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Preámbulo del libro

«El Revisionismo del «‘Socialismo del Siglo XXI'»

Fuentes: Rebelión

Una crítica marxista-leninista Advirtamos que desde la caída del bloque socialista la izquierda se ha desarrollado a una «completa revisión» de las teorías del Socialismo Científico – negándolo como el conjunto de teoría más avanzadas de emancipación proletaria resultante del pensamiento marxista-leninista-, y a una «reconfiguración», digamos, de su estrategia y su táctica bajo la […]

Una crítica marxista-leninista

Advirtamos que desde la caída del bloque socialista la izquierda se ha desarrollado a una «completa revisión» de las teorías del Socialismo Científico – negándolo como el conjunto de teoría más avanzadas de emancipación proletaria resultante del pensamiento marxista-leninista-, y a una «reconfiguración», digamos, de su estrategia y su táctica bajo la premisa de la supervivencia, al menos eso se desprende del comportamiento general de las organizaciones que se autodefinían entonces bajo ese espectro político. Pero sería pueril determinar que esas desviaciones se dieron a efectos de la caída del bloque, pues el «mérito», quiérase o no, fue del revisionismo [1]. Desde que este se hizo con el poder en la URSS, impulsó esa tendencia, tomando como punto de partida el infausto XX congreso del PCUS de 1956. Es necesario puntualizar que el primer revisionismo en el poder fue el titoismo yugoslavo, el cual apareció sin ambages en 1948, aunque este no llegó a influir de forma tan amplía y coordinada con el jruschovismo [2] -con el que coincidía en sus propósitos antisocialistas-, lo cierto es que su relevancia fue notable, la reacción a dicha aparición supuso una efervescencia en la lucha de clases en todos los Partidos Comunistas del mundo frente a esa nueva rama del revisionismo moderno. La diferencia fundamental en cuanto al grado de triunfo en el movimiento obrero de este movimiento comparado con el jruschovismo fue ínfima al principio -pues el campo socialista combatió con eficacia sus desviaciones-, precisamente bajo el liderazgo de Jruschov su reproducción en las organizaciones marxistas-leninistas fue notable; en ese sentido, el jruschovismo a diferencia del titoismo tuvo un curso diferente, este se introdujo desde el inicio en el PCUS y se esparció a las demás organizaciones gracias a la autoridad alcanzada por los Bolcheviques tras décadas de lucha proletarias consecuente.

Desde ese momento -el revisionismo- se desarrolló hacia la hegemonía en todo el campo socialista, y claro está, también en aquellas naciones del capitalismo periférico [3] en donde existían Movimientos de Liberación Nacional en desarrollo o en el poder, o lo que es lo mismo el revisionismo logró convertirse en la ideología dominante sobre todo bajo la bandera de la Particularidad Nacional. A la luz de los hechos históricos, a diferencia de la retahíla burguesa sobre el fin del «socialismo real», podemos determinar que lo que verdaderamente fracasó fue el revisionismo, su teoría y su praxis, que en esencia se trató de una suerte de contrarreforma de índole burguesa y pequeñoburguesa introducida en las organizaciones de vanguardia ya fuera por el elemento intelectual, oportunista y vacilante, o por el elemento burgués que dormía en las filas de las organizaciones, sin olvidar al aciago burócrata tanto al que se heredó de la vieja sociedad como al nuevo que mutó hacia posiciones retardatarias, constituidos todos en el fundamento de todos estos procesos de pérdida de la identidad de clase. Esto no quiere decir que la burocracia es una clase social, sino que si el trabajador burócrata posee una pobre conciencia de clase acaba convirtiéndose en un elemento que reúne las mismas características ideológicas y hábitos extraños al marxismo-leninismo que posee el burgués y el intelectual pequeñoburgués, pues el modo de vida aburguesado le beneficia; o sino inconscientemente a causa de su «apoliticismo» o pobre formación acaba zozobrando en el egoísmo, la vanidad y demás vicios en sus tareas diarias, buscando siempre la máxima de su beneficio, despreciando al colectivo. Es decir, la burguesía, no solo se sostiene y reproduce porque detenta el poder, o por la apropiación de los medios de producción, sino y sobre todo por la cultura de dominación que desarrolla al fin y que los revisionismo enquistados en el Partido no llegan a combatir. Es conocida la tesis de ciertos revisionistas que si bien aparentan e incluso llevan a cabo una leve lucha de clases [4] contra la burguesía, hacen un pausa total de la lucha de clases en campos como el arte, la cultura, o la educación, evocando a las viejas concepciones burguesas sobre la «libertad», la lucha contra el conservadurismo y la promoción de la innovación y lo moderno; con ello introducen los vicios del liberalismo que se instalarán tanto en la conciencia de los miembros del Partido como de las masas sin partido, con lo que desarticulan al partidismo proletario y su lucha en estas áreas.

Con el colapso del Campo Socialista los ideólogos-filósofos burgueses determinaron, especialmente influenciados por Francis Fukuyama, que se había alcanzado «El Fin de la Historia» [5], que el hecho demostraba que las leyes del desarrollo histórico no eran tales, al punto que se llegó a pretender y defender el «carácter eterno de la burguesía», bajo la falsa premisa de que la realidad concreta de las relaciones sociales se había transformado bajo el empuje de la revolución tecnológica, que la lucha de clase había llegado a su fin, y sobre todo por la hegemonía unipolar conseguida en el momento por el neoliberalismo -una consigna hoy abrazada por el izquierdismo vacilante post-moderno-, obviando que las relaciones sociales se mantenían inamovibles bajo los mismos principios descubiertos por el marxismo-leninismo. Ya antes, a mediados del siglo XX Roger Garaudy [6] fue quién tuvo el dudoso «honor» de añadir al circo absurdo de teorías del revisionismo tanto el rechazo al partidismo proletario en lo cultural, como el rechazo a la negación del papel del proletariado. También, durante ese periodo y de la mano del mismo autor, y otros de su línea ideológica, se bordó el pensamiento de que la intelectualidad era tan válida como el proletariado para llevar a cabo la función de vanguardia en la transformación de la sociedad hacia el comunismo, de igual modo se empezaron a introducir teorías que hacían apología indirecta de la sociedad capitalista aludiendo a la idea de que el proletariado «no podía llamarse como tal», pues la sociedad capitalista había dado un sustento y un lugar a dicha clase, que ésta ya no era lo que denominaba en su día Marx como proletariado, arengando además a todas las clases se dirigían hacía su unión y fusión pues las diferencias en el capitalismo actual serían «insignificantes». Veamos, mediante una cita inicial, la negación del proletariado analizado por Marx en la sociedad capitalista bajo la lente de uno de los actores del llamado «Socialismo del Siglo XXI»:

«El mismo papel de la clase obrera hoy en día es otro. Ya aquello de la clase obrera como, ¿cómo se llama Juan, «motor de la historia». Ya el trabajo hoy es otra cosa, es distinto». (Chávez, Discurso del 28 de junio del 2007) .

Esa hegemonía del pensamiento burgués tuvo su efecto dentro de las filas de las organizaciones obreras, que sumado al revisionismo, condicionaron que las mismas ya no aspiraran a los proceso revolucionarios, y a la revolución proletaria, sino a la mera reforma del capitalismo desde el parlamentarismo, como efectivamente sigue ocurriendo; reusando con ello cuestionar los fundamentos de sistema y asumiendo tácitamente que ese era el mejor sistema posible; en efecto se trató de la génesis de lo que hoy conocemos como derecha postmoderna, que no son más que antiguos izquierdistas reconvertidos en elementos propios de la ideología capitalista. No obstante, la idea del fin de las clases, del proletariado y de la lucha de clases incluso, ya no es patrimonio exclusivo de estas «neocorrientes» sino que han cobrado mucha relevancia dentro de los actuales movimientos liderados por eso que Lenin denominó acertadamente como «partidos burgueses de clase obrera».

La hegemonía global ejercida por el neoliberalismo afectó directamente a las organizaciones entendidas como izquierda, y la introducción de esas teorías ajenas a las misma sirvieron de puerta de entrada de sujetos y teorías que no harían sino que profundizar las contradicciones en los planteamientos económico-políticos ya existentes en organizaciones de carácter revisionista, reformista, e incluso en organizaciones marxistas-leninista debilitadas ideológicamente. Tan es así, que la lectura concreta y objetiva de aquel momento que se entendía transitorio desde el marxismo-leninismo fue marginal -pues pocos supieron verlo sin claudicar- dentro de la «izquierda». Diez años después de la traumática caída de bloque, el mundo capitalista «unipolar», sumido en una crisis sistémica construyó el ataque de bandera falsa ocurrido en World Trade Center y con ello sepultó al neoestructuralismo y su idea del «Fin de la Historia», de ese suceso surgió el «Mundo Multipolar», que sin ser ideológicamente enfrentado, pues todos los polos son expresiones de la Dictadura de la Burguesía [7], dio absoluta validez a las leyes generales del desarrollo histórico, y es ese hecho concreto lo que permite que la izquierda logre reconfigurarse, pero ha pagado un alto costo por el camino que se tradujo mundialmente en la casi absoluta vigencia del reformismo revisionista específico, el cual hoy encuentra su máxima expresión en el eclecticismo teórico-práctico del «Socialismo del Siglo XXI» [8], una suerte de «coctelera» en la que todo cabe tras una densa cortina de discurso revolucionario que se declara superior al Socialismo Científico. No es difícil observar como entre sus conceptos surgen nuevamente el socialismo premarxista, el utópico, el idealista, el anarquista, el socialdemócrata, el de los Kautsky [9], de los Bujarin, el de los Tito y de los Mao, el de los Browder y de los Proudhon, el de los Togliatti y de los Berlinguer, incluso el de los Carrillo, etc.

Compréndase que este socialismo nunca lo ha sido ni lo será pues parte de negar la lucha de clases y las demás leyes generales del desarrollo histórico. De hecho el «Socialismo del Siglo XXI», lejos de ser una nueva teorización, se funda y se nutre de la recuperación de todas las desviaciones ya practicadas y defendidas por los revisionismos anteriores como ya se ha comentado, por ello nos concentraremos en el mismo tomando como referencias a sus predecesores. En cualquier caso aclarar que aunque hay intento de crear o de transcribir un marco teórico hasta ahora «ausente», lo que si encontramos son axiomas generales que se han ido dibujando e incorporando a la luz de los acontecimientos acompañados de una praxis bien definida y reconocible, además de la reiterada declaración de entenderse superior al marxismo-leninismo; compréndase que estas consignas son únicamente declarativas, quizá con la intención de persuadir a las bases de que se trata de una continuidad de las luchas proletarias.

El lector observará que habrá una mayor referencia al proceso sandinista nicaragüense, y se debe a que entendemos que dentro de todos esos procesos en desarrollo este es el que resuma la mayor parte de las etapas que han llevado a esa negación del marxismo-leninismo como teoría fundamental para la construcción del socialismo; incluso, aunque sería parte de una reflexión específica sobre el sandinismo, entendemos que ese proceso es el que ha condicionado que el proceso sandinista no haya podido superar la etapa de revolución liberal burguesa-pequeñoburguesa que le ha caracterizado.

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