Con prólogos de César Menotti y Vanessa Pérez Gordillo y epílogo de Vicente Romano).
«El amor al fútbol implica el respeto por el juego, por la herencia recibida, por la gente». Es César Menotti quien escribe; los autores lo suscriben.
Se habla poco del fútbol femenino; la referencia a Piqué y al 1-O muestra la penetración del relato nacional-secesionista en ámbitos de la izquierda; se mitifica en exceso la neoliberal y muy nacionalista figura de Josep Guardiola; se olvida un poco la arista alienante que rodea al fútbol y sus alrededores… No importa, pelillos a la mar. Estas diez conversaciones (que se abren con una cita de Frantz Fanon: «La concepción capitalista del deporte es fundamentalmente distinta de la que debería existir en un país subdesarrollado. El político africano no debe preocuparse por formar deportistas, sino hombres conscientes que, además, sean deportistas») entre Ángel Cappa y Marcos Roitman son apasionantes. Para todos, para futboleros y para no futboleros (¡con numerosas y documentadas razones para estar hasta aquí!), nadie puede sentirse alejado de lo que explican, critican y argumentan este sabio y crítico entrenador de fútbol, licenciado en Filosofía y Psicopedagogía, y el columnista de La Jornada de México y autor de Por la razón o la fuerza. Historia y memoria de los golpes de Estado, dictaduras y resistencias en América Latina.
Una de la tesis centrales del ensayo la expone César Menotti en el prólogo que ha escrito para la publicación: «Cuando el mundo de los negocios se apodera de la cultura, empieza la desaparición de las grandes orquestas de tango. El bandoneón se va del barrio… y la pelota también se va del barrio. Ya está en los escritorios. El fútbol deja, culturalmente, de representar al barrio… Por mi parte voy a seguir peleando para recuperar todo lo que el negocio nos arrebató: la pelota, el barrio, nuestros valores culturales que nos daban identidad. Para recuperar el amor al juego que formaba parte del amor al barrio, a los amigos, a nuestra música». Cappa lo expresa así: «[el fútbol a día de hoy] es negocio fundamentalmente. El juego interesa cada vez a menos gente. Yo diría que es la negación del fútbol que conocíamos y nos había felices».
El indice del libro: además de los dos prólogos y el epílogo, la «Presentación de los jugadores» y diez capítulos-conversaciones, algunos de ellos estrictamente políticos, sin fútbol y con Roitman como protagonista, a la inversa de los restantes, con Cappa como figura estelar. Algunos títulos: «Comienza el partido», «Tarjeta roja al capitalismo», «La propiedad privada se presenta a la afición», «La afición llena el campo», «El balón tiene palabra». Ninguno insustantivo.
Algunas consideraciones para abrir su apetito lector. Me centro en las reflexiones sobre fútbol. De las directamente políticas, destaco esta de Roitman: «Occidente utiliza a Ucrania a sabiendas de que ha sido él el responsable de la guerra. No nos engañemos, la sangre de las víctimas ucranianas lava la sangre de las otras guerras “civilizatorias”. La política de brazos abiertos a los ucranianos desplazados por la guerra, la solidaridad de ciudadanos del mundo, es parte del mito del chivo expiatorio. Enviar víveres, medicamentos, mantas, atender a los refugiados poner en tensión a los organismos internacionales como Cruz Roja, Médicos sin fronteras, hasta los bancos se han mostrado solidarios abriendo cuentas para enviar alimentos, agua, etc. Asimismo, las ONG redoblan los esfuerzos. No hay que buscar más explicaciones. Ucrania es la excusa para tapar sus vergüenzas. Los ucranianos, es triste decirlo, importan poco, son las víctimas propicias de una política de guerra y expansionista de Occidente, la OTAN y su complejo industrial militar, tecnológico y financiero. Mientras tanto, desde el poder se ejerce la necropolítica, se envían armas y se declama ¡es la guerra!» (p. 205).
Las consideraciones sobre fútbol:
1. «El fútbol es un juego que primero se siente y después de piensa. Un sentimiento que nació y nace en las clases populares. Era una fiesta de los pueblos, que las clases dominantes miraban con desprecio o en todo caso con indiferencia. Hasta que descubrieron la posibilidad de un negocio grandioso, universal, infinito. Entonces no dudaron. Atropellaron los sentimientos de los hinchas, le cambiaron el significado y lo pusieron en el escaparate irrespetuoso, donde van a parar todas las cosas que utilizan para aumentar sus riquezas» (p. 18).
2. «AC: Queremos ganar sin renunciar al modo de hacerlo. Queremos ganar mereciéndolo, jugando mejor que el rival, porque el juego no es, para nosotros, prescindible con tal de ganar. Ganar queremos todos. Los caminos que tomamos para conseguirlo son diferentes. Si logramos jugar bien, por otra parte, nos acercamos a la belleza. Y, como decía Cortázar, la sociedad necesita tanto de la eficacia como de la belleza.La derecha considera la belleza un adorno –como la cultura– lo que sirve, que es ganar dinero» (p. 52).
3. «AC: A mí me parece evidente que [Messi en el PSG] se trata del punto final de un modo de entender y disfrutar del fútbol y, al mismo tiempo, el punto inicial de otra forma de interpretarlo. Para decirlo con otras palabras, podemos tomar el traspaso de Messi al PSG como el fin del fútbol como juego y el inicio formal del fútbol, ya decididamente, como un negocio de multinacionales» (p. 60).
4. «AC: Todo eso mientras juegan y si les va bien. El día que dejan de jugar no los saluda nadie […] De golpe, de un día para otro, desaparecieron para el mundo. Nadie se ocupa de prepararlos para ese golpe, nadie los prepara como ciudadanos, como personas. En divisiones inferiores no solo se debería formar al jugador, también a la persona. Eso sería lo correcto. En cambio, solo se lo prepara para que rinda y punto, y contratan psicólogos para que rinda más. Eso hay que denunciarlo y señalarlo, es muy importante» (p. 69).
5. «AC: Tal cual, el futbolista no puede quedarse en el club que quiere, porque hay una gran desigualdad entre los clubes. Los más poderosos se nutren de los jugadores de los clubes más débiles. Y los clubes más débiles se ven en la necesidad de vender a jugadores para seguir subsistiendo, entonces no puede el jugador decir “yo me quedo en este equipo”. Claro, en los equipos grandes eso no pasa, porque la mayoría de los jugadores les duran seis u ocho años, no en nuestros países, no en Sudamérica. ¿Por qué? Porque los países sudamericanos, centroamericanos y africanos se han convertido en una fuente abastecedora de jugadores de fútbol para los centros de poder económico futbolístico: Europa, China, Japón, Estados Unidos…» (p. 113).
6. «AC: Al fútbol lo mataron muchas veces. Siempre resucitó, pero cada vez que lo matan queda malherido. Y ahora me parece a mí que le están asestando el golpe de gracia. Es un proceso de expropiación que hace el negocio para quitárselo, como hemos dicho, a la gente. Lo sacan de donde nace, excluyendo a los verdaderos propietarios, los propietarios sentimentales, porque el club reúne un mismo sentimiento de barrio, de una ciudad, dandole un sentido de pertenencia, una posibilidad de reunirse y compartir. El juego representa ese sentimiento colectivo. El negocio no tiene sentimientos y mucho menos respeta a los aficionados» (p. 131).
En síntesis: el fútbol ya no es lo que era (y no será fácil recuperar su esencia popular). La suciedad y la destrucción acompañan siempre la penetración del capitalismo. El dinero siempre huele muy mal. Cappa nos recuerda una declaración de Menotti: el fútbol pertenece a la clase obrera que tiene la generosidad de hacer participar de este juego a las demás clases sociales. Que así sea, que así vuelva a ser.
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