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Una primera lectura

El paquete navideño de Moreno

Fuentes: Rebelión

«Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo». -Abraham Lincoln Y pasó otra vez. El gobierno del presidente Lenín Moreno anunció un nuevo paquete de medidas económicas, eligiendo oportunamente los mediados del mes de diciembre de 2018. Así se presenta otro […]

«Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo,

pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo».

-Abraham Lincoln

Y pasó otra vez. El gobierno del presidente Lenín Moreno anunció un nuevo paquete de medidas económicas, eligiendo oportunamente los mediados del mes de diciembre de 2018. Así se presenta otro capítulo de una novela llamada gradualismo que, ya desde 2014, tiene como protagonista a un país en crisis que retorna aceleradamente al neoliberalismo, primero de la mano del correísmo y ahora del morenismo. En efecto, el paquete navideño de Moreno representa un paso más hacia un rumbo trazado desde hace rato y que no sorprende, acoplándose -de a poco- a los reclamos de los grupos ortodoxos, conservadores y prudentes (OCP). Pero éstos apenas han aplaudido tibiamente pues sus demandas ideológicas son insaciables, tal como lo son las ambiciones capitalistas por acumular…

La economía ecuatoriana vive una situación compleja por varios años, eso ya lo sabemos. Para colmo, a decir del ministro de Economía y Finanzas, la situación se ha vuelto tan insostenible que las presiones fiscales provocan que el Estado deba «raspar la olla» para cumplir sus obligaciones. Este escenario complejo es utilizado por el morenismo para intentar legitimar su política económica. A eso se suma un pretexto muy concreto para justificar el paquete de diciembre: la disminución del precio estimado del petróleo crudo ecuatoriano en la proforma presupuestaria de 2019 de 58,29 a 50,05 dólares por barril (respondiendo a la caída del precio internacional del crudo).

Dicha reducción del precio estimado del crudo ecuatoriano hacía pensar que se reducirían los ingresos presupuestarios en 2019, pero no fue así. De hecho, el gobierno entregó una nueva proforma a la Asamblea Nacional indicando que no había cambio en los ingresos fiscales, sino más bien una «optimización de los subsidios a los combustibles». Tal «optimización» consiste en la reducción del subsidio a las gasolinas extra y ecopaís elevando su precio promedio de 1,48 a 1,85 dólares por galón (incremento de 37 centavos, equivalente al 25% del precio original). El ahorro estimado con esta decisión navideña sería de 400 millones de dólares, en palabras del ministro de economía [1] . Asimismo, el gobierno anunció que no se afectaría al diésel para transporte público ni al gas de uso doméstico, a la vez que se liberaría la importación de diésel industrial (generando alzas en su precio). Recordemos que, en el capítulo anterior del ajuste a los combustibles, en agosto se subió el precio de la gasolina súper de 2,32 a 2,98 dólares por galón, ahorrándose apenas 40 millones de dólares en 2018.

Por el lado de los gastos, el gobierno aprovechó el envío de una nueva proforma presupuestaria para hacer algunos ajustes en las remuneraciones y el empleo del sector público. Aquí se indicó la reducción en 10% el sueldo de los ministros y en 5% el sueldo de los funcionarios públicos del nivel jerárquico superior desde la escala 3 (equivalente a quienes ganen desde 2.368 dólares mensuales); un mero saludo a la bandera para aparentar que los grandes burócratas asumen parte -insignificante- del ajuste fiscal… Otro ajuste es la reducción del sueldo, en dos escalas salariales, de los servidores públicos con contrato ocasional (70 mil personas estarían empleadas bajo dicha modalidad), lo cual generaría un ahorro de 300 millones de dólares según el ministro del trabajo. También, desde declaraciones del mencionado ministro, se menciona la eliminación de 25 mil vacantes por ocuparse, generando un supuesto ahorro de 400 millones de dólares (a eso se suma reducciones de asesores (¿recién luego de más de año y medio de gobierno se vio la necesidad de reducir de 30 a 4 asesores por ministro, tomando el mismo ejemplo de dicho alto funcionario?).

Este paquete navideño que regala el gobierno de Moreno al país amerita varias preguntas. En particular, ¿será que en algún momento el morenismo hizo algún estudio serio del impacto del alza de precios a los combustibles y demás medidas tomadas a última hora?, ¿cómo se decidió que el aumento a los precios de los combustibles sea exactamente de 37 centavos?, ¿se sigue improvisando la política económica?

Vayamos al caso de los combustibles. El gobierno no explicitó cómo va a neutralizar el impacto de la elevación de las gasolinas en taxis y transporte público de mercancías. Asimismo, no se sabe cuál será a reacción del gobierno ante los mayores costos del diésel que deberán afrontar varios pequeños productores que proveen al mercado interno. ¿Hay algún estudio al respecto?, ¿acaso se tiene alguna estimación seria de cómo el alza de los combustibles va a afectar al precio de productos y servicios locales (basta tener presente el volumen de productos movilizados en camionetas a gasolina)? ¿cómo se conjuga toda esta situación con el escenario de deflación? Realmente nada de esto parece haber sido analizado por el morenismo. Y no sorprende tampoco que a los grandes exportadores -por ejemplo, camaroneros- les devuelvan la diferencia del precio del diésel sin subsidio (¿No fue ya suficiente que les faciliten el acceso a la Unión Europea con el TLC?).

Aparte del impacto inflacionario y la potencial especulación que podría emerger de las primeras semanas luego de la adopción del incremento de precio de las gasolinas, surge otra duda: ¿en qué medida se consolidarán las expectativas recesivas? En una economía dolarizada, con una severa restricción de circulante (los bancos ya anticipan caída de los depósitos y de los créditos…) y una tendencia deflacionista registrada tanto en 2017 como en los varios meses de 2018, el impacto parece que se percibirá vía cantidades: producción y empleo deprimidos (como ya lo están), incluso en respuesta a una potencial demanda estancada, mientras que los precios no se recuperan ni actúan como variable de ajuste… De nuevo, ¿el gobierno ha hecho algún intento por estimar estos posibles efectos? ¡No!

En definitiva, los tiempos morenistas -tanto o más que los correístas- son tiempos de improvisación. Y mientras la incertidumbre y la política «al ojo» se gobierna, el rumbo político se va aclarando cada vez más: es casi un hecho que el nuevo año verá el retorno definitivo del Fondo Monetario Internacional (FMI) a tierras ecuatorianas; un organismo que acompaña -como buitres tras carroña­- a los países con economías en descomposición (incluso descomposición magnificada, como cada vez parece más ser el perverso interés del frente económico morenista). Pero, no olvidar, el FMI es solo una meta intermedia, una herramienta, el fin es bautizarnos a todos y a todas en la teología neoliberal.

Lo triste es que hay alternativas . Hay propuestas apuntaladas en normas sociales y ambientales mínimas, enfocadas a no aumentar ni la desigualdad ni la pobreza, ni a seguir destruyendo la Naturaleza . Esas propuestas son marginadas. La lista de acciones, como parte de un paquete alternativo integral, es larga y merece debatirse (sea para fortalecerla o incluso criticarla). Por ejemplo, se puede recuperar los salarios, para reactivar la producción y el empleo a través de una demanda creciente, lo cual debe venir de la mano de una reducción sustantiva de las tasas de interés para los pequeños y medianos emprendimientos del campo y la ciudad que son los mayores generadores de empleo. A su vez urge una revisión integral -no solo fiscal- de los subsidios, que debería acompañarse con un incremento progresivo del impuesto a la renta de quienes ganan más que el presidente de la República y un impuesto especial para las ganancias extraordinarias que superen, p.ej., el 20% de utilidades sobre patrimonio. La ecuación podría completarse rebajando costos como el IVA del 12 al 10%, así como incluso rebajando sustantivamente el impuesto a la renta a las pequeñas y medianas empresas generadoras de empleo, no a los grandes capitales como lo ha hecho el morenismo (y ya lo hizo el correismo). Congelar los ingresos de la alta burocracia podría también ser incluido en esta lista. Y así por el estilo.

La tarea es cada vez más compleja. Lo sabemos. La construcción de alternativas demanda procesos de resistencia y movilización que, quizá inspirados por los «chalecos» indignados de otros rincones del mundo, busquen construir una pluralidad rebelde; rebelde en sus colores, como el arcoíris, y rebelde en sus ambiciones, como una sociedad justa en donde la crisis sea pagada por quienes más tienen. Además, una visión política clara tendrá que evitar que las huestes del correísmo traten de dirigir el justificado malestar popular. Si Moreno quiso aprovechar de un momento oportuno para lanzar su paquete y que se confunda con los demás paquetes de la Navidad, los sectores populares deben dar paso a la creatividad: viene la hora de «quemar tantos años viejos» como sean necesarios, pues ellos nos impiden construir un país realmente para todos y todas.

No se trata de gradualismos o shocks, ni de más paquetes improvisados buscando la bendición del FMI: hay que cambiar el rumbo de la economía ya, buscando alejarnos del correísmo y mucho más del neoliberalismo. Hay que construir una nueva economía.-

Nota:


[1] El anuncio completo del paquete económico navideño del morenismo se lo puede ver en el siguiente link: https://twitter.com/i/status/1075098216805400576

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.