Cuando en 1968 al guionista Wilson y al director Schaffner se les “ocurrió” llevar a cabo la película “El planeta de los simios” poco sospechaban que hoy sería una mítica y clásica película (seriada). Una película que sin la menor duda nos plantea principalmente las características de la condición humana. Y a buen seguro todas/os recordaremos la icónica imagen de esa estatua de la libertad medio absorbida por las arenas de una playa y en donde se insistía en la idea fuerte de que algo podríamos perder y perdimos, ese planeta desconocido para el protagonista, Charlton Heston, que y gracias a esa imagen icónica lo ponía ante la cruda realidad: se encuentra en realidad en su planeta, la Tierra, un planeta irreconocible pero en definitiva en la Tierra, la frustración tras el hallazgo conforma el final y mensaje de la película que y en una sola imagen refleja la sátira más evidente y descarnada crítica social. Hasta dónde hemos sido capaces de llegar los seres humanos que una especie genéticamente parecida cognitivamente inferior se ha tenido que erigir como los garantes de un planeta que la condición humana no fue capaz de sostener.
No deja de ser un ejercicio cínico con cierto humor negro en donde el simio Cornelius, algo simple pero con buen corazón junto a su pareja Zira, terminan creyendo de nuevo en el ser humano y en su condición de recuperarse como especie que han sido origen de su fin y el del propio planeta, si bien como señalo, estos ingenuos simios les dan un halo de esperanza a la especie humana. La toma de poder por parte de los simios son el sencillo reflejo de la nulidad moral de una especie, la humana, que pudo pero ni quiso ni supo. En la película se destaca como la falta de empatía, la envidia, el rencor y sobre todo la cerrazón de creencias casi místicas y sobradamente religiosas generan, generaron un ser humano peligroso y ciego por adherirse a esas creencias. Ilustra perfectamente cómo el poder puede y es seductor, justificador de casi todo e incluso de todo. Al mismo tiempo plantea preguntas de cómo juzgamos a los demás por los mismos hechos que nosotros mismos relativizamos o cómo la tecnología puede convertirse en una panacea que todo lo puede y al final termina demostrando todo lo contrario. O como los imperialismos culturales acarrean peligros, grandes e importantes peligros sociales y status.
No se asusten, no es que uno se haya convertido de la noche a la mañana en un crítico de cine o en su caso analista de temáticas cinematográficas, sino y más bien que viendo el panorama gubernamental por el que pasa Occidente (léase, Orban en Austria, Putín en Rusia, Zelenski en Ucrania, Meloni en Italia, Milei en Argentina y como estrella… Trump en Estados Unidos) vengo a considerar que nos encontramos cerca, muy cerca de que estemos envueltos ya bajo la trama del planeta de los simios. Pues si la alegoría era que una especie inferior cognitivamente a la humana, se sublevaba y tomaba el poder frente a la barbarie humana y ulterior devenir del planeta, es evidente que hoy, tras los comentarios entre paréntesis entre otros, estamos en esas.
Y es que lo que hace unos años podría entenderse como anécdotas, chistes, “clowns” a los que se les daba pequeñas oportunidades de ejercer el poder, al tiempo que servía de ejemplo de que no cualquiera nos podría gobernar sin más. Ahora, lo que nos estamos encontrado es que el chiste, ahora sí y ahí estriba “lo gracioso”, se ha convertido en una realidad que como entrecomillo, poco tiene de gracioso y mucho de temible pues… la realidad iguala e incluso supera a la ficción que tan bien se explicitó en el planeta de los simios. Hoy es innegable que los gobiernos en Occidente están dispuestos a demostrar de hecho que otro mundo más cercano a las distopías que a las utopías es posible y que la cruel alegoría de la película de Schaffner es más que representativa.
Hay en concreto una imagen que recuerdo con excepcionalidad, al margen de la ya destacada del final de la película, y que me impactó aun siendo un “crío” la primera vez que la visualicé y que no es otra que la cara de sorpresa-miedo del actor principal Charlton Heston, cuando descubre que hay otros iguales, en concreto una mujer que no es capaz de emitir lenguaje alguno y no por ser muda, sino porque sencillamente no sabe hablar, la especie humana ha perdido su capacidad básica de comunicación, características que en la evolución de las especies resultó básica para ser lo que supuestamente somos; seres humanos con raciocinio. El planeta de los simios, metáfora de una sociedad que ha colapsado, un Tomás Moro que nunca existió y todo a redefinir. El planeta de los simios y todo un The walking dead a llegar.
José Turpín Saorín, Antropólogo.
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