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El opio y el esteroide del capitalismo

Fuentes: La Jornada

Durante el Mundial en Sudáfrica 2010 Terry Eagleton escribió que el futbol es un opio del pueblo y buen amigo del capitalismo y que si se quiere pensar en un verdadero cambio político, habría que abolirlo –sic (The Guardian, 15/6/2010). Se le reprochó que la suya no era la crítica de la alienación futbolera, sino […]

Durante el Mundial en Sudáfrica 2010 Terry Eagleton escribió que el futbol es un opio del pueblo y buen amigo del capitalismo y que si se quiere pensar en un verdadero cambio político, habría que abolirlo –sic (The Guardian, 15/6/2010).

Se le reprochó que la suya no era la crítica de la alienación futbolera, sino una prueba de su alienación de la realidad. Pero el marxista británico no es completamente insensible al futbol: en Después de la teoría (Debate, 2005) evocó a George Best y el significado de jugar la pelota para las decisiones morales, lo que recuerda la famosa, pero apócrifa frase de Camus: lo que más sé acerca de moral se lo debo al futbol (él hablaba del deporte en general).

Pero mirando el contexto de la Eurocopa 2012 en Polonia y Ucrania -de la que hoy se juega la final- Eagleton incluso se quedó corto: el futbol puede ser un opio, pero también es un fuerte esteroide, un motor de la acumulación y del desarrollo desigual.

Para el premier Donald Tusk (PO) -gran aficionado y jugador- la Eurocopa fue un regalo: no sólo cumplía sus sueños, sino que vino justo a tiempo para salvarlo. En los meses pasados él y su gabinete liberal-conservador, arrogante y hostil a cualquier diálogo social, enfrentaron grandes protestas (las más fuertes por retrasar la edad de jubilación) y metían la pata una y otra vez.

Gracias al futbol anestesiaron la sociedad y mejoraron la imagen. Anunciaron una peculiar pax futbolera, posponiendo las reformas y pidiendo a los sindicatos que no se manifestaran durante el evento (Tusk prefiere tratar con una masa sinclasista de hinchas que con los sectores agrupados en torno a demandas específicas).

Gracias a un particular conjunto de factores Polonia se salvó relativamente de la crisis. Las inversiones para la Eurocopa jugaron un papel, pero decir que fueron decisivos o que el campeonato ha sido crucial para la modernización de la infraestructura (estadios, aeropuertos, carreteras y trenes en cuales se gastó unos 23 mil millones de euros) es admitir que el gobierno es inepto y sin el futbol no sabe hacer nada.

Además se construía rápido, en una atmósfera de la euforia, sin pensar en las verdaderas necesidades. Se invirtió demasiado en los estadios y en los aeropuertos, poco en trenes.

Lo más preocupante es que el efecto esteroide en la construcción es la prolongación del modelo que ocasionó la crisis (Polonia se salvó porque no tuvo un boom inmobiliario). Más que dejar un legado del que hablan los políticos (ni hablar de ganancias que serán para la UEFA y los monopolios), dejará problemas económicos y sociales.

La mayoría de estadios para la Eurocopa 2004 en Portugal resultaron elefantes blancos. Hoy es más barato demolerlos, que mantenerlos. Pero la deuda contraída para su construcción infló el déficit, problema que hoy acecha a este país (una estupenda lección sobre el origen de la eurocrisis -nada que ver los supuestos privilegios sociales).

Para construir los suyos Poznan, Wroclaw y Gdansk se endeudaron hasta las orejas (Varsovia está mejor). Podrían servir para conciertos o ferias, pero hacerlos rentables será difícil. Ya antes faltaba para hospitales, viviendas, escuelas, guarderías, teatros o transporte público. Ahora habrá aún menos gasto social, más privatización de bienes municipales y más impuestos.

El futbol resultó aquí la herramienta de la redistribución de riqueza hacia arriba y de estructurar las ciudades en torno de las exigencias del capital. En fin el circo lo pagará la gente, aunque no quiera verlo.

Marx, que tachó la religión de opio, criticaba al propio pueblo que prefiere soñar en vez de fijarse en las condiciones materiales de su vida. Su intención era que los viera.

En Polonia la crítica de la Eurocopa desde el principio fue objeto de burla. Pocos se atrevían a decir que mucha parte del dinero será malgastado. Lo oficial era un sueño de la grandeza futbolística (con un equipo mediocre) y del prestigio internacional (lo que decía más de nuestras inseguridades, que del evento).

Los que resistieron esta maniobra organizaron una campaña Pan en vez del circo criticando el endeudamiento, la falta de la política pública de la vivienda y reclamando el derecho a la participación en la gestión de las ciudades -una voz en el desierto.

Dicho todo esto y estando consciente de los usos y abusos del futbol, por un mes anduve hasta cierto punto alienado o conectado con la realidad futbolera. Lloré cuando Polonia no salió del grupo (no lo logramos desde hace 30 años…). Me enfurecí cuando tampoco lo logró Ucrania (a la que no le reconocieron un gol, aunque el balón entró en el arco…). Disfruté el hecho y el estilo con que Italia derrotó a Alemania en las semifinales.

El futbol por supuesto no se trata sólo del capitalismo. Querer abolirlo es absurdo.

Pero tal vez sólo en otro modo de producción el juego cobraría su verdadera dimensión moral (ya que la única moral capitalista es la del mejor postor).

Tal vez sólo más allá del capital dejará de ser el opio y el esteroide del sistema, volviéndose un placer puro (a Eagleton le gusta subrayar que la teoría de Marx no es tanto sobre el trabajo, sino sobre el tiempo libre que permita el florecimiento humano).

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/07/01/opinion/030a1eco