De Engels y Marx aprendimos que la necesidad se abre paso a través del accidente, en la naturaleza y la sociedad. El final de la Vuelta Ciclista, y el desarrollo de las protestas a lo largo de todo el acontecimiento deportivo, se convirtió en el cauce de la rabia acopiada en nuestra sociedad ante el genocidio del Gobierno de Israel contra el pueblo Palestino. La etapa no pudo finalizar según lo previsto y se convirtió en un simbólico basta ya al régimen sionista.
La derecha montó en cólera: las “hordas de Sánchez” para Vox y los “etarras” para el PP. Isabel Díaz Ayuso hasta lo comparó con la matanza de Sarajevo. La ignorancia y la mala fe de la derecha no tiene límites, pero si se la llevan sus demonios no es por casualidad: la movilización ha mostrado el potencial latente que existe en el campo de la izquierda. La ira creció hasta desbordarse, no sólo en el Estado español, sino en todo el planeta.
La maravillosa “chapucera”
“La naturaleza es una maravillosa chapucera”, escribía el biólogo y paleontólogo evolucionista Steven Jay Gould, en uno de sus ensayos recogidos en el libro El pulgar del panda. La naturaleza busca los caminos más insospechados para resolver las necesidades. El pulgar de los osos pandas, en realidad, no es un pulgar sino un hueso de la muñeca, el sesamoideo, que pasó a jugar la función del pulgar y permitió a los pandas alimentarse de bambú, dándoles acceso a un nicho alimenticio donde prosperar.
A quienes integramos la izquierda nos toca preguntarnos cuál es nuestro “pulgar”, cuál es la forma de conectar con nuestro espacio natural, con una fuente capaz de nutrirnos y a la que nutrir. Sólo que aquí, nuestra evolución no es ajena a nuestra capacidad de adaptación consciente, reflexiva y vinculada a la acción. Tenemos la capacidad de aprender, de aceptar nuestros errores y carencias, y de buscar un camino de salida al actual laberinto.
Hay cientos de miles de personas luchando en multitud de frentes sociales de todo tipo. Si todas ellas encontrasen una forma de actuar coordinadamente, en torno a un programa común y unos métodos democráticos compartidos, nuestra fuerza social sería enorme. Y no estamos hablando sólo ni en primer lugar de una cuestión electoral. Es una de las muchas paradojas que atraviesan a la izquierda: si queremos resolver la crisis electoral, detener el alza de la extrema derecha y conquistar la mayoría, debemos dejar de decidirlo todo en función de la lógica electoral y plantearnos cómo construir un movimiento político y social con un programa común, libertad de crítica y métodos democráticos.
Para llegar hasta ahí, no basta con proclamarlo. El primer paso es establecer un itinerario que nos pueda llevar hasta ese lugar. Y para ello, tenemos que aprender a ver nuestros “huesos sesamoideos”, aquellas circunstancias que nos permiten desarrollar el “pulgar” de la izquierda que sirvan para asir el nutritivo bambú social que hace falta. No buscar una imagen idílica y perfecta, sino empezar con los materiales disponibles.
El autoritarismo y el militarismo en alza
El genocidio de Gaza, hoy reconocido como tal por la ONU y por numerosas instituciones internacionales, está desnudando sin miramientos a lo que están dispuestos los grandes poderes del mundo. Por eso, cuando la derecha, toda extrema, está dispuesta a dar por buena la actuación del Estado de Israel, nos está diciendo hasta dónde estarían dispuestos a llegar para imponer sus intereses. Esta situación les incomoda porque les desnuda ante la gente. Cuando prohíben los símbolos palestinos en las escuelas es porque temen que el ejemplo crezca y recurren a la vieja receta de la represión.
Su lenguaje “guerracivilista”, su afán por demonizar a la izquierda y a todo aquel que critique sus políticas es un aviso de los tiempos en los que ya nos estamos adentrando. Un gobierno Vox-PP nos llevaría por la senda que ya han empezado Milei, Trump o Meloni. Y que ya recorrían Putin, Erdogan u Orban: represión para todo aquel que cuestione el poder. El lawfare de la derecha judicial es el otro aviso.
Ese autoritarismo rampante es inseparable de la ola de rearme creciente y militarismo que atraviesa el planeta y, también, a Europa. Regresa el “cañones en lugar de mantequilla”. Las grandes potencias se aprestan a recurrir a la guerra para defender sus espacios de influencia, sus mercados y las materias primas.
Tras décadas esquilmando los recursos naturales, su agotamiento acelera la lucha entre las potencias por controlarlos. Así como el desarrollo económico de China ha acentuado la competencia entre las potencias por el control de los mercados. La economía asiática ya tiene más robots industriales que el resto de los países del mundo juntos. Esas son las razones de fondo que hay detrás del militarismo. El agotamiento de una de las dos fuentes de la riqueza, la naturaleza, empuja al sistema a incrementar la explotación de la segunda: el trabajo humano. Por eso, en todas partes, crece la presión sobre las condiciones laborales, sobre los derechos sociales conquistados y los derechos democráticos. Son un obstáculo para la acumulación de capital.
El capitalismo arrastra a la sociedad a un callejón sin salida. Pero la sociedad y, más concretamente, la clase trabajadora, está empezando a reaccionar. En Estados Unidos, con protestas de todo tipo, o en la Argentina de Milei. Y también en Europa. O en África, con la reaparición de militares anticolonialistas, que reivindican a Tomás Sankara.
Las luchas, en todas sus variadas manifestaciones, son, en cierto modo, la respuesta a la actuación reaccionaria de la nueva derecha “trumpista”, que florece por doquier. Porque las personas tienen la tendencia, tarde o temprano, a rebelarse contra la opresión.
La reconstrucción de la izquierda transformadora
Pedro Sánchez, acosado sin cuartel por la derecha, ha elogiado a los manifestantes por Palestina. Es consciente de que el PP y Vox le atacarán haga lo que haga. Pero no son las “hordas de Sánchez”. Es muy probable que la mayoría de esas personas sea crítica con el gobierno de Pedro Sánchez.
Es buena señal que la dirección actual del PSOE se vea obligada a mirar hacia su izquierda, mientras Felipe González amerita cada vez más que le nombren socio de honor del PP. Sin embargo, la izquierda transformadora no puede atar su futuro ni al Gobierno de coalición ni en contra de él, debe concentrar sus energías en levantar una alternativa.
Por un lado, el apoyo al Gobierno de Sánchez sólo puede entenderse en “defensa propia”, frente a una derecha extrema y reaccionaria. Es necesario comprender la “paradoja del gobierno de coalición”: sus avances van por detrás de las necesidades de la mayoría de la clase trabajadora. Eso es lo que alimenta a Vox. Y sólo cabe un antídoto: reconstruir la izquierda transformadora. Se puede respaldar las políticas positivas del Gobierno desde fuera del mismo.
Por otro lado, la dirección de Podemos, otrora máxima defensora del Gobierno con Sánchez, considera que el ciclo del Gobierno de coalición ya ha terminado y que la izquierda transformadora se tiene que recomponer bajo un Ejecutivo de la derecha. Sus dirigentes esperan que la mayoría de Sumar se integre en el PSOE —de hecho, les animan a hacerlo—, y que los que queden fuera se avengan a un acuerdo liderado por Podemos. Mientras tanto se niegan a buscar una forma de construir una alternativa unitaria. Lamentablemente, parece que pesan más los intereses electorales que los de la clase trabajadora en su conjunto.
Quizás suceda lo que plantea la dirección morada, en parte por su colaboración para que así ocurra, pero es otro error trasladar mecánicamente lo que pasó bajo Zapatero porque las circunstancias no son las mismas ni, quizás, lo sean nunca. En cualquier caso, no da igual afrontar un Gobierno Vox-PP derrotados o con una izquierda transformadora recuperándose, y eso depende de lo que se haga ahora, no en una próxima legislatura.
Para empezar, la única posibilidad de evitar que ganen PP y Vox está en un buen resultado de la izquierda transformadora y eso exige recuperar un proyecto unitario que sume a todo el mundo, sin invisibilizar a nadie.
En cierto modo, ese proceso ya ha empezado bajo los golpes de la derecha y del poder: la reacción contra el genocidio palestino, por el derecho a la vivienda, por el empleo digno, unos cuidados adecuados, una buena sanidad o una educación de calidad. Hace tiempo que se nota una mayor participación en los movimientos sociales. Pero en el terreno político todo está por hacer.
Marx y las sociedades secretas
A finales de los años 50 del siglo XIX, un grupo de comunistas norteamericanos le propusieron a Marx reconstruir la Liga de los Comunistas. Era un tiempo de retroceso, tras la cruel represión del Estado prusiano contra los comunistas en el proceso de Colonia. Pero Marx se negó y priorizó sus estudios para tratar de comprender cómo funcionaba el capitalismo y cómo podía ser transformado. Todo cambió cuando en otoño de 1864 le propusieron participar en la formación de una nueva organización obrera internacional. A pesar de las enormes diferencias entre los distintos colectivos que integran ese proceso, Marx piensa entonces que “tienen el mérito de representar a su clase, después de todo, eso es lo principal”. Con la AIT se sentaron las bases para la existencia de partidos de clase y de masas que defendían pública y abiertamente sus propuestas.
Tanto él como su amigo y colaborador, Engels, eran partidarios de trabajar a partir de las circunstancias reales, no de las imaginadas o deseadas. Ese proceso dio lugar a la Asociación Internacional de los Trabajadores, cuyos estatutos y manifiesto inaugural redactó Marx aunando los distintos puntos de vista. De su puño y letra es la idea central del texto: “La emancipación de la clase obrera debe ser obra de los propios trabajadores”. Hoy sigue siendo una máxima vital, cuya hondura es pocas veces apreciada debidamente.
Hacia el final de su vida, Marx reprochó amargamente a los dirigentes de su partido el acuerdo con los partidarios de Lassalle, que unificó a los dos partidos alemanes de la izquierda de la época. No les criticó que hubieran llegado a un acuerdo unitario, sino que lo hicieran a costa de las ideas que tanto había costado elaborar. Como él explicó, habría sido mejor un acuerdo en base a puntos concretos, pero respetando los programas, ideas y autonomía de cada partido.
El espíritu de Marx en ambos casos, el de la AIT y de la Crítica al Programa de Gotha, es un buen ejemplo. Así como en la época de Marx se superó el modelo de organizaciones secretas, esta crisis nos aboca a una transformación de nuestras organizaciones. El método de Marx nos inspira, pero no nos ahorra el reto de actuar como él haría si estuviera en nuestros zapatos: abordar la realidad, aprender de los últimos avances de la ciencia y de la experiencia… pensar y actuar por nuestra cuenta.
El surgimiento del Nuevo Frente Popular en Francia en 2024 fue un síntoma positivo de una necesidad que buscaba un cauce de expresión. Lo mismo puede decirse de la propuesta de crear un nuevo partido de la izquierda en el Reino Unido, a la que se han adherido 900.000 personas. Die Linke, en Alemania, ha pasado de estar casi desahuciado, a doblar su militancia y su representación en el Bundestag, y ha crecido el apoyo y la participación de los jóvenes en él, lo que lo convierte en un modelo a estudiar por la izquierda.
En América Latina, donde también este debate es pertinente, se está viendo tanto experiencias de recuperación de la movilización, —en Argentina, contra los ataques de Milei—, como las dificultades para crear una alternativa unitaria como en el caso de Bolivia, donde la existencia de tres candidaturas de la izquierda enfrentadas, ha dado la victoria a la derecha). Es una discusión de carácter internacional.
Por supuesto, las viejas dinámicas y problemas resurgen una y otra vez, amenazando con hacer naufragar las iniciativas, pero la necesidad es real. Y seguirá empujando hasta imponerse. Hay que ayudar a que así sea, no entorpecer. Y no hay que olvidar que, como la evolución de la naturaleza, nada va a aparecer químicamente puro, sino que deberemos aprender a reconocer el pulgar de la izquierda cuando lo tengamos delante.
Notas
5 – https://porelsocialismo.net/die-linke-nos-alzamos-como-el-fenix-de-las-cenizas/
Fuente original: https://porelsocialismo.net/el-pulgar-de-la-izquierda/
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