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El marxismo (afortunadamente) carece de «axiomas científicos iniciales» (y II)

Fuentes: Rebelión

La segunda parte de mi respuesta al artículo de Luis Carlos Muñoz Sarmiento [LCMS] y Luis Eustáquio Soares [LES] -«El marxismo es la ciencia de las humanidades (III)» [1]. Para no extenderme en exceso, señalo en esta segunda parte algunos de los pasos que no logro entender bien, algunas descortesías que creo innecesarias (y además […]

La segunda parte de mi respuesta al artículo de Luis Carlos Muñoz Sarmiento [LCMS] y Luis Eustáquio Soares [LES] -«El marxismo es la ciencia de las humanidades (III)» [1].

Para no extenderme en exceso, señalo en esta segunda parte algunos de los pasos que no logro entender bien, algunas descortesías que creo innecesarias (y además impropias) y comento con algo más de detalle una temática central apuntada por los autores. LCMS y LES hablan de tantos asuntos que es imposible responder en una nota no transfinita.

Creo coincidir con ellos en algunas de sus consideraciones y, probablemente, en la preocupación poliética de fondo.

1. LCMS y LES escriben «Con estos tres axiomas del marxismo, esquemas de esquemas». No veo que esos supuestos axiomas (que no son axiomas) sean esquemas y mucho menos que sean esquemas de esquemas. Más aún: dudo del significado de la noción o expresión «esquema de esquema».

2. Los autores sostienen: «Antes de abordar la crítica del prejuicio pequeño-burgués, realizada por Rosa Guevara Landa, a los dos más recientes textos publicados por estos autores…» Salvo error por mi parte, yo no he realizado ninguna crítica al prejuicio pequeño-burgués de nadie. Nunca me expreso en esos términos, no suelen aclarar nada. Son, generalmente, «armas de polémica y descalificación». Golpes bajos.

3. LCMS y LES afirman:

En fin, Marx dialoga con Ricardo, con el objetivo de ironizar sobre Proudhon, de quien Marx dijo, en una célebre carta (24/ene/1865): «Proudhon […] nunca comprendió la verdadera dialéctica científica, no pudo ir más allá de la sofística. En realidad, esto estaba ligado a su punto de vista pequeñoburgués. Al igual que el historiador Raumer, el pequeño burgués consta de ‘por una parte’ y de ‘por otra parte’. Como tal se nos aparece en sus intereses económicos, y por consiguiente, también en su política y en sus concepciones religiosas, científicas y artísticas. Así se nos aparece en su moral e in everything [en todo].» Como ahora se nos aparece Rosa Guevara Landa .

El paso es una descalificación injustificada. Exactamente igual que cuando escriben: «Así, la crítica a la crítica de la pequeño-burguesa Rosa Guevara Landa… «. Yo soy una trabajadora jubilada, no soy una pequeña burguesa. Nunca he tenido pequeños negocios, nunca he aspirado a ello, y nunca he tenido un salario (ahora menos con la jubilación) que permita adscribirme a esa clase o grupo social. Nunca. Por lo demás, mi mentalidad, como la de todas y todos, no está libre de los prejuicios, concepciones, rasgos o aristas de las clases hegemónicas. Pero intento estar alerta todo lo que puedo para que no se me cuelen goles inconscientes en mi portería.

La descalificación-insulto se repite una y otra vez:

Con este fragmento, Rosa Guevara Landa se objetiva como pequeñoburguesa, en los términos de Marx de La miseria de la filosofía, porque simplemente oculta el «cinismo de las cosas», marca de producción capitalista que, también, se define universalizando el cinismo de las cosas, esto es, las relaciones mercantiles, que transforman hombres en sombreros: o sea, en cosas.

4. Señalan también los autores:

El «tantito así» de realidad de Rosa Guevara Landa se basa en la forma y en las palabras, ocultando la realidad concreta; es decir, el contenido. Es por eso que su crítica no toca en la realidad concreta que describimos: el capitalismo, en su fase imperialista, con el dominio, a partir de la II GM, del capitalismo imperialista yanqui..

Mi crítica no toca la ‘realidad concreta’ porque no era ese el objetivo de mi nota. He pretendido argumentar que el marxismo no es equivalente a la ciencia de las humanidades. De ahí que la siguiente afirmación, también de ellos, tampoco sea fácilmente comprensible:

Y no podría haber, porque Rosa Guevara Landa dejó evidenciado que no debemos usar el término «marxista». En lugar de este, se debe usar «tradición»: el más conservador de ellos. ¡Bravo!

Yo no he dicho nunca que no debamos usar el término marxista (muy polisémico por cierto, más allá del mínimo denominador común: inspirado en la obra y praxis de Karl Marx). ¿Por qué no vamos a usarlo? ¿Para alejarnos de los ismos talmúdicos? Mejor, como insinuó un gran filósofo español, Francisco Fernández Buey, marxistas sin ismos [2].

Otra cosa es que detrás de esta noción haya centenares, por no decir miles, de tendencias político-filosóficas, no siempre en buena armonía entre ellas. Más que hablar de marxismo habría que hablar de marxismos (en plural y con mucha pluralidad) sin olvidar el interesante comentario del viejo (y sabio) Marx, en conversación con su yerno Paul Lafargue: yo no soy marxista.

5. Escriben LCMS y LES:

Con lo que no estamos de acuerdo, es con que venga a decirnos que esta tradición revolucionaria no tiene nada que ver con la objetividad científica, que es universalmente válida (esto tampoco quiere decir que queramos implantar en la conciencia colectiva tal idea por un prurito sin sentido).

Tampoco he afirmado que la tradición marxista no tenga nada que ver con la ciencia ni he negado las aportaciones científicas de muchos pensadores (¡y pensadoras!) marxistas. Muy lejos de mí esa afirmación, no desvarío. Sería como afirmar que la tradición filosófica analítica está alejada años-luz de las grandes teorías científicas del siglo XX.

6. Comentando la cita de Manuel Sacristán, el profesor de Metodología expulsado de la Universidad de Barcelona en tiempos del fascismo español -vuelvo a citarla por su belleza y profundidad: » No se debe ser marxista (Marx); lo único que tiene interés es decidir si se mueve uno, o no, dentro de una tradición que intenta avanzar, por la cresta, entre el valle del deseo y el de la realidad, en busca de un mar en el que ambos confluyan» – señalan LCMS y LES:

Y el cinismo de las cosas de Guevara Landa empeora: ¿qué significa confluencia entre la realidad y el mar de los deseos? ¿De qué realidad se está hablando? ¿Cuáles deseos? ¿Son deseos que solo se deslizan en la realidad? ¿O por ser deseos, deben ser mantenidos en el más sigiloso secreto? ¿O serán deseos de una tradición y la tradición de unos mares de deseos? ¿La tradición «civilizatoria» europea? ¿Cuál, la de la empresa colonial y la del saqueo de los pueblos? ¿O la tradición de la lucha de clases interna, objetivada científicamente por el marxismo, y su efecto ontopositivo en la emergencia de la Revolución Soviética de 1917, o en la china, de 1949, o en la cubana, de 1959? ¿O incluso en la lucha anticolonial de los pueblos masacrados, humillados, deshumanizados, barbarizados por la «tradición» literal de los mares de deseos de Occidente?…

Son numerosas sus preguntas. Telegráficamente: 1. Confluencia de deseos y realidad significa que nuestras finalidades político-sociales se alcancen, lleguen a puerto (en la medida de lo posible). 2. ‘Deseos’ refiere a esas finalidades socialistas. 3. No hay que mantener esos deseos en sigiloso secreto como es obvio. nadie se ha manifestado a favor. 4. Son deseos-finalidades de las tradiciones marxistas y de otras tradiciones revolucionarias. Entre ellos, construir entre todos una sociedad sin explotación y en armonía con la Naturaleza. Tarea, como sabemos, de enorme y creciente complejidad [3]. En fin: creo que los autores deberían releer el texto, sacarán más punta.

No respondo a más comentarios. Me centro en lo que ellos mismos consideran la cuestión fundamental. Lo expresan así:

¿Cuál es el problema de que el marxismo sea una ciencia? ¿O, dicho de otro modo, qué es la ciencia marxista? […] El principio científico de este choque provino de la pregunta: ¿qué es universalmente concreto? Ahora, teniendo en cuenta el materialismo histórico/dialéctico de los modos de producción esclavista, feudal y capitalista (sin olvidar los de las comunidades primitivas), universalmente concreto es: humanidad no es el término que se defiende por sí solo, tampoco la palabra «justos». Lo que se tiene objetivamente es una humanidad dividida entre opresores y oprimidos. El cuarto axioma científico del marxismo es, por lo tanto, el siguiente: la lucha de clases de los oprimidos contra los opresores (los dueños de los medios de producción, históricamente constituidos) es el motor de la historia.

Tampoco la razonable hipótesis en torno a la lucha de clases como motor de la historia es propiamente un axioma. Lo hemos comentado. Y, como los autores deben saber, la lucha de clases no se reduce a la lucha de los oprimidos y explotados (también de las explotadas y oprimidas) contra las clases opresoras. Hay que invertir y recordar también la lucha (muchas veces despiadada) de éstas contra aquéllas. Lucha, conviene recordar el Manifiesto (¡también los jóvenes Marx y Engels, con la ayuda de Jenny Marx, acertaron en esto!), que puede finalizar con la victoria de una de esas clases en lucha o con la destrucción de ambas. El colapso civilizatorio que se acerca con pasos acelerados (y de gigante muy gigante) es un ejemplo de este segundo escenario [4].

Recogiendo las preguntas iniciales del fragmento conviene señalar:

1. Afirmar que el marxismo es una ciencia es un problema porque el marxismo no es una ciencia (o no es sólo una ciencia). Por veracidad y porque sería confundir una parte con el todo hay que afirmar que el marxismo no es sólo ciencia.

2. Si sostuviéramos que el marxismo es una ciencia olvidaríamos o dejaríamos en segundo lugar uno de sus rasgos esenciales: ser una tradición político-filosófica que aspira a una sociedad alternativa (socialista, comunista, ecosocialista, como queramos llamarla) a las sociedades capitalistas. Esa finalidad, central, no es un enunciado científico, no es ciencia. Es un objetivo.

3. Reducir el marxismo a ciencia comportaría olvidar las aportaciones a la tradición de muchos (¡y muchas!) marxistas cuya aportación no tiene esas características. Entre muchos posibles ejemplos, la obra de Walter Benjamin.

4. Hacer equivalentes marxismo y ciencia sería olvidar las importantes aportaciones filosóficas, ontológicas incluso, que ha generado la tradición. Por ejemplo, las de Gramsci, Lukács, Kosik y Mariátegui.

5. Defender esa equivalencia conlleva un peligro que enciende todas las alarmas: inferir, pensar, creer, sostener,… que sólo existe una línea de reflexión e intervención política, la verdadera, la basada en la «ciencia del marxismo», la científica, y que el resto son posiciones anticientíficas, revisionistas, reformistas o claudicantes. Los peligros políticos de ese sendero cientificista están en la mente de todas, los conocemos todos, sobre todos si hemos militado en organizaciones o partidos que han cultivado un marxismo, digamos, excesivamente tradicional.

6. En fin, reducir el marxismo a ciencia sería menospreciar las importantes aportaciones poliéticas de una tradición con mil tendencias, incluso las inquietudes morales que están en la base de la toma de consciencia de muchos autores de la tradición. Empezando, por los clásicos, por Marx y por Engels. Basta ver la película, citada por los autores, sobre «El joven Marx» o leer con atención (y admirados) una de las grandes biografías (feminista y escrita por una mujer) no sólo sobre Marx sino sobre los Marx (incluidos Jenny, sus hijas, Friedrich, Engels,…): Amor y Capital, de Mary Gabriel [5].

Lo esencial del marxismo es su renunciarse a reconciliarse con la podredumbre, opresión y barbarie de este injusto mundo.

Notas:

1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=264765. Para la primera parte de mi respuesta: El marxismo (afortunadamente) carece de «axiomas científicos iniciales» (I) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=265056

2) Francisco Fernández Buey, Marx (sin ismos), El Viejo Topo, Vilassar de Dalt (Barcelona), 1999 (varias reediciones).

3) Véase Jorge Riechmann, Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros, MRA Ediciones, Barcelona, 2019.

4) Véase, por ejemplo, José A. Tapia, Cambio climático. ¿Qué hacer?, Maia Ediciones, Madrid, 2019.

5) Véase también Ariel Petrucelli, Ciencia y utopía. En Marx y en la tradición marxista. Coedición Ediciones Herramienta y Editorial El Colectivo, Buenos Aires, Argentina, abril de 2016.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.