Llegó la crisis y mandó parar. Si tuviera empleados, despediría a alguno. Por solidaridad patronal. En los momentos difíciles, los empresarios permanecen unidos. Este lunes, todas a una, ocho multinacionales anunciaron que despacharán a 70.000 trabajadores. La sangría obrera crece y asusta. En la guerra por mantener el margen de beneficios, el capital siempre gana, […]
Llegó la crisis y mandó parar. Si tuviera empleados, despediría a alguno. Por solidaridad patronal. En los momentos difíciles, los empresarios permanecen unidos. Este lunes, todas a una, ocho multinacionales anunciaron que despacharán a 70.000 trabajadores. La sangría obrera crece y asusta. En la guerra por mantener el margen de beneficios, el capital siempre gana, salva sus cuentas.
Caen los obreros, como zánganos. Y los sindicatos negocian, y los gobiernos pagan, para que sus patronos acepten generosos volver a explotarlos. ¿Hay alternativa? Los responsables del museo del campo de concentración de Auschwitz han denunciado esta semana que tendrán que cerrar en breve por la falta de fondos, que «la ayuda internacional es la única fórmula para poder conservar lo que queda». Más de un millón de personas, en su mayoría judíos, fueron asesinadas por los nazis en ese lugar, en la llamada «fábrica de la muerte». ¿Y si reconvertimos el campo? ¿Reabrimos la factoría? Al cartel de la entrada, al célebre «Arbei macht frei» (El trabajo os hará libres), bastará con cambiarle una sola palabra: el paro os hará libres.
«No es que ellos tensen la cuerda, / los nudos de hierro. / Sucede / que tú aflojas / y aflojas / y no dejas de aflojar / y ellos la van recogiendo», revela el poeta David Franco Monthiel. Sueltas y sueltas… Este lunes moría otro trabajador en el tajo. Ezequiel R.S. cayó al suelo desde una altura de diez metros mientras colocaba un toldo en un tejado de Irún. Según el Instituto Vasco de Salud y Seguridad Laboral, no contaba con ningún tipo de protección, «ni individual ni colectiva». Ezequiel somos, seremos, todos.