Hay políticos que, con tal de mantener el orden establecido por los dueños del mundo, empezarían la Tercera Guerra Mundial sin que les importe la vida del planeta. Pese a que en ocasiones expresan con todo descaro esta vil idea, nadie se manifiesta en las calles ni la gran prensa les recrimina por tan aberrante […]
Hay políticos que, con tal de mantener el orden establecido por los dueños del mundo, empezarían la Tercera Guerra Mundial sin que les importe la vida del planeta. Pese a que en ocasiones expresan con todo descaro esta vil idea, nadie se manifiesta en las calles ni la gran prensa les recrimina por tan aberrante intención. El problema no es sólo de los que sufren sino también de esta élite, a la que le importa un pito terminar con la humanidad por creerse a salvo en los refugios que han construido para sobrevivir a la muerte atómica.
Si el mundo se libró de la amenaza que representaba Hillary Clinton, dispuesta a empezar el holocausto nuclear, no se ve libre de que a Trump le intente domesticar la misma élite que la quiso llevar a la Casa Blanca. Esas fuerzas expresan la voluntad imperial de actuar sin siquiera avisar a la ONU y menos aún al país que van a agredir, y a su gusto y paladar inventan tales patrañas, que la opinión pública digiere sin indigestarse ni dudar, y son capaces de hacer creer que Trump es un «títere de los rusos» y Marine Le Pen, Maduro, las FARC, Rusia, Corea del Norte, Siria… son lo que ellos dicen que son.
La verdad les importa un bledo porque lo que buscan es desestabilizar y destruir a los gobiernos de los países que no siguen sus directrices políticas, luego de lo cual se ríen a carcajadas y repiten: ¡Fuimos, vimos y se murieron! Tampoco les importa la ruina en que dejan a un Estado próspero ni el caos ni el dolor que siembran, porque sólo intentan amedrentar a los pueblos, atemorizarles con el terrorismo para que acepten sumisamente el vasallaje que les quieren imponer para que cumplan sus mandatos, firmen tratados de libre comercio, no utilicen sus propias semillas y les compren las que han modificado genéticamente, que no se pueden reproducir y son resistentes al glifosato, producido también por ellos; incluso, deben permitir que los envenenen con pócimas que provocan enfermedades peores que las que dizque combaten. Así es de absoluto el control que mantienen.
Entonces, el asunto no es si gobierna Trump o Macron o Merkel, el problema fundamental es cuándo los pueblos del mundo van a tomar consciencia y van a lograr su independencia cerebral, para que puedan encontrar la verdad que subyace debajo de la epidermis de mentiras que hasta ahora les han impuesto. No es tarea fácil arrojar el fardo de esta esclavitud ideológica, pesa mucho porque bajo su yugo los pueblos combaten a sus aliados naturales y están a favor de un amo que finalmente les asesina, les castra mentalmente y se burla de su candidez.
Incluso la cultura, otrora herramienta libertaria, en la actualidad está controlada por los defensores de los intereses de las castas dominantes. Orwell, en su profética obra ‘1984’ y con su célebre frase: «La Guerra es Paz y la Esclavitud es Libertad», escribió apenas el prólogo de la cruda realidad que actualmente se vive. Esta novela se quedó pequeña y no es ni la sombra de la verdad virtual que para subyugar y manipular a los pueblos han desarrollado los amos del mundo.
Pero no hay mal que dure cien años. Con el tiempo, los pueblos comprenderán que la mejor vacuna es no creerles ni el ‘Bendito’ cuando lo rezan, y así, de esta manera, rara vez se van a equivocar.
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