El objetivista está plenamente volcado en aquello de lo que habla o piensa y casi se olvida de sí mismo. Tal vez se descuida en ocasiones en la formulación de su expresión y no se cuida del estilo. Tal vez se precipita y cometa errores de apreciación. Tal vez incluso produce un pensamiento descontrolado y carente de mesura. Pero es apasionado y busca sin cesar cambiar el mundo.
El subjetivista, por el contrario, está pendiente de lucirse, de mostrarse y de realizarse. Se afana por cuidar su expresión y copia el estilo de los grandes pensadores, pero sus palabras carecen de vida interior y se desconecta del mundo. No toma posición en las grandes luchas sociales, no es partidista y no lucha por cambiar el mundo. De manera que le cuesta infinito salirse de sí mismo. Y cuando imita el lenguaje de los grandes pensadores sus pensamientos suenan falsos, huecos, parecen pura forma, puesto que aquello de lo que habla no es vivencia ni experiencia suyas.
En El Capital, en la sección dedicada al proceso de trabajo, dice Marx: “(El ser humano) pone en movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad, brazos y piernas, manos y cabeza, para apropiarse de los materiales de la naturaleza en una forma útil para su vida. Al actuar mediante este movimiento sobre la naturaleza exterior a él y cambiarla, transforma al mismo tiempo su propia naturaleza”.
Y esto es lo que les advierto a los subjetivistas: Solo si cambias el mundo exterior a ti, solo si procuras e intentas cambiar las relaciones en la que transcurre tu vida, tanto en tu vida inmediata como en tu vida mediata, solo si tu pensamiento y sentimiento están volcados en los apremiantes problemas de la objetividad, solo así podrás cambiar tu subjetividad. Si te retraes en ti y te desconectas del mundo exterior, actualmente tan complejo y efervescente, nunca te transformarás ni serás revolucionario. Pues aquí, en este contexto, revolucionario solo significa transformarse uno a sí mismo para bien de la humanidad.
El subjetivista, al no tener sus pensamientos anclados en la vida exterior sino solo en sí mismo, puede desordenar el pensamiento del otro por completo; mientras que el objetivista, al tener anclado sus pensamientos en la vida exterior, solo lo hará en ocasiones y en poca medida.
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