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España

El retroceso social y su justificación: violencia de Estado

Fuentes: opiniondigital.es

 «Las leyes establecidas en toda sociedad son siempre las leyes que defienden al poderoso, al rico y a su poder frente a los no poseedores de propiedad, a los pobres. La propiedad privada y el derecho han creado un abismo entre dos «clases» jerárquicamente diferenciadas entre sí: la clase de los propietarios, de los poderosos […]

 «Las leyes establecidas en toda sociedad son siempre las leyes que defienden al poderoso, al rico y a su poder frente a los no poseedores de propiedad, a los pobres. La propiedad privada y el derecho han creado un abismo entre dos «clases» jerárquicamente diferenciadas entre sí: la clase de los propietarios, de los poderosos y de los amos, frente a la clase de los no propietarios, pobres y esclavos. Las desigualdades sociales que surgen con la propiedad privada, el derecho para protegerla, y la autoridad para que se cumpla ese derecho, surgen como causa de las leyes.»

Este era el escenario que motivo a Rousseau en 1754, para publicar «Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad entre los hombres».

Han pasado mas de 250 años , se han producido tres revoluciones (esa gran olvidada en Europa que fue la estadounidense, su hija la francesa y la soviética), se han sufrido varias guerras, una de ellas por culpa de los nacionalismos, y la otra, supuestamente en pro de la libertad y de la democracia y que algunos autores engloban como Guerra Civil Europea con un resultado de varias decenas de millones de muertos, y me entristece ver que el resultado es el que veo.

Hace dos siglos y medio, ante el panorama anteriormente descrito, Rousseau mantenía que esta situación no era superable, pero que podía mitigarse a través de una sana vuelta a la naturaleza y una educación dirigida a fomentar el individualismo y la independencia del hombre.

Otro teórico, Max Weber, en «La ciencia como vocación, la política como vocación» define Estado como una «entidad que detenta  el monopolio de la violencia y los medios de coacción» .

De ello deduce que:

  • El Estado reclama el monopolio de la violencia, porque necesita validar su pretensión ante la opinión de un público que puede conceder o negar su aprobación.
  • El Estado necesita ser la única autoridad que ejerce la violencia con legitimidad porque, precisamente, presupone que hay otros competidores, ilegítimos, que se le enfrentan con medios que, de una forma u otra, son también violentos.

Tema aparte de que nos cuestionemos la legitimidad de estas conclusiones, estamos asistiendo a la suplantación de las atribuciones del Estado, entre ellas el ejercicio de esa violencia institucional, por parte de los intereses económicos de unos pocos: Estado por CAPITAL, Parlamento por Consejos de Administración, Moncloa por Ciudad financiera de Boadilla, Madrid por Londres, Paris, Bonn, Washington y en última instancia Pekín… lo que supone una agresión brutal y absolutamente ilegítima a los derechos de la ciudadanía, del pueblo.

Parece una broma pesada. El supuesto Estado de bienestar, ése que solo un puñado de personas en el mundo hemos podido acariciar con las yemas de los dedos durante poco más de una generación, se esfuma. Desaparece. Tal vez nunca existió y solo fue un espejismo… O tal vez sea un derecho legítimo. Un derecho de todos los hombres y mujeres del mundo. Un derecho por el que luchar, pelear con uñas y dientes. Un derecho que tenemos que arrebatar a quien nos lo está negando.

Estamos asistiendo a los primeros episodios de una guerra. Con todas las letras. Una guerra en la que el enemigo se intuye, no está plenamente identificado, pero a fin de cuentas está atacando. Se tardó tres años en identificar plenamente la Guerra Fría como tal. Cuanto antes identifiquemos el problema, y lo afrontemos, más probabilidades tendremos de salir victoriosos.

Ha llegado el momento de variar los papeles. Que sean ellos quienes se defiendan.

La respuesta: DECRECIMIENTO. El capitalismo ha MUERTO. Dejemos de poner tiritas al muerto, que ya huele… y enterrémoslo.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR