En la sección tercera del prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política publicado en 1858, Marx lleva a cabo una pequeña reflexión sobre el método de la Economía Política. Trata de dos aspectos fundamentales: por una parte, del método de elaboración teórica de la economía, y por otra parte, del papel […]
En la sección tercera del prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política publicado en 1858, Marx lleva a cabo una pequeña reflexión sobre el método de la Economía Política. Trata de dos aspectos fundamentales: por una parte, del método de elaboración teórica de la economía, y por otra parte, del papel de las categorías económicas en los distintos estadios de desarrollo de la vida humana. No creo que Marx creyera en el método con mayúscula ni en un método anterior al análisis de las cosas. No creo tampoco que con su pequeña reflexión sobre el método en economía pretendiera abarcar todos los aspectos del método presente en la historia de esa ciencia y mucho menos pretender que dicho método alcanzara a la totalidad de las ciencias. El método lo marca en cada caso la naturaleza del objeto que se analiza y el grado de conocimiento del investigador. Así que en todo este tema hay que adoptar una perspectiva histórica y relativista.
La imperfección teorética de las ciencias particulares
No hay un pensador con respecto al cual los intelectuales de todas las tendencias y escuelas sean tan exigentes como con Marx. Parece que el pensador alemán debió decirlo todo y aclararlo todo. Continuamente hasta sus más fervientes seguidores le echan en cara no haber tenido en cuenta tal o cual aspecto teórico. Y respecto al método de elaboración teórica también se vuelven recriminadores: Marx no expuso de modo sistemático el método. Pero levantemos la cabeza y miremos más allá de Marx. Edmund Husserl, en el capítulo 1 de sus Investigaciones Lógica, plantea que «no puede el científico tener la pretensión de haber llegado a la intelección de las últimas raíces de su actividad, de haber probado siempre las últimas premisas sus conclusiones, ni de haber investigado los principios en lo que descansa su método. Esta es la causa del estado imperfecto de todas las ciencias». Creo entonces que no debemos reprochar a Marx lo que es causa de imperfección en todas las ciencias.
La crítica de Manuel Sacristán
Manuel Sacristán Luzón, en su trabajo ¿Qué es la dialéctica?, afirma que las ideas metodológicas de Marx siempre han sido bastante confusas y oscuras. A su juicio la razón principal de esta confusión y oscuridad está en la influencia de Hegel. Les detallo ahora los argumentos principales con los cuales Manuel Sacristán sostiene su juicio crítico.
Primer argumento: «Marx reproduce, en la Introducción a la Crítica de la Economía Política, una idea de método directamente hegeliana, la idea de que el método científico es un método que asciende de lo concreto a lo abstracto. En el uso corriente del lenguaje es obvio que ninguno de nosotros dice esto. Más bien decimos que asciende de lo concreto a lo abstracto. Es decir, nosotros consideramos que cuando se pasa de la percepción de tal o cual perro a la idea de mamífero, se asciende, pensamos que se sube de generalidad; no diríamos que se sube desde mamífero hasta Boby -nombre de un perro individual-, sino al contrario, diríamos que se baja. En cambio, para un hegeliano se asciende de lo abstracto a lo concreto».
Segundo argumento: Después de afirmar que la idea de método de Marx no puede ser hegelianismo puro puesto que no le acompaña la ontología idealista, Manuel Sacristán hace la siguiente serie de afirmaciones: «De todas maneras, a Marx le quedaba el problema de formular con coherencia, en un contexto no idealista, esa idea hegeliana de conocimiento como paso de lo abstracto a lo concreto. Para eso lo que hace es introducir una distinción, que no estaba en Hegel, entre concreto-real y concreto de pensamiento. El punto de partida del conocimiento es lo concreto-real, pero de ese concreto-real el pensamiento consigue un abstracto, y de ese abstracto, por acumulación de conocimientos y análisis, va consiguiendo un concreto de pensamiento».
Tercer argumento: «Pero así y todo, para quien no viene de la metafísica de Hegel como es mi caso, la idea tiene, claro, un punto débil, y es que identifica concepto general con concepto vago. Una cosa es que al empezar a estudiar uno sepa muy poco, tenga una idea muy vaga, y otra cosa son los conceptos generales, que pueden ser clarísimos obtenidos sobre la base de cierto conocimiento. No es lo mismo que lo que uno sabe sea vago, impreciso, pobre, que el hecho que sea general; por ejemplo, la noción muy general de mamífero no tiene por qué ser más vaga, al contrario, es más clara, que la noción de Boby. «Mamífero» es un término técnico muy bien definido. En cambio, los pensadores de tradición hegeliana tienden a identificar lo general con lo vago».
Una pequeña aclaración a cargo del propio Marx
Sacristán nos dice que en el ámbito de la teoría del conocimiento todos estamos habituados a hablar de un ascenso de lo particular a lo general, que cuando pasamos de la percepción de tal o cual perro a la idea de mamífero ascendemos a lo general. Y por esa razón le resulta contradictorio que Marx afirme que hay ascenso del conocimiento cuando se pasa de lo abstracto a lo concreto. No creo que una afirmación contradiga a la otra. Tendríamos que ser más preciso en el uso de esos conceptos, que como todos los conceptos tienen muchos contenidos y muchas relaciones de sentido. Así que prestemos atención a lo que dice el propio Marx en el prefacio de la Contribución a la Crítica de la Economía Política: «Suprimo un prólogo general que había esbozado porque, después de reflexionar bien, me parece que anticipar resultados que quedan todavía por demostrar podría desconcertar, y porque el lector que tenga la bondad de seguirme tendrá que decidirse a elevarse de lo particular a lo general».
Marx lo deja bien claro: el lector que tenga la bondad de seguirlo, tendrá que decidirse a elevarse de lo particular a lo general. ¿Y por qué deberá hacerlo? Porque Marx desde el principio hasta el final de su texto no cesa de elaborar conceptos. Y como los conceptos, según afirma el propio Marx, se elaboran con percepciones y representaciones, suponen un ascenso de lo particular a lo general. Me ha parecido conveniente traer a colación esta cita para demostrar que aquello que afirma Sacristán, que es un uso corriente del lenguaje hablar del ascenso de lo particular a lo general, está contenido en las propias ideas de Marx. Y Marx es, sin duda, el más grande de los hegelianos que han existido. Y el hecho de que se afirme que se asciende de lo particular a lo general, no entra en contradicción con la afirmación de que también hay ascenso en el conocimiento cuando se pasa de lo abstracto a lo concreto.
Las categorías filosóficas
El lector se habrá percatado que en este tema se han puesto en circulación algunas categorías filosóficas de cierto grado de complejidad y difícil manejo. Creo que Sacristán comete un error cuando iguala lo abstracto con lo general y lo individual con lo concreto. Sin duda que de lo individual se puede afirmar que es un concreto, pero también se puede afirmar que tiene componentes abstractos. En este ámbito siempre hay que hilar muy fino para no llevar a confusión a las personas no especializadas en estos menesteres; por esa razón expondré primeramente el contenido de estos conceptos y después las ideas de Marx sobre el método de la economía política.
Para que se hagan una idea de lo sutiles que tenemos que ser con el uso de estas categorías, empezaré con un ejemplo extraído del propio texto de Marx. Según Marx y en el ámbito del conocimiento económico del mundo, parece que lo correcto es arrancar de lo real y de lo concreto. Por lo tanto, en la economía debería empezarse por la población, que es la base y el sujeto de la producción. Pero al instante Marx plantea una objeción: la población es una abstracción si dejo a un lado las clases que la forman. ¿Comprenden ahora la sutiliza de la lógica dialéctica? La población es, sin duda, lo concreto; pero al tiempo puede ser una abstracción si no tengo en cuenta las clases que la forman. Dicho de otra forma: la población puede ser en un sentido lo concreto y en otro sentido lo abstracto. Estas formas del pensamiento, la posibilidad de que de algo se pueda afirmar una cosa y su contrario, les resulta muy difíciles de asimilar y de aceptar a los pensadores educados sólo en la lógica formal. Y esto sucede porque no se percatan que una sola categoría, como por ejemplo ‘población’, encierra tantas cosas y aspectos que resulta del todo imposible comprender todo su extenso y profundo significado con una sola representación.
Lo concreto y lo abstracto
Un objeto considerado como totalidad es un concreto y cada una de sus partes es un abstracto o determinación simple. Una mesa, por ejemplo, como totalidad es un concreto; y sus partes, el tablero y los pies, son sus elementos abstractos. Un edificio como totalidad es un concreto; y sus partes, sus columnas, sus plantas, sus ventanas, su instalación eléctrica y un largo etcétera son sus elementos abstractos.
Más de un lector se encogerá de hombros y dirá: es la primera vez que oigo que el tablero o los pies de una mesa deban ser considerados elementos abstractos. Y yo responderé siguiéndole en principio el juego de su crítica: el pie de una mesa considerado de forma aislada y en sí mismo es un concreto. Y sus partes: su forma, su color, su tamaño y su peso son sus partes abstractas. El lector que me ha seguido en esta explicación se quedará más contento y dirá: ahora sí estamos de acuerdo, la forma y el color sí son partes abstractas, no las que decía usted anteriormente. Y yo responderé: la forma y el color de un pie de una mesa parecen ser verdaderas partes abstractas porque son partes inseparables de dicho pie. Sólo por medio de la mente podemos separarlas. De ahí que por esas razones, por ser partes inseparables y por ser asequibles sólo por medio de la mente, a la forma y el color se les considera acertado catalogarlas como partes abstractas.
Pero la cosa tiene más complejidad de lo que hasta aquí ha salido a relucir. Retornemos de nuevo a la mesa. Pensemos en las partes que la constituyen pero añadiendo dos partes más que las mencionadas anteriormente: tablero, pies, color y forma. Con respecto a esas partes, y ayudándonos de Edmund Husserl, diremos: el tablero y los pies son partes independientes, mientras que el color y la forma son partes no independientes. Para muchos lectores sólo las partes no independientes merecen ser llamadas partes abstractas, pero lo cierto es que cualquier parte de una totalidad sea independiente o no independiente debe ser llamada abstracta. ¿Y por qué es razonable llamar abstracta a cualquier parte de una totalidad? Porque separar una parte de una totalidad, ya sea física o mentalmente, es una operación de abstracción. Y toda parte abstraída o restada de una totalidad merece ser llamada abstracta, puesto que su sentido y valor sólo lo tiene formando parte de la totalidad a la que pertenece y no considerándola aisladamente. Recuerden que Marx decía que la población es una abstracción si no tenemos en cuenta las clases que la constituyen; y de las clases sociales decía que igualmente es una abstracción si no tenemos en cuenta las bases sobre las que asientan: el trabajo asalariado, el capital. De todos modos y con el fin de contentar a los usuarios del lenguaje corriente, podemos llegar al siguiente acuerdo: a las partes independientes de una totalidad las llamaremos abstractos independientes, y a las partes no independientes las llamaremos abstractos no independientes.
El concepto y la abstracción
Manuel Sacristán formula dos críticas fundamentales a Marx, a Hegel y a los hegelianos: una, que no hay ascenso cuando se pasa de lo abstracto a lo concreto, sino cuando pasamos de lo concreto a lo abstracto; y dos, que los hegelianos siempre han identificado concepto general con concepto vago. No creo que esas dos críticas sean acertadas. No sé que hegelianos piensan de ese modo, lo que sí sé es que Hegel no piensa así; y eso es lo que pretendo demostrar a continuación. En la sección titulada «Del concepto en general» de la monumental obra de Hegel titulada Ciencia Lógica, podemos encontrar la posición del filósofo alemán en torno a la abstracción y al concepto. Y se la paso a explicar.
Para la percepción y la representación el mundo se presenta como una multiplicidad carente de unidad. Pensemos sólo en las mesas a lo largo de dos siglos: se presentan como una enorme multiplicidad con infinidad de diferencias en sus diseño, material, color y tamaño. «Y el intelecto -así se expresa Hegel- se acercaría a esa multiplicidad, la llevaría a unidad, y la elevaría mediante la abstracción a la forma de la universalidad». Queda probado entonces que Hegel habla de elevación cuando se pasa de lo particular a lo universal.
Vayamos ahora a la segunda cuestión: a la valoración epistemológica sobre la abstracción. Hegel critica la idea de las personas que piensan que la existencia sensible de las cosas es mejor que su existencia como concepto. Esta clase de personas considera que lo abstracto es más pobre que lo concreto justamente porque lo abstracto deja de lado mucha parte de la materia que encontramos en lo concreto. Y frente a esta posición crítica, Hegel se manifiesta en estos términos: «El pensamiento abstractivo no debe considerarse solamente como un poner de lado la materia sensible, que por eso no sufriría ningún perjuicio en su realidad, sino que más bien constituye la superación y la reducción de aquélla, considerada como pura apariencia, a lo esencial, que se manifiesta sólo en el concepto». Así que Hegel considera el concepto, el poder del pensamiento abstractivo, como el modo de superar la apariencia de las cosas para reducirlas a su esencia.
Esta sección de la Ciencia de la Lógica de Hegel provoca tal impresión en Vladimir Ilich, que en sus Cuadernos Filosóficos se expresa con todo este enorme entusiasmo: «Hegel tiene toda la razón frente a Kant. El pensamiento que avanza de lo concreto a lo abstracto no se aleja de la verdad, sino que se acerca a ella. La abstracción de la materia, de una ley de la naturaleza, la abstracción del valor, etc.; en una palabra, todas las abstracciones científicas reflejan la naturaleza en forma más profunda, veraz y completa». Queda, por lo tanto, probado dos cosas: una, que para Marx y Hegel, y ahora incluimos también a Vladimir Ilich, hay ascenso y avance cuando se pasa de lo concreto a lo abstracto; y dos, que las abstracciones reflejan la naturaleza de forma más profunda, veraz y completa que la percepción. Luego es falso que los marxistas y los hegelianos identifiquen los conceptos generales con los conceptos vagos. (Es posible que haya ciertos hegelianos, y tal vez a ellos se refiera Sacristán, que identifiquen conceptos generales con conceptos vagos. Yo los desconozco. Lo que sí sé es que dos grandes hegelianos como los son Karl Marx y Vladimir Ilich no lo hacen).
Lo universal abstracto y lo universal concreto
Hegel, en la Introducción a la Ciencia de la Lógica, distingue entre lo universal abstracto y lo universal enriquecido con las particularidades. Afirma que quien estudia en un primer momento la Lógica puede comprenderla y penetrarla, pero su extensión, profundidad e importancia no puede apreciarla al comienzo. Sólo a partir del conocimiento más profundo de otras ciencias el elemento lógico se eleva para el espíritu, no como lo universal abstracto, sino como lo universal enriquecido con las ciencias particulares. Así que en principio la diferencia entre lo universal abstracto y lo universal concreto, entendiendo por universal concreto lo universal enriquecido por las particularidades, reside en cierta calidad cognoscitiva que se da en el sujeto: aquel que sólo ha estudiado la lógica permanece en el reino de lo universal abstracto, mientras que aquel que estudia la lógica después de haber estudiado las ciencias particulares penetra en el reino de lo universal concreto. ¿Por qué? Porque su conocimiento de lo universal, en este caso de la Lógica, ha sido enriquecido previamente por el conocimiento de las ciencias particulares.
Esta diferencia entre lo universal abstracto y lo universal concreto también la plantea Hegel en el ámbito de la ética. Les pongo un ejemplo: pensemos en un joven de veinte años que defiende la paz con toda la fuerza de su corazón y toda la conciencia de la que dispone. Pensemos ahora en un hombre de ochenta años que haya vivido el horror de dos guerras civiles y que haya estado luchando toda su vida por la paz, organizando movimiento sociales e incluso promoviendo cambios legislativos universales a favor de una justicia mundial. Para el joven la paz es un universal abstracto, mientras que para el octogenario es un universal enriquecido por las particularidades que le tocó vivir. Hegel lo plantea en estos términos: para el joven la palabra paz no tiene el significado y alcance que tiene en el hombre dotado de una profunda y dilatada experiencia de vida. Sólo este último expresará la palabra paz con la toda la fuerza de la sustancia que la contiene. Aquí Hegel se expresa de forma muy materialista y hace recaer en el sujeto y en su experiencia de vida, en su práctica, un cambio de valor epistemológico de lo universal: el universal es abstracto en la persona con poca experiencia del mundo, mientras que el universal es concreto en la persona con una rica y larga experiencia de vida.
El método de la economía política
En vez de hablar de lo concreto y de lo abstracto en general, que es el modo en que plantea Manuel Sacristán la crítica a Marx, hablemos del modo particular en que es usado por el autor de El Capital. No olvidemos nunca que nos encontramos en una esfera de saber determinada, la economía, y en una fase de desarrollo histórico igualmente determinada, mitad del siglo XIX. Cuando Marx habla de que hay que partir de lo concreto, entiende por concreto la población, la nación y el Estado. Y entiende por abstracto los siguientes elementos: las clases sociales, el trabajo asalariado, el capital, la división social del trabajo, los precios, el dinero, y un largo etcétera. Recuerden lo que ya decía en el apartado que titulé categorías económicas: la población es también una abstracción si no tengo en cuenta las clases que la constituyen; y a su vez las clases que la constituyen son una abstracción si no tenemos en cuenta las bases sobre las que descansa: el trabajo asalariado, el capital, la división social del trabajo, etc.
Pongamos un ejemplo analógico que nos facilite las cosas. Hablemos de un edificio de ocho plantas. Una vez construido el edificio es una totalidad concreta; y es concreto porque es una síntesis de muchas determinaciones. Cuáles son los componentes abstractos del edificio o sus determinaciones simples: los cimientos, las columnas, las plantas, las paredes, las ventanas, las puertas, las escaleras y el ascensor, las instalaciones eléctricas, los desagües, las cañerías y un largo etcétera. Sin duda que para conocer el edificio podemos partir de lo concreto, del edificio ya fabricado y habitado, y de ahí llegar a sus determinaciones más simples como las enumeradas anteriormente. Pero también podemos conocer cómo fue construido el edificio y entonces veremos que el punto de partida no es lo concreto sino lo abstracto: se empieza haciendo los cimientos, después levantado las columnas, luego las plantas y las escaleras, más tarde las paredes, las puertas y las ventanas, y así hasta acabar de hacerlo. Vemos entonces que la construcción del edificio, como la fabricación o elaboración de cualquier otro valor de uso, es un proceso que se mueve de lo abstracto a lo concreto. Así que el modo en que piensa Marx que deben ser elaboradas las teorías económicas, de lo abstracto a lo concreto, es el modo en que se hacen las cosas en la realidad
La representación caótica del todo
Las reflexiones sobre el método de Marx se refieren a la historia de la economía política, donde distingue dos fases: su inicio que lo sitúa sobre el siglo XVII, y su fase de ciencia desarrollada que la sitúa entre la mitad del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. Con la expresión ‘representación caótica del todo’ se refería Marx pues al inicio de la economía política. Y este fue su razonamiento. Lo correcto parece que es empezar con lo que hay de concreto y real en los datos. En el caso de la economía política lo correcto será entonces partir de la población. Pero la población es una abstracción si dejo a un lado las clases sociales que la componen. A su vez las clases sociales es una expresión sin sentido si ignoro los elementos sobre los que reposa: el trabajo asalariado, el capital, etc. Pero el trabajo asalariado y el capital carecen de contenido si no tenemos en cuenta que ambos presuponen la división del trabajo, el dinero, los precios etc. Por lo tanto, si parto de la población, obtendré una representación caótica del todo. Lo que bajo el punto de vista de la percepción y de la representación se me presenta como concreto, bajo el punto de vista del concepto se manifiesta de forma abstracta.
De lo concreto a los conceptos simples
Lo cierto fue que la economía política en su inicio partió de lo concreto, de la población, pero mediante el análisis, llegó a determinaciones simples o a relaciones simples: la mercancía, el dinero, los precios, el trabajo asalariado, el capital, la división del trabajo, etc. Esta fue una fase necesaria en el desarrollo de la ciencia económica. Esta primera fase recorrida por la economía política Marx la describe como la fase en la que lo concreto se volatiza en abstracta determinación. Es como si una máquina la descompusiéramos en sus partes más simples y las esparciéramos sobre la mesa: nos daría la idea de una totalidad caótica, no orgánica, o expresado al modo filosófico de Marx: el todo se ha volatizado en sus partes. «Volatizado» significa aquí que las partes se nos escapan de nuestro control, que han perdido el sentido de su relación en una totalidad orgánica, que han perdido el sentido del todo. Sacristán y otros pensadores en vez de buscarle el sentido filosófico que tienen ciertas expresiones de Marx, como esta que comentamos, se limitan a catalogarlas como simples metáforas o juegos del lenguaje.
Lo concreto como rica totalidad de determinaciones y relaciones diversas
Manuel Sacristán afirma que Marx intentó sacar la concepción sobre el método que heredó de Hegel de los marcos idealistas, y que para ello estableció la distinción entre lo concreto real y lo concreto del pensamiento. Yo no estoy de acuerdo con esta afirmación. Aquí hay dos cosas que aclarar: una, cómo concibe Marx el conocimiento en el ámbito de los problemas que estamos estudiando, y dos, cómo explica la conciencia filosófica. Empezaré por la segunda. Marx afirma que para la conciencia el movimiento de las categorías aparece como el verdadero acto de producción cuyo resultado es el mundo. No hay nada de raro en ello: la conciencia filosófica sólo puede producir el mundo con el único método que puede hacerlo: por medio del movimiento de las categorías. Pero Marx no contrapone la conciencia filosófica al mundo real, el concreto real al concreto del pensamiento, al menos no lo contrapone en el modo en que lo plantea Sacristán. Lo que hace es formular dos afirmaciones de puro carácter materialista: la conciencia filosófica está determinada de tal modo que, por una parte, el pensamiento que concibe es el hombre real, y por otra parte, el mundo concebido es el único mundo real. Se trata no de contraponer el ser ideal al ser real, sino de plantear que el ser reflejado es el ser real. La persona que vemos todas las mañanas en el espejo no es un ser de otro planeta o un ser de origen desconocido, sino nosotros mismos.
Vayamos ahora por la primera cuestión, por el modo en que Marx concibe el conocimiento en este ámbito de problemas. Marx distingue dos fases en el conocimiento económico del mundo: la que va de lo concreto a lo abstracto y la que va de lo abstracto a lo concreto. Y ambas fase son necesarias. Los primeros economistas cuando partieron de lo concreto terminaban en lo abstracto, en las relaciones más simples: el dinero, la división del trabajo, el valor de uso, el valor. Y en esa fase el todo se presentaba como un todo caótico. No podía ser de otro modo. No se conocían las partes con sus mutuas relaciones que constituían el todo. Pero una vez que se conquistaron para el conocimiento las determinaciones simples, se llevó a cabo el camino inverso: de las abstracciones se volvió a lo concreto, con las categorías simples se construyó lo concreto, se volvió a la población, pero esta vez con una rica totalidad de determinaciones y relaciones. Y en esto tampoco hay nada de extraño: Una vez que conocemos las determinaciones más simples de un todo, nos representaremos ese todo no de forma caótica sino de forma enriquecida y orgánica.
La elevación del conocimiento
Manuel Sacristán aplica la expresión «elevación» en su sentido literal. Y así afirma que cuando pasamos de la percepción de un perro en particular, por ejemplo, Boby, a la especie mamífero, estamos ascendiendo en el conocimiento. Lo que no tiene sentido, a su juicio, es que se llame ascenso cuando se pasa de lo abstracto a lo concreto. Creo que la expresión «elevación» merece un sentido más amplio que el supuesto por Manuel Sacristán. En el ámbito del conocimiento deberíamos hablar de elevación cuando el conocimiento sobre un determinado objeto se amplía y se profundiza. Y esta ampliación y profundización del conocimiento se da tanto en el movimiento que va de lo concreto a lo abstracto como en el que va de lo abstracto a lo concreto.
Conclusiones
Creo haber demostrado que la crítica de Manuel Sacristán a Marx y a Hegel no es justa ni acertada. Sus dos críticas fundamentales, que no hay ascenso del conocimiento cuando se pasa de lo abstracto a lo concreto y que los hegelianos conciben los conceptos generales como conceptos vagos, no son ciertas. El error básico en el que incurre Manuel Sacristán es no haberse centrado en la economía política, en su historia y en sus categorías, no haber centrado su crítica en el marco concreto en el que Marx había presentado su pequeña reflexión sobre el método. La economía es una ciencia social y la apreciación epistemológica que se haga sobre ella tiene unas consecuencias sociales que no tiene ninguna otra ciencia social ni natural. No debe perderse nunca de vista, incluso cuando se estudian los problemas metodológicos, la contradicción que gravita en la economía desde los tiempos de Aristóteles: la existente entre riqueza y pobreza.
Manuel Sacristán incurre en un error táctico, muy común entre muchos marxistas, consistente en no saber apreciar el valor del pensamiento de Hegel en el pensamiento de Marx, hasta el punto que lo presenta más como un defecto que como una virtud. Creo que no está de más recordar unas palabras de Vladimir Ilich a este respecto, contenidas en sus anotaciones sobre la sección dedicada a la subjetividad de la Ciencia de la Lógica de Hegel: «Kuno Fischer no muestra al lector cómo buscar la clave de las difíciles transiciones, matices, flujos y reflujos de los conceptos abstractos de Hegel». Dicho de otro modo: en vez de tratar de desprendernos del pensamiento de Hegel o de restarlo al pensamiento de Marx, deberíamos hacer lo que nos plantea Vladimir Ilich: explicar las difíciles transiciones entre sus conceptos. Comprenderíamos mucho mejor el revolucionario pensamiento teórico de Hegel y de Marx.
También incurre Manuel Sacristán en un error filosófico de cierto peso cuando mezcla la distinción entre lo individual y lo general con la distinción entre lo abstracto y lo concreto. Recomiendo al lector interesado y en parte especializado en filosofía, si quiere entrar más a fondo en esta cuestión y hacerlo desde otras latitudes filosóficas, que estudie la Investigación Segunda, La unidad ideal de la especie y las teorías modernas de la abstracción, y la Investigación Tercera, Sobre la teoría de los todos y las partes, de las Investigaciones Lógicas de Edmund Husserl. Si le gusta el pensamiento abstracto, disfrutará enormemente.
Creo que Manuel Sacristán, como suele ocurrir entre los filósofos empiristas y neopositivistas, escoge un ejemplo trivial, como el caso del perro Boby y su inclusión en la especia de los mamíferos, para reflexionar sobre asuntos de mucha profundidad y envergadura, como es el caso del movimiento cognitivo que va de lo concreto a lo abstracto y de lo abstracto a lo concreto. Creo que los propios ejemplos sobre economía dan el verdadero juego y marco a este debate. Son más profundos y más decisivos para el destino de la humanidad. Afirmo que las ideas sobre epistemología y ontología deben siempre ser examinadas por sus consecuencias sociales. La filosofía no puede ser considerada un reino aparte del mundo, sino todo lo contrario: la expresión más profunda y comprometida del mundo.
Por último, señalar que Manuel Sacristán interpreta de forma muy literal el significado de la expresión «elevación» en el ámbito del conocimiento. Tal vez incurrió en el error en el que incurren muchísimos filósofos y pensadores: poner en circulación una categoría que en el discurso desempeñará un papel destacado sin previamente haberla sometido a crítica. Por lo demás espero que el lector haya mejorado su comprensión del método de la economía política y haya ampliado su amor por Marx y Hegel.
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