¿Pueden dos países estar en guerra si sus pueblos no quieren y sus gobernantes son legítimos representantes? Es evidente que sólo cabría responder que no a esa respuesta. Sin embargo sumergiéndonos en los datos de dos recientes encuestas realizadas en Estados Unidos y en Iraq podemos encontrar algunos datos elocuentes. La primera de ellas está […]
¿Pueden dos países estar en guerra si sus pueblos no quieren y sus gobernantes son legítimos representantes? Es evidente que sólo cabría responder que no a esa respuesta. Sin embargo sumergiéndonos en los datos de dos recientes encuestas realizadas en Estados Unidos y en Iraq podemos encontrar algunos datos elocuentes. La primera de ellas está realizada por la empresa de sondeos Gallup y publicada en el periódico USA Today, y descubre que sólo el 35 por ciento de los estadounidenses declara que su gobierno debería mantener las tropas en Iraq hasta que la situación mejore. Es más, seis de cada diez consultados aseguran que la Administración Bush engañó a la opinión pública para lograr invadir Iraq, es el mismo porcentaje que exige que el gobierno fije un día para la retirada.
Si nos vamos al país árabe, podemos observar el sondeo de las cadenas BBC/ABC, según el cual un 85 % de los iraquíes declaran tener poca o ninguna confianza en las fuerzas ocupantes. De hecho, entre 67% y 70% de los iraquíes encuestados opina que el aumento en el número de tropas ha obstaculizado las condiciones para el diálogo político, la reconstrucción y el desarrollo económico, por lo que un 47 por ciento cree que deben abandonar el país inmediatamente y un sesenta por ciento opina que los ataques contra las fuerzas lideradas por EE.UU. son justificados.
Por tanto, procede volver a la incertidumbre del inicio. Podríamos comprender que un país esté masacrando a otro siempre que el primero cuente con el apoyo de su población, algo así como vimos en las políticas expansionistas de Hitler en la Alemania nazi, pero lo de Estados Unidos en Iraq todavía es más grave porque han logrado crear un modelo de sistema político que puede convivir con una guerra que no es aceptada ni por el bando que la promueve e invade, aunque lleve contabilizados 3.700 muertos. Basta con una plutocracia al frente de cada uno de los países para continuar las masacres.
Es escalofriante cómo pueden convivir de forma tan dramática la ausencia de restricciones importantes a la libertad de expresión y el alcance y la eficacia de los métodos utilizados para reprimir la libertad de pensamiento y acción. Es el sistema que Noam Chomsky denomina «lavado de cerebro con libertad»: «La censura literal apenas existe en Estados Unidos, pero el control del pensamiento es una industria próspera, ciertamente indispensable en una sociedad libre basada en el principio de decisión de la elite y en el respaldo o pasividad el público». Han logrado dominar las mentes e inmovilizar los cuerpos, se diría que, al menos en Estados Unidos, viven en «El mundo feliz» de la novela de Aldous Huxley. Al lado de esto, «El gran hermano» de Orwell era un juego de niños.