La Tercera Guerra Mundial, que puede ser llamada de Quinta Generación y en la que en opinión del papa Francisco estamos inmersos, la realiza el imperialismo mundial globalizado, IMG, con el empleo de mecanismos científicos de control absoluto: medios de información masivo; sistemas financieros como el FMI, el BM, la FED; bloques militares como la […]
La Tercera Guerra Mundial, que puede ser llamada de Quinta Generación y en la que en opinión del papa Francisco estamos inmersos, la realiza el imperialismo mundial globalizado, IMG, con el empleo de mecanismos científicos de control absoluto: medios de información masivo; sistemas financieros como el FMI, el BM, la FED; bloques militares como la OTAN; y una poderosa quinta columna que trabaja solapadamente para el IMG en todos los países.
Los fundamentos de esta guerra se desarrollaron a partir de la Crisis del Caribe al hacerse patente de que una nueva contienda no dejaría títere con cabeza. Se cambió las reglas de juego y se logró infiltrar en el Campo Socialista una quinta columna muy difícil de ser detectada por cualquier órgano de seguridad, en este caso el KGB. Se vivía la Coexistencia Pacífica y el comercio entre ambos sistemas permitió a los altos miembros de la nomenclatura comunista la participación en chanchullos, con la correspondiente apertura de cuentas secretas; así se fomentaron y formaron las mafias al interior del Socialismo Real, luego se buscó el momento preciso para nombrar a un nuevo papa, crear el movimiento Solidaridad y, por fin, la Perestroika; lo demás es historia conocida, la URSS fue derrotada casi sin disparar un sólo tiro.
Pero el derrumbe del Sistema Socialista no resolvió los graves problemas del capitalismo. Al contrario que en la Biblia, donde el Faraón soñó que siete vacas, de feo aspecto y enjutas de carnes, devoraban a siete hermosas y muy gordas vacas, después despertó; los actuales faraones no despiertan de la terrorífica pesadilla que recorre el mundo de hoy. Los datos confirman que el derrumbe económico recién ha comenzado y que la vacas gordas todavía pastan gozosas en el prado junto al río, pues sólo vivimos el preludio y no el final de la sinfonía macabra que el capitalismo compuso para las exequias de la humanidad. La industria moderna, otrora en constante desarrollo, se encuentra al borde de la bancarrota, para evitarla, los estados cancelan las deudas de los empresarios; los precios de las materias primas son inestables; las bolsas funcionan como escenario de operaciones especulativas, tal vez sería mejor cerrarlas para evitar nuevos descalabros financieros; se fugan los capitales, incluso de países desarrollados; y la desocupación campea por doquier. Todo esto sucede a pesar de los billones de dólares inyectados por los estados mediante la adquisición de activos de dudoso valor. Tanto derroche fue absorbido por el agujero negro de la falta de crédito y, por paradójico que parezca, ha servido de razón para la propagación de la crisis, pues los tenedores de acciones las rematan para pagar dividendos y comprar empresas rivales.
La guerra de Quinta Generación es un intento de resolver la actual crisis de manera análoga a como la Segunda Guerra Mundial resolvió por completo la Gran Crisis de los años treinta, crisis que comenzó de manera inesperada el Jueves Negro de 1929. Cuando todo estaba en santa paz y santa calma, la bolsa se desplomó, la ansiedad y la parálisis se apoderaron del globo y se necesitó de que llegase al poder alguien como Roosevelt, para que la crisis se resolviera a medias. Se trataba de un problema sistémico, de la acumulación del capital en muy pocas manos, e, igual a lo que bien pudiera pasar ahora, el estallido de la guerra resolvió la crisis.
A diferencia de la Gran Crisis de 1929, la actual se agudiza debido a que el mundo está concatenado y las riquezas de la madre naturaleza se agotan. En ese entonces, el Estado intervino y el problema se resolvió, pues los recursos naturales sobraban; pero ahora que la población es tres veces mayor y se vive algo semejante a la época de las vacas flacas, es imposible cualquier solución en que las industrias crezcan de manera incesante, para que el mundo funcione tal cual lo exige el modelo económico actual. La civilización ha alcanzado los límites de su desarrollo.
Además de energía, el actual modo de producción requiere de grandes cantidades de agua dulce, cuya disponibilidad para el consumo disminuye de manera alarmante, pues, a pesar de que ya es escasa, se la bombea de los posos acuíferos en cantidades tan grandes que éstos no alcanzan a nivelarse. Debido a la intensificación de la agricultura, los causes de los ríos se secan a nivel mundial. La sobre explotación del campo, el riego frecuente, que saliniza la tierra, y la utilización indiscriminada de fertilizantes, herbicidas y pesticidas, que elimina la vida orgánica necesaria para la conservación del suelo cultivable, hace que disminuyan irreversiblemente las tierras de cultivo al mismo tiempo que cada día hay más bocas por alimentar. Se contamina el aire y el agua y el calentamiento global deshiela los polos y los glaciares. Toda esta problemática subyace bajo la actual recesión económica que, en la medida en que el petróleo y el gas natural sean menos disponibles, hará que la producción de alimentos disminuya, lo que conlleva hambruna para la población actual, pues el costo de los alimentos se incrementa incesantemente.
Muchos esperan que la ciencia saque al mundo del berenjenal en que se encuentra, pero ni siquiera su hija mimada, la tecnología, puede resolver los problemas creados por el capitalismo, cuya voracidad arrasa con todo. La energía solar, la eólica, la de las olas marinas y la geotérmica es escasa y no los resuelve; tampoco lo hace la energía nuclear, que produce residuos peligrosos e imposibles de eliminar. Con la crisis bancaria de 2008 se inició un problema de alcance global, que afecta a la sociedad, la política mundial y la naturaleza. La misma se hizo patente el 2007, cuando se evidenció la imposibilidad de cobrar los créditos otorgados a deudores poco solventes (prestamos subprime), certificados empaquetados que circulan por todo el planeta, cuyo monto nadie conoce ni tampoco la posibilidad de cobrarlos.
Hoy se sabe que los bancos de inversión premeditadamente hicieron estas estafas y embaucaron a sus clientes vendiéndoles bonos con datos falsos y ocultando sus problemas contables. Así actuó, por ejemplo, Lehman Brothers, que poco antes de su colapso ocultó en sus balances cerca de 50.000 millones de dólares de activos con problemas. Los inversionistas asumieron irresponsablemente que la caída de los precios de las viviendas era un evento con una probabilidad casi nula de ocurrir. Los banqueros convirtieron esta suposición en un dato objetivo y operaron con un apalancamiento de cincuenta a uno.
Lo que sucede en realidad es que los mercados son ajenos a los dogmas proclamados por los economistas neoliberales; sobre todo acerca de que el mercado se auto regula. Muy por el contrario, el grueso de los recursos del Estado se destinó a auxiliar la rentabilidad de los grandes bancos, pues todos ellos buscaron el refugio protector del Estado y si antes estuvieron al borde de la bancarrota hoy exhiben fuertes ganancias en sus balances. Claro está, esta ayuda se dio en detrimento de los demás rubros de la sociedad, excepto los militares. El alto desempleo impide que la economía se reactive, pues el consumidor, al perder la confianza ante lo incierto del futuro, disminuye su nivel de consumo, lo que provoca un alto nivel de paralización de las fábricas, que a su vez repercute en el desempleo, lo que crea un círculo vicioso muy difícil de romper. Culpables para la actual crisis no faltan: los banqueros ambiciosos, los prestamistas imprudentes, los políticos venales y una combinación de los tres. ¿Cómo es posible que haya pasado lo que pasó?, puesto que ni siquiera un banquero sin escrúpulos quiere perder su dinero. ¿Por qué se tomaron riesgos suicidas? Tal vez la respuesta la dé la mitología griega, cuyo primer hombre, Epimeteo, no veía más allá de sus propias narices, o el poema de Goethe, «El aprendiz de brujo», cuyo solo nombre lo dice todo. Según Paul Krugman, premio Nobel de Economía: «En estos momentos necesitamos de algo que económicamente sea equivalente a la guerra; en fin de cuentas, la Gran Depresión se disolvió en la nada mediante un programa de gastos sociales múltiples más conocidos con el nombre de Segunda Guerra Mundial.» !Dios nos proteja de otra solución semejante! Ojalá acierte, porque una guerra con la tecnología moderna sería el lloro y el crujir de dientes, cuando, según la Biblia, los sobrevivientes envidiarán a los muertos.
¿Pero quién podría maquinar ahora un conflicto de magnitud tal que pusiera en peligro todo lo existente? La respuesta la da Sherlock Holmes: Él que obtiene beneficios del crimen, en este caso el Sistema de la Reserva Federal de los EE.UU., la FED, «una entidad con una estructura público-privada en su gobierno», cuyo dueño es un cogollo de banqueros dispuesto a todo con tal de conservar el privilegio de imprimir moneda internacional sin respaldo alguno, lo que hace desde que Nixon ordenó «suspender… la conversión del dólar en oro, u otro valor de reserva», y lo intentará hacer hasta el fin del tiempo. ¿Cómo surgió este galimatías llamado Sistema Financiero Mundial? En julio de 1944, en Bretton Woods, se establecen las reglas para las relaciones comerciales y financieras entre los países del mundo, se crea el BM, el FMI, se establece el dólar como moneda de intercambio del comercio internacional, se adopta el patrón oro-divisas, en el que sólo los EE.UU. tienen respaldo oro, que se comprometen a mantener su precio en 35 dólares la onza -ahora vale 1300- y se les concede la facultad de intercambiar «dólares por oro a ese precio sin restricciones ni limitaciones». Los demás países deben fijar el precio de sus monedas en relación al dólar. Con este convenio, los EE.UU. conquistan el mercado mundial para sus exportaciones y el libre acceso a las materias primas más importantes.
La Guerra de Viet Nam provocó el quiebre de este sistema, pues para financiarla los EE.UU. emitieron más dólares de lo debido, al extremo de que en la actualidad nadie, ni siquiera la FED sabe cuántos dólares circulan en el mundo. En 1966, el General De Gaulle, Presidente de Francia, convirtió en oro las reservas francesas de dólares, lo que provocó una crisis financiera mundial, pues si todos los tenedores de dólares exigieran lo mismo, no habría oro con que responder esa demanda; basta señalar que 8 billones de dólares es el valor de la totalidad del oro extraído hasta el día de hoy todo en el planeta. Esto obligó a Nixon, en agosto de 1971, a eliminar la convertibilidad del dólar en oro.
Desde entonces, cada vez que el presupuesto de los EE.UU. tiene déficit, en lugar de devengar el salario con el sudor de la frente, como lo hace todo país honrado del planeta, la FED emite dólares por la libre, que los presta al gobierno de los EE.UU., que a su vez le paga con bonos de Estado, que la FED coloca de manera casi obligatoria en la banca mundial. ¿Hasta cuándo padre Almeida? ¡Hasta que el mundo soporte o reviente!
El gigantesco sistema piramidal de dólares que circulan por todo el mundo es otro factor de la Guerra de Quinta Generación. Hasta hace un siglo, los precios de los productos de consumo diario disminuían continuamente, como consecuencia de los avances tecnológicos. ¿Por qué suben ahora pese a lo avanzado del desarrollo tecnológico? Pues porque hay muchos dólares circulando. ¿Cuántos? Tantos que con ellos se podría comprar varias veces el planeta con todo su contenido.
Para entender el meollo de la crisis actual, habría que intercambiar las palabras dinero por dólar y país por mundo en la afirmación de Mayer Rothschild, accionista de la FED: «Denme la posibilidad de imprimir el dinero de un país, y no tendré problemas con sus leyes.» Pasa que casi todos los dólares que circulan por el planeta son virtuales, el 90% no tiene respaldado de ningún tipo por tratarse de una masa monetaria creada de la nada por unos saltabancos modernos, para luego fluir de mano en mano mientras les dure su único sostén, la fe en la buena fe del sistema. Pero como todo plazo se cumple, esta pirámide sistémica está condenada a derrumbarse.
Según la teoría matemática, si un problema no tiene solución ya está resuelto; no pasa lo mismo con la deuda pública de los EE.UU. que por ser un problema político, no matemático, tal vez se resuelva sólo el día de san blando, que no tiene cuando. Sucede que los dólares emitidos por este país circulan por los inestables mercados del mundo, causando incertidumbre por tener menos sustento que suspiro de vieja sin resuello. Sólo el gobierno de los EE.UU. debe sobre los diecisiete billones de dólares, con ese dinero las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca podrían ser enterradas con billetes de veinte dólares hasta más de dos metros de profundidad. ¿Cómo el gobierno de los EE.UU. va a pagar esa deuda? Pues contrayendo más deuda. ¡Qué absurdo, no! Como no hay dinero con que pagar, se imprime dólares y se paga. ¿Qué pasará cuando los EE.UU. no puedan subir el techo de su deuda? No se sabe porque hasta ahora lo ha subido y el efecto se conocerá cuando no lo logre hacer; puede ir desde graves disturbios internos y mundiales hasta la disolución de ese país. Basta recordar que la crisis actual se da porque el Banco Lehman Brothers no pudo cubrir una deuda de medio billón de dólares, es imposible imaginar lo qué va a pasar si el gobierno de los EE.UU. no cubre una deuda superior a los diecisiete billones.
En el mundo actual, pasa igual que con el carbonero; este se persigna al pasar frente a una iglesia; si no lo hace, cree que algo malo va a suceder. ¿Qué? No lo sabe porque siempre lo ha hecho y lo va a seguir haciendo por el resto de su vida. Aunque según el Departamento del Tesoro de los EE.UU.: «Un incumplimiento de pagos no tendría precedentes y constituiría una catástrofe en potencia… los efectos indirectos negativos podrían repercutir en todo el mundo…» Al único culpable de este delito lo denuncia Thomas Jefferson, prócer de los EE.UU.: «Yo pienso que la institución bancaria es más peligrosa que un ejército.»
La economía -si nadie lo ha dicho todavía, se lo dice ahora- más que ciencia es brujería. De otra manera no se explica para qué el mundo necesita de dólares sin fondo para funcionar mal, pero de todas maneras funcionar; porque desde que Nixon perpetrara la mayor estafa de la historia, al eliminar el respaldo oro de los dólares emitidos, éstos se convirtieron en billusos. Con estas obligaciones sin respaldo, que la FED comercia en un sistema ya cansado de comprarlas, los EE.UU. adquieren bienes, o sea, a manera de diezmo, obtienen productos reales y entregan dinero que fabrican como papel higiénico; en términos más suaves, viven del cuento.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a nuestro continente, encontraron que los aborígenes no le daban al oro el valor económico que para ellos tenía y que los indios comerciaban con unas conchas llamadas spondylus y también con piedritas. En la actual economía del mundo, el dólar se ha convertido en piedritas de intercambio comercial, sin cuya aceptación el mundo se detiene. El dólar se respalda en el poderío económico de los EE.UU., con ellos cualquiera puede comprar lo que quiera en ese país, dicen los que defienden este sistema. ¿Será cierto? Todo los EE.UU. deben sobre los cien billones, y si se añade la deuda en dólares del resto del mundo, se obtiene una cifra astronómica, muchísimo más alta de lo que valen los EE.UU. comprado metro por metro. ¿Hasta cuando va a durar esta fe de carbonero? Aunque nadie lo sabe no puede durar mucho, el cántaro está por reventar y surgen los movimientos de liberación incluso dentro del IMG. Según reza el dicho: No hay mal que dure cien años.
Lo increíble del caso es que hasta ahora no se encuentra divisa alguna que reemplace al dólar ni gobierno que se quiera hacer cargo del asunto; además, los bonos del Tesoro de los EE.UU. son apetecidos en el mercado financiero por ser una manera aparentemente segura de ahorrar. ¿Qué va a pasar con las demás formas de ahorro cuando los EE.UU. no pague lo que debe? ¿Qué política se oculta tras bastidores y a qué intereses responde? Simplemente, el Gran Juego para lograr la hegemonía mundial. Por una parte está la ultra derecha, tanto republicana como demócrata, partidaria de salvarse ellos primero y luego el que tenga suerte, y por otra, aquellos sectores interesados en conservar el actual sistema de político de los EE.UU.
Tal vez se obtenga elementos de juicio para entender la crisis actual de las palabras del Presidente Wilson, quien, al comprender el grave error que cometió al firmar el decreto de creación de la FED, comentó: «A nuestro país lo controla el sistema crediticio, y nuestro sistema crediticio se concentra en manos privadas. El crecimiento de nuestro país se encuentra bajo el control de muy pocas personas que, aunque fuesen honradas y actuasen en defensa de los intereses del pueblo, de todas maneras se preocupan por los negocios en los que invierten su dinero… este tipo de actividad destruyen la libertad económica. Ya no somos más un gobierno que cumple la voluntad del pueblo sino el gobierno bajo el control de un puñado de gente.»
¿Adónde lleva este control de un puñado de gente sobre el gobierno de los EE.UU.? A que el IMG haga lo que se le antoje sin que le importe el bienestar del resto. Así, el IMG logra bajar el precio del petróleo mediante el exceso de producción de Arabia Saudita, su aliada estratégica; mediante la venta barata del petróleo que el Estado Islámico, su creación inimitable, roba a Siria e Irak y el incremento de la extracción petrolera en los EE.UU. mediante el fracking, una tecnología muy criticada por consumir ingentes cantidades de agua, que luego retorna a la superficie totalmente envenenada y acompañada de gases altamente tóxicos, que causan un desastre medioambiental tanto de las fuentes acuíferas como del aire, lo que a su vez repercute en la vida de los seres humanos, animales caseros y salvajes.
¿Por qué los EE.UU. cometen tamaña locura? Pues porque piensan vencer sin disparar un tiro en la Guerra de Quinta Generación que, sin declararla, llevan particularmente contra Rusia y, en general, contra el mundo entero. Resulta que Rusia, el país más extenso del mundo, es poco habilitada y rica en recursos naturales como nadie, lo que la convierte en un bocado apetitoso. Quieren derrotarla económicamente bajando el precio del petróleo a precios irrisorios y, junto a Rusia, a Venezuela, Irán, Argelia y, de llapa, Ecuador. Así matan a Sansón y a los que no son. En el breve plazo de tres a cinco años, lo máximo que dura el uso del fracking, piensan atiborrarse de petróleo barato y guardar reservas para cuando lleguen las vacas flacas. Así de simple.
Pero parecería que el diablo del cuento de Robert L. Stevens se hubiera escapado de la botella y anduviera por el mundo ejecutando diablura y media, sino ¿cómo entender que el intento de convertir Iraq en una verdadera democracia hubiera terminado en el infierno actual, con millones de refugiados, contusos, enfermos y muertos, con miserias por doquier, con terrorismo diario y desgobierno total? Lo mismo puede decirse de todo país adonde han llevado sus guerras «humanitarias» para establecer sociedades modelos. Que todos son un soberano fracaso. En Libia el desgobierno es absoluto. La Embajada de EE.UU. fue tomada por los terroristas y fue convertida en un burdel luego de que asesinaran a su Embajador. Desde Libia, el Frente al Nusra, de al Qaeda, partió para conquistar Siria, adonde ingresaron a través de Turquía, tomaron Malula, ciudad Siria cuya única importancia es ser cristiana desde hace unos 2000 años; ahí violaron mujeres, asesinaron hombres, profanaron iglesias e, incluso, decapitaron a un obispo cristiano. ¿Qué hizo el IMG, que pregona ser cristiano? Seguir apoyando a los terroristas con el argumento de que combaten la dictadura de al Assad. Cuando los terroristas gasearon a los niños que previamente habían secuestrado, el IMG acusó al gobierno sirio de genocidio y amenazó con declararle la guerra. La sabia intervención de Lavrov evitó el conflicto. Entonces trasladaron su artillería pesada a Ucrania: asesinatos en Maidán, golpe de Estado en Kiev, elecciones fraudulentas, apoyo cómplice a todo genocidio, derribo del avión malasio, violencia infinita contra todos los habitantes del sureste ucraniano, presión a Europa para que acolite sus ilegales sanciones contra Rusia y control absoluto sobre toda información de lo que pasa en Ucrania.
Después de un accionar más mortífero que el Ébola, ¿qué puede esperar el IMG? Tal vez lo que nunca esperó, que el tiro le salga por la culata: Que a la larga las sanciones fortifiquen a Rusia; que al Qaeda, su pupilo transformado en EI, se le revire; que Europa, hasta ahora su leal vasalla, busque finalmente su independencia; que tanta mentira acumulada se desmorone, tal como advirtiera Lincoln; que la pirámide de tanto dólar emitido para mantener tanta ignominia se derrumbe finalmente.
Si a alguien se le ocurriera demostrar que el mundo cambia siempre para peor, podría apoyarse en el caso de Obama y Bush. Cuando gobernaba este último, uno hubiera pensado que peor era imposible; sin embargo, es superado con creces por el actual calienta asientos de la Casa Blanca que se encuentra en una especie de competencia cuyo ganador va a ser el premio Nobel a la Paz que más guerras promueva durante su mandato. No en vano, los estudiantes de la Universidad de Harvard determinaron que los EE.UU. son el mayor peligro para el mundo, mayor que cualquier organización terrorista. ¡Qué pena que en los EE.UU. no todos estudien en Harvard!
¿Que hacer ante esta problemática? Dejar de ser pasivos y actuar organizadamente. Entender un problema es el primer paso para encontrar su solución.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.