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“Nada por Caridad”

El nacimiento de la población La Victoria

Fuentes: Rebelión

Hace cincuenta y dos años atrás, un 30 de octubre de 1957, 1200 familias provenientes del Zanjón de La Aguada, el «cordón de la miseria», decidieron tomarse los terrenos de la Chacra La Feria, ubicada en lo que entonces era San Miguel y hoy Pedro Aguirre Cerda. Hace más de 10 años que estos pobladores […]

Hace cincuenta y dos años atrás, un 30 de octubre de 1957, 1200 familias provenientes del Zanjón de La Aguada, el «cordón de la miseria», decidieron tomarse los terrenos de la Chacra La Feria, ubicada en lo que entonces era San Miguel y hoy Pedro Aguirre Cerda. Hace más de 10 años que estos pobladores esperaban una solución definitiva a su problema de vivienda, mas las promesas vacías del entonces gobierno de Ibáñez del Campo terminaron por colmar la paciencia de estos pobladores. La consecución de una serie de incendios, en los que, irónicamente, los que no tenían nada, lo perdían todo, dieron resolución a los indecisos, valor a los temerosos y la razón a los que promovían la Toma.

La Toma de La Victoria.

«Había que sacar la decisión de ir a la toma. ¡A la mierda con la legalidad y los trámites burocráticos!» , decía Guillermina Farías. Pero no fue fácil conquistar ese pedazo de tierra. Para levantar la que hoy es una de la Poblaciones emblemáticas de Chile, los pobladores debieron enfrentar la represión policial y varios días de bloqueo en los que no se permitía el ingreso de materiales de construcción, de abrigo, comida, remedios ni agua. Producto de esto y de las paupérrimas condiciones en las que estaban, muchos ancianos y bebes fallecieron. Así lo recuerda Rosa Lagos, en el libro «Memorias de La Victoria»: «esa vez que murieron muchas guagüitas, al entierro fue toda la Toma. Nos fuimos a pie desde aquí mismo al cementerio. No sé cómo no hay fotografías de todas esas cosas, para que la gente ahora comprenda el sufrimiento, para que le tomen el valor al lugar que están pisando, porque esta tierra fue ganada con esfuerzo, sudor y lágrimas.»

Las gestiones del Cardenal Caro frente al Presidente Ibáñez, más el apoyo dado por los parlamentarios del FRAP (Mario Palestro y José Cadmártori entre ellos) permitieron que los pobladores no fueran expulsados. No por ello dejaron de concluir que la conquista de la vivienda se debía a la unidad, lucha y organización de los propios pobladores. Ellos fueron los que resistieron las difíciles condiciones de vida. «Por eso esto se llamó La Victoria porque no nos pudieron sacar de aquí», explicaba una pobladora en el libro «Pasado, Victoria del Presente».

Tras la llegada, los pobladores dedicaron todas sus energías al levantamiento de «una Población que reuniera todas las cualidades», los victorianos fueron los propios urbanistas de su «pequeña república», trazaron las calles, las dimensiones de sus viviendas, proyectaron la construcción de una escuela – la que posteriormente fue levantada con el aporte de todos los habitantes-, de una policlínico e incluso de un retén policial. Organizaron la electrificación de la población -con la ayuda del ingeniero Enrique Kirberg-, frentes para estimular la participación, grupos de vigilancia interna y un periódico, entre otras cosas. Tal como lo señalaba el poblador Luis Guerrero: «Aquí todo se ha conseguido por la organización misma, en base al sacrificio y la lucha. Esa fue la lucha de los pobladores, de nadie más». Lo anterior pues el levantamiento de la población fue realizado fuera del alero del Estado, quien tardó años en reconocer el derecho de los pobladores a sus viviendas. De ahí la consigna que los victorianos entonaban con orgullo en su segundo aniversario: «Nada por caridad, todo mediante nuestro propio esfuerzo».

La llegada de La Dictadura

La historia de lucha y organización de los pobladores no pasó desapercibida para la Dictadura, tal como explica Gloria Rodríguez, actual concejal del PC por PAC: » Como la toma de terrenos fue mayoritariamente dirigida por gente de izquierda, fue guiada, conducida por el Partido Comunista y por el Partido Socialista; inmediatamente la dictadura tuvo un sesgo con nuestra Población, nos acusaron a todos de comunistas. Por lo tanto, fuimos la Población que más allanaron, que más reprimieron y nosotros a su vez nos declaramos abiertamente contra la dictadura» .

La Dictadura dejó como saldo en esta Población: dos detenidos desaparecidos: Clara Cantero y Víctor Hugo Morales Mazuela; dos ejecutados políticos, Luis Abarca Sánchez y Pedro Marín Martínez; y 7 caídos durante las protestas nacionales: Andrés Fuentes, Miguel Zavala Gallegos, Samuel Ponce Silva, Hernán Barrales Rivera, el sacerdote francés André Jarlan Pourcel, Boris Haroldo Vera Tapia y Cecilia Piña Arratia.

No por ello el ánimo de los pobladores claudicó, en La Victoria se desplegaron innumerables formas de organización como expresiones de resistencia al régimen y como única salida a la difícil situación económica que asoló al país durante los años 80. Fue en ese momento que los hijos de quienes organizaron la Toma recogieron las banderas de sus padres y dijeron: «Nuestros padres nos dieron el derecho a la vivienda, démosle nosotros el derecho a la libertad», tal como rezaba en un mural en aquella época.

Con el respaldo de los partidos prohibidos por la Dictadura y de la Iglesia Católica e Iglesias evangélicas, los pobladores le perdieron el miedo a la represión y, como los que se tomaron los terrenos, «jamás bajaron el moño», costase lo que costase. En las protestas nacionales los victorianos destacaron por la cantidad de heridos y caídos, pero también por su fiereza. Existía una idea de soberanía popular del espacio en La Victoria, que se manifestaba en la disposición innegociable de evitar que las fuerzas represivas entrasen al barrio: «que les costara entrar a la Población, porque era nuestra, nosotros la habíamos tomado», explicaba Blanca Ibarra ex diregenta del Comando de Pobladores. A esta organización le tocó la difícil tarea de reemplazar a la antigua Junta de Vecinos, conformada por representante de todos los partidos que se oponían al régimen, siendo su presidenta la actual alcaldesa Claudina Núñez.

La llegada de la Democracia

Como todos los pobladores durante los 80, los victorianos cumplieron un rol fundamental en la caída de la Dictadura de Pinochet, sin embargo, la llegada de la democracia no respondió a las expectativas de participación popular que ellos tenían. Quienes más lucharon por la llegada de la democracia se vieron postergados, excluidos y frustrados.

La aparición de la droga y del narcotráfico pareció también mermar el temple de esta población, sin embargo y pese a que la organización no era la de antes, ellos consiguieron ganar las batallas contra estos nuevos males. Hoy los Victorianos se enorgullecen de ser la población más organizada de Chile y de haber enfrentado sin titubear la droga y el narcotráfico.

Por lo demás, la llegada al gobierno comunal de una de sus pobladoras, Claudina Núñez, junto con dos concejales que destacaron también en su lucha contra la dictadura Gloria Rodríguez y Juan Lemuñir (PS); parece saldar, en parte, la deuda que la democracia tiene con los sectores populares. Independiente del apoyo o no a estos representantes, para los victorianos está en juego la posibilidad de demostrar que los más humildes son capaces de ser gobierno.

Hoy el espíritu que llevó a esas familias sin techo a tomarse las soluciones por sus propias manos parece más vivo que nunca y cada vez que gritan un: «Juventud y Gloria, La Victoria», parecen hacerlo más fuerte, pues están orgullosos de ser de La Victoria. Porque tal como explica Félix Morales: « El orgullo de ser victoriano viene indudablemente de la formación que tuvimos, con lo viejos que se tomaron esta cuestión, fue organización desde antes y después de la toma, porque se mantuvo en el tiempo, yo creo que ese es como un legado, como una herencia que quedó de la capacidad de organización» .

 



[i] Parte de los testimonios presentados en este artículo forman parte del registro reunido para la tesis de magister en sociología del autor.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.