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Entrevista a Toni Negri y Michael Hardt

«El potencial comunista de la multitud es infinitamente mayor que el de la clase obrera»

Fuentes: L’Humanité

«Contribuir a la recuperación, a la reforma, o más exactamente, a la reinvención de la izquierda definiendo una forma de organización y un proyecto políticos», es desde esta perspectiva que Toni Negri y Michael Hardt contemplan la multitud. El término irrita o seduce, pero quienquiera que se pregunte por las posibilidades de emergencia de una […]

«Contribuir a la recuperación, a la reforma, o más exactamente, a la reinvención de la izquierda definiendo una forma de organización y un proyecto políticos», es desde esta perspectiva que Toni Negri y Michael Hardt contemplan la multitud. El término irrita o seduce, pero quienquiera que se pregunte por las posibilidades de emergencia de una nueva subjetividad política en las condiciones históricas actuales no puede sino tener en cuenta a los movimientos altermundistas. Entre nuevo cuerpo social e identidad de carnaval, entre soberanía monstruosa y anarquía rabiosa, el término de «multitud» intenta aprehender la dinámica por la que las singularidades convergen hacia una producción del ser-común. A la vez prueba y proyecto, la multitud hace frente «al imperio» capitalista pero no le es simétrico. Porque la multitud puede «hacer sociedad» por sí misma, sobre la base de las colaboraciones reticulares del trabajo inmaterial. «Producir del común», dicen los autores. ¿Cuál es entonces la relación de la multitud con el comunismo que se presenta como la traducción ideológica históricamente mayor de esta ambición? ¿Y cómo el análisis marxista es aquí recontextuaIizado? La inspiración del filósofo italiano, especialista en Spinoza y antiguo activista revolucionario de «los años de plomo», y el pragmatismo del profesor de literatura americana Michael Hardt convergen aquí en un estimulante reflexión.

Publicado en el 2000, Imperio(1) describía la forma contemporánea del capitalismo globalizado. Multitud presenta hoy vuestro análisis de las nuevas fuerzas que se le oponen. ¿Rescribís el Manifiesto Comunista de Marx y Engels?

-Mìchael Hardt: La verdad es que Imperio y Multitud son textos marxistas. Imperio, que trataba de comprender el sistema de explotación actual, se parecía bastante en su proyecto a El Capital de Marx. Un manifiesto es un texto capaz de proponer un sujeto revolucionario. En este sentido, Multitud está más cercano a este objetivo.

-Antonio Negri.: Nosotros trabajamos simplemente sobre la base de un análisis marxista del capitalismo y de las relaciones de clases, una crítica de la economía política aplicada a la actualidad.

Por un lado, este trabajo de reinvención suscita el entusiasmo, en particular en el seno del movimiento altermundista; de otro su postura sobre las ideas de nación, clase o pueblo inquieta o deja dubitativo a muchos de los que, en las organizaciones sindicales y políticas principalmente, se interrogan sobre los medios para oponerse al liberalismo dominante. ¿Qué respondéis a este escepticismo?

-Michael Hardt.: Esta inquietud a propósito de ciertos fundamentos del análisis es un hecho ya comprobado. Ciertas tendencias tradicionales de izquierda nos critican esto en efecto. Pero sólo hemos analizado lo que todo el mundo sabía.

-Antonio Negri: No habría que confundir el movimiento obrero con su visión europea, que generalmente depende de la historia que el comunismo nos ha transmitido, ligada al movimiento nacional y organizado. Porque el movimiento obrero desborda esta historia. En los Estados Unidos por ejemplo, esta tradición no existe. No vamos a considerar por eso que no hay movimiento obrero. En Latinoamérica, esta tradición existe parcialmente, por no hablar del mundo árabe. En primer lugar, está el problema de los explotados que es un problema mundial y que la experiencia eurocéntrica del socialismo occidental no agotó. En segundo lugar, la crisis de los sindicatos, los partidos, pero sobre todo la crisis de los grandes conceptos, como clase obrera o nación, es una crisis donde la interpretación siempre gira hacia la derecha. La suerte de Imperio se apoya en el hecho de que, al contrario, es un discurso de izquierda. Porque la clase obrera, completamente modificada, permanece, aunque su concepto se confunda con el de multitud. Es la paradoja ante la cual todos los ortodoxos, para quienes clase obrera y política nacional siempre se confunden, están hoy sin respuesta. Decimos que la clase obrera no es ya el motor fundamental porque forma parte de un conjunto de fuerzas productivas igualmente explotadas, a veces aún más todavía.

¿Cuáles serían esas otras fuerzas productivas explotadas?

-Antonio Negri.: Se encuentran en el trabajo inmaterial ligadas a la revolución informacional. Son gente que trabaja en los servicios y produce mercancías intelectuales e inmateriales. Están también los agricultores. Se trata de auténticas fuerzas que se encuentran en el corazón de la sociedad.

-Michael Hardt: La evolución tecnológica, la de la informática y las redes, juega un rol importante. ¿Podemos limitarnos únicamente a la clase obrera industrial? Es necesario hablar de otras fuerzas de trabajo. No podemos permanecer en la concepción de un sujeto único de la historia. Así atrevámonos a definir un nuevo sujeto en formación llamado «multitud». Procede del conjunto de trabajo productivo, y atraviesa muchos estratos sociales. Las fábricas incluidas, sobre todo las del tercer mundo.

Por tanto de los cambios en el mundo del trabajo, indicáis aquellos que son positivos más que criticar solamente los negativos. Es decir que «el otro mundo posible» existe ya en potencia en esta evolución?

-Michael Hardt.: Hay que volver a decir con Marx que no se plantean los problemas sin conocer las soluciones. Sí, la multitud es imaginable, es porque los instrumentos de esta revolución ya están aquí.

-Antonio Negri.: En la historia de la clase obrera, reparamos por lo menos en cuatro modelos. El de la plebe proletaria desplazada del campo a la ciudad hasta la mitad del S.XIX, el del obrero profesional muy cualificado productor de ideología y de esperanza, luego el del obrero masificado del taylorismo. Actualmente, observamos otro tipo de función social y productiva, y aparece otro tipo de obrero, el que trabaja delante de un ordenador. Esto supone una ampliación del concepto de productor y, además, una reapropiación de los medios de producción. Cuando el cerebro deviene en el instrumento fundamental, no hay ya más separación entre medios de producción y fuerzas productivas, ésta es la potencialidad revolucionaria. Ante esta evolución, el capital no está pasivo. Se reconstruye en su proyecto de dominación sobre la base de esta transformación del clase obrera y de la multitud productiva.

¿Vuestro proyecto es hacer piezas esta asombrosa plasticidad del capitalismo liberal, muy superior a la capacidad de adaptación estratégica de las fuerzas contrarias?.

-Antonio Negri: Reconocemos ante todo que la organización del trabajo ha cambiado. Y nos preguntamos qué significa proponer la revolución en estas condiciones. Hasta con toda su capacidad de transformarse, el capitalismo está actualmente forzando la guerra y el estado de excepción permanente. Si la ley del valor no funciona más, si los mecanismos de financiarización están en crisis, lo que es un hecho, entonces una crisis entre capitalistas con relación fundamental al capital colectivo y a la multitud está abierta.

Cuando vosotros criticáis el eurocentrismo, subrayáis las especificidades locales de los movimientos obreros. Esto vuelve a introducir la diferencia con una visión ideológica globalizadora. El feminismo también incidió en esta aparente homogeneidad.

-Antonio Negri: Sí, y la cuestión feminista sería un contenido completo del problema. Sin embargo, con Imperio y Multitud no pretendemos resolver el problema del movimiento obrero, sino solamente proponer esquemas sobre los cuales comenzar a razonar. Digo «comenzar a razonar». Lo que proponemos es una «épokè» (suspensión del juicio entre los filósofos griegos escépticos – NDLR). No volvería a los viejos debates entre Lenin y Zinoviev sobre las nacionalidades después de haber investigado la situación actual, y después de haber comprendido por qué tantos compañeros continúan negando los nuevos aspectos del presente. ¿El Estado nación? No existe ya como antes. ¿La fábrica fordista? Ya no es posible, ni en China.

A propósito de vuestro método de juicio, decís que se debe «retornar al S.XVIII». ¿El Siglo de las Luces tendría más actualidad que las fábricas fordistas.?

-Michael Hardt: la idea es que al fin de la modernidad se observa una repetición de los problemas de sus orígenes. Con relación a la guerra por ejemplo. La modernidad comenzó con el problema de la soberanía y de la guerra con Hobbes y Descartes. Ahora bien la crisis de nuestra modernidad conlleva una suerte de guerra civil a escala global. Así como la Revolución francesa no pudo repetir la antigua idea de democracia e implantarla, nosotros no podemos repetir el concepto nacional moderno de la democracia y proponerlo a nivel mundial. Querer crear un Estado-mundo democrático, no tiene sentido, sería como si los revolucionarios franceses hubieran declarado crear una ciudad nacional. No se trata de repetir a Babeuf, ni de rehacer Atenas, sino de reinventar la democracia. Es un ensayo formal de los orígenes de la modernidad.

-Antono Negri. La vuelta al S.XVIII es también la cuestión de Foucault. ¿Qué es el poder? Foucault avanzó verdaderamente enmascarado, como Descartes. Reinventaba la teoría no sólo de la emancipación sino también de la liberación. Foucault, pero también el último Althusser, que comenzaba a hablar de subjetividad y de deseo. Y hasta el último momento sin embargo se decía comunista. Habiéndole planteado la cuestión, en una conversación, seis meses antes de su muerte, me había respondido «Sí, soy comunista, porque eso también es el comunismo».

¿Es que la multitud es comunista?

-Antonio Negri: ¡Sí! ¿Pero es que la clase obrera era comunista cuando Marx comenzó a hablar de ella cuando representaba cien mil personas en todo el mundo? La multitud de la que hablamos es ya mucho más grande cuantitativamente. La clase obrera ha sido comunista, pero también otra cosa. En Alemania, entre 1 933 y 1945, fue otra cosa, en Italia en los años 1943, y en Francia, tuvo periodos donde no lo ha sido. En los Estados Unidos, no lo fue jamás. El problema no es el de una voluntad sino el de comprender cuáles son las potencialidades comunistas. Y, desde mi punto de vista, el potencial comunista de la multitud es infinitamente más grande que el de la clase obrera cuando Marx la teorizaba, por no hablar de hoy en día.

-Michael Hardt: En el libro, se habla muy poco de comunismo pero mucho de sus grandes temas como la critica de la división del trabajo, la critica de la propiedad privada, la propuesta de una nueva subjetividad del trabajo. Sin la terminología, todos los elementos de un análisis y una propuesta comunistas están presentes.

Una de las claves teóricas y prácticas para la clase obrera era la conciencia de clase, por la cual una clase «en sí» devenía también clase «para sí». ¿Se puede hablar de multitud en sí y para sí? ¿Qué conciencia tiene la multitud de ella misma?

-Antonio Negri: Este es un problema importante. Cuando se hablaba de «en sí», se insistía en la vieja concepción comunista sobre el hecho que los intereses materiales de la clase obrera traían la política. La conciencia une la materialidad de la clase obrera y su expansión política. Y esta conciencia venía de fuera, del partido y la vanguardia. Hoy, este proceso puede auto-organizarse, sin duda. Digo mejor organizarse, porque no es espontáneo. Pero este proceso no viene de fuera, no hay vanguardia para pasar de un nivel de materialidad fuerte a una expresión política.

¿Qué ejemplo proponéis de este tipo de movimiento endógeno de auto-organización?

-Michael Hardt: Las movilizaciones del 15 de febrero de 2003 contra la guerra en Irak son un ejemplo. Pero esto no es auto-organización abstracta. Es el fruto de lazos que se construyen en el movimiento altermundista y en la experiencia de las luchas.

-Antonio Negri: No hay que caer en la caricatura de la auto-organización. Existe una literatura enorme alrededor de esta idea anarquista particularmente. Ésta forma parte de la prehistoria del socialismo, pero también forma parte de grandes movimientos como el ecologismo. Pero, más que todo discurso sobre la autoorganización, es más interesante para comprender el fenómeno ver cómo cayó Aznar en dos días en Madrid. ¿Cómo fue que esta comuna de Madrid se determinó cuando se descubrió que el discurso violento y disciplinario de Aznar era mentira? Esta unión de una resistencia a la no-verdad es un gran proceso de autoorganización. Que se constituye singularmente a través de, por ejemplo, los SMS que la gente se envía. Grupos de cinco, seis personas comienzan a marchar por la calle, y, cuando llegan al final, son diez mil.

El ejemplo de Aznar es tanto más interesante cuanto que, poco después de las manifestaciones, había elecciones. Se plantea entonces la cuestión de la relación de la multitud con las instituciones y el poder, y la de sus medios de intervención política.

-Antonio Negri: No hay ninguna contradicción. Para mí, cada vez que la multitud puede intervenir en las instituciones, lo hace. ¿Por qué privarse de reformas que son invariables y beneficiosas? Es un proceso que debe seguirse, sin que vincule por eso nuestra existencia. Allí se abre otra vía: la del éxodo. Aquella que carece de consenso frente a las instituciones. Abrir la movilidad a escala mundial, luchar por rentas más altas, incluso por una renta básica garantizada, reapropiarse de los canales y los terrenos de la comunicación, son condiciones para la supervivencia. Pero esto no significa que se continúe siempre gestionando o relacionándose con el capital. Esta relación deberá cesar un día. El éxodo es para realizar de manera contemporánea la reforma.

-Michael Hardt: Es en este punto que hay que repensar las instituciones y reinventarlas. Y trabajar con aquellas que existen buscando el medio de organizar todos estos éxodos llamados a constituir otra sociedad.