Para Alfredo Iglesias Diéguez que lo hubiera explicado mucho mejor. El nuevo artículo de Luis Carlos Muñoz Sarmiento y Luis Eustáquio Soares -«El marxismo es la ciencia de las humanidades (III)» [1]- es extenso. Responderé por partes [2]. No sólo es extenso sino bastante descortés (por decirlo muy suavemente). Entre otros fragmentos similares, escriben […]
El nuevo artículo de Luis Carlos Muñoz Sarmiento y Luis Eustáquio Soares -«El marxismo es la ciencia de las humanidades (III)» [1]- es extenso. Responderé por partes [2].
No sólo es extenso sino bastante descortés (por decirlo muy suavemente). Entre otros fragmentos similares, escriben cosas como el siguiente:
Así, en octubre de 2013, los responsables de la asociación Jueces para la democracia criticó [sic, criticaron] al Ejecutivo español, por incumplir la Ley de Memoria Histórica y recordaron que España, con más de 114.000 desaparecidos durante la Guerra Civil es «el segundo país del mundo, tras Camboya, con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido recuperados ni identificados» […] «No podemos compartir de ningún modo el discurso de que la recuperación de la memoria democrática suponga reabrir heridas. Resulta inadmisible que un Estado democrático siga negando a toda la sociedad el derecho a conocer el pasado y la necesidad de establecer un plan de administración programado, sistemático y financiado públicamente que permita con agilidad la localización y la sepultura digna de todas aquellas personas que fueron asesinadas con ocasión del golpe militar de 1936 y la posterior represión franquista», dice el comunicado. (Natalia Junquera, El País, 9/oct/2013). Queremos imaginar que Rosa Guevara (no) estará de acuerdo con este horror y así le devolvemos el desafortunado «afortunadamente», entre paréntesis, de su respuesta.
¿Qué me devuelven? ¿Es desafortunado el «afortunadamente» de mi nota crítica? ¿Por qué? Queremos imaginar que Rosa… ¿Qué quieren imaginar? ¿Qué estoy en desacuerdo con los horrores y masacres del fascismo español? ¿Es eso lo que imaginan? ¡¡Imaginan!! ¿Saben algo los autores de los asesinatos y desaparecidos de mi familia y de la de mi compañera? ¿Conocen mis años de militancia clandestina en formaciones comunistas antifascistas? ¿Qué pensarían si yo escribiera que quiero imaginarme que ambos (no) están de acuerdo con los regímenes de extrema derecha de Brasil y Colombia?
Y no es la única vez. Otro ejemplo:
Objetivado el lugar de enunciación de Rosa Guevara Landa, que es su universo psicodélico pequeñoburgués, es necesario hacer la crítica a la crítica de los otros nueve puntos de su crítica al argumento que defendemos…
¿Objetivado el lugar de enunciación? ¿Qué jerga es esa? ¿Escriben para impresionar a las lectoras y a los lectores? ¿Universo psicodélico pequeño burgués? ¿Qué universo es ese? ¿De verdad que tiene algún sentido ese enunciado? ¿A qué viene esa ubicación sociológico-cultural? ¿De qué se trata? ¿De descalificar por descalificar? No les seguiré por ese camino, por esa mala praxis teórica.
Vayamos a sus nuevas consideraciones. Los autores sostienen que el marxismo tiene «tres axiomas científicos iniciales». Los axiomas siempre son iniciales (por decirlo de un modo impreciso) y la expresión «axioma científico» es innecesaria. Con axioma ya basta.
En esos ensayos, –Sobre la cuestión judía (1844) y Crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844)-, señalan
el primer vector del marxismo, como ciencia de las humanidades, emerge objetivamente, sin medias palabras y se expresa mediante el siguiente axioma científico: las sociedades humanas son construcciones históricas y, como tales, pueden revisarse, remodelarse, transformarse, democráticamente, en beneficio de las mayorías, razón por la cual el pasado y el presente históricos deben ser cuestionados y negados; jamás, en tanto excluyen a las mayorías, ratificados; jamás, naturalizados; jamás eternizados.
Más allá de que el marxismo no es sin más la ciencia de las humanidades (es otra cosa, hablé de ello en mi nota anterior [3]), lo que no significa que no sean importantes, incluso decisivas, sus aportaciones científicas [4]), este «primer axioma» no es un axioma tal como suele entenderse esta noción, polisémica también, en metodología o filosofía de la ciencia. Así cuando hablamos de los «axiomas» -postulados («Todos los ángulos rectos son iguales entre sí») y nociones comunes («Cosas que sean iguales a una tercera son iguales entre sí»)- de la geometría euclidiana o de la axiomática de Peano: «Si hay dos números naturales n y m con el mismo sucesor, entonces n y m son el mismo número natural». Lo apuntado por los autores es, inicialmente, una hipótesis y, a continuación, una conjetura normativa, con praxis social anexa y valoración incorporada, que personalmente comparto. Ambas me parecen muy, pero que muy razonables. En cualquier caso, no son axiomas.
De este «axioma científico», sostienen, emerge
una categoría fundamental del marxismo como ciencia de las humanidades, la dialéctica, entendida como método para negar lo existente y constituido y, al mismo tiempo, para afirmar el proceso histórico; afirmación que encontrará la siguiente síntesis en el Manifiesto Comunista (1848), de Marx y Engels: «El motor de la historia es la lucha de clases».
Si emerge significa aquí se infiere, se colige o algo así, no hay aquí tal inferencia.
La dialéctica marxiana, más allá del pésimo uso y de las reiteradas confusiones de la tradición al respecto, asociándola en algunos casos a una especie de «ciencia proletaria» opuesta a «la ciencia burguesa» [5], no es un método. Ni para negar lo existente y constituido, ni para confirmar el proceso histórico. Es otra cosa, mucho más importante.
Desde mi punto de vista, y más allá de los usos más triviales (contraposición, conflicto, «contradicción», perspectiva crítica, pensar más allá de las apariencias, estilo de exposición, etc), un programa de investigación (siempre inacabado) que aspira al conocimiento (siempre provisional, siempre mejorable) científico-artístico de lo singular (en la jerga de la tradición: de las totalidades concretas).
No puedo desarrollar este punto [5]. En todo caso, no es un método si usamos el término como suele usarse en metodología. El supuesto «método» del marxismo no tiene nada que ver con el método de resolución de las ecuaciones de segundo grado por ejemplo. Es otra cosa, mucho más importante, con más enjundia y trascendencia gnoseológica, política y cultural.
La afirmación marx-engelsiana sobre el motor de la historia es otra hipótesis, que, sin duda, tiene detrás mucha contrastación exitosa. Mucha, me apunto a ella. Hay buenas razones para pensar que por ahí van (y han ido) las cosas… aunque conviene no olvidar los conflictos de género que también han acompañado secularmente a la historia humana (que tantas y tantas mujeres hemos sufrido), los conflictos (a veces más que conflictos) relacionados con el ‘nosotros’ y el ‘otros’ -étnicos, lingüísticos, religiosos- que han enfrentado y enfrentan a minorías oprimidas frente a mayorías opresoras, y que tanta sangre han derramado también, y a los cuáles los y las marxistas (mi compañera es una de ellas) siempre se han enfrentado desde una perspectiva internacionalista, solidaria y fraterna, inspirada en la igualdad de toda la humanidad (nada que ver con mentalidades o posiciones de clase pequeño burguesas, por decirlo al moco clásico).
Por no hablar del gran problema (uno de los más urgentes de nuestra hora): la búsqueda de una relación homeostática de nuestra especie con la naturaleza [6], con evidentes derivadas anticapitalistas y con la necesidad de poner un bozal a la bestia destructora, un gravísimo asunto que demanda amplias alianza sociales y anulación de cualquier atisbo de sectarismo.
Los autores formulan del siguiente modo lo que llaman el segundo axioma del marxismo:
la ciencia es un proceso de producción inconsciente que está directamente relacionado con el punto de vista del trabajo, porque este es el verdadero contenido y las formas históricas. Para ello, tuvo en cuenta el concepto de alienación según Feuerbach, al contrastar las teorías filosóficas alemanas con su experiencia de la vida obrera en la industria textil de su padre en Manchester: como, también, lo muestra el filme El joven Marx (2015) del haitiano Raoul Peck.
Más allá del contraste de las teorías filosóficas alemanas con la experiencia engelsiana de la vida obrera y de las deudas marxianas con el concepto de alienación de Feuerbach, la ciencia (en general) no es, sin más, un proceso de producción (tal como entiende el marxismo la noción) y menos inconsciente. ¿Qué proceso de producción inconsciente llevó a Einstein, por ejemplo, a formular y justificar la teoría de la relatividad general? ¿O a Galileo, Newton, Darwin, Russell o Heisenberg a elaborar las suyas?
Que ese proceso de producción esté directamente relacionado con «el punto de vista del trabajo, porque este es el verdadero contenido y las formas históricas» resulta una afirmación de difícil comprensión. S i lo que quieren decir es que los procesos de producción están directamente relacionados con el desarrollo histórico de las fuerzas productivo-destructivas [7], sería una afirmación aceptable: la teoría de la evolución darwinista, no podría haber sido enunciada en la Grecia clásica, pero eso no quiere decir que sólo esté relacionada con el trabajo. Si lo que se quiere afirmar es que el trabajo es una categoría central en el marxismo, probablemente sea así. Heidegger, un pensador marcadamente antimarxista, así lo pensaba; muchos pensadores marxistas también lo piensan.
En cualquier caso, este supuesto «segundo axioma» marxiano tampoco es un axioma. Es una afirmación-conjetura, inexacta e imprecisa en mi opinión, sobre la ciencia (acaso sobre lo que ellos consideran «ciencia marxista») y sobre las deudas intelectuales de esa afirmación.
Los autores formulan a continuación un tercer «axioma científico» del marxismo
como la ciencia de las humanidades emerge, aunque como esquema: el materialismo histórico/dialéctico, entendido como el análisis objetivo de la estructura material de las sociedades, teniendo como referencia la crítica a la crítica de la economía política burguesa, válida solo si se lleva a cabo desde el punto de vista del trabajo o de la ‘humanidad sufriente que piensa’, axioma que hallará en el libro La miseria de la filosofía (1846), de Marx, potencialmente, la siguiente formulación…
Aparte de la extraña expresión «materialismo histórico/dialéctico» para referirse a lo que usualmente se llama «materialismo histórico» a secas, o teoría marxista (o materialista) de la Historia, cabe decir aquí lo mismo que en los casos anteriores: la nueva afirmación tampoco es un axioma.
Por lo demás, la afirmación «válida solo si se lleva a cabo desde el punto de vista del trabajo o de la ‘humanidad sufriente que piensa'» está invalidada por muchos contraejemplos. Hay muchas aportaciones al ámbito de las ciencias sociales que no han sido realizadas desde esa perspectiva (que yo personalmente comparto) y es obvio que muchas afirmaciones realizadas desde esa perspectiva han sido inconsistentes o falsadas por los hechos. Las teorías de Marx y Bakunin sobre el estado no son coincidentes, no pueden ser ambas verdaderas, y las dos han sido realizadas desde la perspectiva de la «humanidad sufriente que piensa». Weber, Keynes, Gaetano Mosca, Daniel Bell o Nicholas Georgescu-Roegen han hecho aportaciones decisivas a las ciencias sociales que deben tenerse muy en cuenta y no las han hecho desde esa perspectiva.
Lo dejo aquí por el momento. Finalizo con otra de los observaciones descorteses de los autores, tal vez una de las peores:
Es más: Landa (ese apellido aristocrático, que viene como apellido de Rosa -Luxemburgo [sic, Luxemburg]- y Guevara) muestra que su cuestión es moral, no es siquiera ética: la moral pequeñoburguesa que se define por fetichizar palabras y expresiones abstractas, sin relación con la realidad concreta, como la palabra «tradición»: «¿es dentro de la tradición que se intenta avanzar por la cresta de las olas»? Pero, ¿cuál tradición, la del pensamiento crítico? Este, dicho en tales términos, es otra abstracción. ¿Es el pensamiento crítico de la lucha de clases (que, bajo el punto de vista del trabajo oprimido, solo tendrá posibilidades de éxito si apunta, en cada época, a la estructura material del cinismo de las cosas)? ¿Además, toda «tradición» no es siempre conservadora, como la de la alianza franquismo e Iglesia católica, que dejó millones de personas asesinadas no solo de/en España, sino de/en otros países europeos?
¿Landa un apellido aristocrático? Matilde Landa, una de las heroínas de la tradición comunista antifascista española, ¿una aristócrata?
¿Qué es lo que muestra que es una cuestión moral, «ni siquiera ética»?
¿Quién fetichiza palabras y expresiones abstractas? ¿No es evidente que en la reflexión que cité del profesor de metodología Manuel Sacristán tradición refiere a su propia tradición político-filosófica, la tradición marxista-comunista?
¿Pensamiento crítico es una abstracción? ¿Qué noción, concepto o categoría no es una abstracción? ¿No son abstracciones las nociones de trabajo abstracto, lucha de clases, valor de uso, capital variable, composición orgánica del capital?
¿Estructura material del cinismo de las cosas? ¿Las cosas son cínicas?
¿Todas las tradiciones son conservadoras? ¿Todas? ¿También las tradiciones revolucionarias?
¿Cómo voy a desconocer las personas asesinadas por el fascismo y el nazismo si en mi familia más próxima son dos las personas fallecidas (una fusilada y la otra muerta en la batalla del Ebro)? En fin…Mejor no seguir.
Una nota final: He escrito que afortunadamente el marxismo carece de axiomas porque esta noción suele entenderse como evidente por sí misma, como verdad indiscutible, como afirmación no cuestionable, etc. En el marxismo, incluidas desde luego sus aportaciones científicas, nada debería considerado indiscutible, «para siempre», o evidente por sí mismo. Todo debería ser objeto de discusión ininterrumpida, sin paralizarnos por ello. Sus prácticas, sus afirmaciones políticas, sus reflexiones filosóficas, sus decisiones, sus ideas y conceptos científicos, su historia, sus meteduras de pata, etc.. A excepción de su lucha contra el mal social (en sus diversas dimensiones) y su aspiración a una sociedad justa, de iguales, no violenta, pacífica, nada masculinizada, austera y en armonía con la Naturaleza.
Notas
1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=264765
2) Agradezco muy sinceramente a Alfredo Iglesias Diéguez sus observaciones y comentarios críticos.
3) «El marxismo (afortunadamente) no es una ciencia» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=264514
4) Por decirlo brevemente: el marxismo (afortunadamente) es mucho más que una ciencia, o (también afortunadamente) no puede reducirse a sus aportaciones científicas.
4) Varias tradiciones marxistas del siglo XX han abordado la cuestión de la aspiración gnoseológica dialéctica y su relación con el método científico normalizado y el propio trabajo científico de Marx (que no es todo su trabajo ni por supuesto el grueso de las aportaciones e inquietudes de la tradición). Véase, por ejemplo, Manuel Sacristán, «El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia», Sobre Marx y marxismo, Icaria, Barcelona, 1983, pp.311-367, y Carlos Fernández Liria, Marx 1857, Akal, Madrid, 2019.
5) Peor aún, una lógica alternativa. Sobre estas temáticas es absolutamente recomendable: Manuel Martínez Llaneza, La ciencia mal-tratada. Crítica a Razón y Revolución de Alan Woods y Ted Grant http://www.rebelion.org/docs/60179.pdf
6) Asunto este en el que el marxismo debe «absorber» e incorporar todas las aportaciones contrastadas de las ciencias ambientales. No es el ámbito de las ciencias sociales el único territorio gnoseológico en el que la tradición debe inspirarse y alimentarse. Véase, por ejemplo, Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros. MRA ediciones, Barcelona, 2019. También: Daniel Tanuro, «Una respuesta a Kohei Saito. ¿Era Marx eco-socialista?» https://vientosur.info/spip.php?article15537
7) La revisión del concepto marxiano es de Manuel Sacristán. Véase M. Sacristán, Pacifismo, ecologismo y política alternativa, Caria-Público, Barcelona, 2009.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.