicos están vinculados a determinadas materias primas: Luksic a la minería; Matte al sector Forestal, al igual que Angelini, que también tiene enormes inversiones en pesca. Es importante destacar que los dos últimos están presentes en el ranking Forbes de los más ricos del mundo con fortunas estimadas en 4 mil 100 y 3 mil 700 millones de dólares respectivamente, es decir, más del 8% del PIB chileno.

De esta manera, el Gobierno de Lagos se dedicó a cumplir un programa por el cual no fue elegido: la llamada Agenda Pro-crecimiento. Esta consistió en seguir exprimiendo la renta asociada a determinados sectores, reasignando los recursos económicos en un puñado de grupos económicos nacionales, abriendo la economía y entregando los servicios públicos estratégicos a poderosos grupos trasnacionales.

Lo anterior fue acompañado con una minimización del rol del Estado en la economía; con una política fiscal supeditada a una asfixiante regla de superávit estructural; con un Banco Central dedicado exclusiva y exageradamente a mantener controlado el nivel de precios; con una política social enmarcada en el obtuso enfoque de la focalización; con un Banco del Estado absolutamente mimetizado con el resto de los bancos comerciales; y con la firma de una serie de tratados comerciales, principalmente con EEUU y Europa, que se convertirían en el ancla definitiva de la actual estrategia de desarrollo.

Esto significa, en los hechos, que el Gobierno de Lagos se dedicó a restringir los márgenes de maniobra en política económica, apostando a mantener un modelo económico que se basa en la concesión del excedente generado por la actividad económica a los privados y en la entrega de nuestra soberanía económica a los vaivenes e incertidumbre de la coyuntura internacional.